Nota de tapa

De Asunción a París

La transición de Ingrid Seall Müller

La muestra Transición, de la escultora paraguaya Ingrid Seall Müller, llegó hasta Francia en julio de este año para una muestra que despertó la curiosidad y el asombro de un público nuevo en tierras lejanas. En esta charla, Ingrid abre las puertas de su taller a Pausa para dejar al descubierto su universo.

Por Karina O. Conteiro. Dirección de arte y producción: Betha Achón. Producción: Sandra Flecha. Fotografía y retoque: Amalia Rivas Bigorda.

La Embajada de Paraguay en Francia contó con la presencia de la escultora Ingrid Seall Müller como invitada para promocionar su trabajo y dar testimonio del arte local, en una exhibición que se disfrutó en París del 8 al 13 de julio. La puesta llevó por nombre Transición, y fue un reflejo de los cambios que atravesamos las personas al afrontar nuestra propia revisión y la necesidad constante de transformarnos para evolucionar, una concepción que nació durante el encierro y que, finalmente, vio la luz en Europa.

“Con la pandemia me pareció que todo el mundo estaba obligado a encontrarse solo, incluso el que no quería hacerlo”, cuenta Ingrid, escultora, vestuarista, escenógrafa, docente, bailarina e ilustradora paraguaya. La colección estuvo conformada por 14 esculturas de un formato mediano, hechas en bronce con hierro, y como temática ella apostó por la figura humana, muy al estilo suyo, con proporciones reducidas de la silueta en las que evoca una sensación de expresión en los detalles y en la presencia del rostro. Para la autora, esta exposición tiene como intención transmitir “los encuentros de almas en busca de respuestas o revelaciones”. El proceso de armado para esta serie llevó seis meses de preparación, entre transformaciones y cambios durante el desarrollo.

Fotografía: Amalia Rivas Bigordá.

Artista nata

Ingrid no solo esculpe, además se mueve en otros rubros y desde muy pequeña sintió fascinación por todo lo que tuviera relación con el arte, en concreto con las áreas visuales. Dentro de su núcleo familiar, su abuelo paterno era pianista y su papá heredó el amor hacia la música. Y a pesar de tener un precedente genuino, la inclinación hacia lo visible es algo propio que fue descubriendo por el camino, con el fin de transmitir a su alrededor su propio mensaje. “A medida que iba conociendo la técnica de lo que hoy hago —con el bronce—, empecé a darme cuenta de que quería seguir y crecer con ello”, comenta.

Sus comienzos datan de algunos años en los que incursionó primero en la arcilla, con la ceramista Patricia Ayala. Más adelante, Ingrid descubrió su verdadera pasión de la mano del maestro Hermann Guggiari con la escultura en hierro y bronce. Entre sus máximas referencias se encuentra el propio Guggiari, ingeniero y escultor paraguayo, y su par Gustavo Beckelmann. Este último fue quien le abrió las puertas de su taller para que desarrollara parte de sus obras, una propuesta que se originó luego de que Beckelmann conociera la visión artística de Ingrid cuando era una aprendiz. Con la intención de seguir capacitándose, Seall Müller comenzó sus estudios en Artes Visuales en el Instituto Superior de Artes bajo la dirección de Olga Blinder. “El dedicarme casi 100 % al arte es algo que aún no he alcanzado. Sin embargo, cada vez es más el tiempo y el compromiso que tengo con el taller y mi producción artística”, refiere la artífice y añade que en la actualidad no se podría imaginar una vida distinta a la que lleva.

Con el correr de los años, empezó a dedicarse a otros rubros como la escenografía, la ilustración y el vestuario, y durante mucho tiempo dejó de lado el oficio de escultora para volcarse de lleno a otras prioridades, como ser mamá. Su vida se fue acomodando entre las responsabilidades, las clases y los trabajos que salían de otras áreas. En 2011 retomó el oficio manual y realizó una muestra en la extinta galería céntrica de arte Planta Alta, ocasión en la cual oficializó su regreso y tomó a la figura humana como estilo propio.

Fotografía: Amalia Rivas Bigordá.

El valor de crear

Con obras expuestas en Chile, Argentina y México, Ingrid sigue incursionando en otras áreas y lleva una vida mucho más ligera, con total libertad para crear y con la escultura como vocación, pero no como su única ocupación. Su rutina se desarrolla también entre la docencia y la ilustración, y durante el día distribuye su tiempo para cumplir con todas sus actividades.

“El camino para ser quien hoy soy se dio a través del trabajo y del ensayo-error, no hay otra forma de aprendizaje para mí”, refiere la artista. Para darle valor al crecimiento profesional, Ingrid se analiza constantemente; es autocrítica e imparcial consigo misma y en ese entrenamiento se dispone a escuchar los consejos y críticas de personas calificadas que la guían desde hace tiempo y confían en su trabajo.

En cuanto a su rubro, la producción de una escultura es un proceso largo y costoso que generalmente deriva en la búsqueda de apoyo de entidades públicas y privadas para dar impulso o para asegurar las necesidades básicas del artista y así dar continuación a su labor. La escultura en nuestro país es un campo inexplorado por muchos y una variante del arte paraguayo que merece ser tenida en cuenta por lo que representa y por lo que podría aportar para el bienestar colectivo, pues las obras de gran envergadura son esenciales para dar realce al espacio público. Sobre este punto, Ingrid expresa que, a diferencia de la pintura o la cerámica, la escultura necesita una promoción mucho más accesible que permita atraer a más personas interesadas en este sector en particular.

Para Seall, el amor hacia el arte tridimensional es algo que se incrementa con el correr de los años, y con él se mantiene esa pasión que transita por todo el proceso de creación. Ella disfruta de cada etapa, como ir hasta Areguá o a Itá para comprar arcilla o pulir el bronce en su taller, una constante que le aporta un valor adicional a sus obras. “La ironía para mí es que mis creaciones hablan de lo efímero, de lo fugaz o lo casual, pero quedan plasmadas piezas de hierro y bronce”, manifiesta. En este último punto, la ilustradora lamenta que el país carezca de talleres de fundición habilitados para contratar el servicio de terceros, que puedan dar cierre al proceso.

Fotografía: Amalia Rivas Bigordá.

Made in Paraguay

Ingrid siente que tiene mucho por expresar todavía, y durante la pandemia no se tomó un descanso. De hecho, hizo la tarea de introspección, se fue para dentro y escarbó profundo. De esa mirada interna salió Transición, el resultado de encontrarle la vuelta a todo lo que ocurría alrededor con una serie de esculturas que sigue como temática la figura humana, y que resalta en mayor medida la silueta femenina. “Creo que lo que estoy buscando es justamente hablar de eso intangible desde mi cuerpo. Todo lo que siento está vinculado directamente a mi femineidad”, se explaya.

Las esculturas que fueron a París, hechas de bronce con base de madera, están cargadas de simbología y son una digna representación de la figura femenina como fuente creadora; la mujer es su musa, y asegura que esto lo tiene muy presente pues “es la forma en que me tocó habitar este espacio”. Y si bien admite que su evolución en el arte es constante, no se conforma con solo una idea, siempre apuesta por más para seguir encontrando su sello personal, algo tan característico en este rubro. “Hablar de estilo me parece un poco arriesgado, ya que siento que hay una constante transformación en mi trabajo actual, pero también creo que me identifico cada vez más con el bronce y la figuración”, expone Ingrid.

El contacto con la Embajada de Paraguay en Francia se logró a mediados del año pasado, luego de que se recibiera el catálogo de las obras de Ingrid Seall por parte de las autoridades encargadas. Además del apoyo, la entidad también se encargó de ofrecer un espacio para la muestra, del que fue partícipe la comunidad paraguaya del país galo, como también amantes y aficionados del arte y la cultura sudamericana. Además, la exhibición contó con fotografías expuestas de Rubén Vistoso y Fiorella Bittar, quienes se encargaron de documentar el proceso de trabajo artesanal realizado en el país. El proyecto recibió apoyo del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (Fondec), para la producción de las obras, y de la Dirección Nacional de Propiedad Intelectual (Dinapi), que prestó servicio para la difusión y la producción del catálogo que fue llevado a París, para dejar constancia de la documentación.

Fotografía: Amalia Rivas Bigordá.

Éxito en concurrencia

Desde París, Ingrid ofreció un testimonio de todo lo que aconteció durante su estadía, una visita que la llenó de inspiración para su vuelta y por la cual se siente agradecida con cada una de las personas interesadas del arte local, que fueron partícipes de Transición. “Me encontré que la gente valora muchísimo por sobre todo, la temática de mis obras”, comenta sobre las repercusiones. Asegura, además, que muchas personas quedaron asombradas por la técnica de la compatriota, con todo el proceso que conlleva montar sus obras hasta llegar al proceso de fundición del bronce. “Les pareció increíble porque a esa posibilidad no puede acceder una artista, generalmente, ya que esos servicios se tercerizan porque demandan espacio, tiempo y una infraestructura muy grande”, comenta.

Ese plus le valió a la ilustradora un reconocimiento colectivo en Francia, y poseer un taller personal de fundición le añadió un valor agregado a todas sus obras. A esto se le suma que durante el proceso del armado, es la propia Ingrid quien se encarga de estar cerca de cada etapa que conlleva la elaboración, que engloba a varias figuras centrales en diferentes áreas, desde la coordinación de los escultores, pasando por la labor de horneado con los fundidores, hasta el acabado final, realizado por los cinceladores y patinadores. Sin embargo, ese equipo de trabajo muchas veces se reduce a una o a dos personas dentro del rubro local. “Quedaron muy impresionados con el proceso del bronce y con el estilo que desarrollo, que es como una trama, un tejido, con el propio material”, comentó además.

De las 14 obras de Transición que se llevaron para la muestra, quedaron siete en manos de galeristas y marchantes de arte franceses, una oportunidad única para la artista paraguaya que supo armar lazos con referentes europeos que no dudaron en ficharla, para que sea tenida en cuenta en exposiciones y muestras itinerantes a futuro. Por el momento, Ingrid tiene asegurada una muestra en setiembre con algunos de sus trabajos, con la esperanza de trasladar más de sus obras, ya en diferentes tamaños, reunidas bajo un mismo concepto. Por otra parte, gran parte del interés también radica en la originalidad de sus creaciones y su técnica, con un profundo proceso bien elaborado que se ve reflejado en las texturas. “Nunca antes hubo en la Embajada una exposición de esculturas, ni tampoco con ese número de esculturas; fue realmente un éxito”, asevera.

Fotografía: Amalia Rivas Bigordá.

El arte local

Como parte de su viaje, Seall también se propuso ser una promotora del arte local. Así, tomó como excusa la muestra para invitar y dar a conocer más sobre la cultura guaraní en tierra extranjera. A través de este viaje notó como la creatividad paraguaya es muy bien valorada y que parte de nuestra identidad es reconocida en el exterior. “Los artistas que vienen a interpretar a nuestros grandes músicos nacionales son seguidos por esta gente”, cuenta. Esta repercusión engloba a la artesanía, que si bien carece de innovación y capacitación entre su gente para un progreso sostenido, es muy apreciada desde fuera como símbolo genuino de lo que tiene para ofrecer al mundo el mercado local.

De esta manera, Transición se convirtió en vidriera de exportación, con una fusión tan moderna que reunió varios elementos que le dieron realce a lo que se buscaba transmitir: una técnica milenaria, la identidad marcada de un país y la alegoría a la figura de la mujer. “Ven como una evolución de Sudamérica en una interpretación renovadora”, deduce. Luego de varios meses en los que se preparó para esta muestra, la gratificación más grande que recibió la creadora fue el interés por el valor del proceso, siempre en compañía de un equipo humano que está presente en todo momento. “Me estoy llevando todo el crédito de un trabajo que es colectivo”, dice.

Ingrid no quiere dejar pasar la oportunidad de agradecer a todas las personas que supieron acompañarla, y con quienes trabaja codo a codo en el taller, como el artesano Erico Torales, los proveedores de cera y bronce del interior del país, y el ingeniero Roque Ardissone, un pilar fundamental en el mecenazgo para que continúe funcionando Espacio de Arte Tiki. “Son personas que no puedo dejar de lado, que son parte de lo que pude producir para traer acá”.

Recomendados

Sin Comentarios

    Dejar un comentario