Nadie se salva solo, o códigos para un presente apocalíptico
Quien ha trabajado en literatura o es muy asiduo a las letras sabe que la traducción de formatos siempre lleva en sí misma un gran peligro: ¿Cuáles son los límites? ¿Hasta dónde llegan las licencias artísticas? En esta reseña te contamos sobre un caso de éxito: la serie argentina que acaba de lanzarse, creada por Bruno Stagnaro y basada en la historieta de ciencia ficción del guionista Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López.
Entre las grandes obras de la novela gráfica en el mundo —y sin dudas en Latinoamérica— vamos a encontrar El eternauta. Es un nombre que se repite continuamente y una gran referencia para la historieta en español. El tebeo argentino de ciencia ficción fue publicado en el suplemento semanal Hora Cero entre 1957 y 1959, pero quizás no mucha gente sabe lo que lleva atrás.
En un ejercicio de metaficción, Oesterheld es un personaje al que se le presenta un hombre, Juan Salvo, y allí comienza la trama: una tormenta de nieve tóxica acaba con la mayor parte de la población y un grupo de amigos lucha por sobrevivir. ¿A qué? No les podemos contar porque esta reseña promete tener pocos o ningún spoiler.
El guión y las ilustraciones de Francisco Solano López —sí, nos suena porque es descendiente directo del Mariscal— generan una atmósfera opresiva entre el horror, la ciencia ficción y una penetrante crítica social.

Por un lado, podemos leer la historieta como lo haríamos con La guerra de los mundos, pero, de fondo, hay referencias claras a la política del momento, incluso en la primera versión. En 1955, el presidente Juan Domingo Perón había sido expulsado del Gobierno argentino en un golpe liderado por militares, y la atmósfera descrita en el cómic encuentra su paralelismo con la realidad.
En 1969, Oesterheld creó una segunda versión, una de espíritu más combativo con la metáfora clara: los humanos son los países latinoamericanos luchando contra el imperialismo y la hegemonía del norte global. No podemos leer El eternauta sin tener en cuenta que el autor presentó importantes críticas al capitalismo, el colonialismo y el imperialismo, razón por la cual sus obras fueron censuradas.

Su compromiso político lo llevó a unirse a la agrupación Montoneros durante la década del 70. En el 77 fue secuestrado por las Fuerzas Armadas durante la última dictadura cívico-militar de su país. Su nombre pasó a formar parte de la lista de 30.000 personas desaparecidas por el terrorismo de Estado en Argentina.
Con esta más que necesaria introducción a la obra en la que se basa la serie de Bruno Stagnaro, nos sumergimos sin más en la primera temporada que no hizo más que sorprender y llevarnos a la época dorada de la ciencia ficción distópica, analógica, en un mundo donde la tecnología parece tomar cada aspecto de nuestras vidas.
Los desafíos de la traducción
¡Qué compromiso traducir al audiovisual un clásico como este!, que despierta pasiones en 50.000.000 de argentinos y otros más de amantes de la novela gráfica en el mundo. Si aún no la vieron, pero leyeron el cómic, se van a encontrar desde el principio con grandes diferencias: la primera es que Juan Salvo (Ricardo Darín) y sus amigos, incluido el Tano Favalli (César Troncoso), tienen más de 60 años.

El papel de Clara, hija de Juan, es mucho más importante en la serie: alrededor de su búsqueda es que surgen distintos desafíos (en la historieta, Martita se limita al hogar). Lo mismo sucede con Elena (Carla Peterson), esposa de Juan, que incluso forma parte del equipo comando en la adaptación. Los personajes de Omar (Ariel Staltari), Inga (Orianna Cárdenas) y Pecas (Paloma Alba), entre otros, son inventados exclusivamente para esta versión.
Alerta de spoiler. La producción audiovisual agrega el trasfondo de la Guerra de las Malvinas y hace incluso al protagonista un excombatiente. Y resulta una decisión sumamente acertada, ya que eso explica el expertise de Salvo en la batalla.

La fuerza simbólica de El eternauta se proyectó al mundo con fragmentos de una identidad colectiva profundamente argentina. Las islas Malvinas forman parte de esta identidad y así se las nombra, contra toda traducción estandarizada, una decisión de Daiana Estefanía Díaz (la traductora que se encargó de los subtítulos de la serie para todas las adaptaciones) que vale resaltar.
La música merece una mención especial: colabora al contar la historia, y no solo eso, forma parte fundamental de ella. La incomparable voz de Mercedes Sosa aparece junto a Carlos Gardel, Soda Stereo, Intoxicados y hasta Él Mató a un Policía Motorizado, lo que marca un diálogo entre distintas generaciones del compilado nacional de la escena argentina y sus propuestas.

El héroe colectivo
“En este mundo peligroso tenemos que estar juntos”, dice la canción de Él Mató…, en un momento clave. Y la serie, al igual que la historieta, lo demuestra en distintas circunstancias. Fue descripta como una “alegoría antifascista”, y con razón: si bien Salvo es el personaje principal, todos son héroes y trabajan en conjunto para sobrevivir.
Hay sacrifi cios, chistes malos, juegos de truco bien argentos y, si algo nos deja, es la convicción de que ante la crisis de un presente apocalíptico y el avance de liderazgos que restringen la libertad, la organización colectiva y la solidaridad son el camino. Nadie se salva solo.
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