Nota de tapa

Lucy Yegros

Amalgama de pasado y presente

Multifacética es una palabra que queda corta para describir a esta artista que simplemente encanta a quien tiene en frente, ya sea con sus obras, sus palabras o su afable presencia. Con 81 años de edad, Lucy Yegros está lejos de dejar de trabajar y solo en 2021 montó una muestra, continuó con sus investigaciones y lanzó el libro Vida de gatos.

Fotografías de Fernando Franceschelli.

Su nombre completo es María Mercedes Luciana Yegros Semidei, pero los que la admiramos y seguimos sus pasos la conocemos desde hace mucho, simplemente, como Lucy. Se podría decir que es un tesoro vivo del arte paraguayo, pero un título tan grandilocuente no condice con ella, una mujer que se resiste a describirse como artista, aunque sus dibujos, pinturas, grabados, esculturas, escritos, instalaciones y performances forman parte inseparable de la historia cultural nacional.

“Es una artista instintiva y tiene una capacidad performática y un aura enorme. Es una inspiración para todos, un tesoro. Yo no diría que es solo una artista. ¡Lucy es arte!”, dice Valeria Gallarini, divulgadora, curadora, periodista, copropietaria de la galería BGN/Arte y su amiga de años.

Su primera exposición fue sobre gatos y palomas a inicios de los 80. En 1986 ganó la medalla de plata del XIV Salón Primavera del Ateneo Paraguayo, 1996 se llevó la de oro en el concurso La Navidad Paraguaya del Museo Nacional de Bellas Artes de Asunción y en 1998 se alzó con la presea de oro en el concurso Arte Religioso Contemporáneo, de la misma institución. Su trabajo la llevó a escenarios internacionales y expuso en Japón, Alemania, Francia y Brasil, entre otros, además de participar en la 49.ª Bienal de Arte de Venecia, en 2001.

Fotografía de Lucy Yegros tomada en Munich, Alemania, en 1995, con uno de sus gatos pintado en el fondo. Gentileza de la artista.

Se ama lo que se conoce

Antes de incursionar en la pintura, Lucy conoció la literatura. “Le tengo mucho respeto a la palabra”, comenta y recuerda las palabras que Rubén Bareiro Saguier le dedicó antes de fallecer: “Me dijo: ‘Qué pena, Lucy, que no escribas, porque lo hacías tan bien’, y le prometí que iba a escribir”.

Su interés por la poesía está presente en todo lo que hace, especialmente en su libro Vida de gatos, una obra compacta que reúne textos escritos a mano por ella misma (y trasladados a la impresión con su propia caligrafía) con imágenes de gatos que fue produciendo en distintos momentos de su vida. “Es mi primer libro en este formato. Es pequeño, puede llegar a ser grande”, dice al recordar las palabras que leyó alguna vez en uno de sus viajes por el mundo, y que le quedaron grabadas para la posteridad.

De su amor por la poesía devino su interés por el haiku, la forma de poesía japonesa con la que se familiarizó más durante un viaje al país del sol naciente, al cual fue con una beca artística, pero donde casi se quedó a vivir en un monasterio —“me hubiese quedado”, dice riendo—. Con los años, Lucy publicó varios libros cartoneros de haikus, en los que se dio libertad de explorar esta forma de expresión.

Fotografía: Fernando Franceschelli.

Al conversar con Lucy es fácil comprender que haya dedicado parte de su vida a los niños con la creación de la escuela comunitaria Kunumi Arete, pues posee un humor fácil, una mentalidad didáctica y las palabras precisas para comunicar sus ideas. En la escuela, ubicada en Areguá, se dedicó a pasar sus conocimientos a los más pequeños, quienes hoy escriben haikus y replican en dibujos las pinturas y collages de mininos que forman parte de Vida de gatos.

Su relación con Kunumi Arete es más que estrecha y la directora de la institución, Noelia Buttice, puede atribuirse el logro de esta publicación, pues fue ella quien la animó a crear el volumen y traerlo al mundo bajo el sello editorial Búhos y Gatos. En el prólogo, Buttice dice de este trofeo: “Lucy nos convida a contemplar su propio misterio felino a partir de los gatos a los que les pudo seguir la pista. De los muchos que ha dado a luz, y regalado por el mundo, deseamos que acaso algún lector, que por casualidad se encuentre con alguno, nos haga saber alguna noticia”.

Y es que cada imagen es un retrato de algún felino que cruzó caminos (reales o imaginarios, aclara) con la artista en un momento de su vida, sea en forma de gato o de humano, que luego sirvió de inspiración para una de sus pinturas. Uno de ellos es un homenaje a su fallecido marido, a quien eligió ilustrar en forma gatuna con ella misma y con su exesposa, en referencia a chistes internos de la pareja sobre las segundas nupcias.

Los ha retratado dentro de su estilo naif, pero no se quedó con la tinta: algunos cuentan con detalles pegados, un collage de elementos que podemos apreciar en detalle en estas páginas. “Son gatos muy simples”, dice Lucy sobre ellos, algunos de los cuales se remontan a los 80.

Algo similar sucede con las palabras que conforman este lanzamiento. Se trata de una recopilación de anotaciones, pequeños poemas y cuestionamientos que se ha planteado la artista a lo largo de su vida, y que se recolectaron de las muchas agendas y cuadernos que forman parte de su archivo personal, uno que lleva décadas en construcción.

“Lo hice con mucho amor”, expresa Lucy con la satisfacción propia de alguien que deja un poco de sí en todo lo que hace.

Páginas de Vida de Gatos.

Un paso hacia lo desconocido

“Cuando joven, era amante de los perros y no de los gatos”, recuerda Lucy con una sonrisa, una que se pronuncia cuando empieza a hablar de su esposo, “el finado”, como ella lo llama, a quien perdió en 1980. “Mi marido, que en paz descanse, me decía que solamente se ama lo que se conoce. ‘Vos no le conocés al gato, por eso no lo amás. El día que le conozcas, vas a ver cómo le vas a amar. Cuando yo me vaya de este mundo, voy a venirte en forma de gato’”, cuenta.

Notablemente, estos animalitos empezaron a visitarla desde hace tiempo y cada vez con mayor frecuencia. Entre risas comenta que tanto le disgustaban cuando era más joven, que llegó a plantearle a su marido que eligiera entre ella y su mascota (un gato, claro está). Hoy, como en uno de esos chistes que nos hace la vida, Lucy comparte sus días con un inquilino felino, arisco con las visitas pero atento a ella, que comparte cama con su dueña, a veces, tal como su fallecido marido hacía con su propia mascota. “Los gatos sienten tu energía. Cuando me caí [en referencia a un accidente], él [Bianco] venía y se acostaba sobre la pierna que me dolía. Como se dice en guaraní, parece que oipyte la nde mba’e vai, absorbe lo malo”, explica.

La mentalidad curiosa de Lucy la lleva a investigar el modo de vida de su pequeño compañero: imita algunos hábitos suyos (como acostarse cuando siente que necesita un descanso) y analiza lo que significa el cariño y la convivencia en este nuevo contexto. Sus reflexiones se aprecian en Vida de gatos: “La intimidad con el gato es un ronroneo de soledades”, escribe en uno de los tantos versos que hacen alusión, con nostalgia, a la distancia impuesta por la personalidad de estos animales.

Respeto por el papel

Los días de Lucy Yegros transcurren con cierta rutina, que incluye escribir un haiku diario, atender las necesidades de Bianco y continuar con su investigación y producción de papeles a partir de fibras vegetales. En su archivo se encuentra un acervo precioso de cuadernos cartoneros y libros artesanales, algunos escritos y otros en blanco, hechos por ella misma, motivada por un amor inexplicable por el papel.

Todo lo que escribe lo hace a mano, ya que su interés por las computadoras y máquinas de escribir es más bien inexistente (su última máquina de escribir se la regaló a la poetisa Raquel Chávez). Esta filosofía está profundamente influenciada por la vida y el trabajo de Thích Nhất Hạnh, el monje vietnamita, poeta y refugiado político que se opuso a la Guerra de Vietnam y fundó del centro de meditación budista Plum Village. En este lugar, Thích Nhất Hạnh hace mención del mismo respeto al papel a través del proceso que debe atravesar un árbol, desde la semilla, para darle origen.

Su trabajo continúa todos los días, con ritmos variados, pero siempre impulsado por esta vocación. “El ocio es muy importante para mí porque yo de puro tekorei hago las cosas”, dice riendo con fuerza en una muestra más de este humor autocrítico que la caracteriza, y continúa con una cita que encontró en otra época de su vida: “No puedes evitar que los pájaros de la tristeza vuelen sobre tu cabeza, pero sí puedes evitar que aniden en tu pelo”. Un dicho que repitió como mantra durante su vida y que sirvió de base para toda una serie de producción artística con los pájaros como protagonistas.

En este momento está escribiendo otro libro, pero no para un público amplio, sino para regalar a alguien especial. Su oficio parte desde la creación artesanal de cada lámina donde luego volcará sus ideas y sentimientos y, finalmente, encuadernará a mano. Es posible que la portada tenga algunos detalles como los que acostumbra agregar a sus creaciones, algún elemento de brillo o una pieza de tela, que terminan por completar la imagen que lleva dentro de sí.

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