Primer Encuentro Nacional de Negras, Kambas y Afroparaguayas
Con el fin de habilitar un espacio que ponga en diálogo la identidad racial, la lucha contra el racismo, la historia afroparaguaya y la cultura negra, el 26 de julio del 2025 se realizará el Encuentro Nacional de Negras, Kambas y Afroparaguayas (ENNKA), en Fernando de la Mora. La organización espera reunir a, por lo menos, una centena de participantes de todo el país y en esta nota te contamos todo sobre el evento.
Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte y tratamiento digital: Gabriela García Doldán. Dirección de producción: Camila Riveros. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Fernando Franceschelli.
En Paraguay, la presencia afrodescendiente fue sistemáticamente invisibilizada bajo el discurso homogeneizador del mestizaje. En este contexto y como respuesta surge el primer Encuentro Nacional de Negras, Kambas y Afroparaguayas (ENNKA), un espacio histórico que busca reunir a mujeres racializadas para dialogar sobre identidad, racismo, cultura y memoria. Organizado por Kamba Sapukái y la Asociación Kuña Afro, el evento se realizará el 26 de julio de 2025 en Fernando de la Mora, con el objetivo de tejer redes, confrontar violencias estructurales y reivindicar una herencia largamente negada. Con talleres, conversatorios y espacios seguros, se abordarán temas como la xenofobia hacia migrantes africanas, la interseccionalidad de género y raza, y buscarán crear una red desde la cual articularse.
El ENNKA es una respuesta urgente a la falta de políticas públicas antidiscriminación, como la ley afroparaguaya n.° 6940/2022, “que establece mecanismos y procedimientos para prevenir y sancionar actos de racismo y discriminación hacia personas afrodescendientes”. A partir de esta normativa se creó el Consejo Nacional de Afrodescendientes (Conafro), ignorado en la práctica o establecido con dudosos criterios.
En la praxis, las situaciones de racismo quedan impunes. Hace muy poco tiempo hubo un caso que, además, desencadenó una serie de efectos de violencia simbólica racial. Inició con el regalo de una banana a un streamer extranjero, un hombre negro, y continuó con la black face realizada por un famoso actor en un programa de televisión muy conocido con intenciones de imitarlo. Por otro lado, ya vimos muchas veces este mismo caso con clubes y jugadores de fútbol.

Las entrevistas a activistas de Kamba Sapukái y Kuña Afro, así como la organización Afroparaguayas, revelan demandas concretas: desde exigir al Ministerio de Cultura que deje de reproducir racismo institucional hasta impulsar la visibilidad estadística en colaboración con el INE.
En Paraguay, según el Censo Nacional del 2012, se registraron 3867 personas autoidentificadas como afrodescendientes, con una leve predominancia de hombres (53 %) respecto a las mujeres (47 %), y se ubicaron cinco concentraciones territoriales en las ciudades de Emboscada, Asunción, Alto Paraná, Fernando de la Mora y Paraguarí.
Sin embargo, la comunidad afrodescendiente indica que ese dato no sería representativo de la realidad. Hacen referencia a que en el año 1778, esta población constituía el 11,3 % de la población total y el 50 % de la gente en Asunción.
Las penas encimadas
En Paraguay, donde el relato oficial del mestizaje ha servido para borrar identidades no europeas y racializadas, surge una necesidad urgente: construir espacios que desafíen la homogenización y reclamen la diversidad afrodescendiente e indígena.
A diferencia de países como Brasil o Colombia, donde la afrodescendencia no se cuestiona, aquí lo afro y lo indígena han sido históricamente convertidos en otredades, forzados a asimilarse a un proyecto nacional que privilegia el blanqueamiento. Frente a este discurso hegemónico, fortalecer la presencia comunitaria se vuelve un acto de resistencia.

“En los discursos, el mito del nacimiento de la identidad nacional a través del mestizaje funciona como herramienta conveniente a ciertos sectores. Se tiende hacia el blanqueamiento social como único destino aceptable”, afirma Gio Sánchez Orzuza, una de las organizadoras del ENNKA. Así, “el otro, indígena o afro, debe fortalecer su presencia para no desaparecer en esa visión”.
La respuesta parece ser única: “Es necesario crear comunidad, aceptar diferencias y cómo nos afectan esos dispositivos discursivos. Existimos aquí desde antes de que fuera una nación soberana y seguiremos a pesar de que nuestra presencia sea vista como lo otro, lo extranjero, lo foráneo”.
Ser mujer en un país predominantemente machista expone a todas las personas con esta identidad de género a una serie de violencias, pero en el caso de las mujeres racializadas, especialmente las afrodescendientes, surgen otras cuestiones. Una experiencia muy común es que se enfrenten a comentarios como “vos no sos de acá”, una negación de la posibilidad de la identidad paraguaya.
Por otro lado, muchas veces las mujeres son excluidas de procesos identitarios de construcción nacional. “Se exalta la figura femenina en la reconstrucción en las posguerras, a la vez que se le otorga el papel ingrato de repoblar el país y cuidar a próximas generaciones. Pero en realidad ese mito de la ‘kuña guapa’ sirvió para justificar servidumbre, la ausencia de los padres en la crianza, la falta de acceso a oportunidades, educación, entre otras cosas”, agrega Sánchez Orzuza.

“Creemos que, al habernos negado nuestras raíces históricas en pos de un discurso supuestamente benevolente de lo paraguayo como si estuviera más allá de racismos o violencias, estos lugares y espacios nos ayudan a posibilitar el proceso colectivo de pensar nuestra identidad como algo históricamente construido y no algo meramente personal”, plantea Sánchez Orzuza.
Así, por ejemplo, hay más aceptación del término “kamba” en la sociedad. “Nombrarse afroparaguaya es casi algo subversivo en el contexto de construcción nacional identitaria de que ‘todos somos paraguayos’, pero en nuestra experiencia personal —y ante la evidente imposibilidad de ocultar nuestra ascendencia—, muchas veces inspira la violencia de las personas que defienden lo homogéneo”, explica Sánchez.
Juntas
Kamba Sapukái es un proyecto cultural afrocentrado que trabaja desde la etnoeducación y el arte para concientizar y educar sobre discriminación racial, identidad negra y la historia de los pueblos, sobre todo en Paraguay, pero también en otros territorios.
El proyecto desarrolla clases, aulas, conversatorios y talleres culturales. La perspectiva afrocentrada permite poner en foco a las personas negras: son quienes ocupan los espacios de profesores, técnicos, expositores, etcétera

El grupo Kuña Afro nació a partir de la necesidad de reivindicar el papel de las mujeres afrodescendientes. Es la primera organización femenina de la comunidad Kamba Kua desde 2018. Además del arte, las reúne el interés en la lucha constante por sus derechos, el compromiso con la justicia y las ganas de seguir aprendiendo juntas.
Las organizaciones Kamba Sapukái y Kuña Afro trabajan desde hace mucho tiempo y, de a poco, sus espacios fueron convergiendo. Hace un año se propusieron conversar en profundidad sobre las posibilidades de crear un proyecto de impacto nacional. Por medio de esta alianza es que nació la iniciativa de generar un espacio como el ENNKA.
Construir en colectivo
“El principal objetivo del ENNKA es realizar un intercambio real en vivo entre personas, sobre todo lideresas referentes de la comunidad negra de Paraguay y no solamente de Central, sino de otras ciudades y departamentos. La meta es crear una red de mujeres afrodescendientes en el país, algo que necesitamos”, afirma Alma Areco, una de las coordinadoras del encuentro.
En ese sentido, Abril Denisse Momo Portillo, también integrante del comité organizador, se refirió a las representaciones en espacios como Conafro. “La mesa está conformada por solo tres afrodescendientes y 10 personas blancas, y para ser parte de ella te exigen ser parte de una asociación. Es de público conocimiento lo empobrecidas que están las comunidades afroparaguayas y la falta de campañas de autorreconocimiento. Exigir que estemos organizados en grupos legalmente conformados es una traba más para quienes queremos participar”, reclama.

Por otro lado, consideran que es necesario un mayor fomento de narrativas de las comunidades con voz propia, con trabajos de investigadores que formen parte del colectivo. La ausencia de referencias se traslada a la educación pública, debido a la presencia de prejuicios. “Falta más participación, que no nos excluyan de esos espacios, porque ayudaría bastante promover la diversidad, ni qué decir la autoestima”, plantea Araceli Medina, referente de Kuña Afro y coorganizadora del ENNKA.
“Necesitamos estar articuladas. Buscamos ser ese espacio de intercambio y esperamos lograr algo que nos mantenga unidas, conectadas como compañeras, como comunidad. Que eso también nos ayude a resistir a tanta violencia y desigualdad que vivimos acá en Paraguay, que nos permita apoyarnos cuando necesitemos y tenga representación en espacios institucionales”, declara Areco.
Un espacio para conversar sobre las comunidades marginalizadas y el impacto de desigualdades históricas es más que necesario. Esos factores se traducen en la educación, la salud, el territorio; son cuestiones que influyen de forma trasversal en las vidas de las comunidades racializadas.
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