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El lado humano de los albergues

¿Cómo evitar el contagio de una persona que vive con su familia en condiciones precarias, en un país con déficit habitacional? Esta pregunta disparó la creatividad de un grupo de jóvenes de la Asociación Nacional de Estudiantes de Ingeniería Civil (Aneic). Ellos y ellas entendieron que la construcción de albergues para pacientes con síntomas leves ayudaría a evitar los contagios.

Vivimos un tiempo distópico, en el que el amor ya no se toca; un contexto en el que las canchas son albergues; las computadoras, ventanas; los hogares, oficinas, y el único lugar seguro es el pasado. Para quienes cuentan con una vivienda digna, quedarse en casa es una medida de prevención o un lugar donde transitar la enfermedad sin exponer a otros. Pero para las personas con condiciones precarias de habitabilidad, este derecho no llega.

El lugar en el que vivimos influye de manera directa sobre nuestra calidad de vida, disminuye el riesgo de enfermedades, contribuye a mejorar los niveles de educación de los miembros de la familia, entre otros aspectos que repercuten positivamente sobre el grupo familiar. Hablamos nada menos que de 3.000.000 de habitantes sin condiciones mínimas.

¿Qué es un déficit habitacional? La presidenta de la Aneic, Guadalupe Barreto, menciona dos características importantes que debe poseer una vivienda: separación e independencia. “Vos no tendrías por qué atravesar otra casa para llegar a la tuya. Los cuartos tendrían que ser propios. Un lugar para comer, un lugar para dormir, uno para ir al baño y no tenerlo todo en una sola habitación”, refiere.

El ingeniero Paulo Cardozo expone que la gente vive amontonada porque no tiene recursos para ampliar el hogar y el gobierno es el encargado de estructurar mejor los proyectos de acondicionamiento de viviendas en condición de precariedad. Las autoridades responsables de impulsar políticas públicas y encargarse de garantizar el acceso a un hábitat adecuado, no se prepararon para asistir a la población cuando decretaron la cuarentena a principios de marzo. Pero tampoco lo hacían antes.

Jannick explica que una de las principales necesidades de los seres humanos es la adquisición de una vivienda digna: «Nos enfocamos en aislar a la persona enferma, y así, evitar el contagio». Foto: Foto: AGENCIA T – Juana Barreto y Baro Brizuela.

Jannick Kravetz, exvicepresidente y miembro fundador de la Aneic, explica que la situación de pandemia hace que salten muchas necesidades que tenemos a nivel del país y Latinoamérica. “Algo interesante que hacía la red de apoyo a asentamientos era identificar en qué situación están, porque se dieron cuenta de que había muchísimos que ni siquiera tienen acceso constante a agua potable. Son muy pocos. Y eso dentro de una situación covid es mucho más grave”, sostiene.

Este punto es fundamental para entender lo que impulsó a la Asociación Nacional de Estudiantes de Ingeniería Civil a desarrollar el proyecto de albergues. El 22 de marzo, la exministra de Vivienda Soledad Núñez publicó un artículo en su cuenta de Medium titulado ¿El aislamiento total en un país con alto déficit habitacional?. En él, mencionaba que muchos paraguayos y paraguayas viven hacinados en espacios reducidos con carencias relacionadas con el acceso a agua potable o saneamiento.

De acuerdo con el último informe de la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC), en Paraguay, el promedio de integrantes por hogar es de 3,9, mientras el promedio de habitaciones disponibles es de 3,2.

Para ese momento, varios países ya reacondicionaron hoteles, refugios, colegios, universidades y centros comunitarios para albergar a pacientes con síntomas leves pero alto factor de contagio. La ingeniera detalló que Los Ángeles convirtió 42 centros de recreación en puntos de emergencia con 6.000 nuevas camas. Oakland generó alianzas con hoteles para disponer de 393 lugares donde aislar personas sin hogar con síntomas.

Los chicos y chicas de la Aneic lo leyeron y ese mismo día organizaron una videoconferencia con Soledad Núñez. De ahí salieron con la idea de encarar el problema del déficit habitacional y la ausencia de espacios suficientes para pasar la cuarentena. Y se preguntaron: “¿Cuál es nuestro papel en la crisis que se avecina en la sociedad y el mundo?”.

Hacer la diferencia

“Somos un gran grupo de estudiantes de Ingeniería Civil dentro del rubro de la construcción. La situación generada por el covid nos daba mucha impotencia y sentíamos la necesidad de aportar de alguna forma. Se nos ocurrió que la manera era hacer lo que mejor sabíamos: propusimos reacondicionar espacios para que sirvan de refugio. Así surgió el proyecto de los albergues dentro de nuestro equipo de trabajo al comienzo de la pandemia”, describe Jannick.

¿Qué es un déficit habitacional? La presidenta de la Aneic menciona dos características importantes que debe poseer una vivienda: separación e independencia. Foto: gentileza Guadalupe Barreto,

De acuerdo con el último informe de la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC), en Paraguay, el promedio de integrantes por hogar es de 3,9, mientras el promedio de habitaciones disponibles es de 3,2. Eso significa que muchas personas no solo comparten vivienda, sino también habitación. Y solo 3 de cada 10 casas son consideradas aceptables según el índice de calidad global.

“Una de las principales necesidades de los seres humanos es la adquisición de una vivienda digna. Pero como sabíamos que eso no sucedería en poco tiempo, nos enfocamos en aislar a la persona enferma y así evitar el contagio. En Paraguay, todos los servicios de salud están centralizados en tres puntos críticos urbanos, las ciudades más grandes. Necesitábamos hacer algo que implique una solución para todos, que sea replicable y que no se quede solo en Asunción”, sigue Jannick.

Se concentraron en tres ejes principales: cuidados de salud (para el personal y los pacientes), espacios requeridos a reacondicionar y planeamiento logístico. Según explicaron los estudiantes, prepararon un modelo que sea replicable en otros puntos del país. “Si, por ejemplo, se sabe que habrá muchos casos en San Pedro, se encuentra un espacio para reacondicionar. Y, con la guía que preparamos, van a encontrar un paso a paso de cómo diseñar un albergue eficiente que cuente con todos los cuidados”, expresa Guadalupe Barreto.

Los jóvenes se daban cuenta de que cada día había nuevos hallazgos sobre la morfología y la genética del virus, y que la respuesta del Gobierno no sería inmediata. Por eso desarrollaron un trabajo académico y establecieron un contacto con más redes de profesionales de la construcción. Se aliaron con alumnos de Arquitectura de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y de la Universidad Católica (UCA), en la que había 16 grupos, y 60 chicos y chicas.

En Paraguay, todos los servicios de salud están centralizados en tres puntos críticos urbanos, las ciudades más grandes. Necesitábamos hacer algo que implique una solución para todos, que sea replicable y que no se quede solo en Asunción.

Jannick Kravertz, exvicepresidente y miembro fundador de la ANEIC Paraguay.

“A lo largo de ese tiempo aparecieron los webinars y lives de Instagram, con distintos grupos que querían aportar desde su lugar. No fuimos los únicos que pensaron en esta posibilidad. Surgió una propuesta de Arquitectura UNA, pues ellos publicaron un proyecto parecido a la par que redactábamos el nuestro. Como los objetivos estaban conectados, comenzamos a apoyarnos. Eso fue muy lindo. Nos pusimos muy felices porque pudimos unir fuerzas”, cuenta Jannick.

Calcularon los espacios entre cubículos de manera que estén ubicados frente a frente. Cada habitación podía albergar hasta siete personas, porque fueron pensadas para pacientes tipo uno (con fiebre y malestar). Foto: Leo Méndez.

El proyecto que se hizo realidad

Una vez fortalecido el cuerpo teórico y metodológico, comenzaron a articular con el Gobierno. Lo llevaron al Ministerio de Salud para que pudieran ver que había un planeamiento sólido y existían varios lugares dentro y fuera de Asunción que podían servir como albergues; llegaron a reunirse con el presidente, Mario Abdo Benítez. Una vez que tuvieron la aprobación del Ejecutivo, pusieron manos a la obra.

El 23 de marzo empezaron este proyecto; el 20 de abril ya lo tenían publicado, y ya había vínculo con el Gobierno. Con los parámetros que tomaron para el diseño, desarrollaron una lista de requisitos y buscaron, en conjunto con el Ministerio de Salud, los posibles albergues. El 13 de mayo se firmó y se aprobó la construcción. Los lugares seleccionados fueron el polideportivo ODD, del Club Olimpia, y el Centro Comunitario Chacarita, de la Pastoral Social Arquidiocesana.

Prepararamos un modelo que sea replicable en otros puntos del país. Por ejemplo, si se sabe que habrá muchos casos en San Pedro, se encuentra un espacio para reacondicionar. Y, con la guía que preparamos, van a encontrar un paso a paso de cómo diseñar un albergue eficiente que cuente con todos los cuidados.

Guadalupe Barreto, presidenta de la ANEIC.

Cada semana cambiaban muchos conceptos, y el proyecto tuvo que ajustarse a esa situación dinámica que imponía la pandemia de covid-19. “Era como si la idea se fuera perfeccionando. Nosotros contábamos con ciertos requerimientos para llevar adelante el proyecto: el permiso de los dueños de los espacios, del Ministerio y el financiamiento. Pero el Gobierno no tenía un fondo para los albergues, así que nos ocupamos de conseguirlo”, apunta Paulo Cardozo, ingeniero residente.

Las obras en el Olimpia y la Chacarita fueron financiadas por la Cámara Paraguaya de Proveedores de Bienes, Servicios y Afines (Capro) y Yacyretá, respectivamente. La Municipalidad de Asunción donó colchones, frazadas, almohadas y cubrecamas. Los miembros de la Aneic estuvieron presentes todos los días de la construcción: trabajaron desde la limpieza hasta los últimos detalles del vallado.

Consiguieron lavatorios portátiles y se hizo un mantenimiento de la zona eléctrica en el albergue del Centro Comunitario Chacarita. El eje principal de cada albergue la separación física entre el área de los pacientes y el de los encargados. Foto: Leo Méndez.

¿Cómo acceden los pacientes a los albergues? Al llamar al 154, además de reportar los síntomas, también se informan las condiciones de la vivienda donde se desarrollaría la cuarentena: número de personas, cantidad de habitaciones y baños. Si la situación revela riesgo de contagio para los demás integrantes del hogar, se ofrece que realicen los 14 días en los refugios. Olimpia tenía una capacidad de 70 personas, y la Chacarita, 109.

La humanización de los albergues

Calcularon los espacios entre cubículos de manera que estén ubicados frente a frente. Cada habitación podía albergar hasta siete personas, porque fueron pensadas para pacientes tipo uno (con fiebre y malestar). Consiguieron lavatorios portátiles y se hizo un mantenimiento de la zona eléctrica en el albergue del Centro Comunitario Chacarita. El eje principal de cada albergue es que haya una separación física entre el área de los pacientes y el de los encargados.

Los médicos, la seguridad y la gente que trae los alimentos o mantas siguen un proceso para ingresar. Tienen una doble puerta tipo escotilla, donde se levanta una gran puerta de vidrio. Allí se pone toda la comida, se cierra una de las puertas y se abre un portón para que ingresen los pacientes. Una vez que retiran sus artículos de allí, se cierra de nuevo el portón y se desinfecta.

Las obras en el Olimpia y la Chacarita fueron financiadas por la Cámara Paraguaya de Proveedores de Bienes, Servicios y Afines (Capro) y Yacyretá, respectivamente. Foto: AGENCIA T – Juana Barreto y Baro Brizuela.

“Además de los cubículos, hicimos vallados y techos metálicos. La ventaja del polideportivo es que en la parte trasera hay un espacio amplio donde se colocó un vallado para que los pacientes puedan salir, porque estar dos semanas encerrados les afecta mucho. Sí se ubicó una cerca perimetral para que no salten al vecino o escapen. Que sea lo más seguro posible tanto para los encargados como par el barrio”, señala Paulo.

El aporte principal es que los albergues de la Aneic se pensaron no solo desde el cuidado de la salud física, sino también mental. Los jóvenes entendieron que quienes iban a pasar su cuarentena necesitaban un espacio personal, una cortina divisora, un cajón para guardar sus artículos personales e internet para mantener contacto con su gente querida. Pusieron muchas conexiones eléctricas, zapatillas y ciertos elementos de confort para transitar ese tiempo lo mejor posible.

Los estudiantes propusieron que parte importante de la limpieza la hicieran los mismos pacientes, porque esa rutina ayudaría a que tuvieran un ritmo. “La idea era que se hicieran amigos en el albergue, a distancia, pero amigos; que sea una vivencia no traumatizante. Hice lo que tenía que hacer, y ese fue mi cuidado personal y a la sociedad porque no contagié a otras personas”, consigna Paulo y agrega que lo primordial es que quien llegue al albergue, sienta que todo estuvo planeado.

«Nos enfocamos en investigar las partes sanitarias. Siempre estuvimos abiertos a las ideas que venían de todas las personas que quisieron aportar”, dijo la vicepresidenta de la Aneic. Foto: gentileza Lea Maldonado.

“Creo que si se demostraba desde el comienzo que el albergue era un lugar amigable, hoy la gente estaría dispuesta a pasar su tiempo en él. Ahí realmente se sentía que era un lugar que cuidaba al ciudadano, a donde este estaba feliz de ir. El factor psicológico y la aceptación social son superimportantes para combatir el problema que vivimos”, dice Jannick.

Lea Maldonado, actual vicepresidenta de Aneic, contrastó: “El Ministerio hizo albergues para gente que venía del exterior, algo rápido, no estaban estructurados como los nuestros, pero era la necesidad del momento. Obviamente, lo principal en esta cuarentena es el distanciamiento. Creo que ese fue nuestro aporte. Nos enfocamos en investigar las partes sanitarias. Siempre estuvimos abiertos a las ideas que venían de todas las personas que quisieron aportar”.

Ver cómo un manual de 60 páginas se convirtió en dos albergues reales les permitió dimensionar la importancia de su trabajo. “No cobramos nada por esto, sabíamos que era por el bien de los ciudadanos y nuestro país. Veíamos que podíamos aportar desde nuestros conocimientos de una forma útil para que todo salga adelante. En este tiempo, la asociación tuvo un contacto con el Ministerio de Salud, con el Gobierno, salimos en los medios. Si la Aneic fuera una persona real, creo que se sentiría realizada”, manifiesta Paulo.

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