Cuando el arte teje libertad
Una residencia artística desarrollada por el colectivo Estación Crear transformó el encierro en innovación para mujeres del Penal del Buen Pastor. Poesía, ñandutí y esculturas recicladas se unen en una exposición que desafía estigmas, interpela y abre diálogos sobre salud mental, reinserción y dignidad.
Por Laura Ruiz Díaz. Fotografías del proceso: gentileza Estación Crear. Retratos: Laura Ortiz. Tratamiento digital: Gabriela García Doldán.
El patio del Penal del Buen Pastor es descrito de muchas maneras, pero quienes lo han visitado pueden asegurar que alegre no es una de ellas. Sin embargo, el pasado 27 de abril, ese mismo lugar se convirtió en un museo en donde 15 mujeres privadas de su libertad pudieron exponer su trabajo artístico desarrollado en el proyecto Hilos sonoros de esperanza.
Durante tres meses participaron en talleres de poesía, ñandutí experimental, escultura con material reciclado y música. El resultado: una instalación colectiva titulada El infinito —símbolo de sus universos internos—, que se inauguró en abril en el penal y se exhibirá al público en Estación Crear desde este 7 de junio.
«El ñandutí es mi escape, donde me olvido de todos mis problemas», dice Claudelina Torres, una de las participantes, quien encontró en el proyecto un antídoto contra la depresión. Como ella, otras descubrieron que el arte es tanto un refugio emocional como una herramienta económica: las obras se venderán para apoyar su autonomía.

Para Claudelina, la experiencia fue sanadora. “A mí me ayudó muchísimo el estar en este grupo para salir de mi depresión. Estuve muy mal un tiempo, no me fui más”, cuenta. Cuando volvió, también volvieron las ganas de hacer arte y las ideas fluyeron.
“Entendemos que el arte tiene un poder sanador y transformador, nos motivó principalmente la posibilidad de trabajar con mujeres y confiamos en que la residencia podía brindarles tanto herramientas profesionales para desarrollar habilidades artísticas y oportunidades económicas como para atender sus emociones y cuidar su salud mental”, plantea Nat Mendoza, directora general del colectivo Estación Crear. En esta nota, te contamos sobre el proceso y lo que significó este espacio.
Esperar cada sábado de la residencia es esperar un respiro para crear y divertirnos; pasa más rápido el tiempo cuando hacemos lo que nos gusta»
Yisel Ramírez
Autorretratos
El eje conceptual fue el autorretrato, y la intención, explorar interpretaciones personales y autoconceptos mediante la creación de piezas artísticas. Este enfoque fue trabajado en el marco del cuidado de la salud mental y la posibilidad concreta de aprendizaje de nuevas herramientas. El proyecto se diseñó para replicarse en distintos contextos vulnerables. “Nuestra residencia combina diferentes expresiones. El resultado es una instalación que combina la composición de poesía, escultura y técnicas de ñandutí experimental”, expresa Nat. Los talleres los desarrollaron la misma Mendoza, Paz Moreno Re, Ivana Molas y Verónica Barreto, con el apoyo de Corazón Libre, Emergentes, Fundación Itaú y Fundación Carlos Pusineri.

La libertad de crear
Cuando Claudelina Torres inició el taller, ya tenía una base bastante sólida. Pero los encuentros le permitieron extender su formación y sentir que su trabajo aún podía mejorar. “Ampliar mi aprendizaje me encantó, y expresar a través del arte lo que siento… me enseñó muchísimo, aprendí un montón”, dice emocionada.
“Si hablara mi obra, me encantaría que le cuente al mundo que acá, en este lugar, hay personas espectaculares, con muchísimo talento, que pueden dar más. Que tengan la confianza de apoyar y dar una pequeña oportunidad para poder extender el conocimiento”, expresa. “Me gustaría que no nos juzguen. No todos somos iguales, y no por estar acá somos delincuentes ni pensamos así. Que empiecen a conocer primero a la persona, a saber sus sentimientos, qué piensa, qué pasó”.

“Muchas veces vemos solo por fuera sin imaginar lo que por dentro está pasando”, expresa por su parte Lilian Zapata. Ella halló allí una experiencia de dinámica, organización y creatividad: “El arte es una forma de relajarse”. Su obra fue un poema, dedicado a cada una de las mujeres privadas de libertad: “Una manzana comprada aquí es solo una manzana, pero si te lo regala un ser querido es algo valioso y nutritivo. La felicidad se encuentra dentro de uno mismo y como decida afrontar su realidad”.
Con el taller, Eliana Cardozo descubrió en el arte una forma distinta de comunicarse. “Me gustaría decir al mundo que nunca pierda la esperanza en sí mismo, en su potencial. Si no creemos en nosotros, ¿quién más lo hará? Pero desde la humildad, sin creerse superior a nadie”, sostiene. Y agrega: “Sabemos que todo es efímero, pero no por eso dejaremos de dar lo mejor de nosotras. Hay que ser apasionadas en todos los aspectos, que tu esencia se mantenga intacta en donde la vida te sitúe”.
Cada una de las reflexiones está llena de filosofía y de amor por la vida, consejos para disfrutarla, valorarla. Y, sin dudas, es una gran invitación a la empatía.

Esto que nos dejaron con la residencia es algo que nos va a servir toda la vida, porque el conocimiento ya nadie nos lo quita»
Eliana Cardozo
Soñar desde el encierro
El desafío más grande fue lograr la confianza, sobre todo al explorar historias que muchas veces vulnerabilizan a las mujeres que cargan con estigmas y discriminación.
“Fue una experiencia satisfactoria ver cómo, de a poco, mediante las dinámicas del proceso y el acercamiento profesional, logramos echar muchas barreras y brindar la seguridad suficiente para que ellas abrieran las puertas a sus historias, dolores, sentimientos y expectativas. Sus obras nos sorprendieron, la calidad y belleza revelaron que existe una fuente inagotable de habilidades por desarrollar y sueños por cumplir”, afirma Ivana Molas.
Si hablara mi obra, me encantaría que le cuente al mundo que acá, en este lugar, hay personas espectaculares, con muchísimo talento, que pueden dar más. Que tengan la confianza de apoyar y dar una pequeña oportunidad para poder extender el conocimiento»
Claudelina Torres
«Esperar cada sábado de la residencia es esperar un respiro para crear y divertirnos; pasa más rápido el tiempo cuando hacemos lo que nos gusta», comparte Yisel Ramírez, participante de los talleres. Los sábados eran “su escape” y encontró allí “una de las mejores terapias. El resultado siempre le da un latidito de alegría a tu corazón”.

De todas maneras, es importante remarcar que el contexto era innegable y formó parte de la dinámica en cada uno de los encuentros. La lógica represiva y punitivista del orden penitenciario se imprimió también aquí: hay casos donde, por ejemplo, por algún mal comportamiento, el castigo fue impedirles participar de los talleres, lo cual representa un retroceso en el desarrollo de estos espacios y las habilidades, y a la larga también en cualquier intento real de transformación y reinserción social. “Muchas veces, estas sanciones se dan por situaciones como robar para comer. Entonces nos queda reflexionar más sobre nuestros sistemas actuales”, dice Mendoza.
Infinitas posibilidades
Las mujeres del Buen Pastor fueron la base metodológica de la residencia. Desde el colectivo Estación Crear entendieron que, más allá de ofrecer un recurso de trabajo para facilitar la participación e integración del grupo, este proyecto propone un ejercicio reflexivo sobre “lo necesario y provechoso de sentirnos y entendernos como parte de una comunidad”.
“El arte tiene esa capacidad asombrosa de comunicarse, según el contexto, en su lenguaje más preciso”, dice Vero Barreto. Y es curioso, porque cuando las facilitadoras estaban en fase de planificación, el concepto más profundo que encontraron era el del corazón, pero durante el taller, cuando buscaron una idea más amplia, que retratara todo el abanico emocional, las participantes eligieron el infinito.

Historias de resiliencia
La residencia artística en el penal no solo fue un espacio de creación, sino un viaje de descubrimientos personales y colectivos. Como señala Nat Mendoza, esta experiencia permitió “resignificar mis propios conceptos de lo que es la libertad y la resiliencia. Entender desde otras perspectivas qué significa crear en conjunto, en comunidad y, por supuesto, lo maravilloso que tiene el arte de ser el puente y el camino para conectar con otras personas, sus corazones y sus universos”. Ese fue el lenguaje común, capaz de trascender barreras y unir historias dispersas.
Para Ivana Molas, el taller fue una oportunidad para democratizar la escultura y demostrar que la creatividad no depende de recursos materiales: “Usamos el testimonio, el cuerpo y la voz propia para hacer una obra colectiva desde la emoción”.

Destacó cómo el proceso las confrontó con las luchas cotidianas de las participantes, pero también les mostró el poder catártico de crear: “No se limita a realizar obras, sino a abrir mundos posibles gracias a su dimensión liberadora”. Por su parte, Paz Moreno Re reivindicó el proceso en sí mismo: “Lo valioso fue la sistematicidad del compartir sábado a sábado, aprender juntas a confiar. Solo el arte puede lograr eso”.
El proyecto busca trascender la exposición y generar cambios tangibles. Como explican las organizadoras, el impacto inmediato está en las participantes: “El arte nos transforma desde el instante en que tenemos contacto con él”. Sin embargo, se aspira a más: la venta de las obras brindará apoyo económico a las mujeres, y en el futuro se proyecta un documental que amplificará sus voces para “reflexionar sobre nuestros sistemas penitenciarios y los derechos humanos”.
La invitación al público es clara: “Concientizar, mostrar otras realidades y entender como sociedad que los cambios se hacen entre todas, todos, todes”. Visitar la exposición es llevar “una parte de esta historia”, pero también cuestionar prejuicios y recordar que estas mujeres sí existen, aunque a menudo sean invisibilizadas.
“Esto que nos dejaron con la residencia es algo que nos va a servir toda la vida, porque el conocimiento ya nadie nos lo quita”, fueron las palabras de Eliana Cardozo. Esta experiencia demuestra que el arte, cuando es colectivo, no solo crea objetos, sino también puentes hacia la dignidad y la transformación social.

LA MUESTRA
La apertura de Hilos sonoros de esperanza será el viernes 7 de junio a las 18.00 en Estación Crear (Prof. Maidana 1053 casi Colón, Asunción). La entrada es libre y gratuita.
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