Nota de tapa

La niñez en el centro

La disputa entre autoridades, asociaciones de padres, sociedad civil y grupos religiosos por los significados del Plan Nacional de la Niñez y Adolescencia 2020-2024 terminó en su rechazo. Desarmamos algunos argumentos que generaron tanto revuelo y colocamos el foco en los verdaderos protagonistas de esta historia: los niños, niñas y adolescentes.

■ Por Romina Aquino González y Juliana Quintana Pavlicich. Foto entrevistada: Fernando Franceschelli.

«Quieren imponer la ideología de género, van a instalar culturas foráneas, buscan destruir a las familias paraguayas”, fueron algunas frases que recorrieron grupos de WhatsApp, posteos de Facebook e incluso formaron parte de tapas de diarios a raíz de la presentación del Plan Nacional de la Niñez y Adolescencia 2020-2024, que supuestamente tenía información que ponía en peligro los valores tradicionales de la “cultura nacional”.

El plan fue presentado originalmente en diciembre de 2019, tras dos años de trabajo en conjunto y de forma coordinada con organizaciones sociales y civiles, tanto públicas como privadas, que incluían foros y consultas con niños, niñas y adolescentes. Como ya se repitió en tantas otras ocasiones, este plan tenía los mismos enfoques que el ejecutado durante el quinquenio anterior. En esta oportunidad, alrededor de 1.800 personas estuvieron involucradas en la realización de la hoja de ruta para continuar con el trabajo iniciado en periodos anteriores por la protección de los derechos de la niñez y adolescencia.

Pero ni siquiera alcanzó a ejecutarse. Los primeros días de noviembre de este año, ciertos grupos de padres y asociaciones religiosas se posicionaron en contra del contenido e iniciaron toda una movilización para frenar su puesta en marcha. Las posturas alegaban que se pretendía quitar la patria potestad a los padres como también “corromper” a los niños, niñas y adolescentes con supuestas ideologías impuestas por organismos internacionales.

“No nos vamos a doblegar ante ninguna exigencia internacional. Este es un país soberano y ha muerto gente para que hoy seamos lo que somos. Nos gusta la sopa, el mandi’o chyryry, el locro, el soyo, la guarania, la polca, y también somos de familias tradicionales”, dijo efusivamente el exministro de Educación Enrique Riera, en la audiencia pública para analizar el plan. El actual senador recordó que en su gestión al frente de la cartera educativa dictó una resolución para prohibir la utilización de la palabra «género» en cualquier material de estudio.

La “resolución Riera”, titulada así por organizaciones estudiantiles y de derechos humanos que rechazaron el dictamen, abrió la grieta en 2018 sobre otros debates que generan crispación en la sociedad, como el aborto y el matrimonio igualitario, que según los sectores conservadores forman parte de la agenda de “ideología de género”.

Aunque organizaciones civiles y religiosas alegan que el Estado no debe imponerse por encima de los padres en la crianza y en la educación de sus hijos, y la exjueza de la Niñez y Adolescencia Mercedes Brítez de Buzó sostuvo que el Plan Nacional de la Niñez quiere disminuir la natalidad a través del aborto, el marco es claro con sus intenciones: busca frenar el abuso infantil con educación integral y equidad.

En los últimos días, la desinformación reinó en las redes sociales y estos temas volvieron a tomar relevancia, a pesar de no estar contemplados en el plan. Surgieron interpretaciones de todo tipo, hasta el punto de que madres y padres llamaron preocupados al Ministerio de la Niñez y Adolescencia pidiendo explicaciones.

Sacar del clóset al género y a la ESI

La ideología de género no existe. El género es un conjunto de roles social y culturalmente construidos. No es una interpretación subjetiva ni una cosmovisión. Esta definición, aplicada a la lectura de las estadísticas, constituye un abordaje teórico y metodológico que nos permite cruzar datos, y hacer una interpretación más profunda de la realidad. La consigna Una niña embarazada es una niña abusada da cuenta de un hecho doloroso pero real: a las nenas las violan en nuestro país, todos los días. Y el 80% de los casos de abuso se da en entornos familiares.

En Paraguay, 47.000 niños, en su mayoría niñas, siguen siendo víctimas del criadazgo. Cada año, chicas de entre 10 y 14 años dan a luz a casi 700 bebés producto de abuso sexual. Si la franja etaria de las adolescentes con hijos se amplía de los 10 a los 19 años, la cifra anual llega a casi 20.000 hijos y ubica al Paraguay en el primer puesto de los países del Cono Sur con la más alta tasa de fecundidad adolescente, de acuerdo con los datos de la campaña Ñañangareko. Esto lo sabemos gracias a la variable de género que nos permite entender cuáles son las dinámicas de violencia a las que están expuestas las niñas y los niños en sus particularidades.

Pero, ¿cómo revertimos estas cifras sin antes comprender que el abuso infantil se da, primordialmente, en las niñas? ¿Cómo hacemos una lectura de la realidad sin antes visibilizar que existe una distribución asimétrica de roles? En eso consistió el trabajo de la titular del Ministerio de la Niñez y la Adolescencia, Teresa Martínez, con el Plan Nacional
de la Niñez y la Adolescencia. En conversación con Pausa, desglosó varios de los términos que aparecen en el texto, que fue tan criticado la semana pasada.

“Género, en el contexto del plan, para nosotros, significa igualdad de derechos entre niños y niñas. Hay una perspectiva de género para el ser humano, hombre o mujer”, refiere. La necesidad de utilizar ese enfoque en el Plan de la Niñez y la Adolescencia parte de las brechas en el acceso a sus derechos. Entre los ejemplos que enumera la ministra resalta la rapidez con que las niñas salen de la escuela para ingresar al mundo laboral o la responsabilidad de ellas y las adolescentes en las tareas de cuidado, en la familia, los vecinos y vecinas, etcétera.

María Josefina Ríos, miembro fundadora de Familias por la Educación Integral en Paraguay (Feipar), opina que, como sociedad, nos avergüenza hacernos cargo del índice de abusos sexuales, y por este motivo resulta difícil transparentar a las familias este hecho. “El abuso nos lastima, negarlo es la forma que tiene la mente para defenderse. Pero no por eso el tema desaparece. Se sigue multiplicando y daña las familias”, piensa.

Ahí es donde entra en juego otro concepto en disputa: la educación sexual integral (ESI). En las Guías para el docente sobre educación integral de la sexualidad, elaboradas por el Servicio Paz y Justicia Paraguay (Serpaj), se define como una mirada integradora que incorpora los aspectos sociales, políticos, psicológicos y biológicos del ser humano, que lo hace interactuar en la vivencia de la sexualidad y, por lo tanto, en su formación.

¿Qué plantea la ESI? Ríos va a decir que aporta conocimiento sobre el propio cuerpo, pero también sobre las emociones y las relaciones con otras personas. La reproducción no es la única función de la sexualidad. Esto, a su vez, va ligado al concepto de género que ya está instalado en el funcionamiento de nuestro país. “Antes, el hombre buscaba el sustento y la mujer se quedaba en el hogar. Pero también, antes a ellas se les negaba el voto. Todos estos roles fueron cambiando y hoy ya hace más de 40 años que estamos reconocidas como sujetos de derechos”, apunta.

A partir de la utilización del término “ESI”, cuenta Martínez, las familias autodenominadas “provida”, “profamilia”, desviaron el debate hacia el aborto cuando, en realidad, el enfoque estaba puesto en la prevención de abusos. La ministra hizo hincapié en los espacios saludables, libres de violencia. “No podemos permitir que sean propiedad de los adultos. Ya no es la patria potestad de los romanos, ahora es un conjunto de derechos y obligaciones. Siempre es un deber-derecho de alimentar, proteger y cuidar. Cuando el deber no se cumple, cae el derecho”, sostiene.

«El abuso nos lastima, negarlo es la forma que tiene la mente para defenderse. Pero no por eso el tema desaparece. Se sigue multiplicando y daña las familias»

María Josefina Ríos.

Rubén Urbieta, miembro de Feipar y padre de familia, recuerda que sin educación integral de la sexualidad, las niñas no tienen oportunidades, y por ende, también dejan de ser productivas. Se trunca su realización personal e implica una pérdida enorme porque económicamente nos desarrollamos menos. “¿Quién gana y quién pierde? En general, la literatura económica ya lo dice: un país sin educación sexual básica pierde. Desde un punto de vista moral, en cuanto a oportunidades, tenemos que asumir eso entre todos y trabajarlo aun con nuestras diferencias”, considera Urbieta.

Enseñar sobre infecciones de transmisión sexual y menstruación queda corto en lo que se refiere a los contenidos, porque da la impresión de que la sexualidad se reduce a lo genital y reproductivo cuando, en realidad, forma una parte integral de nuestras vidas. Josefina la sintetiza en tres factores: tiene aspectos emocionales, intelectuales y nos da plenitud como humanos.

La familia tradicional es una ficción

En el país, el Registro Civil data que el 75% de hijos e hijas están inscriptos solo por su madre. Fue en la Convención Nacional Constituyente de 1992 en la que reconocieron a la mamá soltera y su descendencia como un núcleo familiar, dando cuenta de que ya no existía una sola clase de familia en el Paraguay.

Los núcleos se fueron diversificando a lo largo de los años, tanto de forma obligada como por decisión propia. Una de esas causas fue la migración masiva de mujeres paraguayas a raíz de la crisis económica a partir del 2003 a países como Argentina y España. En esos tiempos, muchos niños fueron criados por abuelas y tías.

La “familia tradicional” de la que tanto se habla no se condice con la realidad. En palabras de la ministra Martínez se trata de un mito, ya que los datos demuestran que solo un 35% está integrado por mamá, papá e hijo. “Todas las demás conformaciones también son familia: el nieto con la abuela —con esta migración enorme de mujeres—, los niños con los tíos y tías, entre otros. Se generó un gran temor de que queremos demonizar a la familia y eso no es así”, asegura.

“Fue en la Convención Nacional Constituyente de 1992 en la que reconocieron a la madre soltera y su descendencia como un núcleo familiar, dando cuenta de que ya no existía una sola clase de familia en el Paraguay”.

Para Josefina, se trata de un ideal: “¿Quién no querría ver familias bien constituidas que se hacen cargo de sus hijos y permiten que se desarrollen como personas plenas? Pero no es lo que existe. Entonces, insistir en que ese es el único modelo es absurdo, es ir en contra de la realidad”.

“¿Qué es lo que falta en Paraguay, además de presupuesto y de que las autoridades locales se involucren?”, pregunta de forma retórica Zuzana Cáceres, representante de la Consejería por los Derechos de la Niñez y Adolescencia (Codeni) en Caaguazú. Responde: “Es llegar a las familias. Y el enfoque del plan es territorial y de llegada a las bases, que es la familia”.

En palabras de la trabajadora social, ese núcleo es el punto neurálgico, y es justamente esta conformación la que quieren fortalecer por medio de pautas para la crianza positiva que tienen que ver con un relacionamiento basado en el buen trato. “Que las familias tengan las herramientas para saber cómo tratar a sus hijos e hijas y sepan qué tipo de información darles de acuerdo con su ciclo evolutivo”, subraya.

Desde el “Paraguay profundo”, como se refiere Zuzana al territorio donde se encuentra y trabaja, asegura que el Sistema Nacional de Protección y Promoción de la Niñez y Adolescencia no funciona como tal: “No nos miramos como un todo, quienes somos responsables de esto, tanto la familia, como la sociedad y el Estado, como dice nuestra Constitución”.

“Cuando escucho la palabra ‘sistema’ siempre me ubico en un circuito, en una estructura eléctrica en la que detrás de la perilla para encender la luz hay una conexión que no vemos, pero que permite que ese fluorescente se prenda, porque todo está conectado. Si hay un corte en el medio no se va a encender la luz; es lo mismo con el sistema de protección. Varias instituciones estamos ahí, deberíamos trabajar coordinadamente, en un mismo código y lenguaje, para efectivizar que los niños y las niñas del Paraguay estén realmente protegidos y sean felices”, menciona.

Tradiciones obsoletas

El escritor Helio Vera hablaba de que existían dos tipos de Paraguay: uno “de gua’u” y otro “teete”. El primero representa la farsa y funciona como fachada, mientras que el otro guarda lo que verdaderamente hay dentro, pero está envuelto en mitos y fantasías que hacen que no se lo pueda conocer realmente. Esta descripción de Vera se asemeja a la analogía que expone la representante de Feipar, citando el libro Mi país inventado, de Isabel Allende: “Así como a los chilenos, nos pasa también a nosotros. Ese es el ideal que querríamos que sea nuestro país. Los valores son fantásticos y van mucho más allá del locro y el soyo”, expresa.

Detalla que la solidaridad, la honestidad y el trabajo son valores de nuestro país, pero también se encuentran otros rasgos como el “pokarẽ”, que es el que busca las cosas retorcidas; el “vai vai”, que hace de cualquier manera, y el “mbarete”, que tiene mucho que ver con la cultura machista; y son también parte de nuestras tradiciones. Es ahí donde la entrevistada invita a hacer un balance y una evaluación sobre el valor de estos.

Muchas de estas tradiciones repercuten directamente en la crianza de los niños, niñas y adolescentes: hay cifras que no se pueden ocultar, como que la mayoría de los abusos perpetrados ocurren dentro del seno familiar. De enero a noviembre de 2020, el Ministerio Público registró 2.451 denuncias de violencia de este tipo. En mayor medida, quienes realizaban las llamadas eran vecinas de los afectados.

“Si la cultura que vamos a cambiar es la violencia, pues tenemos que hacerlo. No podemos seguir permitiendo que niños sean objetos de propiedad de los padres para todo tipo de abusos y explotación”, menciona la ministra. Una vez que reconozcamos la realidad y asumamos los alarmantes números de violencias, considera, podremos avanzar en la implementación de un plan cuya prioridad sea el núcleo familiar.

“Los padres tienen el derecho de ver y decidir cómo van a educar a sus hijos, el límite es cuando los utilizan para delinquir, los explotan o abusan de ellos. El Estado ahí tiene que ingresar porque es garante, debe asegurarse de que esa familia tenga las condiciones de criarlos bien”, sostiene Martínez.

La titular de la cartera de Niñez y Adolescencia manifiesta que solo cuando hay vulneración de derechos el Estado debe poner las cosas en su lugar. Y que eso no quiere decir sacar la patria potestad a los padres: “¿Quién interviene como Estado? La jurisdicción especializada, nunca el Ministerio. No tiene la facultad ni la posibilidad. Por ley, solo un juez de la Niñez puede determinar la pérdida o suspensión de la patria potestad de un padre. Es uno de los juicios ordinarios más largos en la jurisdicción, porque es la figura más protegida del derecho de familia”.

Los golpes no educan, duelen

Más de una vez escuchamos la frase: “A mí me criaron así y salí bien”. Pero, como lo indica la ministra de la Niñez y la Adolescencia, uno no aprende a través del miedo y la violencia. “Los límites que se imponen de esa manera, cuando en un momento se pierde el miedo, desaparecen. Se tienen que incorporar valores en una crianza, pautas positivas. Los golpes no educan, duelen”, refuerza.

En nuestra cultura tradicional, se considera a los hijos como propiedad de los padres, inclusive, como fuerza de trabajo en el campo. Así lo explica la psicóloga y trabajadora de desarrollo social Josefina Ríos. Por eso, la gente ha tenido tradicionalmente muchos hijos. Ese concepto cambia cuando se le empieza a mirar al niño como un sujeto de derechos.

“Generalmente, los padres nos sentimos interpelados cuando nuestros hijos llegan a un nivel de formación, de pensamiento crítico y cuestionan nuestros pensamientos y manera de vivir. Pero esa es la función de la educación: nutrir al individuo para enriquecer su pensamiento y que pueda elegir en su propia vida; que yo piense que no le tengo
que contar a mi hijo que, por ejemplo, la sexualidad es placentera es una cuestión personal mía. Mis derechos terminan donde empiezan los tuyos, y es ahí donde entra el rol del Estado como garante de derechos”, reflexiona.

Zuzana cree que este es un debate histórico y positivo en el que todos los actores de la sociedad están involucrados, pero para que ese diálogo sea efectivo, opina que hay que llegar a acuerdos de manera urgente, porque los niños, niñas y adolescentes necesitaban el plan de trabajo para ayer. “Hablamos mucho de los niños, pero no los escuchamos, ellos tienen mucho que aportar. Tuve la bendición de trabajar con chicos desde 2005, de escucharlos, capacitarlos y formarlos. Hoy, 14 años después, son mamás, papás, autoridades municipales y nacionales, y la visión de ellos y ellas es totalmente diferente. Hacen una política distinta”, refiere la integrante de Codeni.

“Hablamos mucho de los niños, pero no los escuchamos, ellos tienen mucho que aportar”

Zuzana Cáceres

Para Rubén, estamos viviendo una transformación social, como fue el sufragio femenino o la conquista por los derechos raciales en Estados Unidos. “Cuando se aprobó el voto femenino en los 60, el país incorporó a la mitad de la población en la toma de decisiones que impactan a todos”, narra. Y como todo avance, se pone una resistencia. Ahí es donde los ciudadanos nos encontramos para organizarnos y lograr cambios juntos.

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