Políticas de cuidado
¿Qué es el cuidado y por qué es importante? ¿Qué actores intervienen en esas tareas? ¿Qué papel tienen las empresas a la hora de trabajar las políticas que lo hacen posible? En esta edición, exploramos estas y otras cuestiones junto a Mercedes Eisele, experta de Unicef, con enfoque en derechos de las infancias y empresas.
Hablar de políticas de cuidado hace 20 años era revolucionario, cuando menos, y más en países latinoamericanos. Son desarrollos teóricos recientes y, de hecho, nos enfrentamos —¡cuándo no!— a la orfandad de datos, ausencia de información estadística estructurada a nivel rural y falta de estadísticas urbanas sistematizadas. Pero solo hace falta dar una mirada al interior de nuestras casas y los lugares donde crecimos para notar que el concepto de “políticas de cuidado” se relaciona de forma estrecha con la autonomía económica y la carga laboral (pagada o no) de las mujeres.
En Paraguay, datos recabados en 2016 revelan una marcada diferencia en la proporción de tiempo que hombres y mujeres dedican al trabajo doméstico y al cuidado no remunerado de miembros del hogar. A nivel nacional, ellas destinan en promedio 14,53 horas semanales a estas labores, mientras que los hombres, solo 4,27, lo que representa una brecha de 10,25 horas.
Esta desigualdad se acentúa en las zonas rurales, donde las mujeres trabajan 15,82 horas no remuneradas frente a las 3,77 de los hombres, con una diferencia de 12,06 horas. En áreas urbanas, aunque la brecha es menor (9,20), persiste el desequilibrio: ellas dedican 13,79 horas y ellos, 4,59.

En el país hay, aproximadamente, 1.370.635 madres; 77,9 % de ellas son cuidadoras, lo que equivale a 1.066.760 personas (EPHC, 2023). El mismo estudio indica que cuentan con un promedio de 10,4 años de estudio formal; según su estado civil, más del 71 % están casadas o unidas y el 27,7 %, separadas, viudas, solteras o divorciadas.
El 63,1 % tiene una ocupación y el 32,5 % está inactiva o fuera del mercado laboral remunerado. Cerca del 90 % de las encuestadas respondió que no cuenta con un empleo formal porque cumple labores del hogar o por motivos familiares. Y, en lo que respecta a cuidadoras ocupadas, el 30,4 % lo hace por cuenta propia en actividades como el comercio al por mayor y menor, o en restaurantes y hoteles (EPHC, 2023).
Estas cifras reflejan una carga desproporcionada que limita el acceso de las mujeres a oportunidades laborales, educación y tiempo libre. Por estas razones, cada vez son más necesarias políticas que promuevan una distribución más equitativa de las responsabilidades domésticas, pero la realidad es que la distribución social del trabajo muchas veces no lo permite.
Cuidado es más que atención
El concepto de cuidado va más allá de la simple «atención», ya que implica relaciones horizontales, recíprocas y participativas, basadas en la corresponsabilidad. Se trata de una categoría esencial que abarca todas las actividades necesarias para garantizar el bienestar físico, emocional y social de las personas, para asegurar tanto su supervivencia como su desarrollo pleno dentro de la sociedad.
El cuidado se manifiesta en cuatro dimensiones fundamentales: el autocuidado, como base para preservar la salud y el equilibrio personal; el cuidado directo de otras personas, entendido como una relación interpersonal de apoyo y acompañamiento; la provisión de condiciones materiales y simbólicas, que incluyen tareas como la limpieza del hogar, la preparación de alimentos y otros trabajos domésticos indispensables; y, por último, la gestión del cuidado, que implica la organización, coordinación y supervisión de las tareas necesarias para sostener la vida.

Esta visión integral no solo reconoce su valor social, sino que también cuestiona los roles tradicionales de género y promueve una distribución más justa de estas responsabilidades, fundamentales para el funcionamiento de cualquier comunidad. ¿Cómo podemos construir sociedades donde estas sean realmente compartidas y valoradas? De acuerdo con la científica social iraní Shahra Razavi (2007), los “diamantes de cuidado” son aquellas instituciones involucradas en proveer estas atenciones. Las familias/hogares, los mercados, el sector público y el ámbito sin fines de lucro incluirían su provisión voluntaria y comunitaria.
La autora señala que en los países en desarrollo son las familias las que asumen un papel de cuidado a un nivel más dominante, mientras otras instituciones (como el Estado, las organizaciones comunitarias y los mercados) juegan un papel secundario. En este sentido, es importante resaltar el rol de las políticas de cuidado, que son esos servicios que provienen del Gobierno para equilibrar la balanza entre todos los actores del diamante para que no se sobrecargue a las familias y, en especial, a las mujeres.
Este es el enfoque que los teóricos y estudiosos siguen actualmente, mientras diseñan opciones que permitan un equilibrio entre las necesidades e intereses de las empresas, así como de los trabajadores y, especialmente, las infancias.
Empresas que cuidan, la iniciativa de Unicef
“En Argentina nos pusimos un objetivo común a nivel nacional: tener un sistema integral. Es decir, garantizar todo lo que necesita un niño o niña para ser cuidado y para que padres y madres puedan cuidar de manera digna”, afirma Mercedes Eisele, oficial de en Derechos de la Niñez y Empresas de la oficina del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) del país vecino.
La experta compartió la iniciativa ECU, Empresas que cuidan, impulsada por Unicef en Argentina, cuya versión para Paraguay fue lanzada en abril pasado. Su objetivo es posicionar al sector privado como un actor clave en la promoción del enfoque de derechos del niño, la niña y el adolescente, y la corresponsabilidad en los cuidados de los hijos e hijas de las familias de los colaboradores de estas entidades.
Desde la organización notaron que las empresas tenían un rol primordial en materia de cuidado, como el otorgamiento de licencias y permisos, pero generalmente eran establecimientos internacionales que cumplían estándares que no eran propios de la región. Ese fue el momento preciso en que detectaron la necesidad de esta idea. “Se nos ocurrió generar una iniciativa para tomar estas buenas prácticas que algunas firmas implementan y llevarlas al general de las entidades, sean pequeñas, medianas o grandes, nacionales o internacionales, de cualquier tipo de sector”, explica.

La iniciativa ECU busca involucrar al sector privado en la promoción de derechos de niños, niñas y adolescentes y en la corresponsabilidad en el cuidado de los hijos. La iniciativa se centra en que las empresas asuman un rol activo en este aspecto, que beneficie tanto a sus colaboradores como a sus familias. “Además de promover las políticas de cuidado en las firmas, buscamos acompañarlas y mostrarles qué tipo de paso a paso deben llevar a cabo para poder implementar las políticas más convenientes, con la mejor perspectiva de derechos”, cuenta.
Para hablar con las empresas, hubo que traducir la perspectiva de derechos al lenguaje empresarial. En el proceso, entendieron que invertir en cuidado sería beneficioso también paralos empleadores.
El primer paso es usar una herramienta de autodiagnóstico que Unicef pone a disposición en la página ecuparaguay.org. Hacerlo es gratuito y confidencial, y sirve para identificar qué políticas de cuidado tienen en marcha.
“Muchas empresas tienen estas políticas y, a veces, no las reconocen como tales”, comenta Mercedes y procede a explicar sobre los casos de las pymes en donde, al existir mucha cercanía entre el dueño y sus empleados, ofrecen, por ejemplo, más licencia de lo que garantiza la ley por paternidad o maternidad. No las reconocen como características de cuidado, sino como un beneficio al colaborador.
A partir del autodiagnóstico y los resultados, se crea un plan de mejora con pautas muy claras de cómo avanzar paso a paso. Hoy en Paraguay, son 30 las firmas que ya empezaron a usar la herramienta, mientras que en Argentina ya la utilizan unas 1500. “Es un elemento clave para trabajar con las empresas, porque les permite de manera autoadministrada empezar a avanzar en este camino del cuidado”, plantea Eisele.
Obstáculos para implementar políticas de cuidado
Uno de los espíritus de Unicef es actuar con evidencia. En ese sentido, desarrollaron más de 20 herramientas y estudios en ECU. Uno de ellos parte de preguntar cuáles son las dificultades al momento de pensar en cuidado dentro de las empresas. “El principal obstáculo es el económico. Te dicen: ‘No tengo dinero, estoy en crisis, no puedo invertir, los presupuestos son muy bajos’. El segundo es cultural: empresas que no tienen interés o no se sienten responsables en esta materia. El tercero es logístico: si poseen una fábrica y muchas oficinas, no saben cuán responsables son de un niño en un espacio de cuidado, es una cuestión legal”, cuenta.
Por eso, uno de los planteos principales es divulgar los impactos al implementar estas políticas. “Hay mucha evidencia: el 100 % de empleados que accedió a cuidados aumentó su productividad, según encuestas donde ellos mismos reportan mayor fidelización y menor estrés. Vemos que no es un gasto, sino una inversión”, sostiene. Y agrega: “Por ejemplo, ampliar la licencia por paternidad no genera ausentismo masivo. En Paraguay son 15 días, en Argentina dos; una licencia paupérrima. Pero hay que medirlo situacionalmente: no es lo mismo una empresa grande que una pyme”.
El plan de cuidado que propone Unicef se construye a partir de las necesidades de los beneficiarios. “Si generás un lactario donde el 90 % son hombres, es absurdo. Pero quizás la licencia por paternidad sí es una necesidad”, declara la especialista. “La segunda es ir paso a paso. Si el obstáculo es económico, priorizar políticas con mejor costo-beneficio. Con el tiempo, al ver los resultados, las empresas se animan a más. Es un camino de mejora continua”, reafirma.

¿Por qué las empresas deben involucrarse?
Primero, porque los tiempos han cambiado. Si el mercado es un actor importante, tiene responsabilidad económica y social. Segundo, impactan cotidianamente en las infancias: como consumidores —un niño ve su publicidad—, como hijos de empleados o como jóvenes trabajadores.
Según Mercedes Eisele, los niños son un stakeholder, como los clientes o inversores: “No solo hay que pensarlos para erradicar el trabajo infantil, sino cómo el marketing, los productos y las políticas de cuidado les afectan. Desde Unicef buscamos que las empresas los incluyan en su modelo de negocio, con políticas que los beneficien”.
El diamante del cuidado de Razavi evidencia que el bienestar social requiere de la articulación de cuatro actores clave: Estado, comunidades, familias y empresas. Esta intersectorialidad es fundamental, pues sin colaboración —como el diálogo público-privado que impulsa Unicef—, estas políticas no se implementan efectivamente. El modelo demuestra que las empresas son esenciales en esta red de corresponsabilidad.
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