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Custodios de semillas

Un paso hacia la soberanía alimentaria

Frente al auge de las semillas industrializadas, hay un movimiento de resistencia agrícola que busca conservar las simientes nativas y criollas. En esta nota, exploramos el tema con especialistas académicos y productoras rurales. 

Por Laura Ruiz Díaz. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Fernando Franceschelli. Agradecimientos: Karina O. Conteiro y Belén Cuevas Trinidad.

La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a definir su política agraria y alimenticia, pero también incluye, necesariamente, el fomento a la producción agrícola local para la alimentación; el acceso de campesinos a la tierra, al agua y a créditos que permitan el desarrollo de la agricultura, y, por supuesto, a las semillas. Implica el derecho de los agricultores a producir con la protección de los Estados por medio de la regulación de las importaciones. 

Cuando hablamos del tema es clave considerar el contexto en el que vivimos en Paraguay: la migración sostenida del campo a las ciudades por falta de políticas de fomento de la producción campesina, la imposición del monocultivo —que es la regla— y, sobre todo, la sobreimportación de alimentos a bajo precio, lo que destruye la economía de las familias locales que aún apuestan por la agricultura.

Las semillas son el primer eslabón en la producción de alimentos. En nuestro país, quienes se ocupan de producir, seleccionar y conservar las simientes nativas o criollas son las comunidades campesinas e indígenas que, mediante métodos ecológicamente respetuosos y sostenibles, procuran dar este paso en pos de la soberanía alimentaria, aun frente a la falta de respaldo gubernamental.

¿Un modelo que abandona a los campesinos?

Según una investigación publicada por la socióloga e investigadora Lis García en el informe sobre agronegocios Con la soja al cuello 2021, la importación de semillas transgénicas aumentó exponencialmente y se recrudeció la dependencia de la producción agrícola hacia el paquete tecnológico de corporaciones transnacionales del sector, como Monsanto, Syngenta y Dow Agrosciences. 

En el difícil contexto de nuestro país, los guardianes y las guardianas de simientes cumplen un rol social fundamental. “Para nosotros, la lucha por las semillas es una lucha política”, afirma Alicia Amarilla, productora semillera y secretaria general de Conamuri, Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas.

Alicia expresa que las campesinas son las primeras en preocuparse por la alimentación del pueblo: “Entendemos que sin semillas vamos a dejar de existir, es nuestro rol conservar esos saberes ancestrales, en qué luna se planta, en qué momento se cosecha”, dice. Por eso es fundamental la tierra, remarca con una de sus frases de cabecera: “Si nos sacan de nuestro kokue, ya no somos nadie”. 

“En las semillas están nuestros alimentos, nuestra identidad y soberanía, por eso hablamos de soberanía alimentaria, porque comemos de acuerdo con nuestra cultura, nuestro conocimiento, y eso es lo que de a poco nos van sacando las grandes cadenas de supermercados que nos ofrecen comida ultraprocesada. El origen de los alimentos, muchas veces, se pierde”, plantea. 

Alicia identifica que hoy no existe un resguardo de las semillas nativas desde ninguna institución estatal: “El avance del maíz transgénico es constante y cuando florece empieza a largar polen, y cuando está en tu chacra, esta se contamina”. 

En el citado artículo desarrollado por Lis García, la investigadora da cuenta del aumento del ingreso de estos productos. Entre 2015 y 2016 han pasado de 6250 bolsas a más de 450.000. “Para el 2018, la importación de semillas transgénicas de maíz representaba ya el 87,5 % del total de semillas importadas de este cultivo, lo que es un serio riesgo para las semillas nativas y criollas, y la cultura agroalimentaria nacional y regional”, indica la especialista.
También ofrece datos más recientes: “En el año 2020, el 51 % de las importaciones de semillas corresponden al cultivo de maíz, con más de 13.000 toneladas, prioritariamente de variedades transgénicas; y el 35 % de estas importaciones constituyen versiones transgénicas de soja”. Las principales corporaciones transnacionales responsables de esta importación de soja y maíz al país son Monsanto Paraguay SA, por un valor de USD 12.116.737; Syngenta Paraguay SA, con USD 13.169.016, y Dow Agrosciences Paraguay SA, por USD 9.444.788,29.

“¿A costa de qué somos los mayores importadores de semillas transgénicas? A costa del desalojo de la gente, de pueblos indígenas; están empobreciéndonos, no podemos producir”, reclama Amarilla y agrega: “Para recuperar la tierra necesitamos años, mientras tanto estamos matando la biodiversidad, la naturaleza”.

Otras formas de producir

Norma Bogado es lideresa de la organización campesina Cultiva Paraguay y parte de la Vía Campesina, que aboga por el fomento de cultivos agroecológicos y la conservación de semillas nativas. 

“Empezamos a trabajar como organización al notar las enfermedades producidas por los agrotóxicos”, relata y detalla: “Vimos que era necesario y urgente trabajar por semillas que no tuvieran tóxicos, que fueran orgánicas”. 

Su familia, oriunda de Paraguarí, siempre se dedicó a la agricultura ecológica. “Ofrecemos todos los productos que se sirven en la mesa; además de los granos, damos también alimentos frescos como hojas verdes, harina de maíz, queso, huevos y más”, relata.

Destaca que proveen “productos secos a comedores en zonas urbanas, en los bañados; llevamos los productos y estamos trabajando para que sea a nivel país, porque en la zona no tenemos comedores”.

Producir alimentos agroecológicos sin apoyo estatal es un gran desafío. “Siempre pedimos ayuda del Estado: una estructura de sistema de riesgo, las mallas que protegen del sol; necesitamos capacitación porque es muy difícil trabajar bien y que los productos sean frescos y sanos”, manifiesta Bogado. Los grandes productores, que trabajan con semillas transgénicas y agrotóxicos, reciben ayuda en forma de una importante liberación impositiva. “Necesitamos apoyo al sector indígena y campesino que quiere producir sanamente, que apostamos por la diversificación de productos, de alimentos sanos”, agrega, por su parte, Amarilla.

Conservación de semillas

El resguardo y rescate de especies nativas y criollas también tiene como función contar con un banco de semillas en el cual puedan ser intercambiadas y retiradas por otras personas de la misma comunidad, con el fin de ser reproducidas en otras fincas particulares, sin depender de instituciones privadas o del Estado. “Es un trabajo muy minucioso. Tenemos que entender que nuestras semillas están en peligro porque las grandes empresas y multinacionales las patentan”, menciona Amarilla. 

Cada año, desde hace una década, Heñói realiza una feria donde se exponen cientos de variedades. “Cada vez hay menos campesinos y menos semillas, pero quisimos hacer ese esfuerzo para asegurar la continuidad de la producción en el campo y la soberanía alimentaria”, sostiene Miguel Lovera, agrónomo integrante de la plataforma. El especialista explica que el campesinado paraguayo produce en un mercado con muchísimas desventajas.

“Sobre todo, con un Estado que niega o quita la tierra. Es una tarea heroica la que hacen los campesinos de seguir con sus intenciones productivas y asumiendo la responsabilidad de conservar las semillas nativas y criollas”, expresa.
“El camino creo que está muy claro para los compañeros campesinos e indígenas: es seguir produciendo con el conocimiento que tienen y estar abiertos a la incorporación del saber perdido, en la medida en que las condiciones actuales sociopolíticas y económicas nos permitan”, manifiesta. La clave está en la población urbana, que debe reconocer el rol de los trabajadores del campo y trabajar en sus elecciones de consumo en pos de la soberanía alimentaria. 

“En estos momentos hay que hacerlo sin participación del Estado, porque en esta coyuntura histórica, que quizás continúe por bastantes años más, está al servicio de los intereses transnacionales y con un desprecio total hacia los valores, el conocimiento y el material nativo y criollo”, asegura.

El gran desafío para la soberanía alimentaria tiene que ver con las importaciones a bajo precio y el contrabando. “Hay que pasar a una etapa de aplicación práctica de esa compresión: menos clientes de supermercados y grandes empresas corporativas nacionales o extranjeras y más compradores del productor o la productora de alimentos sanos con base en la agricultura nacional”, aconseja.

La lucha por la soberanía alimentaria está íntimamente relacionada con la lucha por la tierra y por una reforma agraria integral, tantas veces postergada por nuestro país. Una alimentación saludable y de calidad es garantía de salud para el pueblo y de trabajo para las grandes mayorías rurales. 

Agricultura sostenible y democracia
Heñói, Centro de Estudios y Promoción de la Democracia, los Derechos Humanos y la Sostenibilidad Socioambiental, tiene como fin desarrollar actividades de investigación, formación, sensibilización y apoyo a la acción de los sujetos y movimientos sociales y políticos de Paraguay, que reivindiquen o promuevan derechos humanos, la ampliación de la participación ciudadana, el fortalecimiento de las instituciones públicas, la organización comunitaria y la promoción de la sostenibilidad socioeconómica y ambiental.

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