Entrevistas

Alexa Torres

“Todas juntas hacemos una montaña”

La risa de Alexa es dulce y estridente, como las olas cuando chocan contra las piedras y salpican todo a su alrededor. Debajo de sus anteojos grandes y su cabello enrulado se asoman un par de ojos profundos, decididos a contar su historia. Nos encontramos en un café de Mariano Roque Alonso un día nublado pero caluroso y, esta vez, las palabras que brotaban de su boca salían con seguridad y calma.

Alexa se crió en un entorno rodeado de mujeres. Hasta los 18 años vivió con su abuela, su hermana y su tía. A partir de ahí, se mudó con su mamá a la ciudad de Limpio. Estudió Arquitectura y, ahora, está en la etapa final de su carrera. Pero lo que la marcó para siempre fue ese 21 de setiembre de 2016 en la parroquia San José. Para ella, animarse a denunciar al sacerdote Silvestre Olmedo significó recibir miradas de desprecio, mensajes de odio, perder amigos y la fe.

Comenzó a involucrarse más en la parroquia en 2012, cuando tenía 16 años. Ingresó por medio de una Pascua Joven que organizaba la Pastoral Juvenil. Con el tiempo, se convirtió en miembro de una comunidad y, un día, le tocó ser electa coordinadora. No hay muchas actividades para los jóvenes en Limpio; por eso, la militancia era todo para ella.

¿Cómo fue que comenzaste a involucrarte en el feminismo?

Cuando estaba en la Iglesia escuché por primera vez sobre el feminismo, pero había algo que me decía que tenía que averiguar más. Después me volví feminista por lo que me pasó en 2016. A partir de ahí empezó más o menos una nueva etapa para mí. Empecé a leer y ampliar mis perspectivas. Me gusta que el feminismo pida igualdad, por sobre todo. El apoyo que tuve con las chicas de la Plataforma Universitaria Feminista (PUF) fue algo fundamental y un puntapié para que quisiera interiorizarme más en el tema.

¿Conocés a algunas de las personas que habitualmente se manifiestan en tu contra en las movilizaciones?

Sí, son personas a las que Silvestre dio trabajo y cosas así. En su época, él llevó a las profesoras, les dio un espacio de trabajo. Son ellas, sobre todo, quienes lo defienden. Pero la defensa que más me dolió provino de una amiga cercana de la Pastoral, y su mamá fue a declarar. Cuando supo lo que me pasó, me mandó un mensaje tipo: “Fuerza, amiga, no va a ser fácil, pero te apoyo”. Después la vi manifestándose en mi contra.

¿Qué es, para vos, lo más importante de haber hecho la denuncia?

Ahora la gente que me rodea tiene una actitud más crítica sobre las situaciones de violencia. Pienso que todos los casos que salieron antes que el mío están relacionados entre sí por el poder que ejerce la Iglesia sobre la Justicia. No creo que los jueces estén influenciados porque tengan doctrina católica; la jueza Leticia De Gásperi, por ejemplo, es católica también y tenía una estampa del Niño Jesús en su celular, pero no votó a favor del sacerdote. Ella supo separar sus convicciones de lo que iba a juzgar.

¿Qué sentías al ver esa cantidad de gente que iba con la consigna Alexa no está sola?

Creo que ver hasta dónde llegó el caso y la respuesta del tribunal también realmente afectó a muchas chicas en lo personal, porque todas sufrimos acoso alguna vez y era como si a ellas les estuvieran diciendo que absolvían a su acosador. Fueron impresionantes las reacciones y que se autoconvoquen a hacer una caravana. Me dio todo piri ese día porque veía los autos y era interminable la fila. Ni siquiera es el espacio feminista, son otras mujeres, muchas ni siquiera se creían feministas y a partir de esto están ahí diciendo también que no van a tolerar eso.

¿Por qué no te lo esperabas?

Porque al principio pedí comunicados a la Pastoral Juvenil Arquidiocesana, a la Pastoral Juvenil del Decanato, que son niveles superiores a la Pastoral Juvenil. Ellos fueron los primeros en enterarse de lo que pasó. Antes que yo haga la denuncia en la Fiscalía, exigí pronunciamientos, y al final otras personas me dieron apoyo. Me molestó muchísimo la postura de la Pastoral Juvenil Arquidiocesana porque no fue contundente. Hasta los sacerdotes que ni me conocían salieron con sus carteles a solidarizarse conmigo.

Hace cuatro años que Silvestre Olmedo, sacerdote de la parroquia San José, de Limpio, es investigado por acosar sexualmente a Alexa Torres. El 10 de agosto el Tribunal absolvió al ex cura párroco con dos votos a favor y uno en contra. Foto: Javier Valdez
En un momento te volviste coordinadora de la Pastoral, ¿cómo fue ese proceso?

Cada dos años se renueva la coordinación. Una vez que sos miembro de una comunidad juvenil, rotan. Yo me involucraba bastante realmente en todas las actividades. Ese día de la elección de la asamblea, estábamos tres miembros que nos postulamos para la coordinación de la Pastoral y se hizo una terna, de la cual mi compañero y yo salimos electos. Tuvimos la misma cantidad de votos. Estaba presente el sacerdote Silvestre y fue él quien decidió que yo estuviera como coordinadora.

¿Qué rol tenías que asumir una vez que te convertiste en coordinadora?

Y son varios. Uno es ser el nexo entre los jóvenes y el sacerdote. Me encargaba de organizar todas las actividades con el núcleo de la Pastoral Juvenil y a la vez llevaba las informaciones al sacerdote para que sean aprobadas. También pedíamos donaciones, hacíamos notas para solicitar a los locales comerciales que colaboraran con elementos para los retiros. Todas las misivas tenían que estar firmadas por el sacerdote Silvestre.

Hacer público tu caso ayudó a muchas personas a identificar casos de acoso. ¿Cómo aconsejarías a alguien más que reaccione ante una situación similar?

En mi caso, enseguida me di cuenta y le escribí a un amigo. Le conté lo que me pasó, y obviamente me dolió bastante. Pero empecé a comunicarlo a las personas más cercanas a mí. A mi familia, a mi hermana, que también estaba activando dentro de la Pastoral. Ese mismo día le conté a una exprofesora de colegio que es abogada y le pregunté qué podía hacer. Me dijo que lo principal para evitar que se repitiera era empezar a contarles a los miembros de la comunidad. La investigación canónica empezó a partir de que yo hice mi denuncia en la Fiscalía. A menos de un mes esa investigación, ellos me llamaron, creo, una o dos veces para ir a declarar.

¿Por qué creés que generó tanta indignación la carta del Arzobispo Metropolitano Edmundo Valenzuela en la que pide que “cuidemos de no hacer de una piedrita una montaña”?

Me parece que muchas mujeres sintieron como si Valenzuela les estuviera diciendo eso a cada una. Ese comunicado decía que ya se había concluido la investigación del hecho. Fue una carta que envió el Arzobispado a los jóvenes de la parroquia San José, y decía que constituye un gesto indecoroso, pero que debíamos “cuidar de no hacer de una piedrita una montaña”. Fue muy indignante. Pero yo pienso que si cada una constituye una piedrita, todas juntas hacemos una montaña.

Ni una sola vez

En la sala de juicio le preguntaron: “¿Por qué no gritaste? ¿Por qué no pediste más ayuda? ¿Qué tenías puesto? ¿Hacía calor ese día que denunciaste que te habían tocado? ¿Dejaron la puerta abierta?”. Alexa fue invitada a relatar su historia una y otra vez hasta el cansancio. Con gente que entraba y salía, con un tipo que ingresaba con un capuchino, con una jueza que tomaba café, que le hablaba al oído a otro.

Alexa ya no va a misa. No visita la Iglesia ni cree en la doctrina católica. Para ella, hubo un “derrumbamiento de la estructura” que tenía adentro. Todo lo que construyó como coordinadora de la parroquia, según cuenta, al final no valió nada porque su propia comunidad le dio la espalda. Foto: Javier Valdez

En un momento me contaste que, de alguna manera, sentías que ganaste el juicio, pero que no se obtuvo justicia. ¿Por qué te quedaste con esa sensación?

Porque primeramente llegar a juicio oral en un caso de acoso es bastante importante. Queda un precedente relevante también; por eso para mí ya es una victoria. Y, a la vez, el tema de que no se hizo justicia porque no hubo ninguna sanción, más que para mí.

¿Qué fue, y sigue siendo, lo más difícil para vos?

Cuando todo volvió a salir en redes, fue el momento que a mí más me afectó, porque no quiero ni salir a la calle, por si alguien me grita o me ofende. Tengo miedo de cualquier cosa que puedan hacer. Más aún en la etapa en que es visible el caso. Además, ya no milito en ningún espacio dentro de la parroquia. Creo que eso fue lo más radical. Mis actitudes, mi forma de pensar con respecto a las doctrinas católicas, la fe en sí, cambiaron. Si no fuese por las chicas que me están apoyando, mi familia y los testigos que son mis amigos, no podría seguir.

A partir de ahora solo queda esperar qué resuelven con base en la apelación de tus abogadas, Michi Moragas y Sonia Von Lepel, del Consultorio Jurídico Feminista. ¿Cómo encarás lo que se viene?

Desde chicas recibimos acoso, en la calle, en la casa, o por parte de extraños. Yo sigo acá, firme y fuerte, para continuar hasta que se haga justicia.

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