Arte, migración y resistencia
En esta edición, presentamos a una talentosa artista paraguaya del audiovisual cuya juventud, lejos de ser sinónimo de inexperiencia, contrasta con una trayectoria sorprendentemente vasta. Hoy, radicada en Argentina, explora los límites entre lo performático y lo audiovisual.
Por Laura Ruiz Díaz. Producción: Manuel Portillo. Fotografía: Fernando Franceschelli. Locación: MuCi.
La historia de Pamela Paredes con el arte comenzó a los seis años, en la Escuela de Expresión Teatral Hedy González Frutos, donde el juego se transformó en oficio. Durante una década interpretó personajes de Brecht, Sófocles y el teatro popular paraguayo, con lo que forjó una sensibilidad que luego trasladaría al cine y la performance.
Tras graduarse en Actuación y Ciencias de la Comunicación en Asunción, se sumergió en el mundo audiovisual como productora, asistente de dirección y directora de arte, roles que asumió en proyectos como Sobre los 45, Orsai, La serie y Leal II. Su sed de aprendizaje la llevó más lejos, a Cuba, para estudiar en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV), y luego a Argentina, donde hoy investiga los cruces entre cuerpo, imagen y activismos desde la maestría en Teatro y Artes Performáticas de la Universidad Nacional de las Artes, en Buenos Aires.
Su obra Sobreplastificación —un cortometraje distópico sobre la invasión del plástico en la vida humana— sintetiza algunas de sus inquietudes: el ecocidio, la desigualdad y la resistencia desde lenguajes híbridos. Filmado con materiales reciclados y una red colaborativa, el proyecto viajó por festivales de India, Marruecos y España, y confirmó que su arte trasciende geografías. Acompañanos a conocerla más.

La exploración constante
La trayectoria de esta creadora paraguaya que abarca cine, teatro, performance y activismo es un testimonio de cómo el arte puede ser un espacio de resistencia, reinvención y encuentro con lo colectivo. Su viaje, marcado por la curiosidad insaciable y la voluntad de cruzar fronteras tanto geográficas como disciplinares, ofrece una mirada íntima a los desafíos y oportunidades de ser artista en el sur global.
Desde sus inicios, su camino estuvo signado por la autogestión y la multiplicidad. “Hice todos los talleres gratuitos que encontré”, recuerda, y destaca una realidad común en Paraguay, donde la formación artística sistemática es casi inexistente. Su doble titulación —Actuación y Comunicación— le permitió habitar el arte como expresión y como herramienta crítica.
La experiencia de Pamela revela una capacidad poco común para apropiarse de oportunidades en un medio dominado por jerarquías rígidas. Pero la realidad es que esta es una característica de su generación: la necesidad de ocupar roles diversos para sostener la creación, una mirada al desafío de ser artista en Paraguay.

Migraciones
El paso de la artista por la EICTV en Cuba fue un punto de inflexión. Allí, estudió Dirección de Arte y Guión, pero también comenzó a cuestionar los límites de los formatos tradicionales. Buscaba herramientas para el cine, pero encontró algo más: un nuevo lenguaje. Esta experiencia la llevó a interesarse en la hibridación, un sello que marcaría toda su exploración posterior.
Su traslado a Argentina para estudiar la maestría en Teatro y Artes Performáticas fue tanto una búsqueda personal como un gesto político. «Necesitaba encontrarme con otros lenguajes», explica, pero también lo hizo con otras luchas. En Buenos Aires, su trabajo se enriqueció al dialogar con espacios como Paraguayada disidente (2023), Newen Mapu – En defensa de la tierra y Jaula de murciélaguxs (2024), presentaciones donde la migración, el territorio y lo queer convergen.
Con mucho trabajo y búsqueda de su parte, se convirtió en una voz que amplifica las tensiones paraguayas. “Desde fuera puedo ver con mayor claridad cómo me identifico con mi lugar de origen y qué llevo conmigo todo el tiempo estando lejos”, dice al evidenciar el sentimiento migrante de cómo la distancia agudiza la pertenencia.
«Desde fuera puedo ver con mayor claridad cómo me identifico con mi lugar de origen y qué llevo conmigo todo el tiempo estando lejos»
Sobreplastificación
En un rincón desolado de Asunción, una mujer sobrevive a la inundación de plástico que arrasó con el planeta. Esta es, a grandes rasgos, la sinopsis de Sobreplastificación. Uno de los temas principales que observa es el de este material como agente de violencia ambiental. Este corto fue quizás el trabajo que mejor sintetizó su mirada, una crítica urgente, tejida desde la colaboración y la poética visual.
Tal como describe, este es “un cortometraje muy autogestivo”. Decenas de artistas paraguayos colaboraron con el set, creado con plásticos reciclados, mientras otros se sumaron con música original, diseño de vestuario, fotografía, backstage, montaje escenográfico, iluminación, sonido directo, foley, edición y más.
En Sobreplastificación, este material no es solo un objeto, sino una metáfora de las opresiones que sofocan a Paraguay, como la corrupción, la desigualdad y la destrucción ambiental. “El plástico ocupa el espacio de una vida digna. Esa invasión es la corrupción que estanca el desarrollo del país, la basura metida en las instituciones, la suciedad del mal manejo de los fondos públicos que nos dejan sin acceso a salud y contaminan la educación de miles de niños y niñas; es el hule que asfixia a los artistas que no encuentran espacios para crear, la agresividad de los agrotóxicos que destruyen comunidades, la deforestación que mutila los bosques y nos sofoca de calor, el agua oscura que sale de las canillas de nuestras casas. Es la violencia que no nos deja respirar. Es la muerte de nuestros sueños”, explica con rabia poética.

“Me sorprendió cómo una idea que surgió de un impulso muy íntimo se expandió rápidamente de manera colectiva y fue este proyecto el que me llevó a Argentina”, recuerda. Allí fue donde se afianzó su exploración híbrida: el videoperformance.
Hoy, ensaya una obra teatral en Buenos Aires y prepara performances colaborativas. Su investigación sobre «lo orgánico y lo inerte» sigue la línea de Sobreplastificación, pero ahora con más preguntas: ¿Cómo crear belleza en un mundo herido? ¿Cómo sostener la esperanza sin caer en la ingenuidad?
Entre lo efímero y lo político
Su exploración del videoperformance como lenguaje revela una tensión productiva, por un lado, al celebrar su accesibilidad y plantear que «todos tenemos dispositivos». Por otro, insiste en la profundidad del gesto. «No es solo registro, es un espacio de investigación», aclara y desafía así a la lógica del scroll y el consumo rápido.
“El cine tiene algo maravilloso, para mí está en el valor que se le da a cada toma”, afirma. Y agrega: “Hay una delicadeza y una dedicación enorme en la composición del cuadro, la luz, el foco, el espacio y su color, el movimiento de los personajes, la sonoridad y la sutileza del gesto, que hacen que un solo plano sea suficiente para atravesarnos el alma”.

Su filosofía podría ser condensada en una sola frase: “Desbordo los límites disciplinares del arte para transformar las convenciones sobre los cuerpos y cuestionar la huella humana en el entorno”. Aunque reconoce las dificultades, insiste en lo colectivo como antídoto. “Pensar en Paraguay a veces es pensar en lo precario, incómodo e inmutable. Sin embargo, creo que el trabajo de todos, la apertura a la diversidad y el estímulo a las nuevas generaciones son vitales para que veamos que todavía podemos construir un espacio hermosamente vivible”.
Más que una artista individual, ella es un nodo en una red más amplia, donde el arte puede (debe) dialogar con la realidad sin perder su capacidad de asombro. Y en esa apuesta, su voz nómade, inquieta, profundamente latinoamericana, sigue siendo indispensable.
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