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Arancel Cero

Disputar el modelo de universidad pública

Cantaba Mercedes Sosa que los y las estudiantes son la levadura del pan que dará de comer a los pobres, y tenía razón. Hoy, como tantas veces, reclaman el derecho a una universidad pública, gratuita y de calidad para todos y todas.

Era miércoles. Seguía siendo invierno, pero en Asunción el sol irradiaba con fuerza bruta. Estudiantes de diferentes
facultades de la Universidad Nacional de Asunción se convocaban a las 8.00 en la avenida Mariscal López y Perú, para marchar hacia el Congreso Nacional.

Aquel día, la Cámara de Diputados trataría el proyecto de Ley del Arancel Cero, que ya había sido aprobado por unanimidad en el Senado. Caminaron mucho, primero hasta la Plaza de la Democracia, después hasta la Plaza del
Congreso. Eran aproximadamente 100 y sus voces hacían eco por los pasillos de una ciudad cada vez más abandonada.

A pesar de que los números del covid-19 aumentaban, ellos ejercían su derecho a estar en las calles, reclamando lo que les corresponde. Cada tanto, pedían distancia por el megáfono y repartían alcohol en gel, para mantener las medidas sanitarias.

La disposición de la cuarentena volvió a desnudar una de las deudas históricas del Estado paraguayo con respecto a la educación terciaria: la eliminación de los aranceles y de todo tipo de barreras o discriminaciones.

El contexto hizo que las organizaciones se reencontraran, con la creación de la Coordinadora Estudiantil Universitaria de la UNA (Ceuna), y retomaran las conversaciones sobre reivindicaciones que exigen hace años, como el elevado costo de matrículas e inscripciones a exámenes y el boleto estudiantil. Pero también se sumaron otras preocupaciones, como el acceso a internet y a herramientas tecnológicas para continuar con las clases, o la salud mental de alumnos y docentes.

A pesar de que en Diputados modificaron el proyecto original y establecieron que quienes provengan de colegios privados no serán beneficiarios del arancel cero, a no ser que demuestren que son de escasos recursos, los estudiantes consideran histórico llegar hasta este punto y seguirán insistiendo a las autoridades en la universalidad y permanencia de este avance, ya que no se trata de un programa de becas.

Estudiantes de diferentes facultades marcharon por el microcentro de Asunción exigiendo Arancel Cero permanente y universal. El proyecto pasó nuevamente a la Cámara de Senadores, en la que pretenden hacer lobby para mantener la esencia de la ley. Foto: Fernando Franceschelli.

Se basan en el principio de que la educación es un derecho humano universal y desde esa perspectiva debería ser para todas las personas sin hacer ningún tipo de distinción.

Conversamos con cuatro estudiantes de diferentes facultades de la Universidad Nacional de Asunción —algunos de ellos, representantes al frente de las movilizaciones— sobre el trabajo que hacen, pero también para conocer hacia dónde apunta el modelo de universidad que anhelan.

Que más paraguayos y paraguayas accedan a la educación

“Nos encontramos con la realidad de compañeros y compañeras que se quedaron sin trabajo, así como sus familiares, y priorizan comer antes que pagar matrícula o derecho a examen”, asegura Nathalia López, estudiante de Trabajo Social en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNA (Facso).

Nathalia siempre reclama lo justo en las calles, ya sea trabajando por los derechos sexuales y reproductivos de las juventudes o por el fin de la violencia hacia las mujeres. En su facultad, forma parte del movimiento Sununu, con el que —rescata— están construyendo desde la diversidad, con integrantes de diferentes afinidades religiosas e ideológicas.

Para ella, era indudable que como estudiantes de ciencias sociales se sumaran a la causa iniciada por la Coordinadora Estudiantil Universitaria de la UNA. Cree que deberían ser los primeros en tratar de acabar con las desigualdades que aquejan al país.

Dicen que en cada crisis hay una oportunidad, y a los estudiantes esta realidad los volvió a acercar, no solo entre facultades y filiales de la UNA, sino también con universidades nacionales de distintos departamentos. Se reúnen
constantemente por medio de las plataformas digitales para definir las acciones que van a tomar, cómo las van a hacer y comunicar.

“La organización es muy importante. Pero para que exista, necesitamos debate, no solamente una bajada de línea o que un grupo nomás decida. Primero debemos reconocernos como estudiantes y, como tales, tenemos que involucrarnos también en el proceso”, asegura López.

Nathalia sostiene que lo que piden al Estado paraguayo es simplemente que se respete la Ley de Educación Superior, nada de regalos. Allí se establece que no se puede invertir menos del 7% del Presupuesto General, y hoy apenas llega al 3,5%. “Lo único que queremos es que se cumpla realmente, para que más paraguayos y paraguayas puedan seguir estudiando y aporten a la sociedad el día de mañana”, detalla López.

La empatía es lo que a Nathalia López le empuja a involucrarse en las causas sociales. Es consciente también del privilegio que conlleva participar de marchas y movilizaciones en horarios laborales. Foto: Fernando Franceschelli.

La joven imagina una universidad pública que no cobre aranceles, con boletos estudiantiles para los buses, residencias, más becas y protocolos antiacoso, ya que actualmente existen muchos docentes con denuncias de este tipo, y siguen impunes. Y por sobre todo, sueña con una educación que piense y haga pensar a más estudiantes cómo contribuir con la sociedad.

Hace dos años que su facultad es autónoma, ya que anteriormente formaba parte de la Facultad de Derecho, y considera esta una gran victoria de la movilización de las y los estudiantes. Allí adentro están constantemente fomentando el pensamiento crítico, pero menciona que eso no debería ser exclusivo de las ciencias sociales. Por otro lado, todavía no se le da la importancia que merecen estas carreras, que son la base fundamental para el cambio social.

“Las y los sociólogos no pueden ejercer porque no se les da la prioridad que se merecen las ciencias sociales. Por más que la UNA supuestamente sea una de las más prestigiosas del Paraguay, hay quienes se reciben, tienen su título y después no pueden laburar porque no hay campo o no se invierte en ese sector de parte del Estado”, cuestiona.

Romper la burbuja

“La pandemia nos hizo ver que había sido es muy importante que se investigue desde la Universidad Nacional y que los médicos deben ganar mejor. Desnudó todas estas falencias que venimos señalando desde hace rato. No es nueva esta bandera de la educación pública, gratuita y de calidad, solo que ahora se dio el momento justo y nos encontramos fuertes y organizados”, expresa Belén González, estudiante de Derecho en la Facultad de Ciencias Políticas.

Belén es de las que se quedan sin voz después de una movilización. Es la que está con el bombo, agitando fuerte. Ejerce su derecho de nacimiento —como dice Natalia Lafourcade— a reclamar libertad de pensamiento.

“La UNA tiene 130 años y realmente nunca fue una universidad nacional en serio. Hace más de un siglo que se viene posponiendo este derecho básico y universal”, manifiesta González. Es consciente de que la barrera económica no es la única, pero es una de las primordiales.

En sus palabras, la función de la universidad es crear conocimiento y retribuir a la sociedad lo que le da, pero se pregunta quiénes realmente son los que acceden a la educación terciaria. “En su mayoría no entran hijos e hijas de trabajadores, y si lo logran, tienen que hacer un esfuerzo demasiado grande”, añade.

Para Belén, la militancia es un acto de amor y un compromiso muy grande, con su familia y con la sociedad. Poner el cuerpo conlleva sacrificio, pero también trae esperanza. Foto: Fernando Franceschelli.

Según informes socioeconómicos de la Universidad Nacional de Asunción, más del 80% de las y los estudiantes son de estratos sociales medios y bajos; sin embargo, muchos han denunciado la falta de veracidad de esas encuestas. Conforme a los números de la Encuesta Permanente de Hogares del 2016, el 53% de ellos pertenece al 30% más rico de la población, mientras que solo el 7% es del 30% más pobre.

“Hay demasiada gente que no puede acceder y que lo ve como algo ajeno, fuera de sus posibilidades. La universidad está en una burbuja, totalmente alejada del pueblo, de la gente que la financia, porque son las personas que trabajan las que pagan con sus impuestos todos los días”, afirma ella.

Belén ve que hoy en día, la universidad tiene una visión muy mercantilista, casi no se debate ni se fomenta la investigación. La creación de espacios que generen cuestionamientos se da por fuera, justamente a través de organizaciones y movimientos.

Algún día espera ver universidades nacionales esparcidas por el territorio nacional con acceso para todos y todas, residencias, boleto estudiantil, muchos debates y cátedras específicas, como el estudio profundo de Augusto Roa Bastos o una que haga revisión de la memoria histórica.

Una universidad vestida de pueblo

“Paraguay no está inventando el arancel cero, existe en la mayoría de los países de la región y el mundo. El supuesto deterioro de la calidad no es tal: dos claros ejemplos son la UBA de Argentina y la UNAM de México, que lideran el ranking latinoamericano de mejores universidades”, sostiene Mauricio Kiese, estudiante de la Facultad de Filosofía de la UNA.

Mauricio viene militando desde la secundaria, como varios de sus compañeros y compañeras. Es consciente de la importancia que tiene el trabajo colectivo para la conquista de derechos. En este caso, dice que la reorganización se dio más que nada por la necesidad y las ganas de debatir la crisis educativa que existe hace tiempo.

Cuestiona el argumento de algunos diputados oficialistas que sostienen que dar arancel cero a los más pudientes generaría inequidad económica en la población nacional, en general, y en el estudiantado, en específico. “Si a ellos realmente les preocupara la inequidad económica, estarían planteando ese debate donde corresponde: en el sistema tributario”.

En palabras del joven, la universidad como academia debería ser el motor del conocimiento para un país, como también de la investigación y la extensión universitaria. Kiese plantea una revisión profunda y estructural de estos pilares que hoy no cumplen las funciones que deberían.

Mauricio Kiese cree que los estudiantes tienen una responsabilidad intrínseca como ciudadanos y futuros profesionales. Por eso, asume su rol en este contexto histórico y en general con respecto al acceso a la educación. Foto: Fernando Franceschelli.

“¿Cuál es la visión que tenemos de la extensión universitaria? Es el trabajo que debe realizarse para conectar la universidad con la calle, con lo que pasa afuera. A partir de eso, generar investigación. Y con los resultados, preguntarnos si hay algo que cambiar. Estas propuestas deberían salir de la academia”, sostiene.

Actualmente ve a la universidad desconectada de la situación económica, social, histórica y cultural de nuestro país, y desde ese lugar se pregunta qué aporte podría hacer esta, desconociendo totalmente lo que pasa.

Plantear estos debates –continúa– encausa el camino que siempre debió seguir la universidad pública, que se vista de pueblo: “Lo que se está gestando en este momento es un debate a lo que hace a la política pública del Estado paraguayo sobre educación superior y también al sentido crítico, del movimiento y la participación tanto de los estudiantes como de otros actores de este sector”.

El estudiantado como principal actor

“La consigna del arancel cero empezó desde las bases. Los espacios institucionales de la universidad nunca acompañaron las reivindicaciones. ¿Y quiénes fueron realmente los que dijeron ‘esto vamos a hacer’? Los compañeros y compañeras trabajadoras que tienen que elegir entre comer y estudiar”, comparte Abril Portillo, estudiante de Danza en la Facultad de Diseño y Arquitectura de la UNA.

Abril utiliza su cuerpo y la expresión artística como herramienta política. Fue una de las jóvenes que se encadenaron como parte de la protesta por el arancel cero. Fue duro estar ahí, pero ella lo volvería a hacer, por sus compañeros que hoy no pueden participar por cuestiones laborales.

Cada vez que Abril Portillo tiene que sacrificar algo por la militancia, piensa en sus compañeros de colegio que por
problemas económicos o sociales no pudieron culminar sus estudios. “Estar por los que no pueden estar”, subraya. Foto: Fernando Franceschelli.

“Siempre está el parámetro entre comer o estudiar, comer o militar, y es momento ya que eso deje de suceder, y que sea realmente lo primordial estudiar, que ese sea nuestro objetivo hasta culminar la universidad”, opina. Portillo es parte del movimiento Ofensiva Universitaria, que articula a estudiantes de todo el país, y es vicepresidenta del Centro de Estudiantes de su facultad.

Su ideal de educación superior es una descentralizada, una universidad que esté preparada y piense en las particularidades de cada región y de cada estudiante; que incluya a campesinos y campesinas; que sea gratuita y laica, donde el estudiantado sea el principal actor.

Desde su trinchera del arte, intentará promover que más personas accedan a esas carreras y que deje de ser un privilegio para unos pocos. “El trabajo artístico vale, también se piensa y es una herramienta fundamental para realizar cambios”, reflexiona.

Abril se para firme y declara que los estudiantes ya no están para ser tibios. “Nos violentan de una manera estructural muy potente. Y vamos a poner el cuerpo y todo lo que sea necesario para conseguir que nuestros compañeros y compañeras puedan ingresar a la universidad sin ningún tipo de barrera”, concluye.

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