Arte

Art-to-wear

Tocado de Rolando Rasmussen

Los colores etéreos de Rolando Rasmussen

En una muestra retrospectiva por sus 40 años de carrera, en la Casa Bicentenario del Teatro Edda de los Ríos el artista textil habla con nosotros sobre sus inicios y su trayectoria, que también atraviesa disciplinas como el vestuario, la performance y el baile.

Por Leticia Ferro. Fotografía de Fernando Franceschelli.

Nos recibe en el luminoso hall de la Casa del Teatro Edda de los Ríos, institución de la que además es director hace cuatro años. La figura de maniquíes forrados en tela negra nos impacta con las magníficas piezas policromáticas hechas de seda natural, el material estrella de la obra de Rolando. Él es especialista en el art to wear o wearable art, que propone piezas de arte hechas a mano que pueden vestirse o exhibirse. Estas propuestas cuentan las cuatro décadas de tra­yectoria a través de prendas únicas, hechas artesa­nalmente para obras de teatro, óperas, performances o simplemente para ser usadas en todo su esplendor. Sus patrones geométricos nos hablan de la atempo­ralidad de los diseños, que pueden ser utilizados sin distinción de edad, género o tamaño.

Fotografía: Fernando Franceschelli

“Uso pinturas especiales para fibras de origen animal (seda o lana). No sirven para tejidos vegetales ni sintéticos. Se enrolla en un tubo y se mete en un ci­lindro con doble capa de metal, eso hace que el vapor circule; tiene que hervir por cuatro horas, eso lo fija. Así la pintura penetra la fibra, no la cubre. El brillo y la sensualidad de la seda no se pierden”, nos cuenta.

Los matices degradados que atraviesan todo el círculo cromático se convirtieron en la marca registrada del artista. “Siempre me interesó el textil. Fui bailarín por 20 años, en ese entonces ya me dedicaba a las telas: batik, patchwork, collage, todo lo que involucrara fibras. Cuando dejé de bailar, lo hice profesionalmente, me dediqué a eso. Y también a las performances”, relata. Dice que vive del arte gracias a su estilo de pintar.

Fotografía: Fernando Franceschelli

Un camino internacional

La carrera de Rolando Rasmussen lo llevó a muchos puntos del mundo: “Hice cosas para ópera y teatro, para lo que usé mi estilo con la seda. Muy joven fui a Alemania con mis abuelos, luego tres años al Teatro Colón a estudiar danza, bailé en Düsseldorf y en otras ciudades. También estuve tres años en España, en Palma de Mallorca”.

Como bailarín, experimentó todos los estilos, especialmente ballet clásico, neoclásico y danza con­temporánea. Hace 12 años regresó al país y fue nom­brado director del Ballet Nacional, cargo que ocupó por mucho tiempo. Hace casi un lustro se desempeña como director de la Casa del Teatro Edda de los Ríos. “En 2019 hicimos 150 actividades”, nos cuenta. Esta semana, estuvo guiando la tercera entrega de la serie de talleres teóricos Color y concepto, organizados por el CCR El Cabildo, que tuvieron que realizarse online, por el actual contexto.

Fotografía: Fernando Franceschelli

“Estuve 20 años interrumpidos en Berlín, pasé muy bien ahí. Siempre volvía a Paraguay a ha­cer exposiciones. Cuando dejé de bailar, abrí una galería-taller y después estuve en la Ópera de Berlín (Deutsche Oper Berlin) como administrador de vestua­rio, y luego como vestuarista para grandes cantan­tes. Esa tarea no consiste solamente en atenderlos en cuanto a ropaje, sino también era guardaespal­das, secretario y psicólogo (risas). Trabajé con todos los cantantes, incluso con Pavarotti. Venían algu­nos días para ensayar, viajaban desde Nueva York, Viena, Londres, Sídney. Berlín tiene una de las casas grandes de ópera del mundo”, cuenta con orgullo.

Sin embargo, nunca abandonó su deseo de volver al país. “Siempre dije que el día que me jubilara, regresaría. Paraguay tiene algo: es mi cuna. Toda mi familia estaba aquí. Fui al colegio y me crié cerca de Atyrá. La granja de mi mamá se encontraba ahí. Me encanta, hasta los 12 años estuve aquí. Mi papá vino con 12 años de Dinamarca, mi mamá era Alemana, y él decía que era más paraguayo que la mandioca (risas). Cuando fui a Alemania, él me dijo: ‘Acordate de que sos un paraguayito’”, recuerda.

Esos años de infancia fueron claves para deter­minar su inspiración en sus orígenes paraguayos. “Tal vez se haya formado allí mi relación con la naturaleza. Quizás nacieron en aquella época mis inspiraciones en cuanto a color”, reveló tiempo atrás. En el futuro, piensa dejar sus obras como le­gado cultural al país. “Esto el día de mañana lo voy a donar al Museo del Barro. Yo sé que ahí van a cuidar bien”, concluye.

Fotografía: Fernando Franceschelli

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