Entre la memoria corporal y la crisis hídrica
El colectivo artístico Incesante es un nuevo espacio de exploración contemporánea que este 26 de junio estrena su primera producción coreográfica, Cuerpos de agua. Este domingo conversamos con sus protagonistas, Aramí Cañete, Fátima Galeano y Micaela Martínez, y con Fabián Da Silva, creador, diseñador y director artístico de la propuesta, sobre esta historia en movimiento.
Por Patricia Luján Arévalos. Fotografía: gentileza de la producción.
Cuerpos de agua empezó a tomar forma en octubre de 2024, después de que las intérpretes de esta puesta participaran de una obra relacionada también con los recursos hídricos. Aramí Cañete, Fátima Galeano y Micaela Martínez trabajaron en Susurros del río, un proyecto que involucró a niños y adolescentes de los bañados de Asunción para explorar sus vivencias en torno al río.
“Nos hizo pensar en todo lo que el agua representa simbólicamente y en cómo afecta a nuestros cuerpos”, reflexionan. Este nuevo capítulo para ellas es otra manera de dar continuidad a ese universo, pero desde su lenguaje y sensibilidad propios.
El proceso de creación fue completamente colectivo, construido entre Aramí, Fátima y Micaela junto con la dirección artística de Fabián Da Silva. A partir de improvisaciones, referencias y muchas conversaciones, fueron armando el contenido de cada escena.

“Originalmente fui convocado como director de arte, pero gracias a la generosidad y apertura de Aramí, Fátima y Micaela, mi participación creció de forma orgánica”, dice Fabián Da Silva. “Me involucré profundamente en la creación, desde la visualización coreográfica hasta la composición del diseño sonoro. Trabajé en la construcción de paisajes auditivos que no solo acompañan, sino que sumergen al público en un estado sensorial inmersivo, con sonidos que evocan el agua, el vacío, la memoria”, elabora.
Narraciones no verbales
“Aportamos desde nuestros cuerpos, historias y vivencias. La obra está construida desde la conexión personal con el agua: recuerdos, sensaciones, ausencias, cuidados. Cada una expresó ideas, movimientos físicos, imágenes y también sensibilidad. Fue un proceso muy horizontal y de mucha confianza”, profundizan las artistas.
Cuando las historias no se cuentan con palabras, ¿cuál es el mayor desafío para la puesta en escena? “Una de las cosas más desafiantes es confiar en que el cuerpo puede decirlo todo. No tenemos texto ni explicamos nada, pero hay mucho contenido emocional. Cada movimiento, cada pausa tiene un sentido y debe estar cargado de intención. También nos pasa que lo que mostramos no se interpreta igual en cada persona, y eso nos gusta: que el público complete lo que ve desde su propia experiencia”, explican Aramí, Fátima y Micaela.

La memoria corporal es lo que el cuerpo guarda, aunque no lo nombremos: formas de reaccionar, costumbres, emociones. Este es otro recurso al que echaron mano mientras proyectaban su idea inicial. “Al trabajar sobre el agua, aparecieron muchos recuerdos ligados a nuestra infancia, a nuestras familias, a cómo nos relacionamos con el arroyo y la lluvia. Hay algo que se transmite incluso sin darnos cuenta, tal vez de generaciones anteriores que siguen corriendo por nuestras venas”, mencionan.
La puesta
Los creadores nos comentan que su intención no fue ilustrar el tema de una manera literal, sino elaborar sobre lo que la crisis hídrica genera en las personas: sensaciones como agotamiento, contención, espera, deseo y ausencia. “Trabajamos con sonidos, materiales y formas de movernos que evocan el agua, su fluidez, su peso, su falta. A veces es suave, a veces tensa”, comentan.
El sonido fue un factor decisivo en este proceso de construcción. Tuvieron sesiones de improvisación con instrumentos que contienen agua de autoría del ceramista Maneno Juárez, y con el músico Tetsuya Shinkawa, quien se dedicó a crear atmósferas sonoras con objetos e instrumentos musicales. El resultado es un viaje sensorial donde lo sonoro y lo físico comparten una conexión en los cuerpos de las artistas.

La crisis llega con los materiales elegidos que hacen a la escenografía: plástico reciclado, cuerpos que se mueven con sed y telas que parecen evaporarse. Aramí, Fátima y Micaela explican que la escenografía habla de lo que el agua dejó y también de lo que ya no limpia, y el sonido crea la ilusión de estar sumergidos, pero también revela el vacío cuando esa presencia se corta abruptamente. “En esa interrupción aparece la crisis: no como discurso, sino como sensación”, puntualizan.
“La escenografía —que creé desde materiales reciclados y ligeros— interactúa con el público, propone una cercanía física y emocional. Además, me encargué del diseño de vestuario, que tendrá múltiples capas y transformaciones a lo largo de la obra para acompañar las distintas etapas que atraviesan los cuerpos en escena”, explica Fabián.
El vestuario diseñado por Da Silva acompaña los estados de transformación: “Hay tejidos con peso y densidad, pero también gasas, plisados y transparencias que se funden con la luz. Los colores —inspirados en los reflejos del agua— transitan entre lo mineral y lo emocional. En uno de los momentos hay incluso una cita visual de Pina Bausch, como un guiño a esa danza que también narraba desde lo sensible”.

La invitación a descubrir esta producción coreográfica está hecha. El colectivo artístico Incesante invita a las dos únicas funciones los próximos jueves 26 y viernes 27 de junio a las 20.30 en el Teatro de las Américas del CCPA (José Berges 297). Las entradas tienen un costo de G. 80.000, y se pueden adquirir en boletería o a través del WhatsApp (0971) 513-030.
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