Los caminos de la vida
A Luis Parra lo conocen como Arjonita y durante mucho tiempo fue un gran intérprete de baladas. Pero los caminos de la vida lo llevaron a la cumbia y allí se encontró con una nueva forma de conectar con el público. En esta nota te comentamos sobre sus pasos y su nuevo disco, Baila mi Cumbia.
Luis Parra canta desde antes de entender qué significa subirse a un escenario. Como muchos músicos paraguayos de clase trabajadora, empezó en la iglesia. Su público eran las familias de la misa dominical. No había profesor ni conservatorio, solo un libro del artista paraguayo Rudy Heyn y la costumbre de arrimarse al guitarrista del templo cada domingo para pedirle una lección nueva. “Aprendía una nota de guitarra por semana más o menos. Me enseñaba y con eso me iba a mi casa y estaba una semana con un tono, después con otro y así fui sucesivamente”, recuerda.
Con tres notas aprendidas, en 1998 se lanzó a un certamen de canto en San Lorenzo. “Había quitado una canción y con esa precariedad —porque ni siquiera una guitarra tenía, era prestada de un amigo— fui y gané ese concurso. Me quedó un recuerdo tan bonito de esa noche”. El tema elegido fue Mi pequeña traviesa, de una telenovela popular del momento. Ganó el primer puesto y el público pidió otra, así que improvisó: “Le dije al presentador: ‘Bueno, puedo volver a repetir este tema’. Yo en ningún momento le conté que solamente sabía un tema, en realidad solo tenía ese”.
La anécdota quedó como símbolo de un arranque a pura fe —y caradurez, como él dice—, pero también con la certeza de que el canto ya formaba parte de su vida. Desde entonces, su camino se fue abriendo en varios frentes. Fue locutor de radio, animador de fiestas, maestro de ceremonia… Ese oficio múltiple le dio un estilo particular: animaba cantando, siempre en la nota original de las canciones. “Yo nunca estudié música, no fui a un conservatorio ni tuve un profesor de guitarra o de canto, siempre fue todo por fonética. Por eso siempre interpreto las canciones en el tono original y si no, tampoco le puedo bajar los tonos porque no me sale”, cuenta.

Emprendedor nato
Mientras tanto, exploró la faceta emprendedora. “Siempre fui comerciante, mi papá tenía una carpintería y fabricaba cosas como guampas y platos de madera. Desde muy, muy pequeño incursioné en las ventas. Vendíamos los productos y, con el tiempo, cuando crecí, tuve otros sueños, quería armar negocios, por ejemplo, un lavadero de vehículos. Luego fue con guitarras, instrumentos musicales. También después tuve otra meta: montar mi propio restaurante, que fue La Tarima”, comparte.
Los caminos de la vida
Ninguno de esos negocios, reconoce, le dio la misma satisfacción que la música. La verdadera bisagra fue la cumbia. Al inicio se resistió, hasta que el gerente de un local donde solía cantar le puso las cosas claras: ya no podría actuar en la cadena si es que no hacía música bailable.
“Yo no quería saber nada de cantar cumbia ni cachaca”, cuenta, así que el encargado de estas canciones era un compañero. Poco después, ese amigo faltó a un show y Luis se animó a cubrir su parte. “Le dije: ‘Voy a cantar yo, total ya sé todo.’ Fue entonces que empecé a escuchar un poco más de ese género”, explica. Así, la cumbia se ganó un adepto más. Los caminos de la vida, como dirían Los Diablitos.
La gente respondió de inmediato. “Siempre me contrataban para hacer la previa a un show. Cuando empecé a cantar cumbia, las cosas cambiaron. Hoy por hoy la gente me llama para el baile. O si no, para cuando la fiesta está muriendo, porque saben que soy garantía 100 % de levantar el ánimo”, sostiene.

Arjonita
Su repertorio hoy abarca desde cumbia villera hasta cuarteto, salsa y merengue, pero sus influencias iniciales vienen de la balada. “El primer artista que descubrí que vivía en mi garganta fue Ricardo Arjona, que me dio todas las satisfacciones y el mote de Arjonita, que me puso un conocido empresario”, revela.
El seudónimo se convirtió en marca: “Arjonita nació de una casa particular, de un quincho y fue creciendo. Se armó un proyecto colosal, creado por la gente, porque yo soy una creación de las peñas de los quinchos”.
Nuevos pasos
Años después de esa aversión a la cumbia y a muchos géneros de música popular, hoy Parra sostiene que los estilos no definen a las personas ni su dignidad. “La música nunca va a determinar lo que sos vos. Te puedo jurar en esta entrevista que todo el mundo finge ser una cosa hasta que el trago les toca y después con un tema de Ángeles de Charlie se ponen todos patas arriba. Entonces es mentira”, sostiene. Esta redacción adscribe.
“Está la cumbia cheta, la del pueblo y cumbia jahe’o, así como la polca también. Hay para todos los gustos, pero en general tiene un sabor muy particular y un ritmo que al escuchar, si no movés la cabeza, vas a tener que mover los pies”
Sobre la cumbia en Paraguay, no duda: “Uno puede arrancar escuchando una cosa y tarde o temprano van a ir a decirle al DJ: ‘Tocate una cachaca’. ¿Por qué? Porque sí. Está la cumbia cheta, la del pueblo y cumbia jahe’o, así como la polca también. Hay para todos los gustos, pero en general tiene un sabor muy particular y un ritmo que al escuchar, si no movés la cabeza, vas a tener que mover los pies”.
Su tercer disco, Baila mi Cumbia, lo presentó en el Teatro de Fernando de la Mora. “Tiene mucha historia local, realmente un hermoso lugar que la gente debe conocer. Es precioso este espacio donde se realizó el concierto. Tuvimos la suerte de contar con mucha gente que nos sigue, mucho arrastre con esta presentación”.
Luis Parra insiste: su oficio es transmitir felicidad. “Mi trabajo es dar alegría. La gente me paga para que lleve eso. En un show podés llorar, reír, volver a llorar, acordarte de algo que pasó hace tiempo; quizá venga a tu mente un recuerdo que ya se había ido y después te ponés feliz otra vez. Son cosas que solamente con la música se logran y yo tengo esa capacidad, facilidad o ese don que me dio Dios para hacer eso”, finaliza.
Sin Comentarios