Columna

Mi relación con lo místico

Buscando respuesta en los astros

¿Te rompió el corazón? Eso es “tan Géminis” de su parte. ¿Atravesás una crisis personal? Se debe a Mercurio Retrógrado. ¿Las leyes del capitalismo te llevan a un nivel de sobreexigencia tal que te encontrás al borde del burnout? Paciencia, es el cambio de era a Acuario.

Creerán que esto que les digo es una exageración, pero son cosas que escuché en más de una ocasión, y como soy una académica testaruda —como una auténtica Tauro—, no voy a osar brindarles consejo guiado por la lectura de los astros. Sin embargo, como dice el dicho: “No creo en las brujas, pero de que las hay, las hay”.

Poco me interesa hacer un análisis de los sesgos cognitivos o engaños de la mente que entran en juego para que las predicciones de Mía Astral o Ludovica Squirru siempre le den en el ojo (la ciencia puede ser tan aguafiestas en ese sentido). Más bien, me llama la atención por qué estos espacios nos fascinan tanto. Siento que ni en la adolescencia las conversaciones sobre horóscopo y tarot estaban tan presentes como ahora en todos mis círculos. Es como si mi generación hubiera estado sumergida en la era del escepticismo a los 20, pero a los 30 haya dicho “qué más da, elijo creer”.

La búsqueda de respuesta en los astros es tan antigua como la humanidad misma. Sin embargo, es notable cómo, en una época en la que tenemos acceso a información como nunca antes, la astrología está más vigente que nunca. Dicen que el furor por esta práctica en su versión moderna, que se volvió una sección obligada de diarios y revistas, tiene una fecha y motivo específicos: el año es 1930 y el punto de inflexión lo causa un periódico inglés al publicar la carta natal de la princesa Margarita, hermana de la reina Isabel II.

Hoy, los algoritmos de Instagram y TikTok me muestran una variedad de astrólogas y tarotistas con todo tipo de formación: feministas interseccionales, escritoras, psicólogas e incluso sociólogas que dejaron el análisis cualitativo para abocarse a la interpretación de cartas astrales. Debo admitir que si bien en mi época de editora de revistas rehuía de esta sección, hoy mi consumo digital incluye una cuidada curaduría de este tipo de contenido.

Si en la astrología la clave está en darle una interpretación personal a generalizaciones que quizás se aplican a cualquiera, no deja de ser un camino —no muy lejano— a la terapia. Siempre que cultivemos la reflexión y postura crítica, puede ser un espacio de desarrollo personal que nos invita a pensar nuestro lugar en el plano colectivo.

Por dar un ejemplo: ahora entramos en el temido Mercurio Retrógrado; que, dicho sea de paso, es un concepto que ya se ha colado en el entendimiento popular, como los cambios de estación y las festividades patrias. Si prestamos atención a los consejos y advertencias de astrólogas como Mía Astral, se hacen evidentes las similitudes con lo que se discutiría en sesión con la psicóloga: desde las alertas a no bajar la guardia en caso de que reaparezcan los exes hasta las invitaciones a proteger los límites con los demás, conectar con las redes de apoyo y priorizar el descanso y el autocuidado. La cosa sana.

Mercurio Retrógrado también puede ser una oportunidad para llamar a la acción colectiva y el cambio social. Este es el caso de Chani Nicholas, una de las astrólogas más famosas de internet, que además es activista y empresaria tech al frente de una exitosa app que lleva su nombre.

Chani usa su plataforma para algo más que predicciones individualistas en el plano del romance. Sobre este periodo, nos dice: “Hay algo sobre nuestro liderazgo que está llamado a cuestionarse. ¿Cómo luchamos por lo que debemos luchar? ¿Cómo nos mostramos más valientes en nuestra vida? Escuchamos menos sobre habilidad y más sobre integridad”. Con ese tipo de discursos, hasta diría que necesitamos más políticas con formación en astrología.

Leí por ahí a una socióloga que explicaba que lo que nos lleva a buscar respuesta en la astrología es la necesidad de certeza. ¡Y tiene todo el sentido! En una época donde los científicos nos vaticinan un futuro cuanto menos pesimista ante la crisis climática y el agotamiento de recursos (causados no por las estrellas sino por la acción humana), retomar el control de nuestra vida escuchando a los astros con ascendentes, lunas y soles se siente como una práctica mucho más cariñosa.

Se vuelve un apoyo que nos da ánimos y fuerzas para intentar hacer mejor las cosas desde nuestro lugar, sin perder el optimismo ni dejar de creer en la posibilidad de cambio a nivel social. Como me dijo un amigo muy escéptico mientras me echaba el tarot: “Si ya no se puede creer ni en la filosofía, por qué no darle una oportunidad a la astrología”.

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