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Promoción 2020

El final de la escuela secundaria que no fue

Sin saberlo, miles de estudiantes de último año tuvieron su último día de colegio en marzo. Preguntamos a distintos alumnos de la promoción 2020 cómo se preparan para la universidad o el trabajo, con pocas posibilidades de celebrar, ver amigos o despedirse de sus compañeros y compañeras.

Camila tiene 17 años y cursa el bachillerato de Electromecánica en el Colegio Técnico Nacional. Recuerda su Último Primer Día (UPD) con mucho cariño. Se juntó con sus compañeros en una plaza y salieron hacia la institución en caravana, por especialidad. A partir de ahí todo acontece en cámara lenta: los saltos, los cánticos, la fiesta, las fotos, las caras sucias, las bengalas.

Unas horas antes, a las 7.00 de la mañana, hicieron un acto simbólico en el que los estudiantes se vistieron de negro y se amontonaron alrededor de un compañero que estaba acostado sobre una mesa, con un cartel que decía: «Educación técnica” y simbolizaba la muerte de la educación. Con ese acto anticiparon lo que se venía unos días más tarde. El último año del colegio es un tiempo importante para muchos chicos y chicas.

Algunos esperan ansiosos ser los más grandes de la escuela para ser mimados por los profesores que los vieron crecer, otros se percatan de que se les acaba el tiempo para todo lo que no hicieron y comienzan a unirse a equipos de fútbol o handball, talleres artísticos, ferias u olimpiadas. Lo cierto es que para las promociones 2020, el coronavirus fue una fuerte introducción a la edad adulta y ahora muchos adolescentes están teniendo un curso intensivo sobre lo que significa sobrevivir.

Antes de alcanzar la mayoría de edad para votar, la crisis pone a prueba los principios de buena ciudadanía diariamente. Toda una generación de estudiantes pasó de tener que pedir permiso para usar el baño a saber que cualquier acción irresponsable de su parte podría tener impactos significativos en la salud de otras personas. Con tanta tragedia a la orden del día cada mañana, a las promociones 2020 se les arrebató hasta el privilegio de llorar por su último año de secundaria.

Lo cierto es que para las promociones 2020, el coronavirus fue una fuerte introducción a la edad adulta. Fotos: Fernando Franceschelli

Con la escuela cerrada, la graduación cancelada y el viaje de egresados en espera, el brote de coronavirus obligó a muchos chicos y chicas a crecer mucho más rápido de lo esperado. Ya sea que practiquen el aislamiento, atraviesen dinámicas familiares difíciles o naveguen por modos de educación a distancia, los jóvenes están cumpliendo nuestras nuevas obligaciones con la salud pública mientras lamentan la promesa de un semestre de primavera que nunca llegó.

Horacio está en el último año de Ciencias Básicas en el colegio Cristo Rey y cuenta que tenía ganas de sentir lo que era ser el más grande de la institución. Llegar a ese momento en que los profesores forjan vínculos más personales con los alumnos porque saben que se están despidiendo, de a poco. “Mi hermano es un año mayor y me contó que los profesores se muestran mucho más como amigos que antes, te hablan sobre su vida, te preguntan sobre la tuya para ayudarte, dan consejos de la facultad porque muchos también enseñan ahí. Eso es lo que más voy a extrañar”, expresa.

Con la escuela cerrada, la graduación cancelada y el viaje de egresados en espera, el brote de coronavirus obligó a muchos chicos y chicas a crecer mucho más rápido de lo esperado.

La población joven-adulta, que habitualmente atraviesa por los dolores del crecimiento, ahora tiene mucho tiempo libre para soñar despierta sobre lo que podría haber sido y no fue. “Principalmente, lo que extraño es pasar el rato con mis amigos. En mi curso tengo como tres o cuatro grupos cercanos y siempre después del colegio nos veíamos, ahora no hacemos más eso. Pienso que perdimos muchísimas cosas, siento que nos estamos distanciando más, ya casi no hablamos”, refl xiona Ana, del Colegio Nacional E.M.D Gral. Pablo L. Ávila.

Aunque las clases pueden ser divertidas, hay toda una experiencia extracurricular muy típica del último año de colegio que transcurre por fuera de las instituciones: las salidas, los asados, los encuentros entre compañeros después de clases. A Eduardo, que también cursa Básicas en el Cristo Rey, le hacían mucha ilusión las colaciones. “En diciembre de 2019 alcancé a ir a algunas y realmente son muy divertidas. Conocí gente de otros colegios, vas con tus amigos. Es un mes donde por semanas tenés dos o tres fiestas: martes y jueves, lunes y miércoles, y así. Tus papás te quieren matar”, dice entre risas.

La población joven-adulta, que habitualmente atraviesa por los dolores del crecimiento, ahora tiene mucho tiempo libre para soñar despierta sobre lo que podría haber sido y no fue. Fotos: Fernando Franceschelli

Aprender enseñando

Al mismo tiempo, varios estudiantes lidian con una mezcla de pérdida, aburrimiento y frustración. Según cuenta Ivonne, alumna de Ciencias Básicas, extraña una rutina que no le parecía demasiado extraordinaria, pero ahora siente que era “lo más lindo del mundo”. “Me despertaba muy temprano, me preparaba rápido e iba corriendo al colegio. Estaba hasta las 12.45; cuando tenía doble jornada, hasta las 16.00. A veces iba a lo de mi abuela y después a casa”, explica.

Además, Ivonne agrega que le servía estudiar con sus compañeros y compañeras, comparar tareas. Horacio coincide sobre este punto, y menciona que extraña mucho el trato con los profesores en las aulas porque por las plataformas es más difícil entender las materias de las ciencias exactas (Matemática o Física). “De repente siento que estamos muy solos a la hora de hacer las tareas, los trabajos. Antes nos juntábamos para hacer la ficha de Matemática. Si no entendías, nos ayudábamos, y así también el que ayuda aprende enseñando. Eso se perdió”, sigue.

Eduardo, por su parte, opina que la presencialidad es mejor porque la etapa de la secundaria va más allá de la educación. “Creo que en el colegio aprendés a trabajar en equipo, a relacionarte con tus pares, muchos valores. Te formás como persona; si falta eso, tu relacionamiento con el otro va a ser más difícil”, considera. Además de los grandes eventos como la graduación, los jóvenes sienten mucho la cancelación de las actividades en las que vieron participar a compañeros y hermanos mayores.

De repente siento que estamos muy solos a la hora de hacer las tareas, los trabajos. Antes nos juntábamos para hacer la ficha de Matemática. Si no entendías, nos ayudábamos, y así también el que ayuda aprende enseñando. Eso se perdió.

Horacio, alumno del Cristo Rey.

En cada colegio las tradiciones para los alumnos que se reciben son diferentes: festivales de rock, intercolegiales, playbacks, obras de teatro, exas (competencias de fútbol, handball, básquetbol y vóley), mujeres invitan, el Día de las Rosas; siempre hay alguna. Por eso, la semana más dura para los chicos fue la del 27 de abril, cuando Mario Abdo Benítez anunció la postergación de clases presenciales hasta diciembre como medida para prevenir la propagación del covid-19. De alguna manera, la promoción 2020 sabe que esta historia la contarán a sus hijos y nietos.

En Paraguay, el 81% de los niños y adolescentes de cinco a 17 años en edad escolar no cuentan con conexión a internet en las viviendas, según los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (2019). Fotos: Fernando Franceschelli

Las barreras de la virtualidad

Algunos colegios ya venían equipados en estrategias educativas cruzadas con tecnología, eso permitió que la transición a la virtualidad fuera menos agresiva. Así lo describen las mellizas Roxy y Lucía, que están en el bachillerato con énfasis en Sociales en el Colegio del Sol: “Nuestro centro educativo está muy bien organizado. Las primeras semanas eran difíciles porque tenías que organizarte. Antes de la cuarentena ya teníamos un mail del colegio y la página de Classroom. Suben las tareas a la plataforma por día y nos ponen fecha de entrega”.

Aun así, los entrevistados coinciden en que la virtualidad constituye un obstáculo a la hora de consolidar el aprendizaje, porque hay un ida y vuelta de la presencialidad que es irreemplazable. “El colegio utiliza Google Meet y ahí se puede grabar la clase. Eso permite tener también el chat con las preguntas que se hacen. Si no entendiste, volvés a ver. Es diferente a lo que serían las clases presenciales, pero se ve el esfuerzo de los profesores”, expresa Eduardo.

Incluso con buenas estrategias, la modalidad virtual tiene sus dificultades. “Si querés pedir ayuda, tardan en contestarte. Cuando tengo una tarea de Matemática, por ejemplo, y tengo que hacer un ejercicio, debo esperar horas para que el profesor responda. Aprendés más lento”, sigue Horacio. En algunos casos, la barrera es doble para los chicos y chicas que no disponen de una computadora, una tablet o conexión a internet.

En Paraguay, el 81% de los niños y adolescentes de cinco a 17 años en edad escolar no cuentan con conexión a internet en las viviendas, según los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (2019), y ocho de cada 10 no tienen una computadora (de acuerdo con el informe del Observatorio Educativo Ciudadano). El Gobierno se propuso aumentar al 80% de la población el acceso a la banda ancha para el 2030, pero hasta ahora −y en el contexto de emergencia por coronavirus− no hay un plan con acciones e inversión.

La virtualidad constituye un obstáculo a la hora de consolidar el aprendizaje, porque hay un ida y vuelta de la presencialidad que es irreemplazable.

En el Colegio Nacional E.M.D Gral. Pablo L. Ávila suspendieron las evaluaciones porque no todos los alumnos tienen acceso a internet en sus casas. Ana estaba siguiendo Énfasis en Informática. Al principio de la cuarentena comenzó haciendo sus tareas, con mucha difi cultad, en la aplicación de Word del celular. Con el tiempo se volvió imposible, pero cuando se quejó, no le dieron soluciones.

Algo parecido le ocurrió a Geremías, que vive en Itá y estudia en el Bernardino Caballero. Gere no tiene computadora ni tablet, y como es el único de la familia con celular, lo comparte con sus otros dos hermanos que están en tercer y séptimo grado para que escuchen las clases virtuales. Pero si hay algo común en todos los casos es la preocupación por los ingresos a la universidad el año que viene.

Desde de la Federación Nacional de Estudiantes Secundarios (Fenaes) cuestionan la incertidumbre con las clases virtuales y la falta de participación del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) para buscar solución a la crisis. La prioridad del gremio es instalar la mesa técnica de trabajo.

“Hicimos un paro virtual porque no nos garantizan la educación de calidad a todos y todas. Las tareas que estaba haciendo eran muy largas, no aprendía y muchas veces no me alcanzaba para la conexión de datos. En ese momento, el profesor te pone ausente y te descuenta puntos. Entonces, no voy a poder aprobar el semestre. Por eso pienso que la educación en este tiempo tiene que ser una solución, un soporte y no un problema”, sostiene Gere.

A pesar de las circunstancias en las que les tocó cursar a las promociones 2020, los grupos le buscan la vuelta para mantenerse en contacto y sobrellevar las materias lo mejor posible. Fotos: Fernando Franceschelli

Ingresos a las universidades

Si bien el futuro puede ser desconocido, los estudiantes resienten el golpe académico en su formación. Sobre todo, los que tienen planes específicos. Gere quería aprender lo máximo posible este año porque el siguiente empieza la universidad. Desea dedicarse a la medicina, y sabe que eso requiere de mucho esfuerzo. Le preocupa no estar preparado para el ingreso y gastar innecesariamente en la matrícula del cursillo.

“Yo quiero ingresar a la UNA para Odontología, y es difícil. Por eso quiero capacitarme bien”, dice Ana. «Supuestamente este sería nuestro año. Nos íbamos a despedir del colegio y no pudimos celebrar. A esto se le suma que queremos formarnos bien para la universidad porque muchos pretendemos hacer el cursillo y aprobar el examen de ingreso para las universidades públicas, y vemos que no está pasando”, agrega.

“Lo que más me duele es no compartir con mis compañeros el último año, que se supone que es el mejor, y no poder hacer las cosas que hice el año pasado o el antepasado. Hay algunos que dicen que con tener el segundo año de la Media completo ya estamos preparados, pero yo no creo eso, me parece que este era el año para prepararnos”, confiesa Ivonne.

Camila piensa que es todo un logro llegar al tercer año. “Los estudiantes tienen un especial cariño por la especialidad. Ingresamos con expectativas, es más, íbamos a hacer la pasantía, las prácticas de materias nuevas como Hidráulica y Neumática”, relata. Es que en algunos énfasis la práctica es fundamental. Cami se dio cuenta que, desde que las materias prácticas se volvieron teóricas, dejó de aprender porque hay estadios prácticos que no pueden ser reemplazables por la teoría.

A pesar de las circunstancias en las que les tocó cursar a las promociones 2020, los grupos le buscan la vuelta para mantenerse en contacto y sobrellevar las materias lo mejor posible. Los compañeros y compañeras del Cristo Rey se reúnen algunos viernes y sábados por Zoom para ponerse al día y compartir. Los pequeños grupos también siguen comunicados, algunos a través de los videojuegos y otros por WhatsApp o Instagram, pero siempre conectados.

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