Nota de tapa

Quino, el filósofo de las tiras cómicas

El de los trazos finos y minimalistas, el de los chistes políticos y sociales más crudos, el padre de una de las niñas más irreverentes e icónicas de una época. Despedimos a Quino, el dibujante de humor gráfico más importante y universal de América Latina del siglo XX.

“¿Qué es un buen dibujo? ¿Qué debe tener un dibujo para ser bueno?”, le preguntó Tute, amigo y colega, a Quino, en la serie web de entrevistas Tutelandia. “Y por lo general, uno que te revele cosas de las que no te habías dado cuenta antes”, respondió parsimonioso el maestro.

Escribió Alfredo Sábat para La Nación, de Argentina, que un error muy común que se hace cuando alguien fallece es que la persona que opina sobre la personalidad que se fue termina hablando de sí misma. En este caso, Sábat hace énfasis en que existe una salvedad: referirse a Quino es hablar de nosotros mismos. Se refiere a sus compatriotas. Pero es innegable que al retratar tan bien una sociedad con sus particularidades, también logra universalidad.

Pensar en Quino es pensar en mi abuelo, en mis tíos y amigas. Cuando le pregunté a mi mamá si recordaba sus primeras lecturas de Mafalda, me dijo: “Ella me ayudó a abrir la mente, a pensar libremente. Era nuestra ídolo”.

Joaquín Salvador Lavado Tejón, conocido mundialmente por su pseudónimo Quino, abandonó el mundo material el 30 de setiembre pasado, a los 88 años, un día después de que su hija más mimada, Mafalda, a la que aseguraba nunca pudo dibujar de memoria, cumpliera 56 años.

No le tenía miedo a la muerte, ya que se consideraba agnóstico y no creía en el infierno. Pero constantemente leía la Biblia, la utilizaba como fuente de ideas. Señalaba que ahí estaba casi todo: la poesía, el sexo, lo policial. Dibujaba a Dios, a sus ángeles, a Adán y a Eva siempre en un tono juguetón, a veces más crítico; intentaba con esas creaciones comprender por qué el cuestionamiento del origen de todo genera tanta alteración en las personas.

En despedida a su creador, miles de tiras cómicas que rendían tributo a la niña más preguntona y ávida de habla castellana recorrieron las redes sociales. Dibujantes e ilustradores paraguayos y paraguayas también sumaron sus trazos. Como un filósofo encubierto, Quino ha sembrado sus reflexiones por medio del humor en varias generaciones de todo el mundo.

Era hijo de Antonia Tejón y Cesáreo Lavado, republicanos españoles, anticlericales y antimonárquicos, que emigraron de España a Mendoza, Argentina. Su abuela era comunista. Todas esas características y creencias condimentaban las discusiones familiares y despertaban la curiosidad y el sentido crítico del niño Joaquín.

“Soy un dibujante político. Crecí en una casa en la que se discutió la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, Corea, Vietnam. Y pensar que hay gente que dice: ‘Yo en política no me meto’. No sabe que eso también es hacer política”, expresó en una entrevista realizada por Carlos Ulanovsky y Cristina Mucci en la Feria del Libro en Buenos Aires número 40, en 2014.

En el seno familiar también se encontraría quien fue su principal inspiración para empezar a dibujar: su tío y tocayo, Joaquín Tejón. Después de que su madre muriera, se crió prácticamente con él. Joaquín era pintor y publicista, y consumía varias revistas norteamericanas en las que Quino encontraba dibujos de humor mudo de autores como Eldon Dedini.

“Humor, hacía ya a los 14. Pensaba chistes y los dibujaba dificultosamente… Pero dibujando me recuerdo desde siempre”, contó a Rodolfo Braceli en una entrevista incluida en el compilado 10 Años con Mafalda, de Ediciones de la Flor. Recordó que graficaba mal, muy mal, y que su proceso evolutivo fue lento.

Nace un ícono

Miguel Rep, amigo y aprendiz de Quino, lo comparaba con Charles M. Schulz, autor de la tira cómica Peanuts, cuyo personaje principal es Charlie Brown. “Creador de un mundo”, subrayaba. Y pensar que la genialidad de Mafalda casi, casi no pasó a la historia por formar parte de una publicidad encubierta de electrodomésticos. Así fue concebida en un principio. Le encargaron que creara una familia tipo de la Argentina de los 60, pero al final desistieron de la idea y Quino se quedó con los dibujos.

La primera aparición de Mafalda se realizó de forma aislada, con esos bocetos que había hecho el autor en el suplemento Gregorio para la revista Leoplán, publicada por Miguel Brascó. El editor vio un potencial en aquellas tiras, pero quizás nadie imaginó que sería el nacimiento de uno de los personajes más famosos de la Argentina, casi al nivel
de Eva Perón.

“No tenía nada que ver con los chistes de suegras y oficinistas que se hacían. Era un humor muy surrealista, con otra temática”, explicó Quino en el programa Continuará, de Canal Encuentro.

El 29 de setiembre de 1964 se estableció oficialmente la llegada de Mafalda a la vida pública, con la publicación de las tiras en el periódico Primera Plana. Recién con esa edición, Quino se planteó la continuidad del personaje. Al principio se trataba de una niña bastante contestataria con sus padres, luego aparecieron sus amiguitos: Susanita, Felipe, Manolito y Miguelito.

En 1966 salió la primera recopilación de las tiras y el libro, con tirada de 5.000 ejemplares: se acabó en dos días. Daniel Divinsky, principal editor de Quino junto a Kuki Miler, narró a Canal Encuentro que un día antes de que salieran a la venta, los vendedores de quioscos iban a los talleres de la imprenta para sobornar a los trabajadores y tener los ejemplares antes de que vieran la luz, para venderlos a la primera hora del día siguiente.

En cada entrevista en la que Quino hablaba de sus logros y condecoraciones, los contaba de forma descreída, como si no se tratara de él, como si su trabajo no hubiera sido la biblia de muchos. “¿Qué ha hecho uno tan importante para la gente?”, reflexionaba.

“Recuerdo que en mi adolescencia, uno o dos compañeros compraban las historietas y luego intercambiábamos. Así circulaban y conversábamos al respecto. Veía el nombre del autor, pero para mí no significaba mucho en aquel tiempo, porque estaba encantada con Mafalda y sus personajes. Adorábamos a Susanita, ella reflejaba todo el pensamiento femenino de una época. Cuando fui creciendo, me concentré más en el autor, me preguntaba cómo podía ser que una persona tenga tanta genialidad”, comparte Gloria Pereira, docente y encargada de la traducción de Mafalda al guaraní.

No solamente le llamaba la atención el humor o el sarcasmo, sino también la capacidad de Quino para expresar tantas cosas en pocas palabras. “Para mí el mayor legado de él fue ayudarme a pensar, a reflexionar y a tomar postura en el tiempo en el que vivíamos”, manifiesta agradecida Pereira, quien en 2019 tuvo la oportunidad de conocer al autor, en el lanzamiento de los primeros tomos de Mafalda Guaraníme.

Una niña preocupada por los problemas sociales

En palabras de la socióloga argentina Eleonor Faur, para Cosecha Roja, Mafalda fue inspiración y permiso para una generación bisagra: aquella que presenció un mundo caldeado por la Guerra Fría y el asomo de las bombas atómicas; que vivió el cambio de siglo y la llegada de las nuevas tecnologías.

“Nos abrió la puerta a la conversación política, a la amistad cómplice con los varones capaces de percibirnos como pares, al humor como herramienta para iluminar los tonos grises que, a veces, adquiere la vida cotidiana. Nos mostró en sus viñetas que lo personal era político y que la injusticia social era tarea de todos y de todas, incluso de las niñas”, afirmó Faur.

Esta niña preocupada porque no quería ser como sus padres −frustrados y consumidos por el trabajo−, ocurrente y locuaz, hasta ahora representa un modelo distinto, quizás una de las primeras nenas feministas del humor gráfico.

“Recuerdo el momento en el que Mafalda, con todo su universo, comenzó a tener un protagonismo más consciente y reflexivo en mí: cuando pedí a mis padres que me regalaran su agenda. Estaba llena de ilustraciones, reflexiones, cuestionamientos políticos y sociales, contados de una manera clara desde la perspectiva de una niña. Sin lugar a dudas despertaron y estimularon el pensamiento crítico en mí; me plantearon cosas y me hicieron indagar
situaciones que antes no consideraba”, rememora Tania Barceló, diseñadora gráfica e ilustradora conocida como Tanuba.

Cuando a Gloria le dieron el importante trabajo de realizar la traducción de los 10 tomos de Mafalda al guaraní, lo primero que hizo fue volver a leer sobre el autor y escuchar The Beatles, para ubicarse en el tiempo en que fueron escritas las tiras y entender los problemas que aquejaban al mundo.

“Ella cuestionaba bastante el tema ambiental, había una preocupación latente, y mirá cómo estamos hoy. Actualmente no podemos abrir ni puertas ni ventanas, la contaminación está aquí. Y si bien había dictaduras militares, el autoritarismo sigue latente, porque nunca se fue de Latinoamérica. En fin, es muy actual. Yo creo que Quino ya pasa a la posteridad”, opina la docente.

Despedida de Tania Barceló, conocida por el pseudónimo de Tanuba, a Quino. Cuando empezó a dibujar recuerda que calcaba las tiras de Mafalda buscando imitar el estilo del dibujante argentino.

Las tiras de Mafalda fueron dibujadas por casi una década, hasta que Quino conscientemente decidió que ya no lo haría más, no quería repetir chistes. Cuando le preguntaban si la extrañaba, decía que no y que no tenía sentido que volviera: ella seguía igual y diría lo mismo que hace más de 50 años.

“No me deja de sorprender cómo el leer algo tan profundo y sensible me divierta tanto. Lo que más me mueve es su humor en clave de denuncia y, gráficamente, me encantan las historietas sin diálogo, son mis favoritas. Contar historias sin palabras es un gran logro para los y las historietistas añade Jimena Zaldívar, ilustradora de la tira cómica Simoneta.

Mafalda se ha vuelto eterna y hasta hoy sigue siendo una inspiración para muchas niñas y niños, jóvenes y adultos, que buscan en sus materiales no solo entretenimiento, sino también respuestas para entender el mundo y, quizás, imaginar uno mejor.

Un tipo tímido pero influyente

Un hombre tímido hasta el final, de respuestas monosilábicas y pausas eternas, lector de Borges, compañero de Alicia Colombo, bebedor de vino tinto y seguidor de Jean Bosc y Chaval, historietistas de humor mudo.

Relata Rodolfo Braceli que la primera vez que entrevistó a Quino en 1967, el hombre no pronunciaba palabra; era su esposa, Alicia, la que tiraba cuerdas para empujar la conversación. Entonces se le ocurrió que una forma más eficaz de saber lo que pensaba era pedirle que lo dibuje.

Consultada si fue influenciada por Quino en su labor como ilustradora, Jimena contesta: “Todos quisimos ser Quino. Simoneta es una chica ruluda, feminista, de humor ácido, que habla de la cotidianeidad y también hace referencia a lo más grande, lo general. Eso seguro es su influencia».

Para la joven artista, Joaquín marcó la vida de muchos historietistas y sus lectores por su compromiso con la humanidad, por la humildad y porque trasladó a su trabajo la persona que fue. “La historieta, aunque no nos guste, sigue siendo considerada un arte menor, para leer en las salas de espera. Quino hizo filosofía y poesía con dibujitos
en blanco y negro, con una línea superpotente que representaba situaciones cotidianas con mucha emoción y crueldad. Como esos personajes que vivían en la pobreza frente a los jefes en sus lujosos estudios, que maltrataban a los trabajadores. Hacía todo esto utilizando muy pocos recursos, sin color, en tres viñetas”, piensa Zaldívar.

Homenaje de Simoneta, ilustrada por Jimena Zaldívar, en despedida de Quino. «Todos quisimos ser él, alguna vez», afirmó la artista.

Tanuba también lo considera un gran impulso para empezar a dibujar. Tanto le gustaba visualmente Mafalda que empezó a calcarla, para imitar el estilo de Quino. “Resumir ideas tan profundas con pequeñas líneas de texto, personajes tan expresivos que expresan la esencia de su entorno, con tan pocos elementos pero tan bien logrados, y desde el lugar del humor, para mí es inspirador. Creo que hacer reír y reflexionar a la vez es una de las cosas más difíciles e interesantes de su trabajo. Siempre trato de que mis ilustraciones contengan un poco de humor y amor, en diferentes dosis, como sea necesario, para lograr lo que quiero comunicar”, menciona Barceló.

Quino no solo dejaba al desnudo las convenciones sociales un poco absurdas a las que estamos suscriptos y ponía en evidencia también su nihilismo, sino que también invitaba a vernos más allá de nosotros mismos, a pensar en las desigualdades, fruto del ejercicio del poder desmedido. Es por eso que decía que le encantaba dibujar restaurantes, pues en estos escenarios es en donde más se ejerce.

Eterno y universal

En estos días, con mi mamá, desempolvamos los libros de Quino: la mayoría de los ejemplares se los había regalado mi abuelo a ella y a sus hermanos. Nos quedamos un montón de tiempo releyendo las tiras de amor, de trabajo, de música, de gastronomía, de burocracia, etcétera, y soltábamos cada tanto una risa espontánea. También leímos
Mafalda. “Mirá, esta es nuestra”, me dijo, por una en la que le reclama a su progenitora por qué le tiene que obedecer. “¡Porque te lo ordeno yo, que soy tu madre!”, le grita. Mafalda arremete: “¡Si es cuestión de títulos, yo soy tu hija! ¡Y nos graduamos el mismo día! ¿O no?”.

Mafalda es un puente generacional. Es aquella que fuimos y la que queremos ser. Pero no es la única: todo personaje tenía su particularidad y en cada uno de ellos, uno se puede ver reflejado de alguna manera. También en las otras
creaciones del autor, en las que hablaba del consumismo, el amor romántico, denunciaba la explotación laboral, la represión policial, entre otros temas.

Según Miguel Rep, Quino no quería ser bestseller, sino un clásico, y lo logró. Él lo sabía. “Llega un punto en el que creo que te das cuenta de que estás contando algo que solo lo podés contar vos, y estás describiendo tu tiempo. Y no pasa de moda porque es una belleza. Algo bello y eterno”, afirmó Rep en conversación con Juan Sasturain.

Quedan las obras y los mensajes atemporales, que son fuente de humanidad y empatía, ante tanta violencia diaria. Por eso, Jime sugiere seguir descubriéndolas, ya que además de inspirar y dar fortaleza, nos hacen sentir menos solos en este mundo de opresores y oprimidos.

“Y nos ponen atentos, con los ojos bien abiertos, para identificar cuál de los roles estamos cumpliendo. Supongo que nos queda seguir luchando con nuestra vida, nuestro oficio o lo que podamos poner a disposición, para mejorarnos
como personas y defender nuestros derechos y de quienes lo necesitan”, declara.

Lastimosamente, muchos de los problemas que graficó Quino siguen hoy vigentes y se han agravado. Pero es por esa misma razón que Tania cree que su discurso adquiere aún más fuerza: “La pobreza, la violencia, la desigualdad,
el esfuerzo incansable de sobrevivir a un sistema impuesto, la falta de conciencia, la falta de libertad, las minorías siempre reprimidas”.

La ilustradora insta a seguir en esa búsqueda de justicia y equidad. “Siempre preocupado y en busca de paz, nos invita a la reflexión para dejar un mundo mejor. No importa cuán difícil sea, siempre podemos ser parte del cambio”, considera.

Como un artesano sin igual, Quino extrajo lo mejor del dibujo, la pintura, la filosofía y la fotografía, para moldear sus obras, que hoy son espejo y refugio. Fue el inventor del retrato de la humanidad en su más latente ironía y visionario de un futuro patas arriba. Es influencia de lectores conscientes, que bailamos The Beatles y soñamos con que algún día, el amor nos salvará. Como escribió Sábat en su homenaje: “Quino dibujó tan bien el mundo, que ahora el mundo
es un chiste de Quino”.

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