Psicología

¿Qué nos pasa por la cabeza cuando amamos?

Una aproximación fundamentada al amor

Qué sensación más hermosa la de estar enamorados. En presencia de esa persona el mundo es un poco más divertido, y en su ausencia, con solo pensarla una avalancha de sentimientos se hacen presentes. Pero, ¿por qué? Esta es la pregunta que guía esta nota en una exploración sobre el amor.

Por Laura Ruiz Díaz.

Cuántos filósofos podemos contar que nos hablen sobre la importancia del amor, lo que significa estar enamorados y qué es lo que debe ser. La pregunta existencial nos precede, incluso mucho más de lo que pensamos. 

Sócrates, en el siglo V a. C., ya elucubraba sobre el tema: “Eros puede extraviarnos o llevarnos a la contemplación más alta”. Es uno de los tópicos más explorados por la literatura: Shakespeare, el posterior romanticismo, el bovarismo de Gustave Flaubert, morir por amor —o de amor—, etcétera. Cuántas veces lo hemos escuchado. 

Todo eso sin pensar en la cantidad de horas y horas de películas y canciones cuyo tema central es el amor o el ser amado. Y no nos olvidemos de las representaciones gráficas, que las hay por miles en todos sus formatos. 

La cultura está llena de exploraciones sobre él. En más de 175 sociedades a lo largo de la historia se dejó registro de este fenómeno, imaginemos su importancia. Pero hoy queremos preguntarnos qué es realmente, cuál es el fenómeno químico que nos permite tener la cabeza en las nubes. 

El amor, el amor

Para arrancar a abordar el tema, decidimos entrevistar a David Samaniego, psicoterapeuta certificado en TREC (Terapia Racional Emotiva Conductual), magíster en Psicología Clínica, y máster en Sexología y terapia de parejas.

“El amor o, mejor dicho, el proceso de enamoramiento hace que se produzcan en mayor cantidad neurotransmisores en nuestro cerebro, como serotonina, dopamina y oxitocina”, afirma. “Todos ellos están relacionados con la atención, el afecto, los recuerdos y las emociones”, explica. 

Estos químicos naturales, con el agregado de las endorfinas, son conocidos como “el cuarteto de la felicidad”. Estas hormonas están involucradas en procesos que desatan sentimientos de bienestar.

Cuando aumentan los niveles de serotonina en los circuitos neuronales, esto genera la sensación de bienestar, relajación y satisfacción, y aumentan la concentración y la autoestima. La dopamina cumple el papel de mediar el placer y también se utiliza para manejar la motivación.

La oxitocina, por su parte, es conocida como la “hormona del abrazo”. ¿Por qué? Al dar o recibir abrazos, podemos generarla y aumentar los sentimientos de empatía y amor, la excitación sexual y hasta reducir el estrés. 

O sea, igustovetereíma la hayhukuéra, ¿ajépa? No nos queda duda, entonces, de la importancia del amor para nuestra felicidad. Pero no solo eso. 

Helen Fisher es una antropóloga y bióloga estadounidense que estudia el comportamiento humano desde hace más de tres décadas. Ella es una de las grandes referentes para hablar de amor; el nivel de su trabajo y su tarea de divulgación no tiene comparación. 

Según explica, el eros también tiene una razón evolutiva, darwiniana. En su libro Por qué amamos, señala que la química de este sentimiento enciende el deseo más poderoso de la naturaleza: el impulso de copular. Pero además, el amor y el consecuente apego cumplen una función: hacer que la pareja permanezca junta el tiempo necesario para criar a la progenie.

Sexo, drogas y rocanrol

Fisher caracteriza al amor no como una emoción, sino como un sistema y una respuesta fisiológica, ya que, según sus investigaciones, este provoca los mismos sentimientos placenteros que la droga a nivel cerebral.

Las regiones cerebrales relacionadas con la recompensa, la motivación y la felicidad se activan en presencia de la persona amada. Pero no solo eso: según explicó, con base en las investigaciones llevadas adelante por el científico de la Universidad de Montreal Jim Pfaus, también produce un efecto parecido al del consumo de drogas.

¿El amor genera el círculo vicioso de estímulo, deseo, dependencia y abstinencia que produce el consumo de drogas? Al parecer, sí. Pfaus plantea que este es realmente “un hábito que está formado por un deseo sexual que se retroalimenta a través de una recompensa”. 

Fisher, acompañada de Arthur Aron, psicólogo de la Universidad Stony Brook de Nueva York, realizó un experimento que ilustra algunos de los mecanismos de la atracción entre dos personas. 

Resulta que la novedad estimula la producción de dopamina en el cerebro, un neurotransmisor que potencia las sensaciones de atracción. Esa sensación de nervios o de ansiedad, que muchos describen como “mariposas en el estómago”, muchas veces se puede parecer a la reacción que tenemos al estar en un edificio alto o en un auto a mucha velocidad. 

Ante una sensación potencialmente emocionante —por ejemplo, un concierto de rock—, es probable que la persona que veamos a continuación nos resulte atractiva. Eso nos permite afirmar que si en una primera cita se realizan actividades extremas, hay más posibilidades de que haya una segunda y una tercera.

¿Se imaginan que aplicaciones como Tinder nos sugieran salidas en las cuales lidiemos con el tráfico asunceno como primera cita? Digo, ya que hablamos de emociones extremas. 

El apego

¿Por qué sucede que algunas personas son libres y sin preocupaciones en sus relaciones mientras que otras necesitan constante atención y validación? De acuerdo con la teoría del apego, esto se debe a que tenemos distintas formas de experimentar nuestras emociones (attachment style, en inglés, mecanismos que posee una persona para relacionarse con los demás). 

Esta teoría fue formulada por el psiquiatra John Bowlby y la psicóloga Mary Ainsworth, en un intento por explicar las incomodidades experimentadas por los niños al ser separados de sus cuidadores más cercanos. En resumen, nuestra forma de apego como adultos tiende a ser una réplica de la dinámica que tuvimos en la infancia.

Al esbozar su teoría etológica, Bowlby postuló que estas conductas de apego en niños, como llorar o buscar a los padres, son respuestas adaptativas: incapaces de ser independientes por la edad en la que están, reaccionan si se ven separados de quienes les proveen de protección y cuidados. 

Las formas de apego pueden ser muchas, pero hay cuatro principales: seguras, ansiosas, evitativas y temeroso-evitativas. Estas últimas tres son catalogadas como maneras inseguras. 

• Apego seguro: se refiere a la habilidad de formar relaciones con base en la seguridad. Aceptar y dar amor, confiar y dar confianza, y poder vincularse fácilmente, sin miedo a la intimidad. Estas personas pueden equilibrar la posibilidad de confiar en los demás sin volverse dependientes.
Según una investigación realizada por los psicólogos sociales Cindy Hazan y Phillip Shaver, publicada en 1994, alrededor del 55 % de los adultos tienen esta forma de apego. 

• Apego ansioso: esta forma de vincularse está marcada por un profundo miedo al abandono. Con el estímulo de pensamientos irracionales, estas personas constantemente piensan que sus compañeros los abandonarán y siempre buscan validación. Suelen ser percibidas como necesitadas y muchas veces tienen conductas intensas como ponerse ansiosas cuando el otro no responde un mensaje de texto o si prioriza otras actividades.
De acuerdo con la investigación ya citada, alrededor de un 20 % de los adultos se vinculan de esta forma. 

• Apego evitativo: su característica principal es el miedo a la intimidad. El mayor problema de estas personas es acercarse a los demás o confiar en las relaciones, por lo que se mantienen distantes. Quienes tienen esta forma de vincularse buscan su independencia para sentirse seguros, lo que genera distintos problemas. Según el estudio de Hazan y Shaver, alrededor de 25 de cada 100 personas están incluidas en esta forma. 

• Apego temeroso-evitativo: esta es, quizás, una de las formas de vincularse que más complicaciones crea en las relaciones. Las personas con este estilo de apego tienen una necesidad imperiosa de sentirse amadas y reafirmarse en una pareja, mientras se niegan a sí mismas a tener una relación romántica cercana. En partes iguales, quieren atención, pero buscan huir de ella.
La investigación en este campo no es tan explícita, pero se reconoce como un riesgo tanto psicológico como relacional y puede desregular las emociones de quienes lo padecen.

¿Por qué no estamos satisfechos con nuestras relaciones? 

¿Las diferencias individuales en los estilos de apego de los adultos están asociadas con los pensamientos irracionales específicos de la relación? ¿Respaldar estas creencias nos deja insatisfechos? Estas son las preguntas que Richelle Stackert, PhD en Psicología Especializada en Evaluación Psicológica, y Krisanne Bursik, PhD especializada en Desarrollo Integral, se formularon.

Los resultados de su investigación indicaron que los individuos inseguros respaldan significativamente más las creencias y pensamientos irracionales con respecto a la relación que las personas que tenían formas de apego seguro y, en ese sentido, tanto un estilo de relacionamiento adulto inseguro como una adherencia más fuerte a creencias irracionales específicas de la relación se relacionaron con una menor satisfacción general en la relación.

Diego Samaniego.

¿La terapia de parejas puede arreglar una relación?

Levante la mano quien no tuvo una relación que pensamos que era irreconciliable (y lo fue). Samaniego se especializa en terapias de pareja con el enfoque TREC. Decidimos consultar con su voz experta para tener más información sobre las terapias de pareja. 

“Siempre hay problemas en la pareja, de convivencia, incompatibilidad con respecto a la crianza de los hijos, infidelidades, celos, inseguridades; entonces, según el área afectada en la relación, las terapias justamente están enfocadas en ayudarlos a sobrellevar esas situaciones para mejorar esas áreas”, explica.

Para nutrir una relación, según el especialista, son claves tanto la confianza como el respeto mutuo, además de la sinceridad y la comunicación, herramientas claves para mejorar. 

“Algo que trabajamos muchísimo en terapia de pareja es la comunicación asertiva. Porque no es lo mismo tener una expresión agresiva, hostil, que una persona que expresa lo que siente o lo que piensa de una manera respetuosa hacia el otro”, detalla. 

“Durante la etapa del enamoramiento hay mucha comunicación, pero con la convivencia la relación se vuelve rutinaria y la pareja cada vez se habla menos. La comunicación es una de las herramientas fundamentales para mejorar las relaciones”, finaliza.

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