Una gran aventura de Berta Rojas
Berta Rojas, la gran maestra, realizó una exploración profunda de la historia de la guitarra y los cordófonos latinoamericanos, y cómo estos encapsulan el sincretismo de pueblos originarios, la herencia luso-española y las raíces africanas. El resultado es una invitación a redescubrir el pasado para entender el presente, a través de las notas que por siglos han narrado las alegrías y penas de un continente: nuestra América.
Por Laura Ruiz Díaz. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez. Joyas y accesorios: Astrid Poletti. Maquillaje y peinado: Guillermo Fridman. Retoques: César Báez. Locación: Hotel Villa Morra Suites. Agradecimientos: Livia Melgarejo.
Años atrás, fue la directora artística de un festival de guitarras en Washington D. C., realizado por la organización de agregados culturales de Iberoamérica. “Para empaparme de la música que se hacía en nuestros países fui descubriendo no solo guitarristas de muy variados estilos, sino también intérpretes de instrumentos de cuerda pulsada de formas, encordados y afinaciones muy diversas, que dan voz a las alegrías y penas de nuestra América”, relata Berta en una entrevista que logramos en su apretada agenda. “Con el tiempo, la alegría de escucharlos solo fue creciendo, hasta que llegó la oportunidad de hacer este proyecto con ellos”, remarca.
En La huella de las cuerdas, la guitarra es la cartografía sonora de nuestra identidad. La maestra Berta Rojas emprende una aventura musical que rastrea el viaje milenario de los cordófonos, desde sus ancestros en la antigua Mesopotamia hasta las vibrantes expresiones latinoamericanas de hoy. A través de un libro-arte, un vinilo y realidad aumentada, este proyecto reúne a 17 artistas excepcionales y un viaje introspectivo.

En esta edición, en entrevista exclusiva con Pausa, ella misma nos embarca en un viaje de notas latinoamericanas bien nuestras.
¿Qué exploraciones identitarias tuviste en tu formación a través de estos sonidos?
Nos dice la musicóloga Jania Sarno que en 1523 trajeron 30 guitarras (de las que hoy llamamos renacentistas) y 12 vihuelas a América. La llegada de esos instrumentos fue el detonante de la aparición, con el tiempo, de estos cordófonos latinoamericanos. Al leer esta información, me fue inevitable sumergirme en la búsqueda de lo que era nuestro continente en ese tiempo, en medio de una brutal invasión.
Dice Eduardo Galeano que, en 1492, los pueblos aborígenes se enteraron de que se llamaban indios, que vivían en América y que deberían adorar a un Dios que no era el de ellos. Y nuestra identidad termina de conformarse con los africanos esclavizados que acaban dándole a este continente los elementos que habrían de definirlo.
Es en la música donde se conjugan y suenan lo aborigen, lo luso-español, lo africano. Y eso es lo que somos: por la fuerza la mayoría de las veces, por convicción otras tantas.
Hay muchas preguntas que me hago y son tan pocas las respuestas que ahora solo estoy en esta efervescencia de quien apenas está comenzando a descubrir.

¿Cómo nació la idea de crear La huella de las cuerdas?
Después de Legado descansé un año. Quise disfrutar ese momento y no ponerme exigencias. Luego de ese tiempo llamé a Popi Spatocco y Sebas Henríquez, pues sabía que quería trabajar con ellos, y nos sentamos a pensar ideas. Si trabajamos con buena gente, empática y solidaria, la convivencia necesaria para crear se hace crecimiento personal. Les presenté dos propuestas y, bueno, nos pareció esta la que queríamos hacer. Después, la llamada a Clau Bobadilla (Itaú), que como siempre, me dijo: “Vos soñá nomás, Berta, aquí estamos para apoyarte”… Y así estamos en este momento.
Sabemos que sos una persona muy ocupada y muy organizada. ¿Cómo fue tu rutina cuando empezaste a trabajar en este proyecto?
Lo lindo de trabajar con Popi y Sebas es que pude descansar en la sabiduría de ellos, mucho del peso de esta producción estuvo en sus manos y fui más artista en él. Intervine solo en los momentos en que se necesitaba mi mirada. Fue complejo viajar entre las clases en Berklee y estudiar el repertorio en medio de los conciertos, pero también fue hermosa la alegría de encontrar a compañeros y compañeras de ruta para este viaje increíble al que nos llevaron estos instrumentos.
¿Cuál fue el criterio que elegiste para el encuentro con estos 17 artistas?
Escuchamos mucho, juntos y cada uno de nosotros por su lado. Construimos una playlist con la música que íbamos descubriendo, y de a poco nos dimos cuenta de por dónde iba a ir el relato musical. Y de a poco —porque degustamos el proceso—, ya teníamos los nombres de con quiénes queríamos trabajar. La sorpresa, que no debería ser tal, es que humanamente, nuestros compañeros de ruta resultaron ser no solo grandes intérpretes, sino también bellísimas personas.

¿Cuál fue la razón por la que elegiste crear un libro-arte con un vinilo y la aplicación de nuevas tecnologías como la realidad aumentada?
Cuando hablamos con Celeste Prieto, la gran maestra del diseño paraguayo, le contamos de nuestras ganas de rendirle tributo a estos hermanos y hermanas de la guitarra. Ella nos dijo que el tamaño del vinilo nos permitía explayarnos. Nos sumergimos en la tarea de ir documentando cada paso del proceso tanto en video como en fotos, y así fue armándose esta parte del relato. Fueron Celeste y Santiago Giordano, crítico musical del diario Página 12, quienes construyeron este libro.
Sebas, quien es muy dúctil con la música y la tecnología, visualizó la idea de incorporar la realidad aumentada. Enunciado el sueño, encontramos a los aliados que habrían de trabajar con nosotros para realizarlo. Noe Armele completa este dream team para mí. Es una genia de la edición y creo que se luce en los materiales audiovisuales que acompañan la obra.
El libro/disco/RA es entonces una obra multimedia. Mi sueño es que un abuelo pueda sentarse con su nieto y que descubran juntos esta música. Nada me haría más feliz.
¿Cuál fue tu mayor aprendizaje en este proyecto?Cuánto necesitamos estudiar nuestro pasado para entender nuestro presente y construir nuestro futuro.
¿Cómo describirías tu proceso?
Curiosidad, fascinación, preocupación al ver lo inmenso que era; alegría y orgullo al ver el resultado final.

¿Podrías resumir el libro en una frase?
Una gran aventura.
¿Qué esperás que la gente se lleve de La huella de las cuerdas?
La curiosidad de explorar el pasado. Me encantaría que la gente se acerque a los archivos nacionales a buscar información sobre nuestra fascinante historia: la nuestra y la de América. Hay muchas razones para estar orgullosos de lo que somos, sobre todo cuando entendemos de dónde venimos y cómo llegamos hasta aquí.
Migraciones
“La guitarra, como nosotros mismos, es una eterna migrante”, dice Berta Rojas para finalizar, e inicia un paseo por distintos instrumentos de cuerda pulsada. Con sus palabras retrata una lira, que quizás amenizaba encuentros 3000 años antes de Cristo; un laúd mesopotámico de mango largo, un laúd mesopotámico de mango corto, luego fue un laúd cóptico en Egipto; una pipa en China, una veena en India.
También fue un ud que entró a la península ibérica con los árabes —que se quedaron 700 años hasta su expulsión y la reconquista—. El ud se convirtió en laúd, que fue el instrumento renacentista por excelencia en toda Europa, menos en España. Allí nació la vihuela de espalda plana y es la que luego se convirtió en la guitarra barroca, y finalmente en la guitarra que conocemos hoy.

“Luego de hacer esta obra, si me pregunto de dónde soy, inevitablemente pienso en la guitarra. Somos todos guitarras en el sentido que venimos de múltiples migraciones, aculturaciones, sincretismos, hasta esta versión de nosotros”, reivindica.
“La guitarra, esa eterna migrante, tiene mucho para contar, mucho para enseñar”, nos dice Berta Rojas. La huella de las cuerdas es la oportunidad para empezar.




Sin Comentarios