Nota de tapa

Lactancia sin límites

Amamantar en tiempos antagónicos 

Tal vez uno de los vínculos más poderosos entre mamá y bebé sea la lactancia. No solo alimenta, calma y contiene, sino que, además, es una fuente de amor inagotable. Sin embargo, una de las preguntas más frecuentes a las que se enfrentan las mujeres es: “¿Hasta cuándo vas seguir dando el pecho?”. Para esta nota especial por el Día de la Madre conversamos con Soledad Barruti, autora de los libros Malcomidos y Mala leche; la psicóloga clínica Loreley Llanos Medina, diplomada en Sexología Clínica, y la doctora Susana Sánchez, especialista en nutrición pediátrica, docente de la UNA e investigadora; sobre los mitos que rondan en torno a dar de mamar a niños mayores. Y por si fuera poco, una madre nos transmite su experiencia con los prejuicios y los éxitos relacionados con su decisión de amamantar.

Por Evelin Benegas. Dirección de arte y producción: Betha Achón. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Fernando Franceschelli. Modelos: Sofía Villagra y Nahomi Farías Villagra. Prendas: Mango.

La cantante Andrea Valobra posteó recientemente el video de un ensayo donde se la vio sentada muy cómoda, mientras llegaba a sus increíbles altos. Allí, buscando el ángulo más favorable para tomar la teta, estaba su pequeña hija.

Andrea canta sin dejar de hacer contacto visual con su bebé, pero la niña resuelve que le interesa más seguir en lo suyo. En su publicación advierte que pase de largo el que no quiere ver tetas reales; y es que la búsqueda por la normalización de dar mamar, sin importar el lugar ni las circunstancias, es muy reciente, pero aún bastante rechazada.

En programas de televisión, guiones de películas y series, hasta en el seno familiar, se describe como repulsivo e incómodo ver a una mamá alimentar a su hijo. ¡Ni hablar si este tiene más de dos años de edad! Lo paradójico es que los senos parecen siempre un recurso válido y rentable en la publicidad. Entonces, ¿cuál es el problema? Es como si los pechos de las mujeres no pudieran existir fuera del consumo masculino y se habla más de su valor estético que de su función como fuente de alimento. 

“Ya está muy grande, tiene que dejar”, “¿por qué no le ponés limón?”, “por culpa de su tití es muy malcriado”, son solo algunas de las opiniones que se ofrecen para disuadir a las mujeres de continuar con la lactancia. Pero, ¿por qué es tan resistida? Para la psicóloga clínica, diplomada en Sexología Clínica, Loreley Llanos, tiene que ver con el punto anterior: “La lactancia materna en niños mayores, lastimosamente, está vista con un ojo muy morboso. Se asocia a la mama con un órgano reproductor que, por ende, se debe esconder, como [se hace con] los genitales. Entonces se cree que la madre que decide continuar con su lactancia lo hace por buscar un placer en el plano sexual”.

Algunos expertos prefieren evitar los términos “prolongada” y “extendida”, y sugieren en su lugar la expresión “lactancia en niños mayores”. “Lo grave es eso, que ya vemos ‘prolongada la lactancia’ como si hubiese una etapa hasta donde es razonable y luego ‘la alargamos’. Estamos tan atravesados por la idea de que solo los bebés muy, muy pequeños se amamantan, que nos parece extraterrestre que un niño de tres años siga tomando teta. Y en realidad es lo más normal del mundo. En algunas comunidades llegan hasta los seis, siete años”, expone Soledad Barruti, periodista argentina y autora de los libros Malcomidos y Mala leche, directora de una red latinoamericana de periodistas con perspectiva científica y de derechos humanos, dedicada a temáticas vinculadas con alimentación, sistemas alimentarios y territorios.

Para la investigadora, el modelo de alimentación hegemónico es el gran responsable del destete prematuro. “La publicidad nos convenció a las mujeres de que nuestro cuerpo no es suficiente para alimentar a los hijos e hijas. Es algo gravísimo, tan estudiado que ya en los 80 se adoptó en la Asamblea Mundial de la Salud el código internacional de comercialización de sucedáneos de la leche materna para proteger a las mamás y sus bebés de prácticas inapropiadas de comercialización. Pero no se respeta, se sigue haciendo, afirman la idea de que inventaron productos que son mejores”, aporta.

Soledad Barruti, periodista argentina y autora de los libros Malcomidos y Mala leche, directora de una red latinoamericana de periodistas con perspectiva científica y de derechos humanos, dedicada a temáticas vinculadas con alimentación, sistemas alimentarios y territorios.

Nutrición e inmunización

Barruti profundiza y sentencia: “La industria de la fórmula, por supuesto, fue la creadora del tabú de la leche materna. Instalaron la idea de que había algo mejor, lo vendieron como el ingreso a la modernidad y la independencia de las mujeres, hicieron un producto de élite, privilegio, y los que no tienen los ingresos para costearlo, dan leche de vaca, diluida con agua y azúcar, el peor de los alimentos para un bebé, pensando que eso incluso es mejor. Gran victoria de la industria”.

La psicóloga Loreley Llanos Medina, diplomada en Sexología Clínica y asesora de lactancia, aporta al respecto: “No existe en el mercado ningún otro producto que se asemeje a la leche materna. Se piensa que tiene una vida útil, algún tipo de caducidad, pero nada más lejos de la realidad. Esta cambia en composición en la medida que el bebé crece: en el segundo año de vida aporta 30 % de energía, 38 % de proteínas, 45 % de vitamina A y 95 % de vitamina C. A más demanda de contenido calórico, el cuerpo de la madre se encarga de producir una leche más calórica, nunca deja de aportar a la nutrición del menor. Se sataniza la leche, le dan las peores de las características, como que ya es pura agua, ya es pura sangre, no sirve o le hace mal; priorizan y enaltecen a la leche artificial, y esta no tiene punto de comparación”.

Existe una exagerada interferencia social en la crianza de las mujeres de parte de muchas personas que, en su mejor intención, tal vez, ofrecen sus sugerencias personales, que presionan para el destete prematuro. “Si un bebé llora, todos asocian con hambre. Pero no solo puede ser por hambre, también por malestar, aburrimiento, inquietud; quiere upa, pasearse. La mayoría de las veces el bebé experimenta miedo, y la mejor manera de sentirse mejor y aliviar los malestares es la teta. Amamantar es lo que más calma, lastimosamente se entiende ese llanto con un único objetivo: más leche. Por alguna extraña razón la gente piensa que la fórmula es mejor”, asegura la psicóloga Loreley Llanos. 

Mucho también se habla sobre la inmunidad que recibe el niño mientras dura la lactancia, lo que disminuye el riesgo de enfermedades infecciosas o, en todo caso, los niños se enferman por un periodo más corto. “Siempre que reciba leche materna, favorece su madurez inmunológica, aumenta sus defensas. Es importante recordar que es un fluido vivo que transmite no solamente probióticos, sino también enzimas y proteínas. Están más protegidos no importa a qué edad, siempre reciben un plus de defensa a través de la leche de su mami”, nos explica la doctora Susana Sánchez, pediatra especialista en Nutrición Pediátrica, docente de la UNA, investigadora, jefa de la sala de lactantes del Hospital de Clínicas y consultora en salud y nutrición. 

Ya sabemos que para el pequeño ser humano no existe mejor alimento y apego que la leche, pero la naturaleza también se encarga de proteger a las productoras. Recientes investigaciones apuntan a que la lactancia materna ahuyenta el futuro deterioro cognitivo de la madre, según un estudio dirigido por investigadores de UCLA Health, en la Universidad de California. El equipo ha descubierto que las mujeres mayores de 50 años que habían amamantado a sus bebés obtuvieron mejores resultados en las pruebas cognitivas en comparación con las que nunca lo hicieron.

Además, está probado que ayuda a regular el estrés, favorece el vínculo con el bebé, reduce el riesgo de padecer diabetes, disminuye las probabilidades de sufrir depresión posparto, previene el cáncer de cuello uterino, entre otros. 

Loreley Llanos Medina, licenciada en psicología, diplomada en Sexología Clínica.

Un caso exitoso

Belén Romero de Castrioto, de 32 años, contempló muchísimo la idea de ser mamá, y tras dudas y resoluciones decidió que estaba dispuesta. Con el embarazo planeado y el apoyo de toda su familia, puede llevar una maternidad ideal: su pequeño Atilio Henrique Castrioto Romero acaba de cumplir dos años y sigue mamando a libre demanda. Ati se aferra a la humanidad de su mamá; observa un poco curioso su alrededor sin soltar la teta, mientras Belén se explaya y cuenta que, pese a tener un inicio muy complicado, con pezones agrietados y mastitis, no se rindió y hoy está convencida de que es la mejor experiencia.

Ati es un poco tímido, esconde la mirada en los cabellos de mami y finalmente descansa la cabeza en sus hombros, donde se siente seguro. Además de ser alimento, la lactancia hace que el vínculo entre madre e hijo sea mucho más fuerte. 

“Es seguridad, amor, apego seguro. El niño que sigue mamando después del año o después de los dos años está demostrando amor a su madre, un fuerte lazo que solo esa dualidad mamá-hijo entiende, una conexión maravillosa que no puede expresarse en palabras. Si el chico se encuentra asustado o estresado y sus niveles de cortisol aumentan, la lactancia ayuda a bajarlos, da la sensación de calma y protección, no importa la edad. La acción de amamantar favorece el vínculo afectivo mamá-hijo, aumenta su desarrollo no solo físico, sino también emocional, produce mayor autoestima a la madre y el pequeño aprende a autorregularse”, explica Llanos Medina.

Belén Romero de Castrioto, madre.

“Cuando mama, le ayuda a calmarse para dormir; cuando se lastima, llora o le pasa algo, directamente viene a pedir tití; es como su consuelo. Yo le abrazo y ya se convierte en nuestro momento. Si está enfermo le ayuda muchísimo; hace poco le agarró un virus muy fuerte, no quería comer, ni agua tomaba, y no se deshidrató gracias a lactancia”, habla la joven madre en cuanto a los beneficios que ofrece, además de alimentarlo. 

La doctora Susana Sánchez expone sobre los estudios cualitativos de conductas de los niños que tomaron pecho prolongado: «Se observa que disminuye los niveles de violencia, mejora la tolerancia entre madre e hijo, también aumenta la sensación de protección de ese bebé que está amamantado más allá del año. Se puede ver que hay menos riesgos de que el niño tenga conductas violentas con pares. Estos estudios publicados demuestran que la lactancia tiene un factor protector, en el aspecto emocional, de autoestima y desde el punto de vista social. Los niños se sienten amados y protegidos, y la sensación de seguridad se mantiene con el tiempo”.

Entre las dificultades a las que se enfrenta Belén a la hora de continuar con la lactancia materna, destaca que la mayoría proviene de afuera (opiniones del entorno), pero afirma que se siente lo suficientemente informada y empoderada como para aceptar los consejos que realmente le aportan y descartar los que no. No es así para otras mamás, pues la presión social a la que son sometidas es un factor determinante para el destete prematuro. “Hay veces que siento que somos Ati y yo contra el mundo, y eso que tengo mucha contención de parte de mi marido y mi familia. No me escondo para dar de mamar, en donde me pida está bien”, confiesa Belén.

Casi todas las mamás reciben algún comentario violento cuando amamantan en público. Belén recuerda un episodio en el supermercado, cuando un señor intentó humillarla al preguntar en voz alta a los presentes: “¿Cómo puede hacer esto en un lugar tan público?”. “Más que avergonzarme, sentí pena ajena”, reflexiona.

Belén Romero de Castrioto y su hijo, Ati.

Por eso, la psicóloga Loreley Llanos cree que es importante apoyar a las madres, ya que los comentarios negativos afectan profundamente su autoestima, destruyen su confianza en sí mismas, abren puertas a la depresión y, en el peor de los casos, arrastran un sentimiento de fracaso y culpa por no haberlo logrado. Destaca la importancia de comunicarse con un profesional y obtener una guía, sugerencias objetivas y precisas sobre el tema, de modo a empoderar a la mujer y que lleve una lactancia exitosa.

“Yo no juzgo a las que no quieren ser mamás, es una responsabilidad. Tampoco a las que eligen no dar de mamar; es muy difícil, duele, demanda tiempo”, dice Belén y saca a lustre un tema espinoso dentro del feminismo. Autoras como la española Beatriz Gimeno cuestionan la lactancia materna exclusiva porque naturalizan los roles de género en donde las mujeres tienen que estar al servicio de la crianza. A muchas les causa dolor y frustración, y deciden otro modo de crianza. 

“Pensar que la libertad de las mujeres es prescindir de poderes autónomos como producir comida que alimente a tu hijo es tristísimo. En realidad, el sistema te quiere alejada de eso para que seas una máquina productiva, funcional. Pero tampoco tiene nada que ver con quien no desea amamantar, pues ese también es un derecho, nadie debe ser obligada bajo ninguna circunstancia. Pero es distinto a pensar que la lactancia materna te subjuzga, cuando en realidad es de lo más liberador”, sentencia Soledad Barruti. 

Dar la teta desafía toda lógica productivista: no genera residuos ni gases de efecto invernadero, por lo que podemos afirmar que es ecológico. Y, por si todo esto fuera poco, es gratis y genera un lazo entrañable con los hijos.

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