Ciencia y Tecnología

Los anfibios del Paraguay

Sapo, sapito, sapón

Del latín amphí (ambos) y bíos (vida) deriva el nombre de los anfibios, que significa “ambas vidas” o “en ambos medios”, en referencia a la profunda relación entre estos animales y los ambientes tanto acuáticos como terrestres.

Por Luis José Recalde (@drunken_forestpy), ingeniero agrónomo y consultor ambiental. Imagen de portada: Rana coralina (Leptodactylus laticeps), endémica del Chaco seco. Fotografía: Mario Bóveda.

Aunque hay excepciones para esto, la principal característica de los anfibios es su ciclo de vida. Los huevos y juveniles se desarrollan en medios acuáticos, y los adultos viven su vida en tierra.

Este proceso implica que los juveniles tienen órganos y una forma totalmente distinta a la de los adultos. Es una gran diferencia con las aves, reptiles y mamíferos, donde son a grandes rasgos una versión en miniatura de los que están totalmente desarrollados.

Por lo general se utiliza el nombre “sapo” para especies de anfibios de la familia Bufonidae, que suelen tener la piel más impermeable, las patas más cortas y una menor capacidad de saltar grandes distancias, y “rana” para llamar a variedades con la piel más húmeda y mayor disposición para el salto.

Vale la pena destacar que esta es una clasificación popular y no tiene correspondencia exacta con los sistemas científicos, que ordenan a la fauna según su cercanía o lejanía evolutiva en especies, géneros, familias y órdenes.

Cururú, el anfibio más familiar para muchas personas. Fotografía: Luis Recalde.

Más allá de las ranas y sapos, las cecilias

Además de las ranas y sapos, pertenecientes al orden anura (del latín “sin cola”), existen otros anfibios —como las salamandras— que, en su forma, pueden recordar superficialmente a un lagarto (este orden no se encuentra en Paraguay) y las cecilias. Estas últimas son mucho menos conocidas.

Muchas veces, las cecilias son confundidas con serpientes o lombrices cuando son encontradas aleatoriamente por humanos no entendidos en la materia. Son un grupo de anfibios del orden Gymnophiona, se caracterizan por no poseer patas y ahí radica la confusión con lombrices o serpientes.

Se conoce muy poco sobre su forma de vida. En Paraguay se encuentran al menos tres especies, todas ellas con escasos registros.

¿Cuántos hay en Paraguay?

Actualmente están registradas 87 especies de anfibios en Paraguay. Algunas de ellas están muy extendidas, como los cururúes (Rhinella schneideri), que se encuentran en prácticamente todo el país.

Pero muchas especies son raras y están localizadas en regiones particulares. La Crossodactylus schmidti no tiene nombre común y en Paraguay solamente fue registrada en dos sitios, en reservas de bosques húmedos en Itapúa y Alto Paraná.

Rana trepadora. Fotografía: Carlos Ortega.

Adaptaciones especiales

Debido a que su piel es permeable, los anfibios son muy susceptibles a la sequedad del ambiente, y para enfrentarla utilizan varios recursos. Uno de ellos es envolver su cuerpo en una capa de baba que disminuye la evaporación, pero muchas especies también son capaces de enterrarse en el suelo y permanecer hasta un año sin alimentarse, con un metabolismo reducido al mínimo. Este fenómeno se llama “estivación” y es muy importante para distintas variedades del Chaco. Solo salen de este estado y vuelven a alimentarse y reproducirse cuando regresan las lluvias.

El concierto de las noches de verano

Algo que muchas personas recuerdan con nostalgia son los coros de ranas y sapos, muy llamativos durante los días lluviosos, que son formados por machos de diversas especies que llaman a las hembras para atraerlas a un sitio adecuado para anidar, casi siempre un charco de agua poco profundo.

Debido a la pérdida de hábitat y la contaminación, estos coros son cada vez más raros y se componen también de menos especies. Durante su canto, la mayoría de las variedades utilizan un órgano llamado saco vocal, ubicado en la garganta, que utilizan para almacenar aire. Esto les permite conseguir un volumen sonoro impresionante para el reducido tamaño de sus cuerpos.

Rana martillo (Boana faber). Bosque de Kepuku, Cecilio Báez. Fotografía: Luis Recalde.

Su importancia en el ecosistema

Debido a su gran sensibilidad a las variaciones en el ambiente, los anfibios actúan como “alarmas” y su desaparición nos alerta de cambios negativos, como la pérdida de fuentes de agua, la contaminación, alteraciones en la vegetación y otros fenómenos, que de extenderse pueden afectar también a otros grupos de especies.

Son muy importantes como consumidores de insectos y otros pequeños animales, pues controlan sus poblaciones, y a su vez sirven de alimento a innumerables especies de aves, reptiles y mamíferos de mayor tamaño.

Acciones para protegerlos

Las mayores amenazas para los anfibios son compartidas con otros grupos de fauna y flora, especialmente la pérdida de hábitat.

Dentro de su ciclo de vida, los anfibios necesitan pequeños cuerpos de agua sin peces donde reproducirse, especialmente charcos temporales formados después de las lluvias, ecosistemas muy frágiles y a los cuales se les presta poca atención entre los proyectos de conservación. También se encuentran notoriamente amenazados por la contaminación, a la cual son especialmente sensibles debido a que su piel es permeable a las sustancias que se encuentran en el ambiente.

Sapo inflando su saco vocal. Fotografía: Rebeca Irala.

Las principales acciones para su conservación están ligadas a proteger los hábitats silvestres con su vegetación nativa, especialmente los pequeños charcos y lagunas temporales, así como evitar el uso indiscriminado de herbicidas e insecticidas. tanto en las casas y jardines como en la producción agropecuaria.

Especies amenazadas

Utilizamos un sistema llamado Lista Roja para evaluar el estado de la población de especies de fauna y flora, que cuenta con niveles de amenaza, desde Preocupación menor hasta En peligro crítico. En la última evaluación hecha en Paraguay se encontró que de las 87 especies de anfibios conocidas en el país, 55 (el 63 %) están en alguna categoría de amenaza de extinción.

En nuestro país hay seis especies En peligro crítico. Este porcentaje es muy alto y hace a los anfibios el grupo más amenazado entre los vertebrados, en coincidencia con datos de otras evaluaciones realizadas en países de todo el mundo.

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