Nota de tapa

Villagrán

Músicos en exploración constante

Los chicos de Villagrán nos visitaron para contarnos todo sobre su proyecto, su evolución y su visión artística. Con 12 años de trayectoria en la escena nacional, la banda ha atravesado cambios significativos en su formación y hasta en su estilo musical, pero su pasión y compromiso con la exploración del sonido siguen intactos.

Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte: Noe Silvero Rahi. Dirección de producción: Betha Achón. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez. 

Si hay algo que caracteriza a la labor musical es la búsqueda: desde nuestro lado —el público— es una exploración constante de qué queremos escuchar (y más de un lector se sentirá identificado); de parte de los creadores, es qué quieren expresar y de qué forma, qué sonidos desean explorar. Y a esta exploración algunos le prestan especial atención. Es el caso de Villagrán Bolaños, que ahora quedó en Villagrán a secas, una banda que a lo largo de 12 años demostró una dedicación inquebrantable en la experimentación de diversos estilos e influencias.

Esta historia, como casi todas, empieza con una conversación. Un sofá rojo, un departamento en el microcentro capitalino y una charla entre Miky González Merlo y Karim Manzur, que muy pronto se dirigió hacia la música y a un proyecto juntos. Enseguida se sumó Mauri Román, uno de los productores musicales más importantes del país; luego, Miki Napout llegó con la guitarra. Ahora, con la salida de Fede Wagener y el ingreso de Maxi Bonnin, la exploración continúa, pero con nueva firma.

Fotografía: Javier Valdez.

El cambio de nombre también lo es de era, marcada por un nuevo disco a punto de salir del horno. Con una sonoridad que se aleja por completo de Villagrán Bolaños, hay nuevas exploraciones, la receta perfecta para dejar conformes a los fanáticos, pero con ganas de más y, de paso, conquistar nuevos corazones.

Villagrán en pleno se prendió a esta nota con la energía que les caracteriza y contaron la exclusiva sobre el proyecto que se viene, sin dejar de tener en cuenta el pasado.

Villagrán Bolaños, el integrante que lastimosamente no pudo venir

Volvamos al sofá rojo en el departamento sobre la calle Estados Unidos. Karim cuenta que Miky le mostró algunas canciones que terminaron por cautivarlo. Mauri, en ese entonces, era baterista de Diva y su talento como productor se empezaba a notar cada vez más. “Fue el primero que grabó temas de Villa y empezó a darle forma y proponer una estructura en aquel mini home studio que tenía en ese tiempo”, manifiesta Karim.

La incorporación de Fede Wagener con el bajo fue natural: compartía casa y amistad con Miky, entonces la conversación fue fluida desde el principio. Miki Napout se declaró el primer guitarrista oficial de la banda. Con esa formación nació Villagrán Bolaños y las primeras canciones fueron Señorita y De vos es fácil. Y si hay algo que nos dio curiosidad es aquella primera denominación. “El nombre nace como un juego, en referencia a los actores mexicanos Carlos Villagrán y Roberto Gómez Bolaños”, cuenta Karim. “Y jugábamos con el personaje, siempre decíamos que éramos los músicos de Villagrán Bolaños, que no se presentaba esa noche pero que íbamos a tratar de presentar los temas”, recuerda. Y bromea: “Usábamos inteligencia artificial de forma analógica”.

Karim Manzur, guitarra y voces. Fotografía: Javier Valdez.

El proceso creativo siempre tuvo que ver con lo lúdico, con la imaginación de mundos posibles. Y sucede lo mismo con Villagrán, ahora. “Eso es lo que hace que no nos encasillemos; la banda fue un espíritu que nos adoptó y nosotros supimos aportar para que crezca desde lo colectivo”, plantea Miki Napout. Cada canción, arreglo y composición se nutre de ese fluir creativo y al mismo tiempo aporta. “Trabajamos sin ego, traemos una idea, se pone sobre la mesa y se vuelve grupal. Todos pueden meter mano, opinar y expresarse al respecto”, remarca el guitarrista.

Las influencias son muy variadas, pero con intersecciones comunes. Influye en ellos el gusto personal de cada uno, pero también lo que consideran que les atraviesa como grupo. Mencionan, sobre todo, a los “clásicos latinoamericanos”: Catupecu Machu, Café Tacuba, Soda Stereo, Molotov, Charly García. “Pero si le preguntás a cada uno, seguramente vas a encontrar desde la cachaca más piru hasta lo más sofisticado de Europa; ¡hay de todo”, retrata Miki.

Distintos caminos dan distintos resultados

A partir de estas exploraciones, sacaron su primer disco de estudio, en 2012, La Fiesta del Caos. Con un ritmo que recuerda por momentos al ska, por otros al rock y también beats latinos, debutaron con una lista de temas que generó un gran impacto. La lírica transita la crítica y ofrece un retrato casi paisajista de la urbanidad paraguaya en un momento político bastante complejo. La canción Se vienen los zombies es un claro ejemplo de esta crítica no solo a la clase política, sino también a la ciudadanía adormecida. La frase célebre y más recordada fue: “Hasta se vino un sacerdote y ahora se viene un narco”. Para los músicos, esto era lo que se respiraba en la calle.

Miky González Merlo, guitarra y voces. Fotografía: Javier Valdez.

“No fue con un objetivo, simplemente era lo que se vivía. Conectamos mucho con lo que sucede en el momento, y el lugar donde vivimos forma parte de la inspiración”, plantea Miki Napout. Y sigue: “Abrir el diario y enterarte de lo que pasa te mueve inevitablemente a bajar en la lírica”. Si bien no consideran que estas letras más políticas sean fundamentales a la hora de definir la banda, la inquietud se mantiene.

Si en algún lugar podemos ver la influencia de los mexicanos Molotov, es en los dos primeros discos. En 2014 lanzaron El Ritmo Subtropical, con la producción del argentino El Chávez. La canción Vendrás, con una base que recuerda ritmos de música tradicional paraguaya, es una verdadera joya, y Sonrisa imprime un magnetismo que hace que sin dudas sea un hit para los amantes de la banda. Además, reversionan y mejoran Reguestone, tema también presente en el primer álbum. Las letras con una visión más crítica de la realidad son No se puede comprar y Mi gente.

“Yo solo quiero que tiemble el piso”, es la primera frase del primer tema del siguiente disco, Sonidos Siderales, lanzado en 2017. Y lo lograron. En este álbum, el grupo se aleja de las sonoridades tropicales y se acerca a un estilo más desenfadado, pero más maduro, con exploraciones completamente distintas, marcadas por el uso de sintetizadores y una mayor presencia de las bases.

Deseosos de registrar la energía de tocar en vivo, lanzaron Caos Subtropical en 2016, con sus canciones más tocadas, y repitieron la experiencia en 2018, con su presentación en un festival de rock nacional.

Miki Napout, guitarra y voces. Fotografía: Javier Valdez.

Un juego en cada canción

Los Villagrán definen su sonido como un juego. “Vale todo, cada tema tiene sus propias reglas, vamos creando la historia, decidimos qué transmitir y cómo queremos que llegue esa energía a la gente”, cuenta Miky González Merlo. “Ya nos entendemos, sabemos cómo funciona hacer música juntos. Da gusto y creo que por eso seguimos con el proyecto”, agrega.

Y quienes no estamos en el escenario podemos sentirlo. En cada presentación, los Villagrán buscan siempre ofrecer lo mejor. Hay días en que están más concentrados, mientras que en otros son más sueltos. “Los shows grandes o festivales sí nos ponen en un espacio mental más desafiante, porque es una oportunidad importante para mostrar algo; se siente otra emoción cuando tiembla el piso”, explica Mauri. 

Eso sí, cada uno tiene su canción favorita, esa que cuando la tocan se le pone la piel de gallina. “Hay un combo de temas que la rompen”, dice Miky. “Con Señorita prácticamente hacemos una peña, el público nomás ya canta. Lo mismo con El ritmo subtropical, Sonrisa, Reguestone y Vibración”, agrega. Son varias las composiciones que tienen mucha fuerza juntos. Para Miky, es positivo que un puñado de tracks sean más populares: “Creo que una banda que tiene solo un hitazo puede ser limitante”.

Maxi Bonnin, teclados, sintetizadores y voces. Fotografía: Javier Valdez.

Según Mauri, uno de los momentos más importantes del grupo fue cuando salió Sonrisa, con un video animado. “Generó muchas cosas y se sintió que caló hondo en la escena, pero sobre todo generó un impacto en nosotros y nos dio un montón de oportunidades para crecer”, agrega el baterista.

Música para conectar

“La principal característica que tiene Villagrán es la confianza, creer en nosotros mismos, en lo que hacemos y en lo que queremos”, manifiesta Karim. Y agrega: “A veces, al proyectar, las cosas se desordenan en el camino, pero un punto clave es la constancia”. Con tantos años de hacer música juntos, los integrantes tienen opiniones dispares, aunque siempre respetadas. “Al final, el objetivo es hacernos bien, para que la gente vea que a nosotros nos hace bien”,  afirma.

Otra cuestión clave es la alegría y la conexión con la gente en los shows. “Nunca quisimos desestimar ningún encuentro, hasta hoy no tenemos problemas en ir a tocar a ningún lugar, queremos que la gente sienta que estamos cerca, no solamente en grandes festivales”, agrega Karim. 

Mauri Román, batería y voces.

Un renacimiento

En la pandemia se tuvieron que separar, pero el tiempo solo les llevó a darse cuenta de que se tenían que volver a juntar, porque en una docena de años también cultivaron amistad y se volvieron como una familia. Y en ese momento se dio la salida de Fede y la incorporación de Maxi, el integrante más joven del grupo.

“Cuando llegó la hora de contar una historia, el sentimiento era que todavía podíamos hacer un buen disco, seis años después del último”, asegura Mauri. El primer impulso vino de la mano de Miky González Merlo, y eso, inevitablemente, los llevó a volver a encontrarse en el estudio, como antes, y dedicar una parte considerable del tiempo a experimentar y jugar. “Así logramos reconectarnos, nos trajo como una onda retro a la memoria; Fede también grabó con nosotros y estaba Chávez como productor”, recuerda Mauri. El reencuentro también fue el descubrimiento de una nueva esencia.

Así se iba trabajando la dinámica creativa de la banda, que también refrescó la sonoridad. La incorporación de Maxi se dio en este contexto y de forma orgánica, ya que trabaja en el estudio de Mauri. “Buscábamos a alguien, pero en realidad siempre estuvo ahí”, comenta Miky entre risas. Los Villagrán querían reemplazar el espacio que dejaba Fede, pero se encontraron con un sonido distinto y una identidad renovada.

“Yo me fui con teclado y sintetizadores, no pensando en las líneas de bajo ni en cubrir un espacio. Llegué con la idea de crear algo nuevo, más o menos distinto. Empezamos a tocar y pegaron ciertas cosas. Cada vez empezamos a sentir más que iba a estar bueno cubrir los graves con teclados”, explica Maxi. En la prueba de sonido para un show que tuvieron el año pasado, “se acomodó todo”. “Al momento de grabar siempre aparecía como un comodín. En lo que hacía falta, estaba ahí”, agrega.

Maxi, Karim y Miki. Fotografía: Javier Valdez.

Y esa sensación se repitió con todos. “Cuando escuchamos el disco, no sabíamos quién grabó qué parte. Ahora que ensayamos, volvemos a sacar y desmembrar las canciones porque todos hicimos de todo”, sostiene Miky. Eso también le da otro aire al proyecto. 

Un factor no menor es que ahora Mauri también empezó a participar en el proceso creativo de la lírica. “Eso influye muchísimo en las ideas, la forma de cantar, la métrica. Hace que podamos escaparnos de repetirnos, salir del preset”, agrega Miky. 

Así, fueron entendiendo la nueva dinámica creativa de la banda. Se generó un nuevo sonido, más bailable, medio funk, que es lo que caracteriza al nuevo disco, titulado Villagrán. Un distintivo invariable es la voz de Miky, uno de los elementos que más identifican al grupo. “En esta nueva canción se siente como que seguimos vivos o que renacimos, porque te dice que inclusive nos enterraron y empujamos el suelo porque nos seguimos moviendo”, afirma Mauri.

“Partes cruciales de nuestro concepto artístico eran el experimento y el juego, esa esencia se mantiene”, plantea Miki Napout. “Vamos por todos lados a buscar a nuestra manera lo que tenemos ganas de hacer, entonces eso también está muy presente siempre como un gran hilo conductor”, añade.

“El experimento siempre estuvo, va a seguir y es lo que más nos gusta. Sería aburrido que una banda como nosotros se pusiera a repetir la misma fórmula para siempre, nunca se trató de eso. Sería terrible, ojalá que no pase nunca”, enfatiza Napout.

Mauri y Miky. Fotografía: Javier Valdez.

Villagrán será un disco bailable, un concepto que también se asomó en los discos anteriores, pero no termina de apropiarse de toda la propuesta. “Es un bichito que siempre estuvo picándonos y nosotros no le hicimos tanto caso”, dice Napout.

Si algo nos queda claro es el compromiso de los Villagrán con la búsqueda constante de nuevas formas de expresión y su voluntad de evolucionar. Con este disco bailable que disfrutaremos en 2024, abrazan su propia esencia y buscan nuevas fórmulas para seguir creando, con la promesa firme de sorprendernos con música fresca y auténtica.


Lo que se viene

Ya escuchamos el primer sencillo del nuevo disco, Mega high. El single busca ser un reflejo de esta nueva era: mientras la base es un beat noventoso, hay una trompeta que dibuja melodías; sintetizadores y riffs en loop se inmiscuyen en las distintas capas de la canción. El mix es de El Chávez y el material fue masterizado por Andrés Mayo. Además, tuvieron la colaboración de Jonathan Piñeiro en la trompeta. Antes de que termine el año, lanzarán más temas y el nuevo disco, Villagrán, se presentará en el primer semestre del 2024.


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