Tevé

Reseña: Better Call Saul

Exquisita y gris moralidad

Por Juan Daniel Ramírez (@TranviaFantasma).

Hace casi 10 años, Breaking Bad llegó a su fin y se coronó como una de las mejores series de la historia. La premisa del show era bien sencilla: un profesor de química se ve forzado a fabricar drogas para poder costear el tratamiento contra el cáncer (si la historia transcurría en Canadá, terminaba en el primer capítulo, pero gracias al sistema de salud de EE. UU., la serie duró cinco temporadas).

Como dupla tiene a Jesse Pinkman, un exalumno convertido en dealer de bajo vuelo que será el co-protagonista. Dentro de la variedad de personajes que movieron el argumento de Breaking Bad, se destacó Saul Goodman (Bob Odenkirk), un excéntrico abogado sin escrúpulos que daba toques humorísticos al programa.

El rol fue bastante memorable, pero aún así sorprendió que Goodman haya sido el escogido para protagonizar un spin-off de la franquicia. “Me gusta la idea de un programa de abogados en el que el abogado principal hará lo que sea para no ser procesado», comentó Vince Gilligan, creador de la serie, en una entrevista publicada en Deadline. Con aquel pensamiento como chispa inicial, nació Better Call Saul.

¿Otra serie más sobre abogados?

En la televisión norteamericana existe un género muy popular: el courtroom drama (drama judicial), el cual abarca shows tipo La ley y el orden. A simple vista, Better Call Saul parece que seguirá esta fórmula, pero en realidad va mucho más allá: es una obra ambiciosa y hasta parece tener la intención de superar a Breaking Bad, es decir, no estamos hablando de un simple spin-off que busca ordeñar glorias pasadas.

¿Qué nos hace lo que somos?

En esta serie vemos el proceso de transformación por el que pasa Jimmy McGill (estafador/abogado de medio pelo) para convertirse en Saul Goodman, consejero legal chanta de los personajes principales de Breaking Bad. La historia transcurre antes, durante y después de la aclamada obra de Gilligan, y es como una precuela y una secuela en simultáneo.

Durante las primeras temporadas (son seis en total), aprendemos sobre el pasado de Jimmy y nos adentramos en sus relaciones interpersonales, especialmente con su hermano Chuck McGill (un prestigioso abogado) y Kim Wexler (colega e interés amoroso). A medida que la serie avanza, el espectador puede ir armando el rompecabezas semiótico que ofrecen Gilligan y Peter Gould (guionista y cocreador). Si consideramos que se trata de una serie norteamericana mainstream, llama la atención la sutileza de la narrativa, elección que potencia la naturaleza filosófica del guión; es decir, la ambigüedad de ciertas escenas nos permiten sumergirnos todavía más en la psiquis de los personajes, a quienes creemos conocer pero que, aun así, nos sorprenden con sus decisiones (como ocurre con las personas en la vida real).

Al igual que su predecesora, Better Call Saul explora los matices grises de la moralidad y también hace planteamientos sobre cómo nuestro entorno nos transforma en quiénes somos. Hay varios capítulos que nos pueden dejar pensando por días. Sin dudas, hay que aplaudir que una serie logre esto: algo más allá del mero entretenimiento.

Magnetismo antiheróico

Durante los últimos años, se destacaron varias series con protagonistas moralmente cuestionables. Aparentemente, nos fascina el tabú de romper las reglas para liberarnos de las imposiciones de la sociedad. Además, según psicólogos, empatizamos con criminales de la tevé (y hasta con los de verdad) debido a un “distanciamiento psicológico”, fenómeno que nos permite separarnos de los sucesos y de las personas, lo que deriva en una romantización de lo ilegal-inmoral. Esta atracción por lo prohibido también se manifiesta en Better Call Saul y sus personajes antiheróicos, los cuales nos hacen reflexionar sobre la objetividad moral.

Según Gilligan y Gould, todas las series de tevé lucen iguales. Por ese motivo, decidieron que BCS se vea como ningún otro programa. Con eso en mente, combinaron distintas influencias: cine italiano (composiciones con significado), wésterns (tomas con gran angular para paisajes), noir (iluminación con énfasis en la oscuridad) y ángulos juguetones, logrados al posicionar cámaras en lugares inusuales (inodoros, tazas, basureros, etcétera). En una época en la cual la mayoría de los directores optan por el movimiento de cámara, Gilligan apostó por las tomas estáticas. Con esta mezcla de cine clásico y contemporáneo, la serie logró posicionarse como una de las mejores en el apartado visual.

Actuaciones memorables

No podíamos dejar de mencionar el excelente nivel actoral de Bob Odenkirk (Jimmy/Saul), un intérprete cuyo fuerte era la comedia (apareció en Seinfeld y casi llegó a interpretar a Michael Scott en The Office), pero aún así logró dar la profundidad dramática necesaria a su papel. También hay que destacar a Rhea Seehorn (Kim), quien venía de interpretar roles en series de poco éxito, pero eso no le impidió robarse el show en varios capítulos.

En cuanto a los personajes secundarios, todos fueron encarnados de forma magistral por el elenco: Giancarlo Esposito (Gus Fring, el del español raro), Jonathan Banks (el querido Mike Ehrmantraut), Michael Mando (Nacho Varga), Tony Dalton (Lalo Salamanca), Patrick Fabian (Howard Hamlin), entre otros actores de primer nivel.

La última llamada

El capítulo final de Better Call Saul (emitido hace pocos días) condensa todo lo que hizo genial a la serie: humor, giros argumentales, momentos reflexivos y hasta un poco de acción. Cada escena es digna de análisis gracias a la magnífica ejecución del guión. Si sos fan de Breaking Bad, esta serie es obligatoria. Que no te asuste su ritmo lento: cuando las cosas explotan, explotan con tremenda intensidad.

¿Y qué pasa si nunca viste Breaking Bad? ¡Qué envidia! Ver por primera vez semejante obra maestra es un privilegio. No la desaproveches.

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