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Cuentos de cuarentena

Óscar Doldán, el pediatra cuentacuentos de la pandemia

Los niños y las niñas son protagonistas de las historias del médico pediatra intensivista Óscar Doldán. A través de sus redes sociales, comparte cuentos y anecdotarios de su autoría que son puntos de fuga que permiten a los usuarios viajar a otros tiempos y realidades.

“En esta prolongada pandemia que nos tiene a todos confinados, nunca faltan las deliciosas anécdotas pediátricas que suceden en nuestro pequeño universo”, comenta el médico pediatra Óscar Ignacio Doldán, autor del libro Anécdotas pediátricas inolvidables. En la serie de cuentos cortos que publicó en Facebook desde el comienzo del confinamiento, viajó al siglo XIV y se enfrentó a la pandemia; en otra historia se transporta al 2021, en un escenario en el que Paraguay descubre la cura del covid-19 y el mundo da las gracias.

Las historias parecen demostrar una gran influencia del prolífico autor de ciencia ficción H. G. Welles, pero lo que tienen en común es que todas son anécdotas de la pandemia y en varias de ellas son protagonistas sus nietos, Luciana Aurora (que hoy tiene tres años y nueve meses) y Óscar Leonardo (de nueve meses y medio). En esos mundos, las posibilidades son infinitas: pueden ser desde neurocirujanos e ingenieros nucleares, hasta astronautas y científicos.

Vive junto a su esposa, también médica, María Eugenia Montiel, y la familia de su hija Marian: su esposo Miguel Augusto, Luciana y Oscarcito. En forma virtual, desde la lejana Francia se suma su segunda hija, Ana Patricia, que sigue las historias confinada en su departamento parisino. En una conversación con Pausa, el doctor Doldán cuenta de su convivencia con su familia y expresa su preocupación sobre las circunstancias en las que hoy se encuentran niños y niñas.

¿Cómo lo vive a nivel personal?

Felizmente, mi situación es particular porque en mi casa estamos en un predio amplio, donde hay mucha naturaleza y verdor. Prácticamente en el mismo predio, pero en una casa diferente, vive mi hija María Eugenia con su esposo y sus dos chiquitos. Entonces, somos una pequeña comunidad de seis personas y tres gatos, en la que están mi señora, yo, mi hija con su esposo y sus dos hijos. Es una especie de rebaño. En este caso, como nos encontramos todos juntos ahí, es como que desaparece la distancia social porque es un solo cuerpo integrado por seis personas, en el que pudimos minimizar ese impacto psicológico que significa el encierro, no ver a los nietos, a los hijos. Contamos con la bendición de esa situación tan particular que, lamentablemente, muchos abuelos no tienen y yo comprendo lo que significa no ver a los hijos y a los nietos.

¿De qué manera cree que incide el encierro en los niños y niñas?

El distanciamiento creó en esta etapa un impacto psicológico que veo a diario en mi consultorio en niños que de repente se vuelven más irritables. Por qué no, si los propios adultos, que son razonadores teóricamente, también atraviesan por este impacto psicológico que implica no ver a sus seres queridos; empiezan los trastornos del sueño, muy frecuentes en esta etapa; gente que dice «no logro dormir». El sueño es un termómetro de la salud mental. Cuando uno no puede descansar es porque alguna luz de alarma se enciende en la psiquis, y hay una explicación muy razonable: este distanciamiento y encierro al que no estábamos acostumbrados.

En sus 40 años de ejercicio de la pediatría, coleccionó las más diversas historias con los infantes, que se reflejan en parte en su último libro Anécdotas pediátricas inolvidables. Foto: Fernando Franceschelli

¿Cuál es una preocupación o miedo importante que tiene ahora con relación al covid-19?

Todo el planeta está atemorizado porque nos enfrentamos a un desconocido. Ya no es lo mismo que tratar la influenza o el neumococo, para los que tenemos armas con que luchar. Entonces, sentimos ese pánico —algunos más, otros menos— de no saber. Todo es aprendizaje y hasta los médicos aprendemos. Escuché una frase muy linda una vez: es como subir a un escenario mientras la obra se está escribiendo y, realmente, todo cambia. Vamos acumulando una experiencia absolutamente nueva ante una patología desconocida. Eso es lo que más nos aterroriza.

Tenemos que tratar de mantener la frialdad —entre comillas— dentro de la calidez de esa relación médica de pensar con mente objetiva, de que esto va a tener un fin como ha sucedido en la historia con otras pandemias: la de comienzos del siglo XX, la del siglo XIV; muchos ejemplos históricos que nos han enseñado que todo tiene una solución y que, si bien hay una secuela de lamentables pérdidas humanas, va a llegar el momento en que la ciencia encontrará la prevención y el tratamiento a este nuevo virus.

¿Cómo mantener esa frialdad con la que hay que interpretar la realidad, y al mismo tiempo, conservar esa calidez tan característica de áreas como la pediatría?

Mente fría y corazón caliente. Hay que poner en la balanza esas dos propiedades. El médico debe mantener y tratar de transmitir a los pacientes la esperanza siempre encendida. Sabemos que no todo tiene solución en medicina, pero nunca deben faltar el consuelo y la esperanza. Hay un famoso dicho: “El médico cura algunas veces, mejora mucho pero consuela siempre”. Entonces, tenemos que, como profesionales, transmitir eso a los pacientes y tratar de equilibrar. A pesar de que estamos en contacto con tanto dolor y a veces tanta miseria, hay que mantener siempre esa luz y que eso se refleje en la atención a nuestros pacientes.

¿Cómo comenzó a escribir cuentitos cortos y anecdotarios durante la pandemia?

Un efecto positivo, dentro de todo lo negativo de esta obligada cuarentena, fue el aumento de horas en contacto con la familia. Al pasar más tiempo en el hogar y desacelerar nuestro frenético ritmo de vida, tuve la mente más despejada para dar rienda suelta a mi pluma.

¿De dónde nace su principal inspiración para estas historias?

Los niños son para mí una fuente inagotable de inspiración con sus ingeniosas actitudes y sus divertidas adquisiciones verbales. Tal es así que en mis 40 años de pediatra, he coleccionado las más diversas historias con los infantes, que se reflejan en parte en mi último libro Anécdotas pediátricas inolvidables.

¿Cree que los cuentos pueden ayudar a reducir ciertas tensiones que provoca la pandemia de covid-19?

La pandemia tiene tres aristas: la sanitaria, la económica y la psicológica. Esto también trae aparejadas otras consecuencias: todo el país se paralizó, y muchos rubros —como los artistas, el turismo y otros que «no son esenciales»— no tienen ningún tipo de ingreso. Yo considero que el arte, la música, etcétera, sí son esenciales para el espíritu. Pero los comercios dejaron de generar recursos y hay muchos dramas a la par de la situación sanitaria, que va de la mano con la psíquica que, a su vez, es agravada por la parte sanitaria. Entonces, tenemos un círculo vicioso en el que lo uno va desembocando en lo otro y se ve esta triste triple pandemia, que es como un engranaje en el que todo está interrelacionado. La población empezó a agotar sus reservas emocionales con tanta infodemia tóxica, lo cual me hizo reflexionar que, desde mis relatos, podría distender el espíritu de la gente con anécdotas y cuentos cortos que nos brinden un soplo de frescura casi infantil.

En sus cuentos usted habla mucho de sus nietos, ¿nota cambios fundamentales en ellos durante este tiempo de encierro?

Una de mis anécdotas se denomina Neurodesarrollo acelerado y precisamente se refiere a los increíbles progresos que mi nieto Óscar Leonardo, que acaba de cumplir un año, ha tenido, con lo que se demuestra, una vez más, el enorme efecto que tiene en nuestros niños el afecto familiar. Este obligado encierro nos ha dado a muchos padres y abuelos una lección de vida. Su casa parece haber sido siempre un espacio de lectura, tanto que Anita terminó estudiando Bibliotecología en Francia.

En los mundos de sus cuentos, las posibilidades son infinitas: pueden ser desde neurocirujanos e ingenieros nucleares, hasta astronautas y científicos. Foto: Fernando Franceschelli

¿Qué lugar ocupa en su vida la lectura?

La lectura siempre ocupó un lugar primordial en nuestra rutina diaria y tuvimos la dicha que nuestras dos hijas cultivaron ese sano hábito desde pequeñas. Nunca han tenido —ni han reclamado— un televisor en sus respectivas habitaciones. Un niño que lee será un adulto que piense.

Ese enfrentamiento con lo desconocido genera mucha expectativa e incertidumbre, ¿cree que este escenario supera a la ficción?

Indudablemente sí. ¿A quién se le hubiera ocurrido, al comenzar el 2020, que un virus produciría tantos decesos, tantos desempleados y tanta crispación psicológica? Nadie imaginó que hoy estaríamos añorando aquello que no apreciábamos en toda su dimensión: el sol, el aire libre, un abrazo o un paseo por el campo. Cosas sencillas, paradójicamente poco onerosas, que siempre dispusimos a voluntad, a tal punto que hoy reclamamos regresar a esa anhelada «normalidad».

A continuación algunos de sus cuentos cortos:

Neurodesarrollo acelerado

Nunca sabremos si la evolución del pequeño Oscarcito iba a ser igual con cuarentena o sin ella, o es simplemente que al estar más tiempo con él nos percatamos de más detalles de sus asombrosas adquisiciones. Es que en el transcurso de estas casi seis semanas de encierro, el pequeño se convirtió en un personaje lleno de picardía y graciosos gestos, que orillan el histrionismo infantil.

Ya se consolidó la clásica oferta de su madre, que ella misma bautizó como el “delivery de bebé”, que recibo todas las mañanas apenas empieza a clarear el horizonte, teniendo en cuenta que los “dos óscares” de la “petit colectividad” somos los más madrugadores. A partir de ese momento el lactante despliega toda una gama de recursos para ganarse la simpatía y transformar esas horas en un delicioso baño de ternura. En el transcurso del día el infante va cambiando de niñero/a para satisfacción de los “usuarios”.

Futuro mandatario

Un elemento que le fascina a este niño es el aparato de mando de los televisores, luces y acondicionadores de aire. Los examina meticulosamente –cual experto semiólogo– por delante, atrás, arriba, abajo; pulsa sus teclas y si de pronto logra accionar accidentalmente un ventilador o se enciende una luz, se dibuja en su rostro una expresión de triunfo. De pronto llegó a la conclusión de que la meta es “apuntar” hacia el objetivo propuesto.

En cierta ocasión se hallaba muy remiso a conciliar el sueño, y eché entonces mano a su “debilidad”: le pasé el control del ventilador con luces de la sala, que acogió en sus brazos casi con cariño. A los pocos minutos aprecié la enternecedora escena de un lactante profundamente dormido abrazado a su adorado objeto. Evidentemente será una persona con vocación de “mando”. Su madre, por su parte, presagia que será un hombre al que le gustará mantener el control de todas las situaciones.

Recomendación infantil

La reflexiva Luciana siempre sorprende a los adultos con sus certeras opiniones y consejos, proporcionados en el momento justo. Días atrás, se mostraba muy renuente a recibir su diario baño, su madre —que debe alternar sus roles de mamá, ejecutiva, maestra, enfermera, psicóloga, chef, bailarina y hasta futbolista— empezaba a perder la santa paciencia. Ya al borde de la tolerancia, le intimó con voz firme y rigurosa: Bueno, Luciana, ¡basta! ¡Vas a bañarte y punto! La —por momentos— juiciosa niña sorprendentemente le aconsejó a su madre: Relajaaaaate, mamá… ¡RELAJATE!

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