Nuestros vecinos con armadura
En Paraguay, a los armadillos se los conoce con el vocablo de origen guaraní tatú, y en esta edición te invitamos a conocer las especies más comunes de nuestro país y su valor para el ecosistema.
Por Luis José Recalde (@drunken_forestpy), ingeniero agrónomo y divulgador ambiental.
Los armadillos (mamíferos del orden Cingulata), uno de los grupos más antiguos de mamíferos, son de origen sudamericano, en realidad. A diferencia de otros grupos como los felinos y los ciervos, que llegaron a nuestro continente luego de la formación del istmo de Panamá, estos animales evolucionaron en Sudamérica junto a sus parientes más cercanos, los osos hormigueros y los perezosos, hace aproximadamente 50 millones de años.
¡Viven en todos los hábitats posibles! Desde los desiertos hasta los humedales y bosques húmedos, hay armadillos con todo tipo de adaptaciones; también su dieta es muy amplia: existen especies que consumen principalmente insectos y otras que tienen una alimentación muy variada, que incluye además frutas, carroña y hongos.
En toda América existen 22 tipos de armadillos. En Paraguay hay 12 variedades distintas. El orden Cingulata llegó a ser mucho más diverso en el pasado: contó con especies como los gliptodontes (armadillos gigantes, del tamaño de un automóvil), que sobrevivieron hasta la llegada de los humanos a Sudamérica y se cree que fue la cacería por parte del hombre la que los llevó a extinguirse, junto a otras especies de megafauna.

El escudo que le dio nombre
El término armadillo fue el nombre que le dieron los españoles a estos animales cuando los encontraron en América, justamente debido a su peculiar caparazón. Esta parte de su anatomía está formada por unas placas llamadas osteodermos, compuestas por queratina (la misma sustancia que compone las uñas humanas).
Los osteodermos se organizan en bandas y láminas que permiten al armadillo tener una cubierta protectora muy dura que, sin embargo, es flexible. Recuerdan a las antiguas armaduras medievales
de placas metálicas; ahí se origina el nombre para los animales que en esta región son conocidos como tatúes.

El más grande
En Paraguay tenemos la presencia del mayor armadillo viviente en tiempos modernos. Es el tatú carreta (Priodontes maximus) y, realmente, es un animal impresionante de ver: alcanza un metro de largo y 60 kilos de peso.
Son solitarios y mayormente nocturnos. Sus madrigueras son tan grandes que una persona puede entrar gateando y las utilizan incluso cerdos silvestres y grandes felinos cuando el tatú carreta las abandona.
Lastimosamente, es una especie extremadamente amenazada por la cacería y la pérdida de hábitat, ya que produce solo una cría cada dos años y es muy exigente en cuanto a la calidad del ambiente que ocupa. Antiguamente, existió en gran parte de Paraguay, pero hoy está restringido a las zonas menos habitadas del Chaco paraguayo y el norte de Concepción.

El más chico (¡y misterioso!)
Muy poco conocido —incluso por los especialistas— es el pichiciego chaqueño (Calyptophractus retusus). Los adultos de esta especie tienen menos de 20 centímetros de largo y pasan la mayor parte de su vida bajo el suelo, donde consumen insectos y raíces a la manera de los topos de otras latitudes.
El pichiciego se encuentra en los suelos arenosos del Chaco paraguayo y es muy raro encontrarlo en la superficie. Generalmente, los avistamientos de esta especie ocurren luego de una lluvia fuerte, cuando la tierra se satura de agua y sus galerías se inundan. Son tan poco numerosos que es difícil evaluar si es una especie propiamente amenazada o si, más bien, es naturalmente escasa y difícil de registrar.
Ingenieros ecosistémicos
En biología se habla de especies que son “ingenieras ecosistémicas”, en referencia a los animales que modifican la estructura de su hábitat y su presencia o ausencia tiene un impacto muchas veces desproporcionado en relación con su tamaño.
En el caso de los tatúes, la mayoría de las especies son excelentes excavadoras y pueden hacer una nueva madriguera en cuestión de minutos. Los adultos crean estos refugios dentro de su territorio y se mueven con frecuencia de uno a otro. Los que quedan desocupados sirven de rresguardo para otros animales.
Existen animales que no pueden excavar sus propios refugios y las utilizan. Un estudio en el pantanal brasileño encontró más de 100 especies de fauna, desde insectos hasta yaguaretés, pasando por tortugas, aves, hurones y más, que usan las madrigueras del gigante tatú carreta para protegerse del calor del día y —todavía más importante— para refugiarse durante los incendios forestales. Es una muestra de cómo una saludable población de armadillos en un hábitat beneficia a todo el ecosistema.

El animal “bola”
Una creencia muy extendida es que todos los armadillos pueden hacerse una pelota. En realidad esta capacidad existe, pero solamente la tienen las dos especies del género Tolypeutes, que se enrollan totalmente cuando se sienten amenazadas.
Los demás armadillos confían en escapar corriendo o en excavar rápidamente madrigueras de emergencia, usando su caparazón como “tapón” para evitar ser alcanzados por los depredadores y sus fuertes garras para aferrarse al suelo. En lugares arenosos, muchos se entierran completamente en pocos segundos si se sienten amenazados.

Amenazas y convivencia
Desde que los humanos llegaron a América a través del estrecho de Bering hace aproximadamente 10.000 años, han cazado armadillos para consumir su carne. Esto llevó a las especies de mayor tamaño a la extinción total y, actualmente, sigue siendo el motivo más común por el cual varias de ellas desaparecen de las zonas pobladas.
Es muy importante para su conservación (y la del resto de la fauna) que los habitantes urbanos dejen atrás estas costumbres que, tal vez hace muchas décadas, fueron sostenibles. Hoy, con el aumento de la población humana y la enorme disminución del hábitat disponible, ya no lo son.
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