Nota de tapa

The Crayolas

Sonar como el futuro

De un proyecto que planeaba disolverse tras grabar un solo casete a una banda que proyecta su música como una era extensa, The Crayolas sobrevivió a fuerza de voluntad en una escena incipiente, mutó y hoy presenta Eon Beat. Este nuevo disco conceptual nace del zen, el estilo y la convicción de que hacer música alternativa en Paraguay es un desafío que vale la pena.

Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte y producción: Camila Riveros. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez. Locación: Casa Concepción. Agradecimientos: Julia Peroni.

Cuando Walter Riffler evoca los orígenes de la banda, la escena se antoja mínima, casi doméstica, pero impregnada de un voltaje que, con el tiempo, se transformaría en un camino de fracturas, festivales internacionales y discos que lograron abrirse paso entre el fragor de una escena musical paraguaya que subsiste a pura terquedad.

El punto de partida fue julio de 2016. “Estaba obsesionado con una escena que pasaba en otros países y la quería replicar acá. En ese momento todavía no había una movida indie alternativa tan fuerte como es hoy”, cuenta Walter.

Fue así que se alió con su amigo Fernan Villalba, con quien compartía no solo afinidades sonoras, sino también el mundo del skate. La idea de formar una banda surgió de manera natural en una de esas conversaciones. Walter asumió la guitarra y la voz, Fernan se instaló detrás de la batería, y sumaron a Ana Paula Aranguren en el bajo, para dar vida a sus primeros ensayos como trío. Ese mismo julio, la formación se completó con la entrada de Martín Herreros: iniciaba The Crayolas.

“La idea era sacar un casete de cuatro canciones, tocar un poco y después ya el grupo se iba a disolver”, cuenta Riffler. Pero no fue así —por suerte—. Encontraron el nicho de una escena que Asunción y alrededores necesitaban, y ya había consumidores. Muy pronto arrancaron con los festivales, a los cuales era casi imposible acceder porque siempre invitaban a bandas ya establecidas.

Walter Riffler. Fotografía: Javier Valdez.

Fue así hasta que llegó el Riversounds, un concierto de rock, indie y reggae que se realizó en setiembre de 2017. Como el estilo se acercaba al suyo, por primera vez fueron invitados a tocar en un evento internacional. La banda estrella era Incubus, pero también estaban los brasileños Natiruts y los colombianos Bomba Estéreo. “Fue muy loco porque en ese momento no pasaba que grupos de nuestro entorno fueran invitados a festivales”, cuenta Walter. Ese momento marcó un antes y un después para ellos, un hito que los llevó a profesionalizarse y encarar nuevos proyectos. La meta ya no era un casete, sino otra cosa.

Nuevos integrantes

“Creo que a Gea le necesitábamos más que nada”, dice Walter sin vueltas. Primero iba a entrar al bajo, pero terminó en el órgano. «Teníamos teclado en las canciones y no hacíamos eso en vivo. Y ella, que también canta, iba a ayudar a tener backing vocals y esas cosas”. Eso fue en el 2019.

El inicio de Gea Cáceres en la banda fue diferente. Venía de tocar el bajo en otros proyectos, pero lo primero que Walter le pidió fue que grabara las voces. “Le dije que sí, porque siempre hice ese laburo en sesiones”, cuenta. Poco tiempo después, tuvo la oportunidad de lucirse como bajista: se acercaba la fecha de un concierto y Ana Paula Aranguren no iba a poder tocar, lo que provocó la decisión de pasar el bajo a Gea.

El momento de entrada real fue Asunciónico, el concierto más grande de la escena musical del país. Necesitaban organista. “Yo no soy tecladista. Con decirte que ni siquiera tenía teclado, ¿entendés? Me acuerdo que lo presté”, cuenta entre risas. Tocaron una previa en el bar Rockero, como práctica, y después se vino Asunciónico.

Gea Cáceres. Fotografía: Javier Valdez.

Su ingreso en The Crayolas generó otro sonido, de repente más progresivo; otro estilo. De ahí salió su single Lovin’ Easy, el comienzo de una nueva etapa.

Walter cuenta que las exploraciones de la banda tienen que ver con su curiosidad. En ese momento escuchaba mucha música disco porque pasaba música en fiestas. Se imaginaba combinar eso con lo que ya hacían, northern soul, pero a un ritmo mucho más rápido, rockero. “Después ya empezamos a meter funk y disco”, cuenta.

Así nació Disco Stu, uno de sus temas más conocidos, que salió en 2021. Ahí, con la participación de Gea en teclados y voces, el grupo ya estaba completamente armado. Por esa misma época, todos empezaron a cantar. Una vez que una se animó, los demás siguieron y completaron cuatro voces para su álbum Post-Modern Days.

El 2022 fue una temporada mucho menos activa, hasta que llegó la posibilidad de tocar en los Propya Awards, en marzo del 23. Para ese entonces, Fernan, el baterista original, ya había salido, y necesitaban conseguir uno nuevo —y rápido—. Buscaron a alguien que tuviera las mismas características, cosa que no es fácil porque su música “pega muchos saltos dinámicos”. Walter se acordó de Tutu, que era percusionista de El Culto Casero, una banda amiga. Vio unos videos de él con su proyecto, Nott Demian, y se dijo: “Su dinámica es correcta”.

Esteban Tutu Villalba. Fotografía: Javier Valdez.

Fue un lunes cuando Esteban Tutu Villalba Dohmen fue a la casa de Walter, llevó sus cosas, escucharon las canciones y tocaron juntos. Se adaptó tan bien al grupo que armaron 10 fechas seguidas. Fueron a Encarnación, actuaron en Asunción, viajaron a Ciudad del Este. La incorporación fue orgánica, y para cuando terminó la gira ya era parte integral de la banda.

«Entré y lo que pasó fue que al final me gustó”, cuenta Tutu. Se sintió cómodo, le gustó la dinámica, lo amigos que eran. “The Crayolas siguió teniendo esa esencia de banda, que es lo que busco”, dice, “por eso acepté y continuamos camino”. Hasta tuvo la oportunidad de grabar batería en estudio por primera vez. Ahí se vino la idea de crear un nuevo disco.

Nuevas eras

El 2024 fue, otra vez, un año lento. Varios integrantes salieron del grupo y quedaron con menos ánimos. Lo que pasó es que no tocaban tanto, dice Walter, por falta de tiempo. Pero fue ahí que empezó a pensar en hacer otro disco.

No tenía idea de qué haría. Recién a comienzos de este 2025 se puso en campaña. Franco Ocampos, de El Culto Casero, lo ayudó. Le mandó el link de una página para hacer moodboards con sus ideas. Con eso armó el concepto del disco, pero no había ninguna canción. En un giro dentro del proceso creativo, Walter decidió adoptar una postura más introspectiva y menos condicionada por las limitaciones prácticas. Abandonó la costumbre de componer pensando constantemente en cómo se trasladaría cada tema al escenario en vivo. Esta vez, priorizó el impulso puro de la creación, sin limitarse. El resultado, contra todo pronóstico, fue asumido con destreza por el resto de la banda. “Al final, pudimos tocar todas las canciones”, comenta Gea entre risas sobre la incredulidad habitual de su compañero en cuanto a la viabilidad de sus propuestas más complejas.

Fotografía: Javier Valdez.

Ese enfoque se cristalizó en un concepto sonoro más definido y probablemente más conceptual que en trabajos anteriores. La semilla de todo el proyecto fue Nueva era, el primer sencillo.

En esta etapa embrionaria, la colaboración con Franco se volvió crucial. Primero en la grabación, pero además porque hizo de puente para la incorporación de Pablo Cardoni, guitarrista de El Pórtico. La relación, que comenzó con salidas y encuentros fortuitos, se fue solidificando cuando Walter descubrió que Pablo no era solo instrumentista, sino también compositor. “Y me pareció interesante. Siempre es bueno estar en un grupo donde todos escriban, eso va a apurar las cosas muchísimo”, reflexiona. La integración de Cardoni como segundo guitarrista para el nuevo disco, que requería ese sonido, se dio de manera natural, casi orgánica, y marcó el inicio de su historia dentro de la banda.

Para Pablo, este ingreso fue inesperado. “Nunca imaginé que iba a ser parte de The Crayolas”, confiesa. “Yo también soy como Walter, tengo un amor incondicional hacia mi proyecto. Cuando le conocí, dije: ‘Soy así mismo’. Y qué gusto compartir eso con más gente”, explica.

Su proceso de incorporación fue gradual: desde recibir el demo de Nueva era, que le causó una impresión profunda, hasta participar en sesiones de grabación. El punto de inflexión llegó con una invitación concreta para un concierto. “Che, ¿estás preparado para tocar el domingo?”, le escribió Walter. Esa experiencia consolidó su lugar en la banda. “Me hicieron nomás sentir parte, ¿verdad?”, afirma, resumiendo una integración basada en la afinidad y la pertenencia más que en formalidades.

Pablo Cardoni. Fotografía: Javier Valdez.

Un liderazgo indiscutido

La dinámica interna del grupo, cuando se les pregunta por su organización, provoca una respuesta inmediata y colectiva: “No hay desacuerdo porque es una dictadura”, sentencia Gea, con una sonrisa que delata una verdad a medias. Tutu matiza esta declaración: “Para mí es mejor hacerle caso a Walter, o si no tenés más responsabilidad. Y somos conscientes de que este es su proyecto. Nosotros nos sumamos a su causa”.

Por su parte, Walter reconoce esa estructura donde si bien su visión es el pilar central, él toma las decisiones y marca el “rumbo” de la banda, también hay mucho input de los demás integrantes. “Mi música es muy personal, más ahora que antes. Quizás este disco me representa más a mí que los anteriores en cómo me expreso”, explica.

Un hito de esta colaboración fue la canción que cierra el álbum, compuesta por Gea. Escribió una balada febril —porque justo estaba de reposo— e hizo la maqueta. La aprobación de Walter fue contundente: “Esta va a cerrar el álbum”.

Fotografía: Javier Valdez.

Eon Beat

El nuevo trabajo, un LP titulado Eon Beat, surge de una búsqueda estética y filosófica personal de Walter. Se sumergió en la lectura del Tao Te Ching de Lao Tsé, texto que “habla de soltar las cosas”. Esta idea de fluir y desapego se fusionó con influencias sonoras como el disco de ambient que Brian Eno y David Bowie grabaron en Berlín.

De una casualidad tecnológica nació el sample central de la canción que da nombre al álbum. En lo visual, la inspiración llegó de la estética “superridícula” de Zoolander y Austin Powers. El “eon” que acompaña al proyecto responde a una declaración de intenciones: “Eón significa un periodo gigante, que se extiende por muchísimo tiempo. Trataba de manifestar que yo quiero hacer esto de mi vida, ya no parar y sentirme como en el 2024 otra vez, cuando estábamos existiendo nomás”.

La escena alternativa

La reflexión sobre el significado de crear música alternativa en Paraguay revela un panorama de desafíos estructurales. Tutu lo define como una elección consciente de autenticidad, incluso si implica un camino más arduo. “Yo puedo decir solamente que es sufrido, pero a la vez es divertido porque es un desafío muy grande. Es como elegir el camino difícil”, inicia a explicar. Y continúa: “Tenés el modo fácil en la música y el difícil. Y no sé por qué, pero vamos por el modo difícil siempre».

Para Walter, la motivación trasciende lo comercial y se arraiga en una necesidad vital: “Más allá de que vos puedas vivir o no de la música, esto es algo que hacés por paz mental. Entonces, vas a jugarte por lo que a vos te nace porque te estás expresando”. Plantea una perspectiva muy a largo plazo, consciente de la posición periférica de nuestro país en la escena internacional: “También hay que cuidarse físicamente, porque no sabés a qué edad podés recoger el fruto de tu trabajo. Son un montón de desafíos, pero no es imposible”.

Walter Riffler. Fotografía: Javier Valdez.

Walter aborda la cuestión desde una perspectiva cultural y desafía los estereotipos de la “paraguayidad”. Cuando se piensa en fondos de desarrollo o la promoción de artistas, para Riffler, hay un fomento muy claro del estereotipo que prioriza el folklore, que no está mal, pero también hay variedad en la producción nacional. Reivindica la autenticidad de su expresión como inherentemente nacional. “Nuestra música es 100 % paraguaya, así como nuestra idiosincrasia. Pero la manera en la que nos presentamos es para el mundo, no solo para el Paraguay”, afirma.

Por otro lado, pero muy cerca, Gea focaliza su crítica en la falta de oportunidades en los acontecimientos institucionales. “En ciertos eventos los invitados siempre son artistas de folclore. Sería interesante también involucrar a estos músicos alternativos”, reivindica. Señala una contradicción frecuente: “Cuando quieren diversificar, contratan un grupo de covers, de canciones alternativas de otro país, o sea, están tocando música extranjera. Sin embargo, hay música de acá”.

Su trayectoria se lee así, como una evolución desde la modestia de un casete hasta la ambición conceptual de Eon Beat. Del deseo inicial de disolverse a la proyección de una carrera a décadas vista. Sobreviven en un medio hostil, pero ahora sostenidos por la convicción de que su proyecto es un eón, una era que se extiende. Y reafirman, con cada decisión estética, que su identidad musical es una expresión tan legítima y paraguaya como cualquier otra.

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