Cultura

Qué pasaría si…

Cuatro relatos de ciencia ficción  y mundos posibles

El Día del Libro se aproxima y, por eso, quisimos reflexionar un poco sobre literatura. Como a Pausa siempre le apasiona el reto, decidimos hablar sobre ciencia ficción y reseñar algunos autores, más allá de Huxley y Orwell. 

Por Laura Ruiz Díaz. 

El género de ciencia ficción es uno polémico. Como cuando hablamos de qué es la literatura o si debería primar forma o contenido, cientos de autores han intentado definir este estilo,  desde los temas que abarca, pasando por los elementos que utiliza hasta la relación con el mercado editorial. 

Isaac Asimov, por ejemplo, plantea que “es aquella rama de la literatura que se interesa por el impacto del avance científico sobre los seres humanos”, mientras que el escritor estadounidense Norman Spinrad afirma que “la ciencia ficción es cualquier cosa publicada como ciencia ficción”. 

La polémica no termina allí. Hay definiciones teleológicas que relacionan este género con una suerte de sociología del futuro, e incluso Hugo Gernsback, editor e iniciador del género, afirma que será un “importante factor en hacer del mundo un mejor lugar donde vivir, a través de la educación del público en las posibilidades de la ciencia y de su influencia en la vida”. 

Umberto Eco, en cambio, la ubica dentro del cuento maravilloso. Habla de una extrapolación del tipo what if (“qué pasaría si”, en inglés) y aquí nos detenemos, porque los autores y sus disputas pueden llevarnos al infinito. 

Mientras tanto, nosotros podemos decir que escribir ciencia ficción es arriesgar al máximo la creatividad, ya que en ella se plantea un nuevo entorno, alejado en lugar y/o tiempo, que plantea una organización y forma de vida que son distintas a las actuales, y alrededor de las cuales se desencadenan situaciones y problemáticas. Polémica resuelta, ¿no? Ojalá.

Al menos, podemos repasar algunos elementos que hacen a la ciencia ficción, y la palabra “extrapolación” es clave. Sería posible definirla como el proceso de imaginar mundos alternativos, presentes o futuros, relativamente posibles, mediante extensiones lógicas de tendencias científicas y culturales. Es una convención común que los autores no deben contradecir verdades de la ciencia conocidas (como el punto de ebullición del agua), pero que tienen la libertad de hacer lo que deseen con las teorías comúnmente aceptadas (por ejemplo, la imposibilidad teórica de que la materia se transporte a una velocidad mayor que la de la luz).

Otra palabra que también es muy importante dentro de la ciencia ficción es la “desfamiliarización” o el “extrañamiento”, término acuñado por Víctor Shklovski en 1917, en El arte cómo técnica, donde habla de la singularización de los objetos, es decir, de hacerlos extraños al ojo acostumbrado. En los relatos de ciencia ficción este recurso es una herramienta de crítica y cuestionamiento ideológico, social y cultural. 

Una vez que dejamos las bases asentadas para comprender a muy grandes rasgos un género que, a pesar de tener más de 100 años de historia, aún está en desarrollo, traemos cuatro propuestas de relatos de ciencia ficción para disfrutar de buena literatura y conocer nuevos autores. 

Hijo de sangre, de Octavia Butler

Un texto del mismo género pero totalmente opuesto en muchos sentidos es Hijo de sangre, de Octavia Butler. Opuesto porque está escrito por una mujer, porque está ambientado en un mundo diferente y con seres diferentes. En este cuento la distopía no será vista de la misma forma.

Se trata de una iniciación en la vida adulta en circunstancias muy peculiares. Cuenta la historia de Gan, un humano que vive en una reserva en otro planeta con condiciones naturales parecidas al nuestro. Convive con los Tlic, que son seres extraterrestres de aspecto atemorizante con quienes las personas tienen un pacto de convivencia: cada familia tributa a un miembro de la misma para convertirse en un N’Tlic, es decir, un humano incubador de huevos Tlic. Gan es el elegido para el cometido y desde bebé es acercado y convive familiarmente con T’Gatoi, que más adelante será la que ponga sus huevos en él.

La felicidad doméstica se ve interrumpida de repente  cuando T’Gatoi percibe que un N’Tlic tiene problemas: las larvas de los huevos que estaban siendo incubados en él empezaron a devorar el cascarón y ahora intentan comerse  también la carne. Gan se aterroriza.  

En este relato se desfamiliariza el hecho de dar a luz. Una situación “propiamente femenina” y por cientos de años casi un deber para las mujeres, ahora es vivida por un hombre, con la misma sensación de obligación, pero al mismo tiempo con una entrega por amor. Veronica Hollinger, en su texto Teoría feminista y ciencia ficción, plantea que “Butler también presenta en su relato una interacción muy compleja entre extraterrestres y humanos que dramatiza cómo nuestras experiencias de sexo y de género están inextricablemente intersectadas por nuestras experiencias de raza”.  

El día antes de la revolución, de Ursula Le Guin

A través de la pluma de Le Guin, se nos presenta a Odo, una anciana revolucionaria que consiguió que la utopía se volviera realidad en una sociedad que ella misma ayudó a crear. Pero esta etapa era para el mundo de los jóvenes, mientras que ella ya pertenecía al pasado. 

A través de la narradora, se observa la mirada de Odo hacia el presente pero, sobre todo, a su pasado. En sus rememoraciones, su faceta política se entremezcla con su humanidad al recordar al hombre con quien compartió su vida, Taviri. 

En cada página podemos sentir el dolor, la rabia y las esperanzas de Odo en una novela que es un llamado a la acción: una invitación a reflexionar sobre los sistemas políticos y sociales que nos rigen. Cada palabra del libro es una llamada a la conciencia, un recordatorio de que el cambio es posible y que debemos estar dispuestos a luchar por él.

Ursula Le Guin.

El eslabón más débil, de Raccoona Sheldon

Este texto fue publicado en 1977 por la psicóloga estadounidense Alice Sheldon, más conocida por su  seudónimo, James Tiptree, Jr. En él, explora hace 50 años un tema que es tapa de nuestros periódicos de hoy: los feminicidios. 

Alan, un científico que trabaja en la erradicación de parásitos mediante la técnica de insectos estériles en Colombia, y su esposa, Anne Alstein, intercambian cartas sobre una epidemia de asesinatos organizados de mujeres por parte de hombres.

Los asesinos sienten que es un impulso natural y construyen racionalizaciones totalmente misóginas. Incluso llegaron al punto de crear una religión que fundamenta los asesinatos. Hubo resistencia, pero esporádica y no organizada. La censura también tuvo su parte, ya que el Gobierno creía que se trataba de un caso de histeria psicológica masiva y que podía apagarse al suprimir las noticias. 

Sin embargo, un grupo de científicos descubrió la verdad: algún tipo de agente infeccioso se propaga en la atmósfera y convierte los impulsos sexuales masculinos humanos en violentos. Incluso el propio Alan sucumbe ante los efectos.

Al final, la autora ofrece un giro inesperado casi cómico que no por eso le resta la importante crítica social. Imperdible. 

Racoona Sheldon.

El continuo de Gernsback, de William Gibson

El continuo de Gernsback es un cuento corto escrito por William Gibson y publicado en una antología de relatos de ciberpunk, un subgénero de la ciencia ficción. El cuento es relatado en primera persona por un fotógrafo al que le encargan un trabajo de fotografía arquitectónica, bajo la premisa de “el futuro que nunca fue” y que consiste en retratar piezas arquitectónicas de construcciones futurísticas de los 30 y 40. 

Inmerso en la fotografía de esas arquitecturas del modernismo americano —llena de superficies cromadas, edificios vidriados, construcciones aerodinámicas semejantes a las que se ve en la película Metrópolis, de Fritz Lang, y Lo que vendrá (Things to Come), relato escrito por HG Wells—, el narrador se ve asaltado por una imagen cuyo sentido intenta desentrañar: cree haber visto un búmeran alado de 12 motores. 

Desesperado, busca saber si fue algo real o si está perdiendo la cordura. Visita a Kihn, un amigo suyo que le presenta la idea de “fantasma semiótico”, definido como “los trozos del imaginario cultural profundo que se han desprendido y adquirido vida propia”.

El protagonista ve fragmentos de un sueño colectivo de otros tiempos que, comparado con la realidad actual del relato, resulta semejante a una utopía. Se relaciona, se conecta con el inconsciente colectivo de otra época y ve lo que hubiese estado sucediendo si fuese realidad en ese momento. Entonces la narración se desdobla y encontramos una realidad distópica versus un sueño utópico de otra época. ¿La cura para esta visión? Consumir todos los productos de las mass media realmente malos. Lo que pasa después ya lo dejamos en la cancha de cada lector. Este cuento es el ejemplo clásico del what if… del que habla Eco. 

Pulp Fiction
Estados Unidos, en las décadas de los 20 y 30, aún lidiaba con una tradición literaria muy incipiente. Mientras, una educación sin escalas generó un nuevo público de habilidades de lectura rudimentarias y poco interés en la “alta literatura”, el abono ideal para la aparición de novelas de 10 centavos (dime novels): wésterns, relatos de aventuras de diferentes tipos o cualquier cosa que satisficiera un anhelo básico de ficción. Las revistas producidas con papel barato (pulpa) llenaban en parte esa demanda. Al mismo tiempo, los jóvenes estadounidenses semieducados deseaban más información acerca de la ciencia y la tecnología, y así llega este estilo a su primer público: las masas. 

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