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La verdad sobre el comercio de animales silvestres en Paraguay

Para muchos de nosotros, el loro en un aro o una tortuga en el jardín son imágenes familiares, incluso a veces hasta románticas. Pero, ¿de dónde vienen estos animales? ¿Es bueno que yo los tenga en casa? ¿Es un gusto personal sin consecuencias? Si te surgieron estas dudas alguna vez, en esta nota te explicamos lo que les sucede a estos ejemplares antes, durante y después de ser capturados para el comercio.

Por Luis José Recalde (@drunken_forestpy), ingeniero agrónomo y consultor ambiental.

Muchas personas con afinidad por la naturaleza quieren tener vida silvestre en casa, pero esa no es la mejor idea. Para tomar buenas decisiones, debemos entender cómo eso afecta la fauna que amamos y, por qué no, aprender a convivir mejor con ella.

Existe una imagen “familiar” o incluso romántica del vendedor de especies silvestres. Por ejemplo, que le compran un loro en la calle a alguien que lo rescató de un árbol caído. En realidad, el tráfico de fauna está industrializado y para llegar al cliente de una ciudad, un animal pasa por al menos cuatro o cinco personas distintas: cazadores, acopiadores, transportadores, vendedores mayoristas y minoristas.

El 90 % de ellos muere durante este proceso. Por cada loro que hay en una casa, nueve ni siquiera llegan vivos al punto de venta final y se vuelven víctimas invisibles. Ese es uno de los motivos por los que la gente subestima gravemente la cantidad de fauna que extrae el tráfico de la naturaleza.

Loro hablador en su hábitat natural, el Chaco paraguayo. Fotografía: José Paredes.

¿Cómo llegan estos animales al comercio?

Siempre hay un proceso de captura, en algunos casos enormemente cruel. Para atrapar a los monos, se dispara a las madres que los cargan en la espalda; muchos de los monitos mueren ya en este momento, y si sobreviven al balazo y a la caída desde los árboles, irán a parar a una serie de bolsas y cajas hasta llegar al comprador final.

En el caso de los loros, los nidos se alojan en agujeros dentro de los árboles, que se derriban y los troncos se abren con motosierra. Muchos pichones no sobreviven a la caída. Además, esta cavidad, que normalmente sería reutilizada por la pareja durante muchos años, es destruida, lo que les impide usarla de nuevo. Es por eso que en algunas zonas ya casi no quedan estas guaridas naturales.

Las especies más amenazadas

No todos los animales son igual de buscados por los traficantes. Muchos grupos son perseguidos específicamente y entre ellos tenemos a los monos, las tortugas y los loros. Algunos de ellos son cazados con mayor intensidad, como los guacamayos.

En Paraguay, concretamente, podemos decir que la mayor amenaza para los guacamayos es su comercio. Incluso, de una de estas especies, el guacamayo azul, solo quedan dos parejas adultas en vida silvestre, porque miles de individuos fueron capturados en los últimos años. Algunos están en cautiverio actualmente o ya murieron en reclusión.

¿Puedo ayudar a conservar animales silvestres si tengo uno en casa? La respuesta siempre es no.

“Si su hábitat es destruido, yo lo cuido en casa” es la ilusión bien intencionada de muchas personas. La realidad es que un domicilio particular no es ni tiene lo que debe tener un programa de conservación, que incluye el registro de líneas genéticas, procedimientos de cuarentena, profesionales que monitoreen la alimentación, salud y comportamiento, por ejemplo. Contar con especímenes en casa no es conservacionista.

Pero si veo un animal silvestre a la venta, ¿tengo que comprarlo para rescatarlo? Esa es otra idea que muchas personas tienen. La verdad es que la intención no importa en el esquema del tráfico; si hay consumidores, hay incentivo para que el vendedor vaya a buscar más animales para vender.

Tortuga de patas rojas en hábitat. Fotografía: Carlos Ortega.

¿Tenencia legal?

“Me dijeron que si le saco sus papeles, puede ser legal tenerlo”. Pero, ¿es así? En realidad, no. Existe un documento llamado Registro Nacional de Vida Silvestre, que fue creado por el Ministerio del Ambiente para regularizar la situación de animales en proyectos de conservación, pero es mal utilizado para blanquear el tráfico de fauna.

Muchos lectores de cierta edad recordarán la cédula “marrón”, que era un documento del Registro del Automotor para inscribir vehículos antiguos y de origen desconocido, que fue muy controversial porque se utilizaba para documentar automóviles robados.

Decir que un Registro de Vida Silvestre legaliza el tráfico de animales es como decir que una cédula marrón hace legal el robo de vehículos.

¿Es posible la reintroducción al hábitat?

Muchos se preguntarán qué hacer si ya tengo un animal silvestre en casa. ¡Liberarlo no! Lastimosamente, cuando un espécimen pasa un tiempo en una casa, hay un daño que puede ya ser irreversible. Lo más importante es no traer otro, no buscarle pareja ni seguir con la costumbre si se pierde o muere, que es lo más frecuente.

En casos así, es necesario buscar asesoría con un veterinario del área de fauna para darle las mejores condiciones posibles. Este profesional puede orientar sobre la posibilidad de reubicarlo en un proyecto de conservación o reintroducción.

Entonces, ¿un animal puede ser liberado de nuevo? La respuesta corta es que a veces sí; la respuesta larga es que a veces sí, pero depende de muchas cosas. Solamente tras una evaluación profesional de la especie e historia de un ejemplar en específico se puede decir si es apto o no para su liberación.

¿Cómo se libera un animal silvestre?

Primero se hace una cuarentena y muchos análisis para evitar que lleve enfermedades adquiridas durante el cautiverio a las poblaciones silvestres. Se realizan evaluaciones del comportamiento y una rehabilitación que puede llevar desde algunas semanas hasta muchos años. En este periodo, el animal aprende o reaprende a alimentarse por sí mismo de sus alimentos naturales y a evitar depredadores. Finalmente, se selecciona un hábitat adecuado para liberarlo, a partir de las características de la especie.

Todo este proceso lleva mucho tiempo e inversión, y también requiere de conocimientos profesionales profundos. Hoy solamente pocas instituciones, como el Refugio Urutaú, en Filadelfia, tienen la capacidad de llevarlo a cabo en Paraguay.

Guacamayo azul en su hábitat silvestre, Concepción. Fotografía: Tatiana Galluppi.

¡Mejor verlos libres!

Hay formas mejores de relacionarnos con los animales silvestres que comprarlos a través del tráfico. Podemos apoyar proyectos de conservación a nivel nacional que trabajan con estas especies; mejorar el hábitat en nuestro hogar y alrededor de él, con más plantas y árboles nativos; visitar nuestros parques nacionales, reservas privadas e incluso los lugares urbanos; y especialmente podemos aprender a observar las plantas y aves que tenemos en libertad y que conviven con nosotros en las ciudades.

Aprender a disfrutar de la naturaleza que nos rodea sin agredirla es un gran paso hacia un Paraguay con un ambiente más saludable y hermoso para todos.

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