Cultura

Sobre el revalorizado arte del bordado

Hola Nuez

Existe un rincón en Instagram y TikTok dominado por bastidores, hilos de colores y diseños que van desde simples líneas hasta recreaciones de portadas de libros y más. El bordado cobró protagonismo en nuestra vida como objeto de decoración, pero también es un medio de expresión personal y social, como cualquier otra disciplina artística. Es el caso de nuestra entrevistada Joaquina Quiroz, la persona detrás de las historias que se hilvanan en Hola Nuez.

Por Patricia Luján Arévalos. Fotografía: Fernando Franceschelli.

Como todas las disciplinas artísticas y las formas de expresión —personales y colectivas—, el bordado nació para comunicar algo. Aunque se cree que los egipcios fueron pioneros en utilizar distintivos en la ropa para distinguir jerarquías, lo que nos ocupa en estos párrafos es su función como medio. Quizás por su cercana asociación con la costura, esta actividad siempre estuvo íntimamente relacionada con las niñas y sus labores domésticas, y por siglos las escuelas se encargaron de transmitir el oficio no en clases de arte, sino en las del cuidado del hogar.

Y en esos círculos femeninos, el bordado floreció y tomó una dimensión colectiva. Las niñas bordaban sobre sus hogares, sobre lo que veían y hasta de religión; sobre los jardines de sus madres y también fechas importantes.

La industrialización y la incorporación de las mujeres a la fuerza laboral produjo cambios significativos en la educación de las niñas, quienes pasaron de coser a mano a utilizar máquinas eléctricas y a prepararse también para otro tipo de trabajos. Así llegamos a la actualidad, cuando el bordado se convirtió en un momento compartido en la familia, un saber que se pasa generacionalmente, y que también se enseña y comparte en pequeñas comunidades como la que gestiona Joaquina Quiroz, a través de Hola Nuez, una marca dedicada a mostrar sus habilidades con la aguja, pero también a transmitir sus conocimientos por medio de talleres.

Fotografía: Fernando Franceschelli.

Hola Nuez comenzó a gestarse a finales de 2018, en un momento de transición para Joaquina, quien se mudó desde Resistencia (Chaco, Argentina) a Asunción para trabajar en una galería de arte. “Había empezado a bordar y experimentar con el hilo y la aguja en mis tiempos libres; lo tomaba como un hobby, un momento para desconectarme”, recuerda sobre aquella época. A mediados de 2019, ese compromiso laboral terminó y se encontró en un momento complicado: “No solo por el hecho de quedarme sin trabajo, sino también por todos los cambios que vivía: otro país, gente nueva, costumbres distintas… recién comenzaba a adaptarme y ese cambio tan brusco de estar sin empleo me llevó a una pequeña depresión y a no saber bien qué hacer con mi vida”.

De a poco se acostumbró a estar en casa, sola, la mayor parte del día, y buscó maneras de llenar esos espacios con actividades mientras encontraba algún nuevo trabajo: “Hacía yoga, cocinaba… pero a lo que más me dedicaba y lo que llenaba mi tiempo era el bordado. Un buen día, mi pareja me propuso compartir mis trabajos en Instagram y, por qué no, abrir una página de bordado. Así, y después de una larga lista de posibles nombres, nació Hola Nuez”. El 1 de setiembre pasado cumplió cuatro años —no solo la marca, también ese momento en que Joaquina se dedicó por completo a esta actividad—.

Al principio utilizó la cuenta de Instagram para demostrar “lo que era capaz de hacer con hilo y aguja, pero hoy ya no estoy tan atada a la mirada externa”, explica. Eso no significa que pierda de vista su público y comunidad, sino que también busca hacer arte por el arte de una forma más espontánea, con menos presión.

Fotografía: Fernando Franceschelli.

Con eso en mente, el año pasado se propuso a sí misma un desafío: realizar un bordado al mes. “La iniciativa empezó justamente porque siempre me enfocaba en los pedidos de mis clientes y no exploraba tanto lo que me gustaba a mí. Gracias a esa idea comencé a bordar el doble que antes; me buscaba el tiempo para cumplir con mis compromisos, pero también para poder lograr mi autodesafío. Aprendí un montón, y me di la oportunidad de explorar muchos conceptos, técnicas y puntos que me gustaban”.

La botánica siempre estuvo muy presente en sus bastidores: “Creo que mi temática favorita, sin dudas, son los animales y las plantas. Son bordados en donde puedo dejar volar mi imaginación y hacer piezas complejas y llenas de vida”.

Una comunidad para aprender

Quienes la seguimos somos conscientes de la identidad que Joaquina le imprimió a su cuenta. Ella confiesa que lo hizo a prueba y error, tanteando estrategias, conceptos e ideas para luego descartar lo que no funcionaba. “Le di una vuelta de tuerca a mi imagen como bordadora y a mi marca. Intenté interactuar y compartir mi día a día con mis seguidores”, recuerda.

Gracias a ese hábito de compartir con otros sus creaciones, el interés de su público hizo posible que Joaquina lanzara un taller impartido por ella misma. “Así como nunca me imaginé que en el bordado iba a estar mi camino, tampoco pensé que terminaría enseñando”, dice y agrega: “Puedo asegurar que no fue planeado, pero genuinamente me gusta y siento una gran satisfacción al dar a conocer este arte y lo mucho que ayuda a desconectarse, relajarse y salir de la rutina”.

Fotografía: Fernando Franceschelli.

“Las primeras veces que di talleres estaba total y completamente insegura de si les iba a gustar como profe, si me iba a dar a entender bien, si era lo suficientemente buena para enseñar. Como verán, el síndrome del impostor se apoderó de mi cabeza”, dice.

La constancia le otorgó confianza, pero se permite agradecer a las alumnas, que siempre la trataron con comprensión y cariño: “Así me fui soltando. Intento que esos espacios sean un momento de relajación e interacción entre nosotras, en donde podamos explorar técnicas y colores; escuchemos buena música y charlemos mientras bordamos acompañadas de un rico café”. Un ofertón por donde lo miremos, ¿no?

Herencia pandémica

Si podemos permitirnos realizar una línea del tiempo, se podría decir que la pandemia también marcó un antes y un después en lo que se refiere a la revalorización del bordado como un medio de expresión artística. “Creo que la cuarentena fue un momento de mucha incertidumbre, las personas querían algo para entretenerse y escapar de la realidad un rato”, reflexiona Joaquina.

Fotografía: Fernando Franceschelli.

“Veo al bordado como una especie de terapia ocupacional, un momento para conectarse con uno mismo porque, cuando ves tu resultado final, te hace sentir muchísima satisfacción”, agrega. Desde su punto de vista, la disciplina se fue popularizando antes de 2020, pero el tiempo de encierro ayudó a consolidarla como una actividad para practicar y ya no algo “de abuelas”, como se pensaba antes.

En respuesta, Hola Nuez presentó kits de bordado para cubrir la demanda de su público y contribuir a generar una comunidad de creadores. “Para el 2020 ya tenía un año en el rubro, pasaba todos mis días bordando. Cuando comenzó la pandemia y vi que todos estábamos encerrados en casa sin poder llevar una vida normal, pensé que tal vez a la gente le gustaría hacer algo que los distrajera, que los entretuviera y los hiciera salir de la dura realidad, como yo un año antes. Con eso en mente, lancé mi primer kit y, por suerte, puedo decir que fue recibido con los brazos abiertos”, dice con satisfacción.

Bordado 101

Hay algunas cosas a tener en cuenta antes de adentrarnos a este mundo. En primer lugar, un proyecto puede tomar dos semanas como dos meses, todo depende de su complejidad. “Podría decir que cada bordado personalizado que realizo tiene su tiempo de producción. Con los años y más experiencia, logré determinar un poco más los tiempos de entrega”, explica Joaquina y comenta que, hasta ahora, el que más tiempo le llevó tomó tres meses de producción. Los diseños de bodas, que son de los que más se piden, llevan una elaboración de dos a tres semanas, por ejemplo.

Fotografía: Fernando Franceschelli.

Hay muchos formatos, pero Joaquina prefiere trabajar con bastidor. “Actualmente solo lo hago con bastidores. Si bien sé bordar sin ellos, a mis ojos son grandes compañeros y me ayudan un montón a avanzar de manera más veloz en lo que hago. ¡Así que no los cambio por nada en el mundo!”, declara determinantemente.

“Para comenzar un bordado, lo que necesitás sí o sí es una idea que puedas ir trabajando para pasarla a la tela. En mis kits siempre incluyo un bastidor, hilos de distintos colores, agujas, tijera, lienzo, una birome borrable para transferir el diseño y una guía de puntos”, explica y agrega que la guía requirió mucho trabajo: “Lo veo como mi versión 2D, que ayuda y da tips cuando no estoy en carne y hueso para guiarles”.

Pero todo se reduce a ser pacientes y perseverantes, a los ojos de esta artista: “Estas dos características son superimportantes para comenzar, ya que la paciencia nos ayuda a entender que el bordado es un proceso lento y tranquilo. No es posible apurarlo, porque si lo hacemos podemos equivocarnos y frustrarnos. Esto me lleva a lo segundo: perseverancia. Cuando recién comenzás, probablemente las cosas no resulten tal cual están en tu cabeza; siempre pasa que, en las clases, mis alumnas se frustran porque no les sale ‘perfecto’, a lo que respondo que para llegar a la ‘perfección’ hay que ser perseverantes. Si no estoy conforme, desato y vuelvo a empezar hasta lograrlo”.

Fotografía: Fernando Franceschelli.

Como todo arte, dice Joaquina Quiroz, el bordado es un proceso, lleva sus propios tiempos: “Si algo no me sale, lo que siempre hago es tomar distancia, descansar y distraerme con otra cosa; cambiar el chip y volver renovada a intentarlo nuevamente. Probablemente esa segunda vez ya pueda hacerlo”.

¿Querés conocer más sobre los kits de bordado, los talleres o simplemente admirar el delicado trabajo de Hola Nuez? Sumate a esta comunidad en Instagram @holanuez.

Recomendados

Sin Comentarios

    Dejar un comentario