Columna

Mi relación con la maternidad

Otras formas de amar

¿Querés ser mamá? Pareciera que esa es una cuestión que ya debemos tener clara y decidida. ¿Verdad? Las mujeres a mi alrededor contestan, por lo general, de manera indubitable: radicalmente, sí; radicalmente, no. Yo me considero una persona segura, con las metas claras de lo que quiere (y lo que no) en su vida. Pero, a mis 37, aún no puedo dar una respuesta absoluta.

Quizás el no decidirme y dejar que la biología haga lo suyo por sí misma es una forma de tomar postura. Quizás priorizar mi carrera, vivir media década en el extranjero, tener relaciones que duran menos que los noviazgos de Leonardo DiCaprio o elegir profesiones que me aseguran todo menos rutina son indicadores de que de ningún modo la maternidad es lo mío.

Es inevitable que, acercándome a los 40, me empiece a preguntar: ¿Y si me encuentro con que sí quiero ser madre…?

Pero es inevitable que, acercándome a los 40, me empiece a preguntar: ¿Y si me encuentro con que sí quiero ser madre cuando ya sea muy tarde para decidir eso?

Cuando la maternidad se veía como algo del futuro lejano no tenía duda de que estaba destinada a serlo y el juego me divertía. Recuerdo que hice una lista de nombres para mis hijas imaginarias, me gustaba pensar en las actividades que compartiríamos y cómo les transmitiría mi gusto por la moda, el arte, los libros y la buena vida. Claro, en mi fantasía eran niñas, ya que del mundo masculino no entendía ni me interesaba nada. Ni la afición por los deportes ni las máquinas ni lo ligado a las expresiones de virilidad.

Este juego empezó a transformarse en problema cuando llegó el momento de pensarlo en tiempo presente.

Este juego empezó a transformarse en problema cuando llegó el momento de pensarlo en tiempo presente. Si en mi vida adulta no he tenido plantas ni mascotas bajo mi cuidado (a pesar de que me gustan mucho) por no querer sacrificar mi tiempo y energía al servicio de otro ser vivo, ¿en qué multiverso sería imaginable ajustarlo todo a las necesidades de un infante cuya dependencia es total?

Otro tema intrínsecamente relacionado siempre fue la pareja. “Cuando llegue la persona indicada, las cosas se darán por sí solas”. Entiéndase: vivir juntos, casarse, tener hijos y planear un futuro en conjunto. ¡Qué linda película! Pero siento que no fue más que eso: una película.

¿Estás diciendo que me mostraste una heroína que siempre soñó con viajar por el mundo, vivir aventuras increíbles y dedicarse a la actividad intelectual, y que, de repente, piensa que las cosas van a cambiar y ella va a transicionar de ese sueño a la casita propia, con el príncipe, el perro y “la bendi”?

Con el paso del tiempo, se convirtió en un guión problemático que hay que analizar según el contexto de la época, donde hay muchos huecos e inconsistencias entre los personajes, sus historias de vida y motivaciones. ¿Estás diciendo que me mostraste una heroína que siempre soñó con viajar por el mundo, vivir aventuras increíbles y dedicarse a la actividad intelectual, y que, de repente, piensa que las cosas van a cambiar y ella va a transicionar de ese sueño a la casita propia, con el príncipe, el perro y “la bendi”?

Pero en mi proceso de deconstrucción, francamente, ni la soltería pudo tanto como un factor mucho más determinante: la inestabilidad económica. Porque, seamos sinceras, al fin y al cabo pesan más las estadísticas que nos dicen que los hombres ganan mejor que las mujeres y que la maternidad marca un declive en la proyección profesional como nunca lo hará la paternidad. Esto hace que pensarse como madre, y más aún como madre soltera, se vuelva cada vez menos una elección. Quizás la maternidad se convirtió en el último lujo, al menos desde una concepción neoliberal del maternar.

Por suerte, las narrativas están cambiando y no solo en el plano romántico. Así como ya se habla más abiertamente sobre orientación sexual, poliamor y no-monogamia (que con sus fanáticos y detractores se ha vuelto una posibilidad a discutir con los potenciales vínculos sexoafectivos), también vemos que ser madre ya no es el único modo de maternar, y la familia puede ser muchas cosas más que esa película que alguna vez nos creamos.

Por ejemplo, se habla mucho del coparenting o crianza conjunta como una opción para los progenitores que han terminado su relación de pareja, pero quieren mantener su vínculo como padres y madres para compartir equitativamente las responsabilidades y la relación con sus hijos.

La crianza colectiva es una forma de cuidado colectivo que saca del centro a la pareja o los lazos sanguíneos como principal vínculo.

También, algo que para nada es novedad, pero ha sido rescatado desde la búsqueda de una maternidad con mirada feminista, es la crianza colectiva. Dentro de este modelo, un grupo o comunidad asume el compromiso de cooperar y apoyarse mutuamente en la crianza. Es una forma de cuidado colectivo que saca del centro a la pareja o los lazos sanguíneos como principal vínculo.

Cuando pienso en mi familia nuclear, quizás esté participando de este último modelo de un modo inconsciente. Antes de haber leído sobre estos otros modelos, fue mi propia sobrina, a sus 5 años de edad, quien nos dio la mayor lección de todas de lo que es una familia diversa que se quiere y se cuida. Sucedió hace un tiempo cuando, en la escuela, le pidieron que dibuje a su familia y su hogar. Y nos mostró el resultado de su creación con colores: allí estaba ella en el centro; a cada uno de sus costados, su mamá y su papá (que están separados), y completando el cuadro, en igualdad de importancia y tamaño, su abuela y yo.

Por supuesto, no osaría decir que asumo el nivel de responsabilidades con mi sobrina que le dan sus padres o su abuela, con quien tiene una relación muy bonita que me hubiera encantado desarrollar con mi propia abuela cuando aún vivía. En realidad, probablemente soy yo la que le deba más a ella de lo que ella me debe a mí porque la llegada de mi sobrina al mundo me demostró que nuestra capacidad de amar y cuidar no está limitada por etiquetas o modelos preestablecidos; que los roles no son títulos o condecoraciones, sino que son las acciones las que los cargan de sentido.

Había soñado con ser mamá pero no con ser tía, y sin embargo, ser tía es uno de los títulos de los que me siento más orgullosa, uno que le dio un nuevo sentido a mi vida.

Había soñado con ser mamá pero no con ser tía, y sin embargo, ser tía es uno de los títulos de los que me siento más orgullosa, uno que le dio un nuevo sentido a mi vida. Gracias, Fernanda, por ese privilegio. Gracias a mi mamá, Victoria, y a mi hermana, Vero, por mostrarme que la maternidad es, realmente, para kuña guapas. Es hermosa, imperfecta y profundamente humana.

Feliz día a todas las mujeres que maternan y que cuidan: como abuelas, como tías, como hermanas, como madres, como mujeres que aman.

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