Arte

Las salamandras viajeras

Los recuerdos como fuente de creación

Casi sin buscarlo, Teresa María Gross Brown inicia una faceta como escritora para niños con un lanzamiento literario que reúne nostalgia y aventura.

Imágenes: Gentileza.

La abogada Teresa María Gross Brown se inicia en el rubro editorial con el lanzamiento de su primer libro, Las salamandras viajeras. Se estrenó como escritora de cuentos para niños, un oficio que no buscó, pero al que fue prácticamente guiada gracias a la insistencia de su hija, con el objetivo de compartir un mensaje de optimismo y tolerancia a una nueva generación. Es una lectura que nace a partir de la oralidad de sus propias historias, con un viaje nostálgico e imaginativo por San Bernardino.

Durante la pandemia, y por insistencia de la menor de la familia, Teresa María se dedicó a poner por escrito las aventuras de unas salamandras que, durante mucho tiempo, fueron protagonistas de las historias que ella les contaba a sus pequeños en la infancia, un relato que continúa vigente con sus nietos en la actualidad. Para ello, tomó a San Bernardino como referencia, sitio donde pasó su niñez, al igual que sus hijos y nietos. El escenario es su casa, La Lilia, ubicada en el casco histórico de la ciudad, muy cerca del emblemático lago Ypacaraí.

Teresa María Gross Brown.

Como punto de partida también se inspiró en sus orígenes, ya que la escritora es descendiente de alemanes asentados en San Bernardino en el siglo XIX. La conexión entre el cuento y sus propias raíces se desprende de la similitud de aceptar lo foráneo e integrarlo a una comunidad. “Como inmigrantes, eran desconocidos para mucha gente, seguramente, de mundos diferentes, de otra cultura”, expresa.

Dentro de la trama, el relato sigue a una familia de salamandras que llega a Paraguay y se instala en una casona de estilo colonial del pueblo de San Bernardino, donde los personajes descubren la vegetación y la arquitectura, y deben convivir con otros animales. Una historia que habla sobre la aventura de emigrar y el valor de crear nuevos amigos.

Aunque —se sincera— Teresa María admite que no es escritora de profesión, sí se atribuye la cualidad de cuentacuentos, que es lo que realmente la motivó. “Fue un proceso pesado, porque yo realmente me encerré, no me fui absolutamente a ningún lado, ni al médico. Entonces, [estuve] trabajando online; hacía dictámenes jurídicos, leía. Soy una gran lectora, realmente disfruto mucho de la lectura. Con la insistencia de mi hija, tomé la laptop y me puse a escribir. Esa es la verdad, así surgió todo”, comenta acerca del proceso creativo que resultó de su aislamiento voluntario durante meses y que también le sirvió de práctica, pues ahondó sobre sus recuerdos en La Lilia, la casona veraniega.

Ilustraciones de Lucas We.

En la época del Paraguay de antaño, la abogada también pasaba sus veranos allí, cuando solo era una niña más que recorría las calles de canto rodado en aquellas interminables tardes calurosas, andando a caballo o en bicicleta. Una infancia que también transcurría en temporadas veraniegas de diciembre a marzo, y las disfrutaba junto a sus seis hermanos. “Le tomé un gran cariño, sabía que de ahí veníamos”, indica.

De esta manera, la ciudad se convirtió en el escenario principal de las historias imaginadas y sirvió para transmitir algunos valores y la creatividad a los niños de su vida mediante la metáfora, con varias enseñanzas y lecciones, como la de afrontar el miedo a lo desconocido: “Cuando nos encontramos con algo que no manejamos, le tenemos miedo. Ocurre lo mismo con las salamandras: los chicos se asustaban; entonces, a raíz de eso se me ocurrió”.

Son varios los valores que Teresa María busca transmitir con este cuento. Pero para ella, los atributos más importantes son la tolerancia, ya que es el valor que carece la sociedad actual, y el amor: “Hay que dar amor, es la mejor receta que le pueden dar a un niño, que quiera todo, que quiera a la gente, que quiera al animal, que quiera a la naturaleza, dar amor”.

Ilustraciones de Lucas We.

Un universo de color

Para que el proyecto se completara, el entorno de Teresa recurrió a una alianza con el conocido ilustrador Lucas We, que dio vida a los personajes y al universo a través de la ilustración, ubicándolos en un espacio lleno de colores y fantasía. En su haber, Lucas no contaba con tantos trabajos dirigidos a niños, lo cual le generó interés, dado también al valor de las imágenes en los libros infantiles, pues permiten visualizar la historia y dar contexto a lo que se va contando.

Durante varios meses, Lucas se mantuvo en contacto con Dulce María Romero Pereira, la hija más pequeña de Teresa María y encargada de la diagramación del libro, quien impulsó a su madre a meterse de lleno en la escritura. A esa alianza también se unieron Adri Morro, quien llevó adelante la edición del texto, y Maika Rasmussen, la productora.

Todos los encuentros para trabajar en Las salamandras viajeras fueron durante la pandemia, entre reuniones vía Zoom y llamadas hasta Panamá, donde reside Dulce, quien fue, además, la responsable de transmitir los avances a su madre.

El plan es que, a futuro, este volumen sea parte de una colección de tres libros, todos inspirados en San Bernardino y en las siestas de verano. Este año se publicarían las dos entregas restantes que completan la colección, materiales que aún se encuentran en proceso de creación.

La historia de las salamandras puede llegar en distintas formas a grandes y a chicos, ya que posee varios condimentos de tintes universales como el desarraigo y la valentía de adentrarse en la novedad de lo desconocido. Sin embargo, para la abogada, las salamandras son las salamandras y su fin nunca fue otro que transmitir una enseñanza. “Yo no pretendía que fueran otra cosa. Se pueden sacar otras conclusiones; que vienen de afuera, que son inmigrantes, del África, y que al mismo tiempo son aventureras, que tratan de sacar lo mejor posible de su estadía en el lugar donde están. En fin, es posible llegar a varias moralejas”, cierra.

El libro de tapa dura, impreso a color, tiene un costo de G. 87.900 y puede adquirirse en El Café de Acá, jugueterías Teko, La Lilia Café en San Bernardino y a través de la cuenta de Instagram de Maikena @_maikena.

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