Nota de tapa

Las nuevas normalidades

Una visita a la pospandemia

No tenemos certezas sobre la dirección que tomará la pandemia de covid-19. Algunos filósofos, como Darío Sztajnszrajber, consideran que ya desde antes nos encontrábamos en una suerte de cuarentena simbólica y metafórica. Otros, como Orwell en 1984, hablaron de la hipervigilancia y el disciplinamiento de los cuerpos. ¿Hacia dónde van las normalidades?

Autoras: Juliana Quintana y Romina Aquino González

La crisis sanitaria expuso las debilidades de las democracias liberales y volcó a muchos pensadores y pensadoras a preguntarse sobre los escenarios pospandemia. Renombrados filósofos como Slavoj Zizek, Giorgio Agamben, Judith Butler y Byung-Chul Han −que forman parte del libro Sopa de Wuhan− vaticinaron el impacto del coronavirus en la vida cotidiana y se animaron a predecir el futuro del capitalismo. Pero además de hacernos grandes preguntas, también están las pequeñas, como: ¿cuáles van a ser las nuevas normalidades?

Una de las frases más replicadas en las últimas semanas fue la del director general de Vigilancia de Salud del Ministerio de Salud Pública, Guillermo Sequera, en una entrevista para el portal de noticias Adelante!, en la que expresó que necesitamos volver más saludable el estilo de vida individual y poblacional. Desde a perspectiva del bienestar, considera necesario superar el individualismo instalado como eje de nuestra normalidad actual, centrada en el consumo, en el éxito individual, en la competencia.

“A mí me cuesta creer que la gente quiera volver a la normalidad después de esto. Existen demasiadas cuestiones, desde el punto de vista individual y poblacional, que estaban naturalizadas y que ponían en riesgo nuestro ritmo vital. Creo que esta epidemia no acabará con la raza humana, pero es un aviso. Como humanidad somos frágiles, y esa normalidad que llevábamos agudiza los riesgos. Por eso no podemos volver al mismo punto en el que estábamos antes de la pandemia”, expresa Sequera en la entrevista.

La politóloga y activista feminista Gabriela Schvartzman viene trabajando hace ya un tiempo el concepto con otras compañeras de la Casa de la Mujer en el Bañado Tacumbú y la Red Agroecológica. Según considera, la normalidad es un relato hegemónico que responde al proyecto político e histórico de Occidente y se inscribe en ciertos paradigmas competitivos, como “si querés, podés ser exitoso” o “podés lograr todo lo que te propongas”. Si lo normal era salir de una casa a trabajar a, digamos, una oficina y encontrarse los fines de semana a bailar con los amigos, eso se ve afectado. Pero, ¿qué pasa con todas las demás normalidades?

“Muchas de las cosas que hoy desesperan a la clase media y alta eran normalidades de otros sectores: inseguridad económica y alimentaria, inestabilidad laboral. La que se ve afectada hoy es la de ese sujeto que está dentro de este paradigma político y económico en el que vivimos. Esto significa que accede a los beneficios del sistema político, tiene derechos, el Estado los garantiza. Las poblaciones que viven otras realidades marginalizadas y excluidas de los beneficios del Estado-nación tienen otras normalidades”, sostiene Schvartzman.

La normalidad es un relato hegemónico que responde al proyecto político e histórico de Occidente y se inscribe en ciertos paradigmas competitivos. Foto: iStock

Para la socióloga Clemen Bareiro Gaona, el eslogan “quedate en casa” que trajo consigo la pandemia vislumbra las disyuntivas que componen a la sociedad paraguaya: por un lado, las personas privilegiadas que pueden quedarse en sus hogares, con las condiciones básicas cubiertas e incluso con ciertos lujos, y por otro, toda una población a la que por diversas cuestiones le es imposible cumplir con ese mandato. Considera que esta situación es un llamado a repensar nuestros vínculos, tanto entre nosotros y nosotras, como con el propio Estado, como ciudadanía. Este debería estar cumpliendo con su rol de garante de derechos y generador de condiciones favorables para el desarrollo de una sociedad más justa, como un sistema tributario mejor distribuido.

Cristian Andino, investigador del Conacyt y profesor en la Facultad de Filosofía en la UNA y la UCA, considera que la pandemia desnuda nuestras carencias. El Estado no puede garantizar el acceso a necesidades básicas y la gente sobrevive gracias a que se extendieron las ollas populares. “El debate es entre un aislamiento nacionalista y una solidaridad global. Pareciera que la nueva normalidad gira en torno a dos grandes ideas: distanciamiento físico y uso de mascarillas. Eso hasta tanto consigamos una vacuna que ayude a lograr inmunidad. Pero debajo se ocultan un montón de temas que tienen que ver con los prejuicios y odios entre clases”, señala.

Hay una arbitrariedad en las sanciones y el disciplinamiento de los cuerpos, y eso también constituye una normalidad. Un claro ejemplo fue lo que ocurrió esta semana: se suspendió un partido de fútbol en La Chacarita pero, al mismo tiempo, se permitió el desarrollo de la boda de Gabriel Esculies y Soledad Martínez. En ese sentido, para Andino la teoría de la “higiene” va a volver con mucha fuerza. Esta costumbre de lavarse las manos permanentemente o evitar el contacto físico con un “otro” habilitará también la sospecha en torno al sucio, al feo, al periférico.

“Al mismo tiempo que se generan iniciativas solidarias, también salen a flote todas nuestras miserias. Por ejemplo: el miedo al otro o a la otra. Recrudecen los miedos a lo diferente y queda en evidencia la matriz conservadora y autoritaria que tenemos como sociedad. Podemos verlo en el discurso del ministro del Interior, Euclides Acevedo, vocero del Gobierno, que en cada intervención hablaba desde la ‘autoridad que castiga al que no cumple la tarea’. Por supuesto, el énfasis está en el castigo hacia quienes pertenecen a poblaciones empobrecidas y vulnerabilizadas”, menciona la socióloga Bareiro.

Hay una arbitrariedad en las sanciones y el disciplinamiento de los cuerpos, y eso también constituye una normalidad.
Foto: iStock

El sujeto moderno (en masculino intencional) de clase media, blanco, que perdió su trabajo, pertenece a la normalidad. Entonces, los que no son normales son los proyectos históricos o de vida como los pueblos indígenas o afrodescendientes, las culturas campesinas, bañadenses. El fenómeno de la pandemia, va a decir Gabriela, viene a sacudir la normalidad porque coloca una serie de problemas biosociales en las sociedades forzando al máximo la capacidad de este sistema de dar respuestas. Esto pone en evidencia que el Estado-nación no es capaz de responder a todos por igual.

Aun así, para comprender el paso a nuevas normalidades es importante ver que nunca existió una sola. ¿Cuáles son esos nuevos escenarios para las personas rurales? ¿Y para las personas con discapacidad? Gabriela opina que lo interesante es que lo que antes estaba en los márgenes, ahora aparece en el centro del debate, y podríamos aprovechar este contexto para preguntarnos: ¿qué es lo que queremos normalizar de ahora en más?

“¿Vamos a normalizar el individualismo que nos obliga el aislamiento social propio de las medidas de cuarentena? ¿Que las clases tengan que ser virtuales? ¿La violencia doméstica cuyos índices crecen día a día? ¿El maltrato infantil que se da dentro de los hogares? ¿O esas otras expresiones que también vimos? Como la autogestión de las ollas populares o las redes de comercio locales chiquitas de emprendedores, artesanos, artesanas, que te hacen el delivery a la casa”, se pregunta.

Reinventar espacios de encuentro

La educación es, sin dudas, una de las áreas más golpeadas por la pandemia. El martes pasado, el presidente Mario Abdo Benítez anunció la suspensión de las clases presenciales hasta el mes de diciembre. Docentes, madres, padres, alumnos y alumnas habitan el limbo virtual reinventando habilidades y capacidades para no perder un año lectivo. Pero las mayores preocupaciones, sin embargo, no tienen que ver con cumplir con las tareas curriculares, sino con la contención, la alimentación, el acompañamiento pedagógico y, por sobre todo, qué valores y herramientas estamos ofreciendo a niños, niñas y adolescentes para que afronten el futuro que ya llegó.

«A través de audios y videos compartidos constatamos la nostalgia de alumnos y alumnas hacia ese lugar de vínculo y encuentro», expresa Elias. Foto: iStock

Las limitaciones que venía arrastrando el sistema educativo quedaron en evidencia bajo este contexto, según Rodolfo Elías, psicólogo y especialista en educación. Muchas de ellas tienen su raíz en la poca inversión en educación y se pueden visualizar en las condiciones escolares precarias, tanto desde la infraestructura como desde lo pedagógico, falta de apoyo a los docentes, el acceso a recursos digitales, etcétera. Asimismo, se puso de manifiesto el excesivo centralismo, que dificulta la gestión, y la poca consideración a la diversidad social y cultural.

“Es importante que la escuela no pierda el vínculo con sus estudiantes, teniendo en cuenta el rol de apoyo social y emocional que cumple la institución para con ellos. Ese nexo se puede dar desde múltiples plataformas”.

Rodolfo Elías, psicólogo y especialista en educación.

“Uno de cada tres jóvenes paraguayos abandona el sistema educativo porque necesita trabajar y por la falta de recursos económicos en el hogar. ¿Pensamos en la situación de estos jóvenes durante la pandemia? ¿Qué les estamos ofreciendo? Lo peor que nos puede pasar es que se profundice la desigualdad: que solo un sector reducido de nuestra población estudiantil pueda acceder a recursos, materiales y contar con las condiciones adecuadas para continuar con su formación escolar”, apunta el experto.

Para que ese escenario no ocurra, es importante, dice Elías, que la escuela no pierda el vínculo con sus estudiantes, teniendo en cuenta el rol de apoyo social y emocional que cumple la institución para con ellos. Ese nexo se puede dar desde múltiples plataformas, como internet, tevé, radio y materiales impresos. El contexto puso en relieve el valor de la escuela y los docentes, suma Elías. A través de audios y videos compartidos constatamos la nostalgia de alumnos y alumnas hacia ese lugar de vínculo y encuentro.

“A pesar de todas las limitaciones y precariedades, la escuela pública es uno de los pocos espacios que abre sus puertas y recibe a casi todos los niños y niñas. Posiblemente brinda la única oportunidad para revertir un destino marcado por la desigualdad social. Necesitamos a la escuela como el lugar principal de formación académica, pero también como espacio de formación de ciudadanía, de contención, de apoyo emocional y social y, sobre todo, donde niñas, niños y adolescentes sean felices”, asegura.

El psicólogo, que forma parte de la Red por el Derecho a la Educación, piensa que también hay una oportunidad en esta crisis y es la de repensar la formación tradicional, orientándola hacia una forma integral, en la que se recuperen los elementos de una educación humanista.

El fenómeno de la pandemia viene a sacudir la normalidad porque coloca una serie de problemas biosociales en las sociedades forzando al máximo la capacidad de este sistema de dar respuestas. Foto: iStock

“La situación actual nos muestra que las sociedades del siglo XXI no tienen necesariamente un único camino. La supervivencia y el desarrollo de las sociedades humanas requieren que se promueva la solidaridad y el trabajo colectivo, respetando la pluralidad y la diversidad, el desarrollo del pensamiento crítico, la preocupación por el cuidado de las personas, del medioambiente y una consciencia sobre la importancia de la prevención”, afirma.

Muchas de las responsabilidades por la precariedad del sistema recaen sobre las y los docentes, pero también, en este contexto, son las madres y los padres quienes intentan rellenar esos espacios vacíos que dejó la ausencia de la escuela. Por eso, para la psicopedagoga Laura González es fundamental que alumnos, maestros y padres conformen un tridente para afrontar esta nueva realidad.

“Veo una tendencia a considerar al arte que solo entretiene. Pero es y será el espacio y uno de los mecanismos de crear consciencia, sacudir almas y miradas, y de construir paradigmas nuevos”.

Jorge Báez, artista escénico.

“Es importante que los niños, niñas y adolescentes tengan un equilibrio emocional en este proceso. Ahora la escuela se va a quedar en la casa, entonces hay que separar bien las rutinas entre las tareas escolares, las domésticas, las horas de juego, etcétera. Ellos tienen que recibir acompañamiento emocional para poder identificar sus sentimientos, no desde la culpa, la crítica o el juicio”, menciona González, quien agrega que depende de cada encargado que este proceso histórico deje buenas huellas en sus vidas.

Más que nunca, el sistema de educación se enfrenta a un montón de desafíos, pero también se abren puertas que podrían conducir a reflexiones olvidadas o dadas por sentadas. Como por ejemplo, el valor de la vida, conforme señala Elías, y su estrecha vinculación con el medioambiente.

Muchas de las responsabilidades por la precariedad del sistema recaen sobre los docentes, pero también, son las madres y los padres quienes intentan rellenar esos espacios vacíos que dejó la ausencia de la escuela.
Foto: iStock

“Los temas emergentes de esta coyuntura pueden ser transformados en oportunidad educativa y para eso necesitamos también flexibilizar la estructura”, agrega Rodolfo. Lo que plantea es desarrollar los tópicos actuales en materias como ciencias naturales, matemáticas, ciencias de la computación, ciencias sociales y el campo de derechos humanos. Opina que desde allí −la escuela− hay que promover civismo, no como una forma de adiestramiento o sometimiento, sino para que como ciudadanos y ciudadanas, los estudiantes asuman con responsabilidad el rol que se requiere para solucionar o paliar las crisis.

Arte como herramienta de transformación

“Si el teatro se creó, digo yo, para inventar mundos, ¿puede ahora el teatro, puesto que cambió el mundo, dejar que el mundo lo reinvente?”, analiza el director artístico y dramaturgo Juan Coulasso, para la revista Anfibia. Como muchos integrantes del sector cultural y artístico, se encuentra navegando en la nebulosa de cuál será la nueva realidad de las artes escénicas.

Jorge Báez, artista escénico, alude a su colega Alberto Conejero, dramaturgo español, para poner en palabras sus pensamientos: “No podemos transitar este panorama con el no. Aunque nos equivoquemos en cálculo o expectativa, pensar de forma optimista en próximos proyectos desde alguna sala de teatro es más sano. Atravesar este panorama con el sí antes que con el no, hasta que alguien nos diga que nos equivocamos”.

Desde esa perspectiva, celebra las alternativas que proponen compañeros y compañeras del sector, pero cree que hay que entender que nunca compensarán a las artes escénicas, con todo lo que brindan, e invita al público a que sea sensible y comprensivo con esa realidad. El lenguaje que utilizamos para instalar realidades como el futuro bajo el formato de distanciamiento social representa cierto peligro, dice Báez, ya que podría implicar una deshumanización, no solo para el sector artístico y cultural, sino también para toda la sociedad. Por eso, insta a tener cautela.

En ese sentido, Mariana Pineda, productora y especialista de Industrias Creativas en Rediex, se cuestionaba en su blog sobre los nuevos hábitos que tendremos que desarrollar. Para ella es ineludible tornarnos más vulnerables como sociedad: “No estudiamos esta situación en ningún sector. No tenemos un manual de instrucciones. Lo único que podemos hacer es sentir, ser vulnerables y apoyarnos mutuamente. Si de esto surge una mejor humanidad, ganaremos todos”.

Jorge atraviesa este proceso como un periodo lúdico. Con su colega, Paola Irún, se encuentran desarrollando un taller online para directores. “Es lo más movilizador que me ofreció este periodo de confinamiento. Son más de 20 artistas, de Islandia, México, Estados Unidos, Altos y Asunción, que apostaron a ese espacio para pensar y hacernos preguntas sobre el ejercicio de narrar y su rigor”, comparte.

Más que nunca, el sistema de educación se enfrenta a un montón de desafíos, pero también se abren puertas que podrían conducir a reflexiones olvidadas o dadas por sentadas. Foto: iStock

Pero ese espacio es transitorio, los deseos y la confianza están puestos en la oportunidad de ofrecer una muestra final de cada integrante para un público presente. Estos tiempos los aprovechan para reinventarse a sí mismos, pero también para pensar, limpiar y acondicionar al teatro para cuando llegue la hora de volver.

“Las artes escénicas sobrevivieron varias pandemias en su historia. Nosotros somos piezas que las ejecutan, pero también responsables de su empoderamiento y revitalización. Tenemos que cuidar su poder y su fuerza”, manifiesta el director y actor. Hay un planteamiento que Jorge supone clave para mirar hacia nuevos horizontes y tiene que ver con el papel del arte en la sociedad: ¿cuál será el teatro que el público querrá y necesitará después de este periodo? En ese trabajo, cree que habrá que ser responsables y conscientes.

Coulasso también toma esa incógnita y se pregunta: ¿no es momento de plantearnos qué respuesta artística ofreceremos al mundo como salvataje singular de este instante tan único y distinto a todo lo demás? El arte también tiene otro escenario donde brillar, y es la educación. Ese espacio formal que necesita descontracturarse y visualizar otros mundos posibles. “Puede ser muy valioso contar con el apoyo de la comunidad de artistas en áreas audiovisuales, musicales, literarias, teatrales y plásticas. El niño y la niña no deben ser solo receptores pasivos de información, de contenidos escolares, sino generar y compartir sus propias producciones artísticas”, expresa el psicólogo Rodolfo Elías.

El arte como medio de expresión puede ayudar a los niños, niñas y adolescentes a exteriorizar sus sentimientos, vivencias y experiencias durante esta pandemia. Y además, para desarrollar los mensajes que les gustaría transmitir a sus compañeros, maestros y a la sociedad en general. “Veo una tendencia a considerar al arte que solo entretiene. Pero es y será el espacio y uno de los mecanismos de crear consciencia, sacudir almas y miradas, y de construir paradigmas nuevos”, sostiene Jorge.

Quizás la visita a los teatros será por turno ose tendrá que organizar toda una nueva forma de disposición. Tal vez la realidad virtual cobrará otro sentido más central en el futuro, supone Mariana. Pero sin los medios de artísticos, piensa Jorge, estaríamos negando nuestra condición humana.

Con el covid-19 tendremos que dejar de compartir la bombilla y los terere jere se volverán rondas en las que cada quien tendrá el suyo. Foto: iStock

Costumbres y resiliencia en tiempos de crisis

Las personas necesitamos de otras para vivir y sobrevivir. Para lo primero, requerimos alimentación, agua y techo. Pero para lo segundo, afecto, cariño, límites e incluso la posibilidad de cuidar a otros. Vivir también signifi ca sentirnos importantes, que nos reconozcan como ese otro valioso en la vida de alguien. La psiquiatra y psicoterapeuta Mirta Mendoza Bassani opina que es posible mantener los rasgos culturales de Paraguay como tomar tereré o compartir comidas y mantener el distanciamiento físico.

De pronto, las pantallas, los dispositivos y las nuevas tecnologías ocupan el centro de todas las operaciones que desarrollamos a diario. Hay procesos en nuestras mentes que pueden llegar al ámbito físico o digital rápidamente. Eso afecta a nuestra sociabilidad porque la transforma.

“Ciertamente, acá el afecto pasa mucho por los abrazos, besos en la mejilla o saludarse afectuosamente. A lo mejor ahora vamos a ser más selectivos con las personas a las que demostramos afecto. Hay quienes creen que el distanciamiento es fácil para los países nórdicos porque son más fríos. Para mí no es así, sino que tienen otras maneras de demostrar el afecto. Por ejemplo, ellos son sumamente puntuales. Esa es una muestra de afecto. Quiere decir que respetan el tiempo del otro”, contrasta Mendoza.

Sin embargo, es innegable que muchas de nuestras costumbres se caracterizan por la calidez y las ganas de compartir. Símbolo de ello es el tereré, que en palabras de Clemen Bareiro es el unificador de la cultura paraguaya. “Me genera mucho dolor y tristeza la posibilidad de que se modifique la costumbre del tereré o el mate. A partir del covid-19 tendremos que dejar de compartir la bombilla y los terere jere se volverán rondas en las que cada quien tendrá el suyo. Creo que se pierde un poco la idea de lo comunitario y lo colectivo como forma de relacionarnos y vincularnos”.

De pronto, las pantallas, los dispositivos y las nuevas tecnologías ocupan el centro de todas las operaciones que desarrollamos a diario. Hay procesos en nuestras mentes que pueden llegar al ámbito físico o digital rápidamente. Eso afecta a nuestra sociabilidad porque la transforma. Para la psicoterapeuta, las tecnologías son sumamente importantes ahora. Estamos aprendiendo en el camino de esta nueva forma (que no es tan nueva) en el camino, probando y equivocándonos. Pero, ¿qué pasa con nuestros cerebros?

Tiempo atrás, se consideraba que una neurona que moría nunca más se recuperaba. Sin embargo, hace unos años se descubrió que personas que tuvieron un accidente cerebro-vascular iban recuperando funciones del cerebro que se creían perdidas. Mendoza explica que cuando una de las células de la glía (un entramado que hace como una cama donde están las neuronas) muere, algunas de esas células se van especializando en lo que hacía la que ya no está. A eso se le llama neuroplasticidad.

“No reemplaza completamente la función: si te quedás paralizada del brazo, recuperás el movimiento; pero si eras pintora, tu trazo fino no va a ser el mismo. Eso también te da muestra de la plasticidad que tenemos los seres humanos para adaptarnos a las circunstancias de la vida y algo que supuestamente nunca se iba a recuperar”, ejemplifica la médica psiquiatra. Hay una palabra que describe la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas: la resiliencia.

“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre se puede escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento», expresa el psiquiatra austriaco y fundador de la logoterapia, Viktor Frankl. En su libro La vida en busca de sentido narra el tiempo que estuvo en un campo de concentración de la Alemania nazi; y cuenta parte por parte cómo fue liberando necesidades que en algún momento consideró imprescindibles.

Proceso de socialización infantil

Ahora que hay una hiperconcentración de actividades en el ámbito doméstico (todo lo que antes se realizaba fuera debe hacerse dentro), tales como la educación, el trabajo y el ocio, se debe poner principal atención al proceso de socialización de niños y niñas. Para la psicopedagoga Laura González, la interacción con los padres se va a dar en la medida en que ellos y ellas generen espacios de forma ordenada y con una frecuencia sistémica en la semana.

«La familia también está viviendo un proceso y la conexión intrafamiliar es muy importante y el cimiento más duro», opina González. Foto: iStock

“Decía Benjamin Franklin que la creatividad es la madre de los inventos, y coincido que en estos momentos necesitamos absolutamente de esa creatividad, innovar en la casa, bajar un poco el nivel de exigencia. No pasa nada si hoy no se plancha la ropa, si se la tiene en un rincón. Es importante un abrazo en ese momento en el que se quiebra el niño o cuando el papá dice que ya no puede más. Generar un pequeño lugar de juego, si tienen balcón o un patio, salir un poco”, reflexiona González.

“En estos momentos necesitamos de la creatividad, innovar en la casa, bajar un poco el nivel de exigencia. No pasa nada si hoy no se plancha la ropa, si se la tiene en un rincón. Es importante un abrazo en ese momento en el que se quiebra el niño o cuando el papá dice que ya no puede más”.

Laura González, psicopedagoga.

Dar una vuelta a la manzana, armar su propia huerta, jugar a conocer a los hermanos (si tienen), videollamadas, encuentros con los primos, con sus amigos. Todos estos esfuerzos son tarea de la familia. “Los primeros campos de desarrollo socioafectivo del ser humano son la casa y la escuela, entonces ese desafío es de los padres ahora. Necesitan ese espacio para compartir sus cosas. La familia también está viviendo un proceso y la conexión intrafamiliar es muy importante, es el cimiento más duro”, sigue.

Una posibilidad es establecer un marco temporal: que una mañana y una tarde en la semana se encuentren solamente para hablar de sus sentimientos, en un espacio donde no se sientan coaccionados. Con los jóvenes, en cambio, hay que tener mucho cuidado, advierte la especialista, porque están en una etapa vidriosa en la que sus conductas no conocen términos medios: “Son pocos y excepcionales los que tienen actitudes maduras, es una etapa crítica, ellos se polarizan”.

Los primeros campos de desarrollo socioafectivo del ser humano, expresa González, son la casa y la escuela. Ese desafío es de los padres ahora. Foto: iStock

Con hambre no se puede pensar

El ministro de Educación, Eduardo Petta, anunció el 30 de marzo la entrega del almuerzo y merienda escolar en forma de kits alimentarios mientras durara la suspensión de clases. Cerca de 80.000 estudiantes en Asunción y 181.000 en Central esperaban. La resolución del Ministerio hablaba de una bolsa por alumno, pero estas llegaron incompletas y, en muchos casos, recibieron solo una por familia.

“La familia también está viviendo un proceso y la conexión intrafamiliar es muy importante, es el cimiento más duro”.

Laura González, psicopedagoga.

El lunes 27 de mayo, Petta dijo que solamente los niños y niñas que completen sus tareas en las clases virtuales recibirán los kits. Esto ocurre en un país en el que el 81% de los niños y adolescentes de cinco a 17 años en edad escolar no cuentan con conexión a internet en las viviendas, según los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (2019), y ocho de cada 10 no tienen una computadora (de acuerdo al informe del Observatorio Educativo Ciudadano).

Cristian Andino refiere que en un contexto en el que uno de los padres perdió el trabajo o disminuyó su actividad laboral es poco favorable para el aprendizaje. Con hambre no se puede pensar. “El sistema no va a aguantar el hambre que se avecina. Las ollas populares no aguantarán más semanas o días. Por consiguiente, hay dos escenarios: un contagio masivo que saldrá a decirnos que definitivamente hay que dejar las deudas externas, bajar los salarios
e invertir en salud y educación permanentemente; o el colapso total”.

“No se tendría que estar pensando en otra cosa que no sea el hambre. No importa el virus, porque el que tiene defensas bajas se va a morir de otra cosa, no de coronavirus. No importa la tarea, no importa nada. El pueblo debe tener garantizada su necesidad alimentaria. Mucho más importante que cumplir con un programa educativo hoy es esa merienda escolar. El Estado no puede lanzar la consigna ‘quedate en casa’ sin garantizar a toda la población que va a poder comer si lo hace. Ese fue uno de los errores que cometió el Gobierno”, subraya Schvartzman.

El pueblo debe tener garantizada su necesidad alimentaria. Mucho más importante que cumplir con un programa educativo hoy es esa merienda escolar. Foto: iStock

Pasos hacia la utopía

La utopía es el buen lugar o “la buena tierra”. Eduardo Galeano decía: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Andino considera que el concepto va más allá de eso. Tiene que ver con cómo opera, se renueva y regenera cotidianamente la historia. “La metáfora del movimiento o la identidad en tránsito que antropólogos como Bartomeu Meliá planteaban a partir del pensamiento indígena”, dice el filósofo.

“Soy consciente de que no es fácil. Somos hijas e hijos de este sistema que genera exitosos y perdedores, pero justamente por eso es clave que nos repensemos desde los vínculos”.

Clemen Gaona, socióloga.

Los indígenas se movían constantemente en torno a la comida, que se expresa en la fiesta redistributiva y en la celebración. En la medida en que hay comida, ese lugar es la utopía realizada. Pero cuando escasea, tenemos que movernos en torno a la misma utopía, que es seguir comiendo, seguir con vida, con buena vida.

Las raíces se vuelven un destino seguro y próspero para sembrar nuevos pasos hacia el futuro. Como manifiesta Clemen, tenemos que empezar a recordar a nuestras ancestras, hacer memoria y visualizar lo colectivo como un camino más auténtico, menos doloroso y abandónico. La socióloga concluye: “Soy consciente de que no es fácil. Somos hijas e hijos de este sistema que genera exitosos y perdedores, pero justamente por eso es clave que nos repensemos desde los vínculos”.

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