Nota de tapa

Moneda guaraní

Conflicto, injerencias y 80 años de estabilidad

Paraguay fue un país surcado por las guerras (internas y externas) pero, paradójicamente, de un periodo de inestabilidad política surgió la moneda más estable de Latinoamérica. Esta nota busca responder las grandes interrogantes sobre el guaraní a 80 años de su implementación oficial.

Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte: Gaby García Doldán. Dirección de producción: Betha Achón. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Fernando Franceschelli. Agradecimiento: Museo de Numismática y Joyas del Banco Central del Paraguay.

Muchas veces leímos o escuchamos loas a nuestra moneda (y casi por antonomasia, a nuestra economía) como la más sólida de la región. ¿Es estable la permanencia? Bajo esta premisa pareciera serlo. En esta nota de tapa nos sumergimos en la historia del guaraní, desde los mismos orígenes de la divisa paraguaya hasta la actualidad y las preguntas que nos hacemos todos los días.

Durante su historia, Paraguay hizo uso de la yerba y el tabaco como “monedas de la tierra”, unidades de curso legal en varias partes del continente en la época colonial para hacer frente a la falta de divisa metálica como pesos o reales (Garzón Maceda, 1968).

En el año 1595, la yerba mate tenía una equivalencia de un peso por arroba. El jesuita José Cardiel escribió en 1747 que “en esta Gobernación del Paraguay no corre moneda alguna, gobiérnase por trueque: las vacas en el Paraguay valen seis pesos y se compran con yerba, tabaco, algodón, miel de caña, azúcar y lienzo de algodón”.

Años después, durante el gobierno de Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso (1842-1844), se creó la primera moneda de curso legal paraguaya. Se denominaba 1/12, ya que 12 unidades de cobre nacionales equivalían a un real de plata. La acuñación se hizo una parte en Inglaterra y otra en la Casa de la Moneda, en Asunción.

El 1 de marzo de 1847, el ya presidente Carlos Antonio López creó por decreto el papel moneda. Dicha emisión fue de cinco valores: uno, tres, cinco, nueve y 20 pesos. Pero este sistema no duró mucho tiempo, ya que fue totalmente destruido durante la Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870). 

Una curiosidad que comentaron los distintos expertos consultados es que los billetes tenían la firma del entonces gobernante, a fin de dar seguridad a los connacionales. Por otro lado, dado el alto índice de analfabetismo numérico de las comunidades, en cada uno, además de los adornos correspondientes, había una pequeña imagen que ejemplificaba lo que podía adquirir.

En el 67, aún durante la guerra, Paraguay dio a conocer sus primeras monedas de oro, valuadas en cuatro pesos fuertes. Hasta 1870, el peso se subdividía en ocho reales. En épocas de posguerra, se tuvo que plantear una ley monetaria que desmonetizara las emisiones de la época bélica y prebélica.

Las monedas argentinas asumieron una posición dominante, pero el peso fuerte paraguayo circuló hasta 1944. José Cantero, economista y expresidente del Banco Central del Paraguay (BCP), en su artículo Moneda y banca en el Paraguay, publicado en el libro El guaraní: 70 años de estabilidad. Una conquista de la sociedad, 1943-2013, plantea que “la anarquía monetaria, hasta la creación del guaraní en 1943, duró 70 años”.

Una moneda propia

Para Herib Caballero Campos, doctor en Historia por la Universidad de Asunción y magíster en Historia del Mundo Hispánico, son dos los factores fundamentales a la hora de hablar de ese proceso de conversión monetaria. El primero es que después de la gran crisis de la Bolsa de Valores de Nueva York en 1930 y comienzos de la década siguiente, los Estados Unidos fueron abandonando el patrón oro como referencia. Paraguay se empieza a alinear con las políticas estadounidenses en 1939, bajo el gobierno de José Félix Estigarribia.

Así se desarrolló un proceso de cooperación entre la Reserva Federal de EE. UU. y el Gobierno de Paraguay. En ese contexto, llegó al país Robert Triffin en 1941 a asesorar para la conversión monetaria en el país, con la experiencia en otros países como Chile.

La segunda cuestión a tener en cuenta, según Caballero, es que, al encontrarse el país frente a importantes necesidades económicas, el Gobierno de Higinio Morínigo empezó un proceso de estatización y control de precios, principalmente de los recursos más utilizados como la carne. El panorama de la época era mayoritariamente rural, pero empezó a verse desarrollo urbano, sobre todo en la ribera de los ríos más importantes. Fue fundamental también el proceso de intervención de parte del Estado.

El 5 de octubre de 1943, por medio del decreto ley n.º 655, el entonces presidente estableció el Régimen Monetario Orgánico de la República del Paraguay, con la finalidad de estabilizar, fortalecer y reafirmar la independencia y soberanía monetaria.

“El nombre guaraní tiene que ver con el enfoque nacionalista que se buscaba implementar, para marcar una diferencia con el resto y dejar de utilizar la denominación peso, que podía confundirse con las monedas de países vecinos”, indica el especialista. Una cuestión interesante a considerar, ya que en ese entonces no había políticas públicas dirigidas hacia la población indígena.

El Estado planteaba este relato histórico aún vigente de la unión casi pacífica entre españoles y guaraníes —y borraba por completo a los demás pueblos que habitaron este territorio—, y ubicaba al país como “sus herederos”. “Pero el guaraní de carne y hueso no formaba parte de las preocupaciones ni de las ocupaciones de quienes tenían que hacerlo, un poco como también se puede ver ahora”, plantea Caballero.

Doctor Herib Caballero Campos.

El Panteón de los Héroes en tu bolsillo

La implementación de la nueva moneda se sintió en el bolsillo de la gente, pues la anterior estaba muy devaluada. Al principio, un guaraní equivalía a 100 pesos fuertes. Esto permitió un “saneamiento” de la economía. Y mientras la novísima divisa nacional se fortalecía, también surgían nuevas concepciones.

Herib Caballero identifica una relación directa entre las imágenes de la primera familia de monedas con la “Revolución Paraguaya” del presidente Higinio Morínigo. “Antes, las imágenes tenían que ver con edificios o lugares geográficos, cuestiones ideales y colectivas”, explica. Y agrega: “Muy pocas personas aparecían, y si lo hacían, eran figuras estereotipadas. A partir de ahí surgen los llamados Héroes de la Nación: los próceres, los líderes de la guerra, el mariscal López… En síntesis, el panteón de referencias históricas que prácticamente ha permanecido inmutable hasta hoy”.

Ver de cerca para aprender

El Museo de Numismática y Joyas del Banco Central del Paraguay ofrece un recorrido por la historia del guaraní, desde las macuquinas acuñadas tosca y manualmente, a golpes de martillo, que se utilizaban en la colonia hasta la primera moneda independiente, pasando por curiosidades como el billete —que no circuló— con el rostro del dictador Alfredo Stroessner y las maquinarias usadas para contar y crear los primeros bancos.

Allí tuvimos el placer de conversar con el curador, don Víctor Fernández, que lleva más de 30 años de servicio en el BCP y podemos describirlo como una enciclopedia numismática viviente. Nos enteramos, por ejemplo, de que la primera familia de billetes estuvo compuesta por siete denominaciones: 1, 5, 10, 50, 100, 500 y 1000 guaraníes. 

“Una de sus particularidades es que tenían diferentes tamaños para educar a la población sobre su valor: el billete más chico representaba menor valía, y conforme avanzaba la escala, empezaban a sumar, tanto que con el de mayor denominación se podían comprar casas”, nos cuenta.

Según detalló (y señaló con un indicador de takuapi), en 1963 se unificó la medida, con 15,6 cm de largo y 6,7 de ancho. Ese mismo año se amplió el cono monetario con la incorporación de los billetes de G. 5000 y G. 10.000. Pero también se generó confusión generalizada: “No debemos juzgar los hechos del pasado con las condiciones, el conocimiento y la mentalidad del presente. En esa época aún no había energía eléctrica y la luz era color naranja, casi mortecina, así que se confundían los billetes de 100 y un guaraní”.

En 1990 se incorporó el 50.000, con la figura del soldado desconocido, reemplazado luego con la imagen de Mangoré. Curiosa la historia de esta denominación, ya que en años anteriores se creó una versión con la efigie del tirano Stroessner. Otro caso que involucra al dictador fue el de billetes desmonetizados usados para hacer proselitismo.

En 1998 se dispuso agregar el billete de 100.000 y, en el año 2006, el de 20.000. Muy pronto llegaron los de polímero, con la denominación de 2000, y luego, la de 5000. Así completamos la familia del guaraní vigente hoy.

La pasión de don Fernández por la moneda paraguaya contagiará a todos los visitantes, sin dudas, y deben aprovecharlo, puesto que el año que viene ejercerá su derecho a la jubilación. El museo está en las instalaciones del banco. Las visitas se realizan de lunes a viernes, de 08.00 a 12.30. Para grupos grandes, pueden agendarse al (021) 619-2141.

Víctor Fernández.

Pasión por la moneda

La numismática es una disciplina auxiliar de la historia, ya que preserva el archivo. Y si hablamos de ello, un nombre clave es el de Raúl Olazar, autor del libro Historia numismática del Paraguay, administrador de comunidades sobre el tema en redes sociales y miembro de la Asociación de Coleccionistas Numismáticos del Paraguay (Aconupa).

“El coleccionismo ayuda bastante a conocer los hechos históricos que vivimos, las cuestiones económicas; se desglosa un montón de información”, explica Raúl. “Una moneda o billete es la cédula de presentación de un país a partir del cual se puede desentrañar su devenir, los conflictos y hasta sus valores, todo a través de algo que quizás todos tenemos el bolsillo, pero muy pocos miran con otros ojos”, añade.

“Es muy curioso que los primeros billetes de guaraníes eran pesos fuertes con un sello de conversión que establecía la equivalencia, y hacían eso para ahorrar”, cuenta, en referencia a la disposición transitoria de la ley que ya mencionamos anteriormente, la 655, que establecía que todo poseedor de la citada divisa debía intercambiarla por emisiones reselladas. Otra curiosidad es, en realidad, un mito nacional mucho más reciente: en su momento, se creía que la moneda de G. 500 tenía oro.

Como coleccionista, pasión a la que se dedica al 100 %, Olazar encontró cientos de estas historias. Como por ejemplo, que el billete de G. 20.000 en su primera tirada tenía la imagen de la mujer paraguaya, protagonista del billete de G. 5, con un rosario. “Se cree que Nicanor, como su catolicismo era dudoso, mandó cambiar”, explica el experto.

“Son pequeños cambios que surgen de repente por tintes políticos o hasta religiosos. Yo empecé a contar estas historias porque me parecen muy importantes. Hay decisiones históricas detrás de lo que tenemos en el bolsillo”, afirma Olazar. Para él, es importante difundir la numismática y que la comunidad a la que pertenece crezca aún más. La asociación de coleccionistas siempre está abierta a recibir nuevos miembros; cada tanto realizan charlas y, además, hay ferias para el comercio de esas monedas.

El subibaja económico

En sus 80 años de vigencia, el guaraní no siempre se mantuvo con la fortaleza pétrea con la que muchas veces lo retratan. La economía paraguaya se vio muy afectada en varios periodos. Uno de ellos fue en los 80, que muchos historiadores llaman “década perdida latinoamericana”. A nuestro país le tocó el fin del gran ingreso que implicó la construcción de Itaipú, lo que desencadenó la crisis. “Había control de cambios por parte del Gobierno y eso hacía que crecieran las especulaciones”, dice Herib Caballero.

Otro momento en el que la moneda perdió valor fue a fines de la década de los 90 y comienzos de los 2000, cuando el precio del dólar llegó a G. 8000. Tanto Caballero como Talavera afirman que la economía recién se puso en orden con el gobierno de Nicanor Duarte Frutos en 2003, dado que su ministro de Hacienda, Dionisio Borda, implementó una serie de políticas que incluso lo trascendieron y se volvieron de Estado.

Un indicador importante de una economía en peligro es la inflación. ¿Qué es? Según Marina Talavera, docente y asesora de la Secretaría Técnica de Planificación, dependiente del hoy Ministerio de Economía y Finanzas, “es la suba generalizada de precios con relación al papel moneda”. Tiene que ver con el poder adquisitivo, valor real del dinero.

Paraguay tiene, según el BCP, una inflación anual del 3,5 %. Pero eso muy pocas veces se traduce en la cartera de la dama y el bolsillo del caballero. “Lo más importante es controlar la emisión, y en eso interviene el Banco Central”, explica Marina. Y añade: “Estas deben tener un respaldo, fiduciario o en oro”.

Según su análisis, la estabilidad del sistema monetario paraguayo es gracias a la gestión del BCP, “con profesionales idóneos y una institución sin injerencias de los partidos políticos”. “Y allí, quizás, haya que mantener el rumbo”, opina. Pero aún falta mucho por crecer. Y ya que hablamos de inflación, es necesario un sinceramiento: que los números que se publican sean los mismos que la gente siente en el bolsillo.

Marina Talavera.

“Entre los retos está la cuestión de las estadísticas, porque no hay un cruce entre los números del BCP y sociodemográficos, realizados por el Instituto Nacional de Estadística”, señala y remarca: “Es muy difícil que estén correctos de esta manera. Lo que pasa con la inflación es que ante la falta de datos, se maquilla”.

A 80 años de la creación del guaraní como un estabilizador económico, lo sentimos cada vez menos en el bolsillo. Aun así, como bien sostiene Herib Caballero, parafraseando al sociólogo Roberto Céspedes Ruffinelli, la moneda también ocupa un lugar importante dentro de nuestra construcción sociocultural, y sin dudas tuvo su rol en la reproducción del panteón heroico nacional (de batalla, masculino y autoritario), y los ideales que fomenta.

¿Se pueden sacar los ceros?

Para Marina Talavera, sacar los ceros puede resultar problemático. “Sería un sinceramiento de la economía, entender de forma muy gráfica que nuestra moneda fue perdiendo valor”, explica la economista. Agrega: “Con esto existe la posibilidad de disparar comportamientos del ser humano que pueden crear una crisis económica. A veces es mejor no especular con eso e ir educando, de a poco, a la sociedad para lograr  un cambio paulatino”. 

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