La fórmula Salamandra
La banda que toma su nombre de un reptil empezó en un depósito olvidado y fabricó sus propios instrumentos en Ypacaraí. Desde entonces, un cuarto de siglo y cientos de escenarios nacionales e internacionales pasaron. Este año cumplen 25 de puro rock y lo hacen en donde siempre quisieron estar: junto a su público. En esta nota, conversamos con ellos sobre la historia y el futuro de Salamandra.
Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte: Gabriela García Doldán. Dirección de producción: Camila Riveros.
Producción: Sandra Flecha. Asistencia de producción: Anabel Artaza. Fotografía: Javier Valdez.
Agradecimientos: Annabel Pitaud.
Pasaron 25 años desde la época en que un rincón olvidado de la estación del tren de Ypacaraí se llenaba de risas, música y bromas de cuatro adolescentes que estaban descubriendo su pasión. Para los fanáticos más acérrimos, la anécdota ya es conocida: Cachito Galeano y Javier Zacher idearon el proyecto a inicios del 2000, pero la fecha fundacional llegó recién en agosto.
Sus primeros acordes los tocaron frente a cientos de pequeños ojos: lagartijas, culebras y arañas de toda laya y color, todo esto en un depósito prestado en donde instalaron una radio y un parlante. Las paredes carcomidas del almacén, testigos de sus primeros covers, pronto escucharían composiciones propias en las que ya asomaba ese híbrido de rock callejero y melodías con sabor a tereré que los definiría.
«Nuestros primeros ensayos fueron únicos, ya que no teníamos instrumentos, pero los empezamos a fabricar», cuenta Javi, en entrevista con Pausa. Y detalla: «De radios viejas hicimos nuestros amplificadores, de un barril el bombo de la batería y cantábamos a todo pulmón».
¿Pueden los lectores imaginarse algo más rock que esta escena? Desde esta redacción, dejamos la duda. En esta nota, Salamandra toma nuestras páginas para compartirnos toda su historia y sus reflexiones del presente, mientras, con ambición, imagina lo que el próximo cuarto de siglo traerá.

Reptiles
A puertas de su primera presentación, necesitaban un nombre. Primero hicieron una lluvia de ideas; las discusiones eran interminables. Finalmente, la elección de «Salamandra» surgió tan orgánicamente como todo en esta historia. La respuesta la encontraron en su espacio de siempre: la sala de ensayo improvisada en la vieja estación del ferrocarril. Entonces Marcos Molinas, el baterista, propuso esta denominación. «En un principio lo tomamos porque se relacionaba con nuestro entorno, ese edificio abandonado, pero con el tiempo ese concepto nos tomó a nosotros», comparte Javi.
En la primera conformación, Miguel Molinas era vocalista y Marcos Molinas estaba en la batería. Así inició el proceso pero, con el tiempo, la formación del grupo vivió grandes transformaciones; por ejemplo, Miguel y Marcos se apartaron.
Entonces, entre 2003 y 2004, Michel Cabrera asumió la percusión, y fue el momento en el cual Javi tomó el micrófono y abandonó la guitarra, que fue ocupada por Willy Chávez. Un poco más de un año después, José Batoloco Gaona, baterista de Bohemia Urbana (la banda de Jaime Zacher, hermano de Javier), lo reemplazó. En 2016, Rodney Cords tomó el lugar de Chávez.
Los inicios
Javier y Cachito se tomaron el proyecto muy en serio desde el primer momento: «Cuando pudimos ensamblar una guitarra, una batería y un bajo, más la voz en el viejo depósito de la estación, se hizo realidad el deseo de hacer música», detalla Javier. La magia sucedió desde la primera canción que tocaron.

«Con Javi, nos miramos y dijimos: ‘Bueno, esto es lo que yo quiero hacer hasta el último día de mi vida’», comparte Galeano. Empezaron con covers de otros músicos, pero no pasó mucho tiempo hasta que compusieron sus primeras canciones.
De Cianuro a Corazón de Hierro
La banda lanzó el demo y EP Cianuro en 2004, con el que dieron a conocer al mundo canciones como Té de cianuro y Estás, que muy pronto se convirtieron en clásicos de su repertorio.
En 2010 marcaron un hito en su historia al lanzar Todo en tu Cabeza, el primer álbum de estudio. Aquí fusionaron la potencia del rock con raíces folclóricas paraguayas y definieron su sonido característico. Un año después, Salamandra Acústico (2011) reveló otra faceta: la crudeza de sus letras y la calidez de sus arreglos desnudos, al capturar la esencia íntima de sus conciertos, con predominancia de las cuerdas.
Para Bato Gaona, fue el disco que más creatividad exigió. “En ese momento entraba en una zona rítmica y estilo que básicamente no eran míos”, recuerda. “Fue intenso, pero logró lo que buscamos y llegamos a lo que queríamos”, remarca.
Entre 2013 y 2015 consolidaron su propuesta con Vamos de Gira y Alma en Peña, este último destacado por el éxito radial y digital del sencillo Solito, que se convirtió en un himno generacional.

«Es nuestra canción más neutral: en realidad nos abrió las puertas a todas las generaciones», cuenta Galeano. Fue la música que se oía en las radios y la coreaban tanto los niños como los jóvenes, y hasta hizo tararear a algún abuelo. «El tema hizo que el público no solamente fuera juvenil, que consume los productos de moda, sino que arrastró todo tipo de personas», agrega.
Fue esa canción también la que le permitió conectar con Paraguay de otra manera. «Nos llevó a tantos lugares que jamás imaginábamos que íbamos a llegar», reflexiona Galeano. Así, se presentaron en pequeños pueblos y ciudades del interior, en sorti-jeadas y fiestas patronales. Pero también ese tema es el que les abrió las puertas de festivales folclóricos: «Nosotros no fuimos a tocar folclore, fuimos a tocar rock. Y gracias a Solito».
En 2017 presentaron El Inconsciente Roba Discos, álbum que les permitió expandirse con giras por Paraguay y el extranjero.
Su evolución dio lugar a Corazón de Hierro (2022), su quinto trabajo discográfico, producido por El Chávez, grabado en los emblemáticos estudios Ciudad Nueva de Asunción y masterizado en Buenos Aires por Rolando Obregón. Este álbum marcó un nuevo nivel en su sonido al combinar crudeza lírica con arreglos más elaborados.

De todas las canciones que componen su repertorio, la que trae los recuerdos más vívidos es, sin dudas, Té de cianuro. «Nos marcó un camino a seguir», comparte Javier Zacher en esta charla. Ese mismo disco fue el que les grabó en la piel uno de los deseos más importantes de sus vidas: encontrar su pasión. «En ese demo quedaron plasmados nuestros sueños más puros de querer hacer rock», agrega.
Esta placa discográfica es un testimonio crudo y sanador: «Es un disco que guarda mucho dolor y heridas que hicimos canciones; la mayoría de los temas están dedicados a personas que ya no están». La evolución desde Cianuro hasta hoy se resume en una frase de Zacher: «Más que nada es la experiencia acumulada por el paso del tiempo».
¿Su mezcla de folk y rock es un manifiesto? Para Javier, no: «Es una fuerza natural porque es parte de nuestro ADN, y tarde o temprano sale a flote. Es muy lindo ver esa mezcla hoy en día». Esa esencia viajó a México y Argentina para llevar «esa frescura de lo desconocido por conocer». «Creo que la música paraguaya es muy hermosa, el mundo merece disfrutarla», afirma.
Álbum en puerta
La banda originaria de Ypacaraí está rumbo al lanzamiento de su nuevo álbum, que será presentado en tres entregas en los próximos meses, para dar un cierre a lo que queda del 2025. El primer adelanto es el sencillo La mentira, ya disponible en todas las plataformas digitales y con un videoclip en su canal oficial de YouTube.

El single fue grabado y mezclado entre enero y marzo de 2025 en Covenant Productions por Marcelo Arriola, quien también participó en la producción artística, junto a David Arriola. El video fue realizado por Pietro Scapini para Renovatio Films.
Tras el estreno del tema, preparan el paquete de tres canciones que incluirá Cigarrillos y El dedo acusador, esta última con tinte folclórico. “En este nuevo álbum estamos experimentado con un poco de teclados y percusión, pero en general seguimos fieles a nuestro sonido”, afirma Javier Zacher.
“Las exploraciones de este nuevo disco son una mezcla de canciones íntimas y profundas armonías que, creo yo, identifican mucho a Salamandra”, complementa Bato Gaona. “Los sonidos digitales que incorporamos fueron respetando la esencia de la banda”, agrega.
Detrás de estas grabaciones hay meses de exhaustivo trabajo. Las sesiones de grabación se extendieron por semanas, en las cuales los miembros de la banda perfeccionaron cada detalle. Exploraron distintas texturas sonoras y se nutrieron de nuevos elementos para lograr llegar a este proyecto actual, que hoy encuentra a la agrupación en un momento de especial madurez creativa. La producción, más pulida que nunca, sin caer en artificios, permite apreciar la evolución de sus arreglos y la profundidad de su lírica.
Cigarrillos es una canción que contará con videoclip propio. Las imágenes fueron registradas durante una presentación en vivo. “La idea es no solo mostrar la energía del grupo en el escenario, sino también la participación de los fans que nos acompañan en cada show”, resaltó Javi Zacher. Todo esto estará disponible en plataformas desde el martes 12 de agosto.

El secreto de la banda
Mantener la formación no es tarea sencilla: «Es muy difícil, ya pasamos por cambios… Las relaciones humanas son delicadas; el respeto y el cariño son esenciales. No hay secretos, el diálogo es la clave». Tampoco hay rituales: «La verdad es que no tenemos rutinas ni tradición, solo nos dejamos llevar por el momento».
«Siempre el público nos da toda la energía que necesitamos para seguir adelante; no hay nada más grandioso que sentir y escuchar a la gente cantando con nosotros», confiesa Zacher. Ese intercambio vital define a Salamandra, una banda que tras 25 años sigue encontrando en el escenario su razón de ser.
Y con esa misma energía abrazan a su público, como cuando un fan les pidió una serenata a su hermanita: «Terminamos de cantar y nos invitaron a pasar, porque los abuelos nos prepararon una sorpresa… ¡Un akangue yvyguy! Hermoso e increíble», recuerda el cantante. Esos gestos resumen su filosofía: «Cada momento y anécdota que compartimos vive en nuestros corazones».
¿La lección final? «Que hay que trabajar mucho y estudiar mucho más», dice Javier. «A lo largo de dos décadas y media, el primer aprendizaje musical guarda relación con la disciplina que uno tiene y con la tarea que le toca, ya sea la música o cualquier otra cosa, como ingeniería o arquitectura. Para construir casas tenés que estudiar Arquitectura, y para ser arquitecto debés terminar tu carrera. Pasa exactamente igual con la música: requiere de la misma disciplina”, explica Galeano.

“La disciplina es todo eso que hay que hacer, no queremos hacer, pero tenemos que hacer para llegar a ser lo que queremos ser”, expresa Cachito. Para ellos, los sueños se hicieron realidad gracias al trabajo. «El aprendizaje de salir fuera era… se ve más en lo humano. Esto es testimonio: aprendimos que los sueños se pueden hacer realidad si uno lucha con responsabilidad, amor, dedicación y disciplina. Si te tomás en serio y terminás ‘la carrera’, la meta viene por añadidura. Ese es el aprendizaje que recibimos”, reflexiona.
“La música me ha enseñado muchas lecciones valiosas, pero una de las más importantes es la disciplina, ya que la práctica musical requiere de mucha constancia y más dedicación aún”, comparte Bato Gaona, por su parte.
Todos coinciden en la importancia del esfuerzo y la persistencia. Esto, quizás, explica por qué, como dice Javier, Salamandra sigue siendo «el mismo, cometemos los mismos errores, tropezamos, caemos y nos levantamos una y otra vez». «El rock es eso: es insistencia. Es más que un estilo de música, es un estilo de vida y una filosofía que justamente se trata de eso, de resistir», agrega Rodney.
Entre risas, Javier nos regala una pista sobre lo que se viene. «Nos gustaría llegar a los 50 aniversarios, pero en serio», afirma. Mientras tanto, recomiendan Disomnilan («una linda trágica historia de amor») y recuerdan el desafío de crear Mosca de tu bar: «Primero tuvimos que definir su estilo; segundo, la voz es muy alta y cuesta bastante».
Lo más importante es no dejar nada a media tinta. Nunca se queden con la duda de lo que pudo haber sido. El ‘hubiera’ no debería existir.
Javier Zacher.
Como bien dice Javier: «Lo más importante es no dejar nada a media tinta. Nunca se queden con la duda de lo que pudo haber sido. El ‘hubiera’ no debería existir». Esa es una filosofía que explica por qué, después de un cuarto de siglo, Salamandra sigue siendo esencialmente la misma banda de jóvenes soñadores que empezó tocando en un depósito abandonado. Solo que ahora cuentan con la sabiduría y las cicatrices que dan los años de camino recorrido.
Este recorrido de un cuarto de siglo llega a un nuevo hito con su concierto aniversario el próximo 16 de agosto, en Vöudevil, la celebración de una pasión que nació entre lagartijas y se convirtió en legado. Como dicen ellos: «Gracias por acompañarnos en esta gira llamada vida». Y esta gira, claramente, todavía tiene muchos kilómetros por delante.
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