El miedo que roba oportunidades a mujeres profesionales
Por Aura Zelada (@aurazelada.pro), comunicadora digital y mentora.
“Se cree influencer”. Esa es la frase despectiva más popular dirigida a una persona que se anima a crear y subir contenido “de valor” en redes sociales. Sí, ese contenido que va más allá de la foto de su mascota o su desayuno.
La misma expresión que ha espantado a tantas mujeres líderes de expresarse en internet me ha aterrorizado a mí durante años antes de lanzarme, lo admito. Aun siendo profesional de la comunicación digital y sabiendo muy bien la importancia de tener presencia online, también me atemorizó.
Probablemente te esté espantando a vos de lanzarte a las redes. Si no estás segura, hoy lo vas a averiguar.
Cuando alguien dice “se cree influencer”, lo hace en modo despectivo. Ser influencer, esa nueva profesión (la verdad es que ya no es tan nueva) que en principio tuvo la reputación de ser tan superficial, de ganar dinero fácil, de “solo” hacerse fotitos para publicarlas y vivir de canje. ¡Hasta parece un insulto!
Con el tiempo, algunas personas lo intentaron y comprobaron que no era tan fácil como pintaba. Se dieron cuenta de que crear contenido para las marcas era más complejo de lo que parecía.
Por un lado (y seamos sinceras), se puede percibir un poco de envidia detrás de quien dice esas palabras con ese tono, porque ¿quién no querría vivir de placeres, que las marcas que te encantan te envíen regalos e invitaciones a fiestas, tener viajes gratis? Todo eso, en la fantasía colectiva de quienes mirábamos esas vidas perfectas del otro lado de la pantalla, trabajando desde nuestras aburridas oficinas, pagando cenas y ropa con dinero de verdad en vez de usar una “fotito” y una arroba.
Con el tiempo, algunas personas lo intentaron y comprobaron que no era tan fácil como pintaba. Se dieron cuenta de que crear contenido para las marcas era más complejo de lo que parecía.
Así que ya estamos en un momento en que, de todas las nuevas cuentas de influencers que pululan por ahí, solo sobreviven las más aptas o las que resisten mejor las críticas.
Y entonces te pasa a vos. Con tu profesión respetada, esa que te llevó años construir, te animás a pensar un contenido sobre “5 maneras de…”, y justo cuando estás por hacerlo, aparece el fantasma: “Van a decir que me creo influencer”. Y ahí, otra vez, todo se derrumba.

Porque, claro, ¿qué van a pensar tus colegas, tu familia política, tus excompañeros? ¿Cómo que, siendo abogada, vas a estar en TikTok? ¡¿Cómo, vos, odontóloga, vas a perder tu tiempo en Instagram!? Entonces decidís no publicar. Ignorás esa vocecita interna que te dice que tu conocimiento puede ayudar a otras personas y también a vos misma, que quizás te abra nuevas oportunidades.
Lo peor de todo es que, mientras tanto, ves a otros profesionales —algunos quizás con menos experiencia que vos— que sí se animan. ¡Y parece que les está yendo tan bien! Te limitaste por el simple temor a que digan que te creés influencer.
Si te sentís identificada con esto, dejame decirte que es más común de lo que pensás. Conozco a tantas mujeres genias en lo que hacen, que ayudarían tanto a los demás si crean contenido de valor y comparten sus conocimientos. Mujeres que no publican en redes sociales por miedo a sentir la mirada juiciosa de los demás.
Tomar el control
Si sos una de ellas, quiero invitarte primero a resignificar la palabra. Sea como sea, esa profesión que se lleva la fama de ser tan superficial en realidad no lo es. Así como existen influencers de moda y skincare, también las hay de salud, leyes y desarrollo personal. Y todas, si ayudan en algo a alguien, están haciendo un bien a la sociedad; ya sea con la solución para un outfit de fin de semana o el consejo de nutrición que mejora tu microbiota.
Lo vemos todos los días: una psicóloga que comparte herramientas para gestionar la ansiedad o una ginecóloga que explica de manera sencilla los desafíos de la menopausia. Todas ellas influyen. Lo importante es desde dónde lo hacen, es decir, su intención, su propósito.
Con 41 años, noto que las nuevas generaciones de profesionales, de 25 o 30, dan por sentado que sí, deben contar con una presencia online.
Hoy en día está mucho más aceptado que una tenga un espacio propio en redes. Con 41 años, noto que las nuevas generaciones de profesionales, de 25 o 30, dan por sentado que sí, deben contar con una presencia online. Pero otras, quienes sí vivimos el nacimiento de las primeras influencers y vimos (o seguimos viendo) los ataques de sus haters, dudamos mucho más antes de saltar a ese terreno.
Por eso quiero regalarte algunas preguntas disparadoras, para que seas vos quien decida cómo se va a escribir tu historia en internet. ¿Vale más callarte para no incomodar a los demás o animarte a compartir y, quizás, inspirar a otras personas? ¿Qué oportunidades tendrías en tu carrera si dejaras de pedir permiso para comunicarte? ¿Quién gana cuando decidís callarte?
Quizás el verdadero miedo no sea que te llamen influencer, sino descubrir cuánto podrías influir de verdad. Y, siendo sinceras, si eso es creérsela, ¡ojalá todas nos creamos un poco más!




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