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Un paraíso natural que reabre sus puertas

Un lugar apacible y verde, inundado por el canto de miles de aves y el murmullo del arroyo, guarda una parte importante de nuestra historia. Es fácil desconectarse y disfrutar de la sombra de árboles extraordinarios y del revoloteo de cantidades de mariposas multicolores, en senderos frescos. Un sitio cuya descripción bien podría haber sido extraída del relato de algún explorador del S. XIX. Ese paraíso existe y puede visitarse.

La construcción donde se aloja la exhibición de piezas históricas recrea el tipo de arquitectura propia del S. XIX cuando se construyó la fundición original. Foto: Fernando Franceschelli

La historia palpable

Ese lugar no solo es real, sino que además está a solo 150 kilómetros de la capital. Es el Parque Nacional Ybycuí, creado en 1973 y administrado por el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades). Tiene 5.000 hectáreas de superficie, con una mayor parte de bosques protegidos.

Foto: Fernando Franceschelli

Nació en torno a los restos de la fundición de hierro que mandó construir el expresidente Carlos Antonio López y que funcionó entre 1850 y 1869, hasta que tropas uruguayas llegaron, la capturaron y destruyeron con explosivos. Según la guardaparque y jefa de área licenciada Rosa Amalia Benítez, la fundición se creó dentro del enorme plan de modernización de la República que planteó el Gobierno de López, junto a otros proyectos como la instalación del telégrafo y el trazado del ferrocarril.

Esta enorme estructura de madera es una réplica del mecanismo que movía la ingeniería de soplado, necesaria para que el mineral de hierro alcance el punto de fundición, a unos 1500° C. Lo que queda del mecanismo original puede verse cerca del museo. Foto: Fernando Franceschelli

La industria siderúrgica fue de vital relevancia en el moderno proyecto de industrialización nacional, hasta que el estallido de la Guerra Grande le puso fin e hizo que el Establecimiento de la Fábricade Fierro en el Arroyo Ybycuí, como se lo llamó en esa época, se convirtiera en centro de producción de material bélico. Allí se fabricaban utensilios de cocina y herramientas, cañones y municiones. Como ejemplo cabe recordar que se creó, con el bronce de campanas, el famoso Cañón Cristiano, exhibido hoy como trofeo de guerra en el Museo Histórico Nacional, en Río de Janeiro.

Foto: Fernando Franceschelli

Restos de piezas fabricadas, herramientas propias del trabajo en el sitio, muestras de mineral de hierro y también las ruinas del alto horno y la represa que manejaba el agua para hacer funcionar los mecanismos de soplado de la fundición, se pueden ver en el museo que funciona allí.

Hasta 2019, el parque recibía unas 14.000 personas al año, dado que los recovecos del arroyo Minas, que atraviesa el lugar, son más que atractivos para huir del calor; pero durante la pandemia se mantuvo cerrado.

Afortunadamente, el pasado 15 de febrero reabrió sus puertas. Ahora, con ciertas restricciones de horario y protocolo sanitario incluido, puede visitarse de 8.00 a 15.00. Ya no es posible acampar y está prohibido el ingreso de personas mayores de 65 años, según apunta Rosa Benítez.

Foto: Fernando Franceschelli

El verde que lo inunda todo

El predio se puede recorrer a pie a través de cinco senderos de dificultad intermedia, a través de un bosque autóctono que nos ofrecerá la posibilidad de ver de cerca la maravilla del verde que lo inunda todo.

Según la coordinadora del Programa de Apoyo de Voluntarios en las Áreas Protegidas (Pavap), que depende de la ONG Asociación Paraguaya de Conservación y Desarrollo (Opades), ingeniera ambiental Araceli González, el sitio se creó para proteger ocho ítems a conservar de características singulares desde una mirada natural e histórico-cultural. Esos elementos son: el bosque alto semideciduo, el sistema de lagunas Cenizal, los saltos de agua del arroyo Minas (Guaraní, Cristal, Mina y Mbocaruzú), el sitio histórico cultural La Rosada, el Yvyra Katu o Pino del Monte, el chachi, el ave bailarín azul (Chiroxiphia caudata) y también la lagartija espinosa.

En un recorrido por el Sendero Guaraní, de unos 1.000 m de extensión, se observan innumerables ejemplares de helechos de diversas formas y tamaños, entre los que se destacan los chachi (Cyathea atrovirens), de considerable altura y edad, si consideramos que se trata de una especie de crecimiento extremadamente lento.

También aparecen huellas de pequeños reptiles, muchas mariposas multicolores y el discurrir de agua cristalina del arroyo, para finalmente llegar a los espectaculares saltos de agua que tanto atraen a los visitantes.

El salto Guaraní, con su magia y misterio, marca el final de uno de los senderos que se pueden recorrer en el parque.
Foto: Fernando Franceschelli

Con un futuro incierto sobre el progreso de la pandemia y en medio de cambios climáticos notables —con una enorme pérdida de naturaleza, observamos impávidos una sequía histórica que en menos de un mes se convierte en un periodo con las mayores lluvias de los últimos 23 años—, recorrer este edén que alberga aire limpio, susurro de aguas cristalinas y el recuerdo de un pasado de pujanza no tan lejano representa una luz de esperanza.

Importante

Para mayor información o coordinar visitas guiadas al Parque Nacional Ybycuí, contactar a los teléfonos (0981) 606-993 y (0983) 422-060.

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