Areguá, fuente inagotable de inspiración
Bohemia y tranquila, con una vibrante escena artística que se nutre de locales y foráneos por igual, además de una vida nocturna y gastronómica en constante evolución. Así es la Areguá a la que rinden homenaje más de 30 artistas en esta exposición del Centro Cultural del Lago.
Por Patricia Luján Arévalos. Fotografía: Fernando Franceschelli.
Solamente 28 km separan a Areguá de Asunción. La primera, capital departamental; la segunda, del país. Sus atributos, diametralmente opuestos.
La vida fluye con ritmo propio sobre estas calles, algunas empedradas y otras, incluso, todavía de tierra, con el tipo de arena que quema los pies descalzos y se cuela por los agujeros de los cordones del champión. Debajo de árboles centenarios, muchos aregüeños se dedican a la cerámica, la talla de madera, las esculturas, la pintura y muchos otros oficios creativos.
Naturalmente, este paisaje idílico genera su propio campo gravitacional para captar a mentes artísticas de todas partes. Fue el caso de Ysanne Gayet. Originaria de Sri Lanka, llegó a Paraguay en los 70, pero se radicó definitivamente en Areguá en 1995. Es directora y fundadora del Centro Cultural del Lago (CCDL), un espacio expositivo creado en 2010.

El Centro Cultural del Lago llenó un vacío que existía no solo en esta ciudad, sino en el panorama nacional, al ofrecer a artesanos y artistas un destaque para sus obras. A diferencia del gran reconocimiento del que gozan (desde hace muchos años) los productos de Tobatí e Itá, los aregüeños no sonaban tanto como hoy. “Creo que hicimos mucho como para que se conocieran los nombres de los alfareros de Areguá a través de exposiciones, videos, entre otras cosas. Sobre todo durante la pandemia, cuando llevamos adelante una gran promoción”, rememora Ysanne.
La inevitable certeza del cambio
La ciudad fue mutando con el tiempo, y la rutina de sus pobladores, también. La artista y gestora cultural reconoce la creación de la ruta Luque-San Ber como uno de los puntos de inflexión en la historia de Areguá.
Antes, para ir a San Bernardino, los viajantes elegían Areguá como alternativa a la ruta PY 02. La parada obligatoria activaba los negocios gastronómicos y culturales por igual, y la diferencia es palpable: menos visitantes equivale a menos ventas, es decir, menos ingresos para las familias locales que dependen de la industria turística para el sustento diario.

“Los turistas extranjeros compran poco porque viajan y tienen poco espacio. Hay muchas más personas durante la expo-feria de la frutilla, pero la ciudad no está organizada para recibir tanta gente y el tráfico es un caos”, analiza Gayet. “No hay más lugar para caminar por las veredas, están copadas por la venta de cerámica”, agrega.
Y, sin embargo, no lo ve como algo malo. “Todo esto es solucionable, con buena voluntad y organización”, reflexiona.
Oda al pueblo
Al igual que Ysanne Gayet, muchos otros encontraron en este lugar sosiego y un ambiente propicio para la creación. “Es un imán para todas las personas sensibles a la belleza”, asegura. Hace un año, empezó el trabajo de contactar a pintores, grabadores y dibujantes para invitarlos a formar parte de una exposición que reflejara la riqueza de miradas que se nutrieron de la ciudad mística.
“En tiempos recientes, y no tan recientes, grandes artistas de distintas ciudades del Paraguay y también de otros países —Rusia, República Checa, Hungría, Alemania, Inglaterra, por nombrar algunos— optaron por hacer de Areguá su lugar de trabajo y hogar. Algunos ya partieron de este mundo y dejaron su obra como referencia importante a los que continuamos por los caminos de las artes plásticas”, escribió Ysanne en el texto que acompaña la muestra Areguá, un paraíso para los artistas, disponible actualmente en el Centro Cultural del Lago.

Ella misma tomó el rol de curadora no oficial, e invitó a colegas en cuyo gusto y trabajo confía. El único tema que funge de hilo conductor para la producción artística de los creadores es la ciudad, y los parecidos terminan ahí, porque las obras son, en general, muy distintas unas de otras —aunque la naturaleza es un aspecto predominante—.
Entre las propuestas encontramos una mujer con los colores aregüeños, de Ofelia Fisman. La protagonista lleva frutillas en la mano y se puede ver la iglesia en el fondo. Satina Chamorro, por su parte, intervino una foto del lago, mientras que Julio Insfrán y Liz Rolón pintaron escenas que tienen que ver con el lugar.
La artista lituana Masha Lyakhovitskaya pintó la fuente que se encuentra en la “costanera” del lago, y Walter Martínez ilustró la naturaleza exuberante con la iglesia y el lago en el fondo. Wolfgang Krauch dibujó plantas de su entorno aregüeño y, por su parte, Daniel Milessi realizó una instalación con nidos de la naturaleza (de abejas y aves) también de su entorno inmediato.

En esta muestra del Centro Cultural del Lago también encontramos dos obras de gran tamaño de Carlos Colombino sobre el mismo tema: La Luna secuestrada por el cerro Kõi. Su lago, sus casonas y jardines también fueron los temas elegidos por Lucy Yegros, Fred Brauner y Hana Mrazova. La misma Ysanne Gayet presentó un cuadro de su autoría: una casona que pintó en 1979.
De la muestra participan artistas paraguayos y extranjeros que viven o vivieron en algún momento en la ciudad de Areguá. Ellos son Ana Brisa Caballero, Adriana Villagra, Carlos Colombino, Carlos Rolandi, Carolina Pedro, Daniel Milessi, Edith Jiménez, Fabiana Frutos, Juan de Dios Valdez, Julio Insfrán, Liz Rolón, Lucio Aquino, Lucy Yegros, Nelson Martinesi, Ona Riquelme, Rodrigo Velázquez, Satina Chamorro, Sila Estigarribia, Walter Martínez y Wolfgang Krauch, de Paraguay.
Se suman los argentinos Ariel Dawi, Flor Banquer, Gonzalo Javier Rodríguez, Luis Cogliolo, Noelia Buttice, Norberto Moretti y Ofelia Fisman; los alemanes Bruno Schachtner y Fred Brauner; la artista checo-canadiense Hana Mrazova; Masha Lyakhovitskaya, lituana; y Melitta Marcali Kiss, de Hungría.

Resistencia
“Somos muchos artistas y todos vinimos buscando paz, tranquilidad y el contacto con la naturaleza. Nos preocupa que esto se pierda”, comenta. Esa inquietud fue el punto de partida para la exposición: “Es una indirecta para todos los que quieren modernizar, destruir y cambiar la esencia de la ciudad, una demostración de que hay personas que viven acá por lo que era y aún sigue siendo Areguá, hasta ahora, con su aire de haber quedado en el tiempo”.
“Claro que nos causa nostalgia pensar en el ruidoso carro con bueyes de César Romero viniendo por el empedrado desde Isla Valle con su carga de arcilla, que ya no se escucha más porque ahora se transporta en camión; o recordar cómo nos cruzábamos a veces con las vacas de don Catalino yendo desde el barrio Las Mercedes por el caminito de tierra para pasturar en la Playa Municipal”, escribió en el texto de sala.
La colección de piezas que alberga el Centro Cultural del Lago es, sí, un gesto de preocupación, pero también un voto de esperanza por el potencial de la ciudad: “A pesar de todo, Areguá sigue manteniendo su innegable encanto y, de hecho, cada vez atrae a más artistas… No pasa un mes sin que algún artista, inclusive del extranjero, llegue a nuestro centro de arte y nos pida información sobre cómo y dónde alquilar o comprar una casa… o sin falta, que nos diga: ‘¿Saben cuál es mi sueño? ¡Mi sueño es que, algún día, pueda venir a vivir a Areguá!’”.

Areguá, un paraíso para los artistas se lee como una carta de amor y una cápsula del tiempo, se siente como un rayo de sol al atardecer y se escucha como una canción, quizás una guarania, de esas que encierran el techaga’u en sus notas. Es el esfuerzo colectivo por mantener la esencia de una ciudad que debe encontrar la manera de aceptar los nuevos tiempos sin renunciar a su identidad.




Sin Comentarios