Una oda a la libertad de expresión
A mediados del siglo pasado, el fin de una relación era una ignominia para la mujer. Para ella, es el principio de su vida.
Por Laura Ruiz Díaz.
Una vida perfecta en el Upper East Side neoyorquino de los 50, dos hijos y desayuno con el rabino en Yom Kipur… ¿qué puede salir mal? El ego de un varón que simplemente no tiene lo que hace falta. A Midge Maisel, su marido la abandona y se lleva su propia maleta, mientras ella encuentra consuelo en el vino kosher para el día siguiente. Un confuso episodio teñido de crisis nerviosa la lleva a su primera presentación de stand-up en el bar Gaslight y marca su destino para siempre. Este es el principio de The Marvelous Mrs. Maisel, la comedia de la creadora de la inolvidable The Gilmore Girls, Amy Sherman-Palladino, quien se ha alzado con dos Globos de Oro.
Rebobinemos: ¿Por qué digo que no tiene lo que hace falta? A las mujeres fuertes nos pasa (y me incluyo) que al momento de tener al lado a un compañero debemos hacernos más chiquitas y se nos exige todo lo que él no puede dar. Eso le pasó a Midge.
El episodio piloto arranca con su marido, Joel, que intenta una carrera como humorista, pero era Midge quien lo acompañaba con su libreta en mano: tomaba notas para mejorar, llevaba la cuenta de sus resultados y hasta preparaba carne al horno para conseguir el mejor horario de presentación. ¿El desempeño de él? Mediocre.
Y este es el principio de lo que, finalmente, la libera. Midge descubre su destino al ocupar un escenario que no era para ella y lo hace sin pedir permiso, lo que volvemos a ver en el episodio final de la quinta temporada (prometo que es el primer y último spoiler).
Si ha habido una historia de amor que realmente vale la pena, dejando de lado a Joel y a las siguientes parejas de Mrs. Maisel, es la de Midge y Susie, que encuentra en ella el talento que a todos les falta y pone todo su empeño, su trabajo y cariño en potenciarlo. Es la amistad de dos mujeres que “lo lograron”, que no se soltaron y se mantuvieron mutuamente en pie en todo momento.
La protagonista desafía el deber ser femenino de la época al pararse en un escenario a interpelar los roles de género establecidos: cuestiona la maternidad rosa (que aún hoy muchas veces nos cuesta plantear), el amor romántico y hasta el machismo dentro de la escena del stand-up en los 50, siempre llena de varones panzones con ganas de mandar a las mujeres a la cocina. Mientras, Susie Myerson confunde a todos con una actitud e imagen que se alejan de lo estereotípico.
Esta serie emerge como una oda a la libertad de expresar quiénes somos y desafía los roles de género establecidos que imperan aún hoy. Midge Maisel encuentra en la comedia su liberación y su voz propia, al desafiar todas las expectativas para recordarnos que vale la pena ser auténtica y valiente, aunque nos digan lo contrario.
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