Gastronomía

Las vecinas cocinan

Traducir el amor a distancia

Bebu y Lucía son amigas desde la época del colegio. Estudiaron, trabajaron y se desenvolvieron en áreas profesionales distintas, pero siempre mantuvieron la cercanía. Hoy Bebu vive en la planta de arriba del edificio de Lucía y, juntas, llevan adelante este emprendimiento que bautizaron como Las Vecinas Cocinan. 

Gestionar una videollamada con ellas es muy difícil. En menos de seis meses ya alcanzaron los 10 pedidos por día. Durante la entrevista, las llamaban por teléfono, les escribían por WhatsApp, les pedían datos del cliente para los envíos. Entre las dos se dividen el trabajo y, aunque quizás nunca nos imaginamos pasar el Día de la Amistad en cuarentena, ellas hacen posible que la distancia tenga otro sabor.

“¡Hola! Buen día. Te saluda Lucía, de Las Vecinas. Te queremos enviar un regalito, ¿me confirmás a dónde te mandamos?”. Más de uno habrá recibido este mensaje antes de tener en las manos una caja de masitas dulces envuelta en una cinta rosa o celeste. Desde comienzos de abril, cientos de pedidos inundaron las redes del emprendimiento de Lucía Vázquez y Bebu Dujak. Cumpleaños, Día de los Enamorados, Días de la Madre y del Padre; las excusas para pedir una cajita de Las Vecinas se terminaban, pero los encargos seguían.

“Cuando empezó la pandemia, pensamos: ‘Tiene que ser un producto que la gente pueda consumir y no sea inalcanzable, algo que se mantenga porque no sabemos cuánto tiempo va a estar ahí y cómo la gente percibirá su bolsillo. Ponemos productos buenos pero tratamos de que no sea un precio superelevado. Pensamos también en esas masitas surtidas que antes se compraban de las panaderías, por la variedad”, explica Bebu, la cocinera que hace tiempo es conocida por sus brownies y cookies.

“La larga” cuesta G. 35.000 y cuenta con la misma variedad pero menos cantidad. “La peque” es de ocho unidades con brownies, cookies con chips de chocolate y red velvet, y cuesta G. 25.000, y la “solo cookies” también está a G. 25.000. Foto: Fernando Franceschelli

Las Vecinas Cocinan aparecieron justo cuando las formas de manifestar afecto se agotaban. El detalle de enviar a un familiar o a un amigo algo dulce para comer pasó a ser una costumbre de las relaciones a distancia. La tarea de Lucía y Bebu no se limitó solo cocinar y ofrecer envíos por delivery. Ellas descubrieron la manera de transmitir un sentimiento y traducir en un gesto concreto la necesidad ontológica de hacernos presentes en la ausencia. 

“Nos volvimos locas buscando la caja perfecta. Habremos pasado por 10 proveedores al menos, cambiamos mil veces el contenido. Después nos dimos cuenta de que a la gente le regustaba la presentación. Ese plus que sumamos evidentemente −una etiqueta más linda, una tarjetita escrita a mano− le da detalles que acercan la marca. No es como cuando llamás por teléfono y te atiende un delivery que no te pone onda. Tratamos de que la atención sea más personalizada”, explica Lu, como le dicen de cariño.

Ambas recuerdan su primer fin de semana cocinando. Cuentan que Bebu no durmió, cocinó hasta las 00.00. El día en que salieron las entregas algunas cajas se cruzaron: los clientes que pidieron las grandes recibieron chicas, y viceversa. “Cuando estaban por salir los pedidos, a Bebu se le quemó una bandeja gigante y no sabíamos qué hacer. Nos pasó todo lo que nos podía pasar y ahí dijimos que la siguiente semana agarraríamos solamente lo que podamos cumplir”, dice Lucía, entre risas. 

En ese entonces, cada una hacía las tareas por separado. Bebu cocinaba en el piso de arriba. Lucía, en el de abajo, trabajaba en marketing y contacto con el cliente. Pero pronto el espacio comenzó a quedar chico. Entonces, compraron una cocina semiindustrial y decidieron alquilar el salón de eventos del edificio. Entre heladeras y mesas prestadas, consiguieron montar su primer laboratorio de Las Vecinas Cocinan. 

Bebu cocina y Lucía hace toda la comunicación y contacto con el cliente. Son amigas desde niñas y hoy, al menos dos décadas más tarde, llevan adelante este proyecto. Foto: Fernando Franceschelli

Una amistad histórica

Bebu y Lucía se conocieron en el colegio San Patricio, luego fueron juntas a la Universidad Americana, donde Bebu hizo Relaciones Internacionales y Lucía, Marketing. Hace 15 años que terminaron el colegio y se siguen juntando con sus amigos. En el 2012, Bebu fue a Buenos Aires a estudiar Pastelería y se recibió en el Instituto Mariano Moreno. Pero nunca se propuso arrancar un proyecto propio, solo cocinaba para sus amigos. 

“Nuestra relación es muy simpática, yo le digo que es mi ‘peor mejor amiga’. Somos muy diferentes pero nos conocemos hace mucho y siempre coincidimos. Ella trabajó en audiovisual, estuvo en eventos, de todo un poco, pero siempre nos terminábamos cruzando en algún momento. Inclusive ahora, hace cuestión de un año y medio, vive arriba mío. Literal somos vecinas, por eso el nombre. Siempre estuvimos ligadas de alguna u otra manera. Laboralmente, por la amistad o lo que sea”, recuerda Lucía. 

El vínculo de Bebu con la gastronomía viene de familia: a su mamá le encanta cocinar. Desarrolló un paladar que le permite buscar en sus experimentos sabores que no encuentra. Así también fue que se Las cajas vienen en distintos precios y tamaños. En sus menús tradicionales, la más grande, “la que se comparte”, vale G. 60.000 y tiene cerca de 22 unidades de masitas dulces. 

Bebu cocinaba en el piso de arriba. Lucía, en el de abajo. Pero pronto el espacio comenzó a quedar chico. Entonces, compraron una cocina semiindustrial y decidieron alquilar el salón de eventos del edificio. Foto: Fernando Franceschelli

“La larga” cuesta G. 35.000 y cuenta con la misma variedad pero menos cantidad. “La peque” es de ocho unidades con brownies, cookies con chips de chocolate y red velvet, y cuesta G. 25.000, y la “solo cookies” también está a G. 25.000. propuso idear al menos cuatro o cinco variedades de masitas que le permitan disfrutar a la mañana o a la tarde. “Si voy a hacer esto, quiero ser sincera con lo que soy y lo que a mí me gusta”, pensó Bebu, y fue a lo simple: “Eso de tener que cortar algo de la heladera, agarrar una cuchara, ponerle algo arriba es mucha vuelta. Lo dulce que se puede comer al pasar es más mi onda”.

Cookies rellenas de dulce de leche o nutella, red velvet, galletitas con chips de chocolate, brownies de chocolate blanco con nueces, brownies con toppings de Óreo, Rocklets y bombones son algunos de los productos, y cada vez van sumando más opciones y seguidores. Hace poco Las Vecinas se asociaron con Al Food, una tienda especializada en postres y salados, y agregaron tortas al menú. 

En sus palabras, “cuando todo esto pase”, les gustaría tener locales que sean de pick up (pasar a buscar) o delivery, pero no aspiran a convertirse en una cafetería. “Somos proveedores de algunas personas que nos piden para armar su caja de otro producto. Nos gustaría continuar en esa línea, tener una fábrica y un centro de distribución”, expresa Bebu con una sonrisa

Las cajas vienen en distintos precios y tamaños. En sus menús tradicionales, la más grande, “la que se comparte”, vale G. 60.000 y tiene cerca de 22 unidades de masitas dulces. Foto: Fernando Franceschelli

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