Arte

Alfredo Quiroz

De resoluciones y manifestaciones íntimas

Impromptu, el nombre de la más reciente exposición del artista Alfredo Quiroz, es un ensayo constituido por fotografías que navega temas de índole personal como la familia, las figuras paternas, la enfermedad, entre otros. En conversación con el autor, pudimos profundizar y conocer las raíces de sus motivaciones estéticas.

Alfredo Quiroz comparte algo único con personas como el dramaturgo Antón Chéjov, el escritor Arthur Conan Doyle y el cantautor Jorge Drexler: todos ellos son artistas y también médicos. Alfredo es hematooncólogo, para ser más precisos. “Según el ambiente en el que estoy hago una introducción diferente o le doy una preponderancia a las dos [profesiones]. Ambas son sumamente importantes para mí”, comparte. Es un hecho que en Paraguay vivir plenamente del arte es difícil, y la medicina le permite trabajar y dedicarse a su lado creativo de una manera más libre y fluida.

Si bien su carrera artística empezó luego de recibirse de médico, el arte y sus distintas manifestaciones estuvieron presentes en él siempre. “Desde que tengo noción del tiempo me gustó el dibujo”, cuenta. Mientras buscaba alguna que otra cosa, recuerda haber encontrado una libreta de cuando cursó el preescolar, en la cual su profesora escribió: “Tenés mucha aptitud para el dibujo. ¡Seguí adelante!”. Desde entonces, este interés permeó el resto su vida. Se hizo presente en el colegio, por ejemplo, donde Alfredo se encargaba de diseñar y elaborar los escenarios de los festivales.

Cuando le tocó iniciar su etapa universitaria, lo hizo de lleno, pero sentía que le faltaba algo. “No estaba completo, me sentía triste, algo me pasaba. Hasta que un día empecé a hacer un dibujo en una pared y terminé cubriendo toda la superficie gigantesca. Cuando comencé, me dije a mí mismo: ‘Por ahí va la cuestión’”, recuerda. Seguidamente compró pinturas y lienzos, y comenzó de vuelta.

Hacia el final de sus estudios hacía pequeños dibujos y pinturas: “Hasta que en 2009 comencé a juntar todo lo que produje y se lo mostré a Carlos Colombino. Por suerte tuve cercanía con él a través de una amiga. Él vio mi trabajo y le pareció interesante”. Este momento fue clave, ya que le dio el impulso necesario para volcarse a su arte y desde entonces el único momento en que paró fue durante la pandemia por covid-19.

Empezó con pintura, pasó al dibujo, experimentó con el collage y actualmente trabaja con la fotografía. “Gracias a la pintura logré el premio Matisse en 2014. Fue todo un shock para mí ganar e ir a París. Ahí hice una pasantía y también estudié la parte de medicina”, agrega. Unos años después, con su ensayo de fotografía en blanco y negro Reflexiones nocturnas, conquistó la primera edición del premio Hippolyte Bayard en 2018. Tuvo la oportunidad de volver a París, donde por las mañanas trabajaba en un hospital y por las tardes se dedicaba a sus proyectos personales.

Arte y medicina conviven y se complementan

Las dos profesiones parecían parte de una dualidad en Alfredo, pero en realidad ambas atraviesan su vida de manera en que una se manifiesta en la otra. “Soy buen hematólogo porque soy artista y soy artista porque soy hematólogo. Se cruzan”, acota. Según él, el dato médico, científico, tiene un carácter dentro de su obra. La medicina es específica y rígida, y esa rigidez, esa sistematización, la lleva y la aplica a la parte artística.

Aunque en algún momento llegó a preguntarse si podría ser solo artista, hoy en día no se ve dejando de lado ninguna de sus profesiones. “La gente dice: ‘Es un hobbie’. No, no lo es. Yo le doy un tiempo, y no necesariamente eso significa que esté produciendo, a veces es un lapso para leer otra cosa que no sea medicina. Me pone muy feliz, y muy triste, y muy ansioso. Porque el arte no es solo felicidad, siempre sale algo de un lugar que no está bien. Eso es muy interesante”, agrega.

El hecho de que el arte pueda problematizar una situación es importante para la óptica de Alfredo, ya que a veces, a medida que va desarrollando un tema, lo siente como una terapia en la que llega a sacar algo fuera, o al contrario, se encuentra con algo. “Me di cuenta de que no siempre es muy clara o directa la información, y justamente, no tendría que ser clara o directa, sino tangencial. La fotografía, por ejemplo, en este caso, te tiene que decir más por lo que no ves que por lo que ves”, acota.

Impromptu

La palabra Impromptu se refiere a dos cosas importantes para la carga simbólica de este trabajo de Alfredo. La primera es un término musical que designa un tipo de composición improvisada por el ejecutante. La segunda es la fusión de dos elementos del latín, in promptu, que puede significar “de pronto”, “de improviso” o “repentinamente”. La muestra reúne una selección de 30 fotografías en blanco y negro, donde desarrolló una propuesta sin un plan preconcebido, abierto a improvisaciones.

Empezó este trabajo como una serie fotográfica durante el periodo más pronunciado de la pandemia: “Quería trabajar con el cuerpo, pero no directamente, así como Osvaldo Salerno por ejemplo, que lo hace a través del cuerpo impreso. Quería hacer ese trabajo con réplicas, tomar muestras en yeso, hacer moldes y volver a fotografiar”.

Inició con las réplicas de yeso luego de un hecho que ocurrió en 2020: un muchacho tuvo un accidente y se cercenó la mano derecha. Pasó por urgencias y se le restituyó el miembro, es decir, se unieron nervios, arterias, venas y músculos. Lastimosamente, ese acto de unión no implica necesariamente que vuelva a funcionar. Por la falta de estímulo constante, porque no había información nerviosa, la mano se contrajo y quedó en forma de garra.

Alfredo se encontró con esta persona y le preguntó si podía tomar una muestra en yeso de su mano. “Empezó con eso. Comencé a hacer fotos de las imágenes de la mano. En eso aparecen los cuchillos de los reclusos de Tacumbú. Eran armas de las requisas de la penitenciaría, y son parte de la obra Takumbú, de Osvaldo Salerno. Me gustaron y comencé a incorporarlos”, cuenta. Luego añadió a un personaje con tatuajes en la piel, una foto de su padre y una de su madre, todo esto en un periodo de varios meses. Ahí se percató de que este trabajo ya no trataba solo del “cuerpo”.

Un hecho importante y crucial es que el padre de Alfredo comenzó a enfermar gravemente en este periodo de trabajo. “Me puse a mirar, y realmente, el conjunto fotográfico hablaba de un principio y de un final, pero no decimos ‘principio’ como nacer y ‘final’ como muerte necesariamente, sino que ese proceso refleja el tema de la enfermedad, de la familia, del padre y de la madre. Después me cayó la moneda a los 45, estaba tratando de armar algo”, comparte. Debido a un trastorno neurológico, el padre de Alfredo tuvo que ser trasladado a un lugar donde recibe el cuidado que necesita. Una de las fotos más emblemáticas de la muestra corresponde a un retrato que hizo el día antes de llevarlo al hogar en el que se encuentra ahora. Es la única fotografía de toda la muestra en la cual se puede ver el rostro de la persona.

El título de la exposición se definió recién cerca de Semana Santa, luego de volver a ver la película Amour, del director Michael Haneke, que trata de una pareja, ambos de 80 años, que transitan situaciones que los enfrentan a la muerte, la impotencia y la dureza de la vida. En ella, la coprotagonista interpreta una pieza en el piano, un Impromptu.

La serie en total cuenta con 60 fotografías, y luego de una cuidadosa edición y un trabajo de curaduría, realizada por Osvaldo Salerno, quedaron 30. Otra simbología importante dentro de esta muestra es la del cuchillo. “Puede tener muchas lecturas, pero en este caso, es un arma carcelaria de Tacumbú, tiene mucho esa observación de cuando el hombre termina el cuartel y recibe como regalo un puñal, con el mango tallado”, comenta y se extiende sobre el símbolo de hombría que representa este objeto, la cuestión de ser hombre, de ser karia’y. Alfredo incorporó estos ítems porque dentro de la imagen a veces se perciben como amenazantes.

El artista y médico sacó a la luz una obra sumamente íntima que se cimenta pero también se mueve entre varios tópicos sensibles e importantes. “Todas estas cosas fueron las que generaron un gorgoteo interno. Dentro de esta serie hay muchas cosas que me incomodaron, de niño principalmente, y esta es una manera de exorcizar, de hablar diferente de esto. Tiene cosas que me incomodan, me incomodaron, que me ponen triste, alegre. Y esas mezclas son Impromptu”, explica.

La exposición se encuentra disponible en Fábrica Galería/Club de Arte, ubicada en Sgto. Martínez 271 esquina Telmo Aquino y Dr. Abente Haedo. La misma estará habilitada por tres semanas en el horario habitual del lugar, de 8.30 a 12.30 y de 16.00 a 19.00.

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