Psicología

¿Son importantes las actividades extracurriculares?

Una guía para descubrir nuevas posibilidades formativas

Arte, deporte, dinámicas grupales y religiosas… y podemos citar más. Las actividades extracurriculares son parte de la rutina de las niñeces y adolescencias. En esta nota, conversamos con dos expertas que nos guían en un viaje de descubrimiento para adquirir nuevas habilidades.

Por Laura Ruiz Díaz. Retratos: Fernando Franceschelli.

Esta semana arrancaron las clases de manera oficial y con ellas la rutina del año volverá a la normalidad lentamente. Junto a ellas, también inician las actividades de los chicos y la señal inequívoca del fin de las vacaciones, para alivio de muchas madres y cuidadoras familiares —y martirio de los estudiantes—.

Para informarnos y guiarnos, consultamos con dos especialistas de primer nivel: la PhD y especialista en Ciencias de la Educación Especial en Superdotación, Talento y Creatividad, Alexandra Vuyk, y María José Josie Vuckovich, licenciada en Psicología orientada al estudio de la crianza consciente.

Primero, ¿por qué?

La escuela es uno de los espacios de socialización más importantes. El acceso a la educación institucionalizada desde los niveles preescolares garantiza la finalización de los estudios y su importancia es crucial. Pero no es la única instancia de formación, ni mucho menos.

Son muchos los contextos en donde se pueden afianzar conocimientos y habilidades por fuera de la educación formal y varios de ellos se enmarcan dentro de lo que conocemos como actividades extracurriculares. Son proyectos que guían este viaje de aprendizaje por fuera de los programas académicos formales.

Según la especialista Alexandra Vuyk, “tener actividades extracurriculares en la infancia permite exponerse a mundos distintos”. “Por un lado, implican explorar y probar; y, por otro, sumergirse en la práctica de una disciplina por fuera del marco escolar, donde quizás se desarrolle con poca profundidad o no se desarrolle en absoluto”, explica.

Sea cual sea la actividad elegida, aportará ventajas. La socialización ya mencionada, la organización y el trabajo en equipo, por nombrar solo algunas. Y, claro, también aprenderán nuevas formas de expresarse.

Así, pareciera que debemos correr a llenar la agenda de los más pequeños con todas las actividades que podamos. Pero no. Es necesario ofrecer actividades según cada necesidad.

Equilibrio, la clave

Las actividades, como la nutrición, deben estar equilibradas. Josie Vuckovich hace una analogía entre la alimentación y las actividades como distintos tipos de nutrientes. En este plato imaginario que describe, en primer lugar pone a la proteína: la actividad focalizada o el tiempo de concentración, que es el horario escolar.

“Hay que tener muy claro que esto no representa la mayoría del plato, no debe ser toda la comida, ni siquiera la mitad”, explica. “Otros nutrientes importantes son el deporte, el tiempo de juego libre y claro, y el descanso, o sea, buen sueño”, indica. Para esto es primordial tener una rutina y cada día bajar los niveles de actividad para llegar a la noche con calma.

“Las investigaciones muestran una, otra y otra vez que son estos otros nutrientes los que más suman al bienestar emocional y psicológico, más que las actividades extracurriculares”.

María José Josie Vuckovich, licenciada en Psicología orientada al estudio de la crianza consciente.

“El tiempo de socialización con pares es fundamental en toda la infancia y adolescencia, y el colegio no es el único espacio”, explica. Es necesario que los niños y las niñas jueguen y tengan espacios para divertirse con sus amigos y compañeros de escuela, así como con sus familiares.

“Si yo paso del colegio todos los días a una, dos o tres actividades extracurriculares, no es que dicha actividad esté mal, sino que le quita el lugar a estos otros nutrientes que también son fundamentales”, explica la especialista.

Para Josie, es importante evaluar la rutina y determinar sus necesidades. “Las investigaciones muestran una, otra y otra vez que son estos otros nutrientes los que más suman al bienestar emocional y psicológico, más que las actividades extracurriculares”, explica.

Ella aclara que estas dinámicas son eso: un extra. Y que no por ellas se debe dejar de priorizar los tiempos de distensión y ocio. En contrapartida, pone el ejemplo de un chico que pasa mucho tiempo solo, en un espacio reducido. En ese caso sí es necesario agendar más actividades.

Josie Vuckovich.

Cuestión de límites

“¿No será que les estamos pidiendo algo que no pueden dar, que es demasiado exigente?”, cuestiona por su parte la doctora Alexandra. Los límites son para los padres. “Un niño o una niña que va al colegio de 8.00 a 15.30, y que después de eso se le llena los horarios hasta las 19.00… entonces no va a tener tiempo para vivir”, expresa.

Los niños, como los adultos, deben tener momentos para detenerse, para no hacer nada, descansar, leer o aburrirse, si es el caso. “Si no, los chicos van a tomar ese tiempo dentro de cualquiera de las otras horas que tienen. Entonces, ¿qué pasa? No atienden las clases, no hacen lo que deben, no terminan la tarea… ¿Por qué? Porque el cerebro ha decidido decir basta”, manifiesta la especialista.

Otro indicador a tener en cuenta es que cada persona tiene, a su vez, un umbral diferente de lo que puede o no. El nivel de actividad óptimo es una característica de personalidad y es diferente para cada uno. “Entonces, hay niños que necesitan todo, ¿verdad? Hay otros que con una clase regular están agotados. Por eso hay que observar, atender y ver qué nos está diciendo nuestra hija o hijo”, aconseja.

La doctora Vuyk recomienda empezar con una o dos actividades y ver cómo se sienten. “Probablemente más que eso ya sea forzar y no resulte beneficioso para todos los niños y niñas”, detalla.

“Debemos tener los ojos abiertos y notar las necesidades de nuestro hijo, nuestra hija. O sea, ¿cómo están? ¿Duermen lo que corresponde? ¿Se apagan a la noche o están demasiado excitados y cuesta que bajen las revoluciones? ¿Descansan lo suficiente? ¿Se despiertan bien?”, cuestiona.

Otro tema a tener en cuenta es si saben jugar sin que un adulto les diga lo que tienen que hacer, “porque cuando ya no son capaces de llevar a cabo eso sin que el papá o la mamá les indiquen, significa que ya son demasiadas extracurriculares, que no están pudiendo usar su tiempo de ser niños”.

“Para mí, las actividades curriculares son un espacio de exploración y de desarrollo del talento, no pueden volverse una obligación intransigente más”, manifiesta.

“Para mí, las actividades curriculares son un espacio de exploración y de desarrollo del talento, no pueden volverse una obligación intransigente más”.

Alexandra Vuyk, PhD y especialista en Ciencias de la Educación Especial en Superdotación, Talento y Creatividad.

¿Cómo encontrar la actividad extracurricular ideal?

La oferta parece casi infinita. Cada vez hay más talleres, de todo tipo. Culturales, como arte, cerámica, canto, danza, manualidades, fotografía, poesía, pintura; deportivos, como fútbol, básquet, vóleibol, taekwondo; saberes, como idiomas, debates, cines, foros, ciencias, ajedrez; talleres más prácticos, como cocina, costura, informática; la lista sigue.

Como se podrán imaginar, la pregunta es una trampa: no existe una respuesta correcta, la clave es la exploración. Según las especialistas, en este punto es clave guiarse por los intereses. “Está bueno exponerles a las prácticas de algo de deportes, de algo intelectual, de algo artístico, creativo, y que a partir de ahí ellos puedan usar las actividades curriculares como un espacio libre, donde vayan eligiendo lo que quieren hacer”, sostiene Vuyk.

Para Josie Vuckovich también. “Con respecto a las sugerencias de profesionales psicólogos y pediatras, debemos entender que son consejos, pero que deben pasar por el filtro de la individualidad de mi hijo o mi hija y de mi situación familiar específica, de mi realidad”, resalta.

Ella expresa que es clave tener en cuenta cómo va a funcionar, ver cada caso: el temperamento, la personalidad, las necesidades de ese niño, las posibilidades de la familia, las distancias y los recursos. “Para mí, la pregunta que uno tiene que hacer es: ¿la actividad extracurricular está sirviendo para mejorar la calidad de vida de mi hijo y de la familia o nos la quita?”.

Ante todo, es necesario ser flexibles a lo largo del año para ir adaptando estas actividades según el caso lo requiera.

Alexandra Vuyk.

Crear una rutina

Josie propone que se implementen rutinas para facilitar los procesos. “Si yo tengo que pensar cada día en hacer algo nuevo, al cerebro se le resta mucha energía, muchos recursos; pero cuando algo ya está en la rutina, sucede solo. Yo creo que es importante invertir en hábitos que ayuden y nos faciliten la vida”, detalla.

Cada actividad puede tener una rutina: la del sueño, de la comida, de las pantallas… Pero la casa tampoco debe volverse un cuartel. “También hay que ser conscientes de que habrá actividades que mi hijo va a elegir y otras que no, porque a esas las elijo yo. Eso debemos tener bien claro, porque implicará un abordaje muy distinto”, sostiene.

“Es algo que se debe abordar desde la crianza respetuosa”, afirma. Ella busca que más familias entiendan que se puede ver a esta etapa como un trabajo de equipo, donde cada uno juega un papel diferenciado. “Ellos tienen el trabajo de explorar el mundo, de conocerse y conocer lo que les gusta, de sentir. Como mamá, mi función es poner límites para que estén seguros, facilitar algunos aprendizajes”, detalla.

La idea es explicar el problema y en conjunto buscar una solución, involucrar mucho más a los chicos: “Buscar un objetivo común que puede ser la salud o el bienestar, y constantemente vamos a conversar sobre cómo nos sentimos con el objetivo de marcar el camino, para que, en el caso de que haya que hacer algunos ajustes, entonces le involucro en eso”.

Recomendados

Sin Comentarios

    Dejar un comentario