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Caacupe

Retratos de una tradición

Muchos días antes del 8 de diciembre, la algarabía de la feligresía católica se hace presente en la villa serrana y toda la ciudad se viste de celeste y blanco, los colores de la virgen milagrosa. En esta edición, Pausa la recorrió para contar los testimonios de los devotos.

Por Laura Ruiz Díaz. Fotografía: Fernando Franceschelli y Javier Valdez.

Mucho antes del 8 de diciembre, la capital espiritual del Paraguay comienza a celebrar el rito religioso más importante, el día de la patrona y señora protectora del Paraguay, Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé. Cientos de miles de devotos se acercan a la advocación mariana para presentar sus respetos a la milagrosa.

La celebración popular se siente desde temprano, dentro de la iglesia, en la explanada y en los alrededores. La primera misa empieza a las 7, los días entre semana, y los domingos se ofician ocho celebraciones; todos los días la fiesta religiosa continúa hasta que termina el último oficio, pasadas las 20. 

Fotografía: Javier Valdez.

Rostros de la devoción

Don Alejandro Otazú tiene 72 años, y profesa una fe inquebrantable a la virgencita de Caacupé desde que tiene memoria. Se acercó a la basílica desde el barrio Santa Rosa de Ybycuí, acompañado de su familia. 

Acudieron para la misa de las 19.00, pero llegaron cuatro horas antes para guardar un lugar especial. Se sentaron sillitas bajo el sol candente de la tarde a esperar la eucaristía. En sus labios y actitud se pueden adivinar las oraciones y  su ferviente emoción por encontrarse en la casa de la mamá guasu.

Fotografía: Javier Valdez.

Su previsión al llegar tan temprano le permitió acercarse a la imagen de la virgen para entregar sus plegarias bien de cerca. «Mi hermano vive cerca, entonces aprovecho la visita a nuestra madre para verle», nos contó. Padece una enfermedad crónica, que le impidió ir a visitar a la virgen todas las veces que hubiese querido, pero aprovecha estos días para cumplir sus promesas a la virgen.

A lo lejos, se ve un grupo de hombres vestidos de celeste; a medida que van llegando más, se saludan y se bendicen; son miembros del Rosario de Hombres Valientes. «Estamos aquí presentes junto a nuestra madre santísima, la Virgen de Caacupé, para poder compartir con ella nuestra alegría y amor por medio del santo rosario», manifestó Hugo Paredes, integrante del equipo de coordinación del grupo religioso.

Vienen de distintas comunidades, poseen más de 200 puntos de oración en todo el país; este apostolado —como lo llama Hugo— congrega a varones de todas las edades. 

Fotografía: Fernando Franceschelli.

Promeseras

Al finalizar la misa de la mañana, tres mujeres se apuran para encaminarse al Tupasy Ykua. Las hermanas Estela Concepción y Gloria Fretes se acercaron desde Guarambaré a presentar sus respetos a la virgencita milagrosa, acompañadas de su amiga y vecina, Fátima Medina. 

Su tradición peregrina es de larga data, vienen desde muy pequeñas: “Cuando vivía mi papá, veníamos con todos mis hermanos en la carreta; ahora ellos ya fallecieron”, contó Gloria, “mi mamá, por su edad, ya no puede venir más y entonces vinimos nosotras a pagar la promesa, que la virgencita siempre me cumple”.

Fotogafía: Javier Valdez.

Fátima pidió por la salud de su madre y su marido, quienes padecieron coronavirus. Su mamá aún sufre secuelas de la enfermedad.

Mariela Montiel hizo un largo camino para llegar a la villa serrana desde Naranjal. La entrevista con Mariela empieza en castellano y cuesta, pero cuando decidimos hablar en guaraní las distancias desaparecen y la emoción se hace presente. 

Con la voz quebrada, nos cuenta sobre los problemas de salud que su hijo Oscarcito (12) tuvo que afrontar. «Ahora está grande y fuerte, péa la ojapo haguére chévepe», nos confió, «areko memete ha aju acumpli hendive». Si Dios lo permite, quiere volver el día de la virgen, pero ya llevan el agua del ykua y las velas bendecidas a su pueblo.

Fotografía: Fernando Franceschelli.

Peregrinación en familia

Los Cabañas-Aquino se prepararon desde temprano para cumplir con la promesa familiar. «Le encomendamos la salud de mi familia, por eso vinimos a cumplir», explicó José. Es la primera vez que sus hijas, Sofía y Johanna se visten en homenaje, pero la visita a la virgen ya es tradición. Lorena y José mandaron a hacer los trajecitos y se vienen preparando desde hace quince días.

Irma Cáceres, de 83 años, se acercó a la basílica acompañada de sus hijos, que fueron su sostén en cada paso. Para la foto, lo primero que le preocupó fueron sus canas, que son el reflejo tangible de sus experiencias. «Che mitãrõ guare che sy chegueru akue», contó. 

Artemio González trabaja en el campo y es pareja de Irma: «Ore noviogua», dijo con orgullo. «Novio tujáma», acotó Irma y nos reímos todos. Siempre van juntos a Caacupé. «Todo el tiempo che mandu’a hese», dijo Irma con respecto a la virgen, agregó que le debe a la milagrosa su kokue, al que se dedica. 

Fotografía: Fernando Franceschelli.

«En su día, ajapo che tupasyme sopa ha ajuka ryguasu, upéa ajapo; guerovy’a ihérape», explicó que por su edad, la comida la realiza solo para su familia. Cuenta que la virgen la acompaña todo el tiempo y a ella encomienda su familia, especialmente a su hijo, que tuvo dificultades del habla.

En este contexto, la celebración mariana cobra especial importancia: los años de pandemia que impidieron la visita a la milagrosa, las incontables pérdidas que las grandes mayorías populares tuvieron que afrontar y la recesión económica. 

La visita a la virgen es una manifestación popular de un reclamo colectivo: la búsqueda y la espera de un mañana mejor.

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