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Hospedaje para insectos

Un hotel para la continuidad de la vida

El trauma producido por los incendios forestales de setiembre y octubre de 2020 hizo surgir la idea de ayudar a la madre naturaleza a recuperarse del desastre. De la mano del trabajo comunitario y con clara conciencia ecológica, un grupo de personas ayuda a dar continuidad a la vida al construir un espacio que fomenta la proliferación de insectos polinizadores, que con el tiempo lograrán la recuperación de la vegetación perdida.

Texto y fotos de Fernando Franceschelli.

Los incendios forestales que se dieron en el Paraguay en general, y en zonas de la reserva natural Cerro Kõi de Areguá en particular, se multiplicaron rápidamente. La debacle causó la destrucción de inmensas extensiones de vegetación nativa, lo cual sirvió como marco para el trabajo comunitario de los aregüeños que buscaron, rápidamente, una manera de salvaguardar los recursos naturales que todavía quedan.

La idea surgió de Magalí Casartelli, una mamá comprometida con la comunidad. El apoyo fue inmediato de parte de la comunidad de padres, madres y docentes de la escuela comunitaria Kunumi Arete y de la organización alemana Asociación Staufen-Paraguay, quienes decidieron apostar a un proyecto que protegiera a los insectos polinizadores y así ayudar a la renovación del bosque nativo destruido en los incendios.

Magalí Casartelli.

La céntrica esquina de Mariscal Estigarribia y Domingo Martínez de Irala, de Areguá —a metros de la base de la loma donde se ubica la iglesia de la ciudad y frente a las populares letras corpóreas que los turistas utilizan para sacarse fotos para el recuerdo— es un lugar que hasta hace poco estaba abandonado y muy apropiado para el descuido y la acumulación de basura. Ese fue el sitio elegido para materializar la idea que desde el pasado 3 de julio se convirtió en una parada amigable para quienes transitan por allí.

Según Magalí, la idea surgió de la posibilidad de ayudar a la naturaleza a regenerarse, de darle un pequeño empujón al interminable proceso de renovación cada vez más vulnerado por el avance humano sobre la naturaleza y el consecuente cambio climático.

¿Por qué un hotel de insectos?

Uno de los principales problemas que afectan a las comunidades de insectos, no solo en nuestro país sino en el mundo entero, es la pérdida de espacio vital en el que nidifican, para asegurar su reproducción y la continuidad de cada familia y especie. Esto se traduce en una alarmante disminución de sus poblaciones. La generación de espacios artificiales —que no suplen lo generado en la naturaleza, pero emulan los intersticios, recovecos y texturas que se dan naturalmente para albergar a una enorme cantidad de vida— ayuda. Así se atrae y alberga a los insectos polinizadores y se transporta el polen de la parte masculina de una flor a la femenina de otra, para lograr fecundar la planta.

El hotel representa una forma de reducir nuestro impacto sobre los insectos, necesarios para la regeneración de los bosques y también para la producción de vegetales cultivados como alimento; por lo tanto, fundamentales para nuestra supervivencia.

La presencia de estos pequeños seres mejora sustancialmente la producción de los cultivos de alimentos, pero más allá de los beneficios ecológicos que genera, los hoteles para polinizadores son también perfectos para quienes quieran observarlos, en especial los niños, de modo que sean testigos de primera mano de cómo viven sus minihuéspedes y de paso para acercarlos más a la naturaleza y al entendimiento de su importancia en el buen funcionamiento de los diferentes ecosistemas. Así, esta propuesta es útil material y conceptualmente, dado el rol concientizador que promueve.

¿Cómo se construyó?

Después del nacimiento de la idea, fue necesario ver la manera de materializarla. Para ello, Magalí consultó con gente conocida y también en internet, donde abunda información sobre el tema. Con el dinero conseguido de donaciones, fue posible construir la estructura metálica del hotel y lo que contiene es un reju nte de maderas trabajadas de descarte, ramas, cortezas y tacuaras. También, algunos trozos de cartón corrugado y piedras. Todo esto fue conseguido entre todos los voluntarios del proyecto.

El hotel está en medio de un pequeño jardín de flores diversas. Frente al conjunto se preparó una vereda que también contiene rodajas de troncos y piedras que funcionan como marco de la estructura principal y de paso facilitan el paso de los peatones.

El trabajo se llevó a cabo con la colaboración de la misma comunidad de la escuela aregüeña que funciona exactamente detrás del pequeño hotel, y lo que entre todos no pudieron pagar con el dinero donado, se completó con su propio trabajo voluntario.

Qué tener en cuenta si te interesa construir un hotel similar

Un hotel para insectos polinizadores debe estar ubicado a una altura de más o menos un metro y medio, separado del suelo, con la orientación adecuada para el mejor aprovechamiento de la luz del sol, ya que uno de los principales huéspedes del hotel —la abeja— necesita calentarse para subsistir, pues no puede regular su temperatura.

Algunos están también cubiertos con una tela metálica, a fin de que las aves insectívoras no ingresen y acaben con los huéspedes. Es necesario que se ubiquen en entornos con flores para atraer a los insectos y así ayudar a su supervivencia. Por último, es importante cuidar que dentro del hotel, los materiales no se descompongan, pues pueden generar hongos potencialmente letales para los bichitos, como arañas, avispas y mariquitas. También atraen diversas especies de hormigas, mariposas y escarabajos.

Según Julia Pineda, profesora de Ciencias Naturales de la escuela y también colaboradora en la construcción, a poco más de un mes de terminada, la obra ya presenta actividad y es posible observar en ella huevos de insectos, lo que demuestra su efectividad. Comenta que junto a sus alumnos ya observaron la presencia de insectos polinizadores y también de hormigas y arañas que dan la pauta de la activación biológica del espacio. Julia asegura que todo esto ha servido para romper la barrera del miedo y entender que los insectos no son malos.

El proyecto, que en todo su conjunto no cubre más de ocho metros cuadrados de superficie de la ciudad, significó un buen motivo de movilización para estos aregüeños. Es interesante reflexionar sobre el punto de que, si se consideran sus dimensiones, no parece una propuesta de gran envergadura. Sin embargo, si tomamos en cuenta el hecho de que un espacio así sirve para la preservación y reproducción del eslabón fundamental en la generación de alimentos para nuestra especie, se trata de algo de relevancia monumental y de un valor incalculable para todos los habitantes del planeta. Por eso, la próxima vez que se disponga a fumigar algún rincón con el tarro de veneno en aerosol que tenga más a mano, mejor piénselo dos veces y recuerde el ejemplo del hotel de insectos polinizadores de Areguá.

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