Nota de tapa

Néstor Ló y Los Caminantes

Reavivar la llama del folclore paraguayo

Para Néstor Ló y Los Caminantes, cada tocada es una fiesta y eso es lo que quieren reflejar en su último disco, Que No Haya Barreras. Hoy están disfrutando los frutos de lo que en el pasado cultivaron: nada más y nada menos que un hito en el fomento del folclore paraguayo y, en consecuencia, nuestra cultura. En medio de todo, se dieron un tiempo para una nota exclusiva con Pausa. Te invitamos a conocerlos más.

Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte: Gaby García Doldan. Dirección de producción: Betha Achón. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez. Agradecimientos: Municipalidad de Ñemby.

¿Cómo pasamos de usar el folclore para echar a todos de la fiesta a que suene en horario pico, que la gente baile y vuelva a valorarse? Esa es la pregunta que los chicos de Néstor Ló y Los Caminantes se hicieron, y un poco también es el objetivo de su proyecto. A seis años del inicio, podemos decir que realmente lo lograron. Eso sí, con mucho esfuerzo.

Más allá del talento musical, que sin duda demuestran, hicieron un trabajo de ingeniería, pero no solo de sonido, sino también social. El trabajo fino consistió en identificar qué es lo que le falta a la música folclórica paraguaya y, en el análisis, resultó que —así como en la política— hay una crisis de representatividad.

“Los jóvenes de hoy ya no vivimos la Guerra del Chaco, no vimos a las burreritas yendo al mercado, capaz ni siquiera a una morena de trenzas floridas”, dice Néstor López, quien lidera la banda. “Necesitamos que los temas hablen el idioma de los jóvenes y cuenten situaciones de nuestra identidad dentro de los parámetros de la música; pero que hablen de lo que nos pasa hoy”, analizó.

Con unos mates de por medio, la conversación siguió y nos contó más sobre la historia del grupo que está revolucionando la música paraguaya y, sobre todo, nuestras ideas sobre lo que eso significa.

Antes de que hierva el agua

“Podemos empezar, pero puse agua para el mate”, dijo Néstor en los primeros minutos de la entrevista. Y sin querer, solo en respuesta a la primera pregunta, el agua hirvió.

El proyecto nació cuando un grupo de amigos, que solían hacer blues, funk y soul en inglés bajo el nombre de The Walkers, decidieron embarcarse en un nuevo desafío. Néstor explica que surgió como ejercicio para tocar otros estilos y dar una nueva orquestación a las composiciones que tenían guardadas. Así se creó una nueva banda, que se propuso explorar la música paraguaya y darle una identidad fresca y contemporánea.

Este cambio significó, necesariamente, una gran apuesta. “Se decanta prácticamente por una cuestión natural. Yo vengo de una familia en la que se escuchaba y sonaba música paraguaya todo el día, todos los días, en sus diferentes estilos”, empieza a contar. Inundaban la casa los sonidos de purahéi jahe’o de parte de su abuela oriunda de Caballero; y guaranias y polcas, sobre todo polca canción o romántica, de parte de su papá.

“Sabíamos que luchábamos contra todas esas cosas, fue un desafío. Éramos conscientes de que iba a costar, de que sería difícil cambiar la percepción de nuestra música, nuestra cultura, por los muchos tabúes sobre el deber ser”

Néstor Ló

Pero no solo eso: esa casa de la que hablamos está ubicada sobre la calle Brasil, del centro asunceno. En diagonal se encontraba —y aún está— Discos Cerro Corá. Néstor creció viendo a talentosos folcloristas de todo el país llegar con ponchos y guitarras a primera hora de la mañana y salir de tarde con una caja de grabaciones en la mano, en la época en que los músicos aún podían vivir de la venta de sus obras.

Poco después, la globalización hizo lo suyo, la industria nacional dejó de lado este género y quedó toda una generación sin representación de su identidad. “Fue difícil enfrentarnos a eso, porque crecimos con los tabúes de la época: que la música paraguaya estaba muriendo, que los jóvenes ya no escuchan lo nuestro ni hablan guaraní, que hay una sola forma de hacer las cosas y un sinfín de comentarios”, reflexiona Néstor.

Mucha gente estaba en contra de la innovación, ignorando que la música, como cualquier lenguaje, evoluciona. “Nos preparamos para que nos peguen con todo, pero nos encontramos con otra cosa: a la gente le gustó”, afirma.
Ojo, este proceso implicó mucho tiempo de investigación. “Tuvimos que hacer un trabajo minucioso, aprender cómo se comporta nuestro folclore en sus diversas formaciones: en un dúo tradicional, en una bandita, cómo se fusiona con lo electrónico”, aclara.

Pero esta recabación de datos no fue solamente musical. “Siempre digo que no teníamos exponentes cercanos; muchos son de tres, cuatro o inclusive cinco generaciones atrás y ya no vivimos las mismas situaciones”, indica. Y agrega: “Era una alerta”.

Casi se trataba de ingeniería social. Néstor notó que la música tradicional paraguaya se escuchaba en la casa, de puertas para dentro; que era lo que se ponía en los boliches para cerrar; que se hacían fiestas multitudinarias para escuchar cumbia, vallenato o folclore de otros países, mientras lo nacional perdía valor a los ojos de la gente.

“Sabíamos que luchábamos contra todas esas cosas, fue un desafío. Éramos conscientes de que iba a costar, de que sería difícil cambiar la percepción de nuestra música, nuestra cultura, por los muchos tabúes sobre el deber ser”, recuerda. Por eso estaban preparados para lo peor, para el rechazo generalizado. Pero sucedió lo contrario.

“Había toda una juventud que necesitaba identificarse con el folclore, pero sencillamente la música ya no hablaba el mismo idioma de nuestra generación o no planteaba situaciones de la coyuntura actual. De ninguna manera eso desmerita lo que los grandes maestros hicieron, entendimos que necesitábamos una conexión distinta”, plantea.

Y hoy Los Caminantes ven sus shows repletos de jóvenes, tocan en sitios donde nunca antes sonó música tradicional paraguaya y más de un valiente se animó a equilibrar un vaso o una botella en la cabeza al ritmo del pycheche. Todo lo que soñó la banda se está cumpliendo, y mucho más rápido de lo que esperaban.

Nuestra realidad en seis por ocho

Néstor escribe las canciones y con Eduardo Martínez ensayan la música, para luego pasarlas al equipo que, en conjunto, se encarga de componer toda la orquestación. La lírica de sus temas tiene algo muy particular: busca contar la historia de una generación de juventudes que poco ha sido escuchada y menos aún representada.

Niño cautivo, una de las canciones de su primer disco, habla de la realidad de una infancia abandonada, que es la historia del día a día de cientos de pequeños que luchan por sobrevivir cuando deberían estar jugando a la pelota y soñando con su futuro. Mamáma, por su parte, relata el dolor de la pérdida de un ser querido.

Y así, en cada una de sus canciones buscan ofrecer una mirada acerca de nuestra actualidad, las problemáticas que vivimos y a lo que nos enfrentamos. Pero con un objetivo. El primer disco se denomina Salten, Canten, Griten, Bailen porque es ese el cambio de perspectiva que buscaban. En el segundo álbum hay una evolución: Que No Haya Barreras se grabó en vivo, con todos los desafíos que eso implica, y colaboraron con grandes referentes de la música como Francisco Russo, Lizza Bogado y Juan Cancio Barreto.

“En cuanto al tema, creo que este disco es más duro porque viene de un lugar distinto. Lo creamos durante y después de la pandemia, situación que desnudó una realidad que vive nuestro país”, analiza y remarca: “En el espíritu de la banda siempre está el hablar de las situaciones que se dan acá, le duela a quien le duela, le guste a quien le guste”.

“Como músicos, tenemos la obligación de llamar la atención sobre las cosas que creemos no están bien, lo que se debe mejorar”, acentúa. Y reflexiona: “Pudimos elegir otro camino, más fácil y comercial, pero consideramos que debemos ser un canal para amplificar la voz de mucha gente que en este momento necesita difundir un mensaje”.

El caso de Novela sojera, por ejemplo, creó mucha controversia. Defensores del monocultivo se pronunciaron a diestra y siniestra en contra de una canción que relata la realidad de los pueblos originarios de nuestro país, que viven en carne propia el despojo y la falta de protección del Estado. Lizza Bogado sumó su voz a este reclamo.

“Varias personas se tomaron por aludidas, mucho se dijo al respecto. Pero la realidad es que es una novela, es ficción. Creamos unos personajes ficcionados para contar algo que pasa, jamás estaríamos en contra de la producción agrícola o campesina. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. O no”, enfatiza.

“Como músicos, tenemos la obligación de llamar la atención sobre las cosas que creemos no están bien, lo que se debe mejorar […] Pudimos elegir otro camino, más fácil y comercial, pero consideramos que debemos ser un canal para amplificar la voz de mucha gente que en este momento necesita difundir un mensaje”.

Nestor Ló

Mano a mano con los maestros

Definitivamente compartir un proceso creativo con sus ídolos generó una impronta en el grupo. Para ellos, significa estar en la puerta y pasar a jugar en primera. “Es como crecer admirando a Cristiano Ronaldo y entrar con él a la cancha”, bromea.

Más allá de las analogías futbolísticas, fue un enorme desafío. El disco reúne seis canciones, dos colaboraciones con cada uno de los maestros. Tres son de autoría de Néstor Ló y Los Caminantes; las otras, reversiones de temas de ellos. ¡Qué responsabilidad!

“Para nosotros fue importante dejar un registro audiovisual con calidad cinematográfica de quienes hicieron parte de nuestra historia de la música. Hoy es fundamental que los materiales se vean y se escuchen bien, que se cuiden el arte y el vestuario”, cuenta.

La producción, para el grupo, fue una oportunidad de mostrar la magia de sus presentaciones en vivo. El primer disco fue producto de meses de ensayos y una grabación en tres días. Casualmente, el segundo también, pero con un desarrollo de años hasta alcanzar lo que lograron. Y ni hablar de la inversión, pues fue financiado a pulmón.

“Salió hermoso, es un material soñado, pudimos presentar toda nuestra musicalidad y el espíritu del grupo en vivo”, asegura. Y aclara, como por las dudas: “Pero si me preguntás a mí, no lo volveríamos a hacer, porque fue un proceso muy estresante”.

Fronteras imaginarias

Tanto fue el éxito del grupo que lograron presentarse internacionalmente. Néstor cuenta, orgulloso, sobre sus actuaciones en la Fiesta Nacional del Chamamé. Allí, la provincia argentina de Corrientes se llena de visitantes y más de 15.000 personas se acercan a disfrutar del folclore regional. El anfiteatro se llena, los 10 días.

“Eso nos hizo aprender y entender muchísimo también”, considera. Entonces vieron la necesidad de crear un circuito de consumo de la música popular tradicional paraguaya y se afianzó aún más esa necesidad del fomento del folclore nacional.

También participaron de un show con el grupo de cumbia de orquesta La Delio Valdez, y volvieron a llenar locaciones con espacio para más de 15.000 personas. En ese momento, Mario Bofill y Chango Spaciuk ya se contactaron con Los Caminantes. Algo estaban haciendo bien.

Con un pie en el futuro

Que No Haya Barreras marcó un antes y un después: lograron el reconocimiento de grandes exponentes y miles de paraguayos tarareamos sus canciones. Incluso tuvieron un escándalo y mucha gente salió ofendida, mientras otros vimos en sus letras una nueva esperanza: el canto de nuestra historia para no repetirla y anhelar algo mejor.

Así nació un deseo. El primer disco surgió por necesidad de registro; el segundo, por el impulso de contar historias, y el tercero, a partir de saber hasta dónde pueden llegar. En esa búsqueda, Néstor y Edu fueron a Argentina en la búsqueda de un productor musical.

Agendaron decenas de encuentros, pero uno era especial. El reconocido músico, director, productor, arreglador y pianista Gustavo Popi Spatocco accedió, por intercesión de Berta Rojas, a hablar con ellos. “Como todas las reuniones, se agendó así, de 10.00 a 12.00”, comienza a contar. A la conversación le siguió un almuerzo y, entre charla y charla, la conversación terminó a las seis de la tarde. Así, crearon una conexión nada más y nada menos que con el productor de Mercedes Sosa. Sabían que era él.

«Se creó una confianza casi ciega, nosotros le dimos todo lo que tenemos, que es nuestra música, y a cambio él nos dio su experiencia, sus años y su aval”, cuenta orgulloso.

A partir de entonces cambiaron el ritmo de trabajo. Si pensaban que grabar el segundo disco llevó mucho trabajo, bajo la dirección de Spatocco encontraron otra disciplina. Además, implicó un cambio de perspectiva, porque el productor toma parte hasta en la etapa de conceptualización. “Estamos completamente enamorados de este proceso y cada vez nos gusta más”, afirma.

La convicción de hacer lo correcto

Para Los Caminantes, el futuro es lo que ya están haciendo. “Queremos cambiar el chip y que acá podamos amar nuestra música, cultura e identidad de la misma manera que se da en otros lugares”, asegura Néstor.

El sueño colectivo es que este disco que están creando dé la vuelta al mundo en representación del Paraguay. “Cualquier género que hagamos en nuestro país va a ser música paraguaya, porque es como el acento, se puede identificar; sobre todo cuando es algo que se cuenta desde ese lugar”, reflexiona.

Y al final, Néstor lanza un anzuelo, como al pasar; un spoiler que nos deja con más ganas: el nuevo disco tendrá cumbia, bolero y, claro, nuestra polca.

¿Quiénes son Los Caminantes?
La formación actual de Néstor Ló y Los Caminantes incluye a Néstor López en voz y guitarra, Eduardo Martínez en guitarra y coros, Tato Zilly en bajo, Walter Rodríguez en batería, Daniel Pavetti en percusión y una amplia sección de vientos compuesta por Jonathan Piñero en la trompeta, Iván Paredes en el trombón, Marcelo Díaz en el saxo barítono y David Rodríguez en el saxo alto. Además, cuentan con el apoyo de talentosas coristas como Mariza Torres, Emilia Olazar y Flor Giménez. Es muy importante mencionar que la mayoría formó parte del proyecto anterior, The Walkers.

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