Nota de tapa

Bianca Orqueda

Mujer, indígena y artista

A través de su música, Bianca Orqueda, la joven nativa oriunda de la comunidad Uj’e Lhavós de Filadelfia (Boquerón), lleva adelante un proyecto de vida que la ubica como digna representante nivaclé. Esta semana, en Pausa retratamos en imágenes y palabras a la artista de 23 años de edad que busca defender a su gente y contribuir con la conservación de la identidad aborigen en el Chaco paraguayo.

Por Karina O. Conteiro. Dirección de arte y producción: Betha Achón. Producción: Sandra Flecha. Asistente de producción: Camila Riveros. Fotografía: Javier Valdez.

Bianca lleva un poco más de dos años en el ambiente musical, en el que se destacó gracias a su talento. Tuvo repercusión más de una vez y en diferentes tiempos, en los planos nacional e internacional; al principio por el lanzamiento de su primera canción, Ta lhõv’e (¿Dónde estás?) durante la pandemia de covid-19; luego por su viaje a la Expo Dubái como representante de Paraguay y su comunidad, Uj’e Lhavós; y más recientemente por ser referente de una causa ligada a su lugar de origen: el proyecto de un centro cultural en Filadelfia. 

Tras un largo recorrido, Bianca Orqueda aprovecha esta posición de visibilidad para transmitir el mensaje de toda una colectividad. 

El deporte y la música 

Desde muy pequeña, Bianca sintió pasión por dos cosas totalmente diferentes: el fútbol y la música. Confiesa que siempre se encontró a gusto en ambos mundos, los cuales, durante mucho tiempo, funcionaron como vías sanadoras para ella y le permitieron escapar de los problemas familiares de esa época de su vida. “Me salvaron (el deporte y la música) en esos tiempos. Yo me sentía protegida”, asegura. 

Durante el colegio, Bianca se dedicó más al fútbol, pero, con el tiempo, la música se hizo lugar en su vida. Su primer instrumento le llegó a los 11 años, cuando la amiga de su abuela, una enfermera menonita, le compró una guitarra. La misma mujer también fue responsable de introducirla al canto con temas religiosos que le cantaba a la niña. “Todo lo de la música fue gracias a ella porque despertó algo en mí”, cuenta. 

Como la menor de 11 hermanos, en su corta vida aprendió a lidiar con las personalidades muy distintas que había en su familia, aunque también recibió mucha influencia de la mezcolanza cultural de su localidad. Su abuelo materno era argentino y su abuela, nivacché (mujer nivaclé). La influencia del castellano viene del lado paterno, al igual que la lectura. “Mi niñez era mucho de lo que quería y no podía”, acota. 

Una cuestión de actitud 

A mediados del 2019, Orqueda había vuelto de Córdoba (Argentina) tras pasar una larga temporada con una tía, mientras hacía un profesorado de Música en el Instituto de Culturas Aborígenes. Luego de estudiar un tiempo en suelo argentino, en un centro educativo con indígenas de diferentes etnias y comunidades, se dio cuenta del valor de cuidar y preservar la cultura de su gente, especialmente el idioma. Antes de ese viaje, Bianca no tenía muy claro qué buscaba y tampoco sabía qué necesitaba para dar a su vida el rumbo que deseaba. La música ya no la llenaba, a pesar de haber crecido con ella. “Yo quería ser mochilera para conocerme, encontrarme”, dice la joven. 

A su regreso de Argentina, la organización Mujeres Indígenas de Paraguay (MIPY) la contactó para invitarla a ser parte de una serie de charlas y talleres con diferentes comunidades en el marco del Segundo Encuentro Nacional de Mujeres Indígenas, realizado en la Casa de Retiro Emaús, en la ciudad de Luque. Allí, tuvo la oportunidad de cantar en público la canción en nivaclé titulada Qu’en jum mimi (Te quiero mucho mamá), que compuso en homenaje a su progenitora.

Me di cuenta de tantas cosas, de cómo a mi gente se le roba, cómo se le echa de sus tierras ancestrales. Me obligué a ser parte de esto [del cambio], pero haciendo lo que me gusta: la música.

Fue la primera vez que la joven asistió a un encuentro de ese tipo; de hecho, también fue la primera vez que encontró una actividad cultural para colectividades autóctonas.

En retrospectiva, Bianca admite que en ese momento se veía con inmadurez como para asumir responsabilidades sobre cuestiones sociales que, como joven indígena, también la afectaban. Pero con el tiempo desarrolló un sentido de obligación hacia esos temas que rehuyó alguna vez, y los convirtió en prioridad: “Me di cuenta de tantas cosas, de cómo a mi gente se le roba, cómo se le echa de sus tierras ancestrales. Me obligué a ser parte de esto [del cambio], pero haciendo lo que me gusta: la música”. 

Retrato de una artista 

Como cantautora indígena, Bianca Orqueda estaba segura de una cosa: para que su mensaje tuviera mayor alcance y repercusión, debía transmitirlo en su lengua nativa. “Nadie te va a cantar en nivaclé salvo que vayas a una iglesia”, menciona. 

Confiesa que hacia el Chaco, y precisamente dentro de su comunidad, sigue existiendo cierto prejuicio hacia la solidaridad que llega de otro lugar, fuera de ella. Por eso, también le preocupa la conservación de su lengua, teme que se pierda en la lejana Filadelfia, sin registro de la comunidad Uj’e Lhavós. “Estoy haciendo mi trabajo, además de lo que cada joven de pueblo originario debe hacer: compartir y visibilizar”, asegura. 

Para lograr el efecto deseado, la joven tuvo en cuenta que desde el inicio debía despojarse de lo conocido para aventurarse a algo nuevo, renunciar a una vida convencional para convertirse en una trotamundos o mantener una vida sin pretender mucho. Apostó por lo primero, sin dudarlo. En la música encontró su propio refugio, además.  
Como supuso que debía ganarse el infame “derecho a piso”, al comienzo se presentó en algunos bares del Chaco, pero rápidamente se dio cuenta de que ese mundo no encajaba con ella. Bianca Orqueda es más íntima, le gusta la compañía del público, aprecia la conexión que une al artista con la audiencia.

A comienzos de mayo, se presentó en The Jam, un bar nocturno de Asunción que cede espacio para activaciones culturales, sitio en donde percibió una respuesta que no se esperaba, ya que las personas que acudieron estaban interesadas en compartir la noche con una cultura e idioma diferentes. “La gente se sentó y me prestó atención”, dice. Ese es el tipo de show que atrae a Bianca como artista. 

Música indígena

El mercado de la música indígena es un nicho único en el mundo, y muy particular, cuya industria va en auge en el exterior del país. Existe una demanda musical por parte de las comunidades indígenas con propuestas variadas, donde el factor diferenciador es el canto en la lengua nativa. Por el momento, la propuesta de Bianca se mantiene como experimental, con cinco canciones ya grabadas en su totalidad y tres singles publicados, con sus respectivos videoclips: Isesh’in (Ni más, ni menos), Ta lhove (¿Dónde estás?) y Qu’en jum mimi (Te quiero mucho mamá). 

Bianca cuenta con el trabajo del productor musical Alejo Jiménez, con quien viene trabajando desde hace varios años. Fue por esas casualidades de la vida que ambos coincidieron en un estudio de grabación hace tiempo. Como carta de presentación, Bianca interpretó su canción Qu’en jum mimi, y la colaboración quedó sellada. En aquel entonces, independientemente, Jiménez se desempeñaba en un proyecto personal dentro del género autóctono con artistas paraguayos.

Estamos creando algo diferente, pero sin perder la esencia nivaclé, lo que soy yo. Podemos hacer cumbia o reguetón, pero la base va a seguir teniendo siempre un elemento nativo.

Mientras que el primer álbum de estudio de la artista está en desarrollo, tanto Bianca como Alejo se toman este proyecto como un experimento. En este material discográfico proponen ritmos variados, un tema por cada género; un abanico de posibilidades que, a la larga, pueda determinar qué estilo va mejor con la lengua nivaclé. Ninguna corriente musical es discriminada por el dúo hasta el momento, desde rock noventoso hasta el sonido urbano más actual. “Estamos creando algo diferente, pero sin perder la esencia nivaclé, lo que soy yo. Podemos hacer cumbia o reguetón, pero la base va a seguir teniendo siempre un elemento nativo”, asegura Bianca.  

Apostar por el proyecto

Bianca no siente preocupación por la música nueva ni por las tendencias. Con su productor encontró una fórmula en la que suman sus conocimientos y habilidades para crear algo completamente nuevo dentro de nuestro mercado. Admite que cantar en otro idioma fue un factor que captó la atención y le sirvió para irrumpir en la escena; su fin siempre fue atraer a los curiosos. “Vi cómo crecían las vistas y los compartidos en YouTube. Noté que la gente estaba reaccionando y eso me ayudó a seguir haciendo música y mostrándola. Pero si no pasaba eso, iba a buscar otra forma […], iba a trabajar más para que la gente misma se pusiera a buscar quiénes somos, de dónde somos y qué está pasando con los pueblos originarios de Paraguay», explica.

Por su parte, Jiménez aporta la visión técnica y se involucra en la modificación de la estructura musical durante el proceso de producción, respetando las consideraciones de su autora. Forman parte de este proyecto varios músicos que colaboran con el desarrollo del álbum. Si bien el proyecto seduce, y ambos confían en la capacidad del otro, subyace una leve incertidumbre respecto a cómo vender la idea para sumar participantes. 

El equipo actual del disco está conformado por Sebastián Centurión en la guitarra eléctrica, Walter Suchar en el bajo eléctrico, Germán Lema en el teclado, Gonzalo Resquín en la percusión electrónica, Sarah Aquino en los coros y Franco Pinazzo en los arreglos de cuerdas, violín y coros.

La banda acústica de cada show está compuesta por Leandro Jiménez en el cajón peruano y Enrique Papu Carmona en percusión y accesorios, bajo la dirección de Alejo Jiménez y con el apoyo de Audiohertz Studios, de Arvid Melgarejo.

Viviendo el sueño

A fin de hacer posible que su proyecto musical avance, Bianca tuvo que dejar atrás el Chaco para instalarse en Asunción. Desde que se encuentra en la capital paraguaya, se reparte entre el estudio de grabación, sus shows y cursa algunas clases. “Dejé mi zona de confort, el amor, mi familia. Creo que aprendí y acepté que tenía más futuro acá, en Asunción”, asiente la cantautora nivacché. 

Dejé mi zona de confort, el amor, mi familia. Creo que aprendí y acepté que tenía más futuro acá, en Asunción.

Es que al hacer uso de su lengua natal en cada presentación pública, Bianca da una visibilidad única a su cultura, a su identidad. Lo constató durante su reciente viaje a Dubái, donde formó parte de la Expo Dubái de la mano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Bianca viajó a la ciudad de Emiratos Árabes Unidos donde, además, se incluyeron trabajos de más de 80 maestras y maestros artesanos de comunidades indígenas, con el fin de mostrar la diversidad cultural del país. 

Hace algunas semanas, en El Bosque de los Artistas, en Asunción, se dio un encuentro inesperado con la presencia del cantante uruguayo Jorge Drexler en el marco de su gira internacional. Esa noche, en la casa-taller abierta al público, se organizó una peña improvisada que convocó a varios nombres de la escena folclórica nacional como el dúo Purahéi Soul, el proyecto Cosa de Brujas (a cargo de las intérpretes nacionales Sol Gómez, Paty Latorre, Stefy Ramírez y Lucero Sarambi) y la misma Bianca Orqueda. 

El momento más emotivo de la velada fue durante la presentación de Bianca, guitarra en mano: “Me felicitó, me dijo que es algo [el idioma] que se debe cuidar y mostrar. Yo no podía creer que prestaba atención a todo lo que decía, investigó sobre los nivaclés”. 

Proyecto de vida

Bianca también sueña con construir un centro cultural de arte para su comunidad. Con el acompañamiento del Instituto Paraguayo de Artesanía (IPA), junto con su presidenta Adriana Ortiz, busca sentar las bases para que pueda habilitarse el centro, con el objetivo de realizar talleres y charlas de música, pintura, dibujo, canto y danza dirigidos a jóvenes, adultos y niños, y que preste ayuda integral.

Orqueda es consciente de su posición actual y se mantiene firme como figura visible de su hogar, de su origen. Expresa que se siente orgullosa de ser chaqueña y paraguaya, a pesar de que las costumbres se vean diferentes. “Es hacer conocer la cultura, compartir. No hay que ocultarla. Demasiado se piensa [en la comunidad] que se va a destruir porque suele ocurrir eso, pero hay que abrirnos y darnos a conocer para que la gente sepa más y nos llegue ayuda”, dice convencida. 

Bianca Orqueda pasó de intentar esclarecer sus sueños artísticos a guardiana de la identidad de toda una colectividad. Quiere luchar por los que menos tienen y demostrar la realidad que se vive dentro de Paraguay; aunque, reconoce, muchas veces no se toma en cuenta su región. “No pedimos mucho, solo estar en paz con nuestra naturaleza y nuestras familias, que se den cuenta de eso”, sostiene. 

No pedimos mucho, solo estar en paz con nuestra naturaleza y nuestras familias, que se den cuenta de eso.

Bianca tiene mucho en mente y le gustaría contribuir mediante su activismo. Se califica como una persona curiosa que se cuestiona todo lo que ocurre alrededor y siente que los libros fueron fundamentales durante su crecimiento; cuenta que se encargaba de encontrar en ellos las respuestas que no obtenía de sus allegados dentro de su comunidad. Creció de esa manera, con una visión un poco más “futurista”, que la obligó a ser determinada y valiente para conseguir por su cuenta lo que se proponía: “Busco despertar esa valentía de todos los jóvenes, que vean que los sueños sí se cumplen, para que avancen, que no se queden estancados”. 

Como autora de sus propias canciones, la artista indígena plasma todo su universo en su lengua porque sabe que su público principal la va a estar escuchando siempre. Asevera que hubo varias personas de su pueblo que se acercaron, en más de una oportunidad, para manifestar su admiración. “Es una responsabilidad muy grande, quiero mostrar que soy capaz y que maduré lo suficiente […]. Me obligo, como joven indígena, a compartir mi cultura”, puntualiza. 

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