Nota de tapa

Alquimistas del barro

Arte ancestral en manos contemporáneas

De tierra a barro, de barro a arcilla y de arcilla a cerámica: alquimia de la más simple. En esta edición presentamos a tres ceramistas que, desde su trabajo, nos muestran nuevas perspectivas de un arte antiguo. Su dedicación se refleja en cada pieza para transmitir un sentido de autenticidad y conexión con nuestras raíces, y nos invitan, incluso, a reimaginar estas técnicas ancestrales.

Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte: Gaby García Doldán. Dirección de producción: Betha Achón. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez.

En un mundo impulsado por la tecnología y la producción en masa, hay una técnica ancestral que se mantiene firme, desafiante al paso del tiempo: la cerámica. Desde los albores de la civilización —me atrevo a afirmar que antes de los principios de la escritura—, las y los ceramistas han moldeado y transformado el barro en obras de arte, piezas funcionales y expresiones de la creatividad humana.

En un taller lleno de polvo y torno, dan vida al material más humilde que se transforma en algo sublime bajo sus hábiles manos. Cada pieza es única: lleva consigo la impronta del artista y un vínculo directo con la historia comunitaria, la cultura heredada y las expresiones artísticas de cada creador. Trazos, texturas y colores transmiten emociones que solo el lenguaje de la arcilla puede expresar.

En este diverso mundo se gesta una revolución creativa impulsada por un grupo de artesanas jóvenes que exploran el oficio desde distintos ángulos. En esta edición invitamos a tres exponentes para conocer mejor sus procesos y la vocación para vivir de la cerámica (aunque sea parcialmente).

Estas alquimistas apuestan por la recuperación de sabidurías ancestrales y el sentido de comunidad, o se animan a explorar nuevas técnicas, estilos y temáticas para capturar la atención de quienes tenemos la suerte de contemplar sus creaciones.

Inspiración atávica

La primera de ellas es Leila Buffa. Nos recibió en Ogaraity, un espacio que, además de ser una vivienda comunitaria vertical —porque tiene varios pisos, no porque se organicen de esa forma—, es su taller. Allí también hornea piezas propias y ajenas.

La escuela secundaria fue el primer espacio donde pudo explorar el barro, y en 2013 retomó una pasión, que ya sabía presente, en un taller de cerámica: “Desde entonces fue un viaje de ida”. Hoy ya hace más de 10 años que se dedica a ella y forma a una nueva generación de exploradores de este material.

Su taller está lleno de libros relacionados y a esta literatura la salpican otros temas. Llama la atención un ejemplar hojeado de relatos tradicionales del pueblo Ayoreo. No es casualidad: su inspiración son los diseños ancestrales, sobre todo la cerámica prehispánica. “Sus bellas formas y funciones tenían siempre una intención generalmente ligada al ritual y lo sagrado. Eso me inspira a crear objetos utilitarios que tengan la capacidad de ritualizar actos cotidianos o crear belleza según su utilidad”, nos cuenta.

Leila Buffa.

Ella utiliza los cuatro elementos de principio a fin. Inicia con la tierra, un material añejo que surge de un proceso de miles de años. “Trabajo con varios tipos, pero principalmente con materia prima de Areguá, que es una mezcla de ñai’ũ (barro negro) con caolín (arcilla blanca)”, explica. Pero su práctica no queda allí, pues también experimenta con extracciones de material natural que encuentra en diferentes paisajes.

Para que la arcilla pueda trabajarse, debe contener un porcentaje de agua, el segundo elemento esencial para modelar. “La pasta arcillosa se mezcla con chamote (un antiplástico que suele ser polvo de cerámica rota o de ladrillo)”, indica y aclara que “eso hace que sea más fácil para el trabajo manual”.

“Luego modelo a mano en un proceso lento, las dejo orear, y antes de que se sequen por completo les hago el bruñido, una técnica ancestral que consiste en frotar la pieza con piedra lisa para que pierda su porosidad y refleje la luz”, agrega.

Luego interviene el tercer elemento, el aire, que seca la pieza por completo antes de entrar a cocerse. Aquí, el fuego transforma la arcilla en cerámica. “Horneo todas mis piezas con madera rescatada en un horno de tiro directo, en un proceso de quema de aproximadamente cuatro horas”, destaca. El último paso es aplicar cera de abejas a sus obras ya terminadas para protegerlas e impermeabilizarlas.

En cuanto a técnicas, Leila apuesta por lo tradicional: modelado a mano (pellizco, colombín, planchas, etcétera), bruñido, quema a leña y ahumados o reducción. “No utilizo esmaltes ni máquinas, trato siempre de usar lo que me da el entorno”, resalta.

Le gustan los tonos naturales de la arcilla horneada a leña y los ahumados con diferentes materiales orgánicos secos que ennegrecen y manchan el material. “También agrego detalles con óxidos naturales, principalmente distintos tonos de rojo”, explica.

El reto de Leila está en su ejercicio docente: “Enseñar me desafía y enseña mucho acerca de mis procesos y mi relación con el oficio, el entorno, el material y con el otro”. Y agrega: “Traspasar estos conocimientos ancestrales de manera responsable y respetuosa es desafiante y, a la vez, hermoso”.

Justamente ese rol de hacer comunidad también se ve reflejado en sus redes sociales. “Son una herramienta importante para compartir mi trabajo; desde ahí suelo recibir pedidos, y también difundimos talleres o encuentros”, precisa.

El proceso creativo es muy distinto según la pieza. Claro, depende de su tamaño y complejidad, pero Leila aclara que el factor tiempo es fundamental: “Si no tengo apuro, podría trabajar por varias semanas en una sola obra”.

Hay una magia del pasado en las ollas de barro que nos conecta con técnicas de cocción antiguas. Su diseño y material permiten una preparación culinaria lenta y uniforme, lo que realza los sabores y conserva la humedad de los alimentos. No es de extrañar que crear el primero de estos cuencos haya significado un antes y un después para Leila, pues adquirió una comprensión más abarcadora de su quehacer: “Aprender a hacerla cambió mi relación con el oficio, me llevó a conectar con técnicas ancestrales, la cerámica guaraní y gracias a esa pieza aprendí a trabajar con fuego”.

La mayoría de las veces utiliza un horno a leña de tiro directo para el horneado de sus obras, pero también deja la puerta abierta a la experimentación con otros tipos de “quema” alternativas con diferentes combustibles. Dos ejemplos son carbón y bosta.

Leila Buffa.

Lo más significativo es estar presente, vivir el proceso, “concretar ideas, trabajar con las manos, generar comunidad y, sobre todo, ser una eterna aprendiz”.

La arcilla es un material no renovable y muchas veces sobreexplotado, y es algo que intenta difundir. Un consejo que siempre deja a quienes están entrando al mundo del barro es “que aprendan a reconocer la materia prima en su estado natural y los legados de las culturas antiguas de nuestro territorio”.

Conexión emocional, pasos y simbologías

Tania Mazó es parte de la comunidad de ceramistas que frecuenta Ogaraity. Además, es amiga cercana de Leila y juntas atravesaron varios procesos, entre ellos la pasión por la cerámica precolombina. Si bien en técnica se parecen, la inspiración es muy distinta.

“Mis creaciones se tratan de conexiones emocionales, mi trabajo con la cerámica intenta plasmar las simbologías del proceso que vivo”, comienza a relatar Tania. Y agrega: “Siempre digo que las simbologías son narrativas sin aceleración, lo que ‘queda’ de una situación busco dejar en mis piezas”.

Podemos deducir que sus obras tienen una impronta muy personal. El desarrollo comienza con su propia experiencia; allí encuentra su fuerza creativa. Tania afirma que el primer paso es el autoconocimiento. Y luego viene una larga etapa de conceptualización: “Canalizo la fijación por cada tema de mi vida y luego voy haciendo conexiones interdisciplinarias, busco cómo un lenguaje emocional se puede plasmar en varias disciplinas; escribo un texto de concepto, luego dibujo o boceto la idea y recién después la hago”.

La semiótica también influye al momento de elegir texturas. Siempre dentro del marco de la técnica precolombina, utiliza óxidos que tienen una gama finita de colores. “Lo lindo es que la cerámicaa la leña da tonalidades cambiantes por el fuego, es más una impronta de la técnica, eso la hace muy especial. Decimos: ‘Salió como tenía que ser’, pero si voy a trabajar algo específico, busco que el color denote algo”, comenta.

Trabajar texturas también involucra un criterio muy personal: “Más allá de lo que hace el fuego, uso fibras capilares propias, es mi cabello el que le da textura a mis obras, y eso hace que sea más íntimo también”.

Tania Mazó.

“Empecé por la paz que me daba, pero creo que en un punto, cuando te dedicás a esto, te ponés niveles de exigencia que van sacándole un poco esa templanza”, nos confiesa. Es que para Tania, las expectativas presentan uno de los desafíos más importantes de su labor, pues la cerámica (especialmente esta técnica) es impredecible y muchas piezas no salen como esperaba o se rompen. “Creo que te enseña desapego”, reflexiona.

Si bien trabaja de forma solitaria y crea de noche en una “tranquilidad absoluta”, encuentra comunidad en el oficio. “Las quemas son un momento de compartir, nunca llenás un horno vos sola. Preguntás, intimás mucho durante esas horas al fuego. Creo que lo que más me gusta es la memoria comunitaria antigua que se activa”, afirma.

Y esta comunidad también articula su trabajo con sus redes sociales. Además de comercializar y difundir sus talleres, es allí donde encuentra la validación de la gente: “Es lindo ver comentarios en ciertas obras o cuántas personas comparten tu trabajo. Se volvió un vínculo de apoyo al trabajo artístico”.

Desde el 2017 que el barro es uno de sus ingresos principales. Cuando estudiaba en el Instituto Superior de Artes (ISA), le ofrecieron su primer trabajo en el área, para enseñar en un taller. Antes, lo que hacía no se relacionaba en absoluto con la creatividad: era empleada bancaria. Llegar a la cerámica también fue una forma de conocerse a ella misma y aprender a ser paciente: “Es entender y respetar los ritmos orgánicos, es saber que no podés apurar algo, es la naturaleza misma”.

Tania Mazó.

Colores y texturas en evolución

Macarena Ibarra (o Juanis, como muchos la conocemos debido a una cuenta en Facebook que ya no existe) es una persona por de más colorida. Y es lo que se ve en su obra. Su trabajo difiere de las dos exponentes anteriores sobre todo por el uso del color y lo absurdo, pero encuentra un punto de inflexión en el desarrollo de su creación.

“Inconscientemente hay un reflejo en mis piezas del momento en el que estoy emocionalmente, es como un canal donde terminan los procesos personales de mi vida, buenos y malos. Por eso, a veces, siento que ahí se va un pedazo mío”, nos confía.

“Soy una entusiasta de la belleza en lo cotidiano y en lo absurdo también”, dice. Y sus obras lo demuestran, desde un piano más chiquito que un limón Tahití hasta un jarrón con cara y ojos de flor, sus piezas tienen algo en común: el juego y un desenfadado desafío hacia el deber ser.

Su proceso es complejo y cambiante, pero generalmente empieza en el boceto. “Craneo sobre papel lo que quiero hacer o tengo notas de ideas, lo paso en blanco en mi cabeza mientras me organizo o amaso la arcilla para trabajar”, relata. La primera parte es un conjunto de técnicas: usa un torno o modela manualmente. Le siguen días de agregar detalles y secado, una jornada de cocción en un horno eléctrico, pintura (en este punto a veces replantea lo que quiere hacer), esmaltado y otro día más de horneado.

Se define a sí misma como ceramista experimental. Según cada proyecto, descubre colores y texturas nuevas que repite cuando le agrada el resultado. “Con el tiempo aprendí qué esmaltes y colores me gustan más con cada tipo de arcilla”, aclara.

“La cerámica no conoce de tiempos exactos, porque para empezar está condicionada por varios factores, hasta por la humedad del aire”, comenta y añade: “Me di cuenta de que no se puede apurar a la arcilla y que cada proyecto tiene necesidades diferentes”.

Lleva más de 15 años de conocer a la cerámica. Su primer acercamiento se dio en el colegio, ya que cursaba un bachillerato orientado a artes en Posadas (Misiones, Argentina), su ciudad natal. Pero recién empezó a ver el oficio con otros ojos unos años después, cuando Rossana Rinaldi, una talentosa ceramista del país vecino, la invitó a su taller y se volvió su maestra: “Con ella aprendí a ver la cerámica como una herramienta que me ayudó muchas veces en mi vida, al punto que decidí elegirla como mi oficio”.

Macarena Ibarra.

Recién hace unos ocho años creó piezas para vender, como un ingreso extra. Y le tomó cinco más entender que debía dedicarse a su pasión, a la que hoy apuesta al 100 %, aunque eventualmente acepta comisiones de ilustraciones. Así nació Juana de Barro.

En ese contexto, un gran desafío es mantenerse organizada: “Me cuesta muchísimo, porque hago todo sola: comprar insumos, producir —que ya es demandante de por sí — fotos, redes, e-mails, ventas, packaging, ferias. Con el tiempo mejoro, pero es un desafío personal constante hacer malabares las 24 horas entre mi trabajo y mi vida”.

Sus redes forman parte de su trabajo. Macarena busca que sean un portafolio de su obra y sus procesos. “Trabajo en mi casa y hay mucho de mi vida entre líneas: mis animales, hábitos, lo que escucho, hasta mi desorden a veces”, explica. “Yo hago todos los registros con mi cámara o celular. Es divertido aunque no esté ni cerca de realizarlo ‘correctamente’. Disfruto hacer fotos desde adolescente, ser autodidacta me ayudó”.

Para Juanis, dedicarse a lo que le gusta ya es una ganancia en sí misma. “En general valoro y agradezco la fortuna de hacer algo que disfruto en el día a día, es un montón para mí porque trabajo desde chica e hice de todo un poco para vivir”, detalla.

¿El consejo para quien se anime a poner las manos en la masa? Que se arme de paciencia y se anime a experimentar, sin presionarse a hacer las cosas perfectas a la primera. “Parece un cliché decirte que es una cuestión de práctica, pero es así”, finaliza.

Macarena Ibarra.

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