Cultura

Una historia de arqueología autóctona

En el centro de Misiones

Te llevamos a conocer el trabajo del arqueólogo paraguayo Bennet Townsend en el centro de la ciudad de Santa Rosa para rescatar los detalles de las misiones jesuíticas que se establecieron en esa región en el siglo XVII.

Texto y fotos de Fernando Franceschelli.

Casi desde siempre, el joven paraguayo Bennet Townsend (33) supo que la arqueología era su pasión, y ya que le era imposible estudiar esa disciplina en Paraguay, hizo sus valijas y se instaló en Santiago de Chile en 2011. Allí cursó sus estudios universitarios, los cuales terminó en 2017. Hoy, como licenciado en Arqueología especializado en el Análisis Arquitectónico de la Época Colonial y el Uso de Nuevas Tecnologías Aplicadas a la Digitalización y el Análisis Espacial de Bienes Culturales, está de vuelta en el país y trabaja por la salvaguarda de nuestro pasado.

Este muchacho sale del laboratorio de campaña y camina rumbo a la excavación con el aplomo de quien sabe deberá supervisar la remoción de varias toneladas de tierra con la minuciosidad de un cirujano. Ese, su trabajo, ayudará a dilucidar los vericuetos de buena parte de nuestra historia.

Bennet Townsend, arqueólogo.

El color gris y el frío reinante resultan un manto que, contradictoriamente, abrigan el hormigueo de los febriles trabajos de excavación que se llevan a cabo desde hace meses en torno a la plaza central de la ciudad. Las bajas temperaturas de este día y la neblina que, por momentos, lo inunda todo en la ciudad de Santa Rosa (Misiones) son el telón de fondo perfecto para una historia de misterio o aventuras. Y esa misma neblina sirve también para presentar a este personaje, antítesis moderna de Indiana Jones, quien en vez de usar sombrero de fieltro, látigo y revólver como el mítico personaje de cine de aventuras (que destruía todo a su paso para hacerse con tesoros perdidos), recurre al pincel y la cuchara para excavar como antaño. Al mismo tiempo, hace uso de un modernísimo dron y softwares de procesamiento de imágenes para intentar entender los misterios del pasado enterrados desde hace siglos.

Por qué en Santa Rosa

Los trabajos se desarrollan en el centro histórico de la ciudad de Santa Rosa, sitio declarado Bien de Valor Patrimonial en 2018 por la Secretaría Nacional de Cultura (SNC), debido a que ahí se asentó la misión jesuítica de Santa Rosa de Lima en el siglo XVII.

Lo que hoy se conserva de aquel pasado es apenas una pequeña porción de los muros de la iglesia original, que se perdió tras el incendio de 1883; la capilla Nuestra Señora de Loreto, con sus impresionantes murales; parte de las casas de indios que rodean la actual plaza principal, y el antiguo campanario (o torreón) del templo, de unos 20 metros de altura, construido con piedra arenisca y que hoy representa un verdadero emblema del lugar.

La excavación arqueológica que lidera nuestro protagonista se inició en marzo de este año y se debe a que la Municipalidad  de la ciudad decidió peatonalizar la avenida Florida que separa la plaza principal y las construcciones históricas.

Con financiamiento de la Comuna, en cumplimiento de la reglamentación nacional de arqueología preventiva y en una clara demostración de verdadera conciencia y acatamiento de la ley nacional n.° 5621, ese proyecto incluyó en la licitación de los trabajos la realización de una prospección arqueológica previa a la labor urbanística para saber qué se podía hacer y qué no, con certeza.

La secuencia del trabajo arqueológico abarca siete etapas. Primero se hace una delimitación del área de estudio y el impacto de las obras. La zonificación de las áreas de intervención y un cronograma de trabajo corresponden a una segunda etapa. Luego, la recopilación de datos históricos y de antecedentes. La determinación de las metodologías de trabajo y de los lugares a intervenir. Después llegan los trabajos de campo en sí y los consecuentes estudios en el laboratorio. Posteriormente se da lugar a la interpretación de los datos obtenidos y la realización de informes. Y finalmente se debe hacer una difusión de los hallazgos, de los datos obtenidos y de las conclusiones de la investigación.

Para entender mejor de qué se trata este proyecto arqueológico, Bennet explica que, después de extraer la pavimentación asfáltica y el empedrado de la calle actual, se procedió a hacer la remoción de capas superficiales de suelo, de a 10 centímetros por vez, y cada objeto inusual, por más pequeño que fuera, se apartó y registró, y tras su identificación, se fotografió y se guardó en bolsas debidamente etiquetadas para su posterior estudio.

Previamente se habían hecho pozos de sondeo (hasta el momento van 15 y podrían ser muchos más) que en algunos casos llegaron a 1,80 metros, que permitieron identificar los diferentes niveles en los que se encontraban los elementos que determinaron la temporalidad de cada profundidad con la consiguiente actividad a la que corresponde; hasta llegar a tierra estéril, es decir, a donde ya no se encontraron elementos que demostraran intervención humana.

De todo el material recogido en esas bolsas —de las que ya llevan centenares recolectadas—, hay un equipo de chicas y chicos a los que se les paga por su trabajo, algunos de ellos de la misma comunidad y también de otras zonas de Misiones, que  seleccionan, separan por dimensiones, tipo de material, características, etcétera, y proceden a limpiar con pequeños cepillos, agua y la delicadeza de quien acuna a un recién nacido —o un recién llegado a la superficie después de siglos, más precisamente— cada trozo de roca, cerámica, carbón o lo que fuera. Así se determina a qué construcción, a qué evento y a dónde pertenece el objeto. Vale la pena aclarar que las personas que se desempeñan en el proyecto se capacitaron antes para este fin, tanto quienes trabajan en el laboratorio como los que operan las máquinas en el campo de trabajo.

Los pequeños grandes tesoros 

Gracias a este procedimiento meticuloso aparecieron trozos de cerámica decorada, de tejas o ladrillos antiguos; clavos de hierro; cuentas de vidrios de colores, y hasta una antigua bala esférica de plomo. También se encontró, utilizada como relleno de suelo, la base de piedra labrada de una columna, además de una pila bautismal partida.

En este punto, Bennet nos recuerda del invaluable apoyo de su colega, arqueóloga paraguaya, Mirta Alfonso, que es su mano derecha en este y otros trabajos.

La mayor parte de estos objetos son de pequeñísimas dimensiones (basta compararlos con el tamaño de una moneda de 1000 guaraníes para confirmarlo) y fueron descubiertos gracias a la mirada más que atenta de quienes acompañan la remoción de las enormes cantidades de tierra, que examinan centímetro a centímetro, in situ, lo que la retroexcavadora, las palas manuales y las cucharas remueven.

En este momento, todo el equipo —que incluye a unas 12 personas, entre trabajadores y voluntarios— se encuentra concluyendo la quinta etapa, luego de la cual en poco tiempo deberá comenzar a hacer informes, definir conclusiones e ir cerrando este proceso.

Según Bennet, las investigaciones arqueológicas son fundamentales para los estudios de áreas y edificios patrimoniales, ya que son la única manera de dilucidar una parte de la historia sin imaginarla o idealizarla, lo que provoca faltas a la evidencia y la verdad. Como ejemplo, gracias a estas excavaciones (que nunca antes se hicieron en este lugar y que, en función de sus dimensiones, es el trabajo de este tipo más grande que se realiza hoy en el entorno misionero) se reveló la ubicación de la base de rocas talladas que sostenía dos horcones, con vestigios de quemazón. Estos hallazgos brindan información de antiguas edificaciones hasta ahora perdidas y que podrían haber sido parte de una galería de la construcción original. Con información como esa, es posible determinar la exacta ubicación y las verdaderas dimensiones de la antigua iglesia de Santa Rosa de Lima, cuya información previa es dispar al respecto.

Gracias a la fotogrametría, una técnica aplicada por Bennet con base en la toma sistemática de imágenes, es posible la documentación a través de la digitalización de lo existente para posteriores estudios.

Mientras tanto, el equipo de exploradores invita a la gente a visitar y conocer lo que se está haciendo. Además, hacen partícipes del proceso a los pobladores de la zona y gestionan visitas de estudiantes o de otros agentes de la sociedad, de modo que sea posible acentuar al sentido de propiedad de un pasado que a veces nos resulta ajeno. Solo a través de la difusión se logra valorar lo propio. En poco tiempo, mientras Bennet Townsend sigue pensando con energía en las excavaciones que vendrán, las obras de peatonalización de esta calle roseña cubrirán nuevamente el sitio. Sin embargo, gracias a los trabajos de este apasionado por la historia y su estudio científico, que debió formarse durante años en el extranjero, ese pasado y esa nuestra tierra removida nos pertenecerán un poco más que antes.

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