Con la patria al hombro
Su voz es inconfundible y su presencia demanda la más completa atención. Jazmín Luján Sanabria no es extraña a los flashes y reflectores, y esta semana comparte con Pausa el recorrido que empezó cuando solo tenía cuatro años y que la llevó hasta el máximo reconocimiento en su país, cuyo nombre adoptó desde la infancia para convertirse en embajadora de la canción paraguaya.
Por Patricia Luján Arévalos. Dirección de arte y producción: Sandra Flecha. Dirección de producción: Camila Riveros. Asistentes de producción: Anabel Artaza y Pamela Pistilli. Fotografía: Javier Valdez. Prendas: Fauvé. Peinado: Sonia Correa para Bellísima. Maquillaje: Luzma Soler para Bellísima.
Para Jazmín, la música es herencia. Corre por sus venas y vibra en cada fibra de su cuerpo. Es la hija de Óscar Sanabria, músico, productor y compositor pedrojuanino de larga trayectoria en grupos y como acordeonista sesionista para Los Ojeda.
Es lógico que las melodías y el ritmo sean lo más natural para Jazmín del Paraguay, como se presenta al mundo desde hace 10 años. “Crecí en los brazos de la música, siempre lo dije. El año que nací, 2005, papá abrió su sala de grabación”, nos cuenta, y agrega que, desde que recuerda se sintió atraída por ese mundo, ese espacio mágico que parecía llamarla: “El estudio estaba en casa y, para entrar, yo tenía mi excusa: le llevaba tereré a papá. Iba desde chiquitita, escuchaba todo con curiosidad, me encantaba eso”.
“Mi primer recuerdo en el escenario fue a los cuatro años. Entré al estudio de papá y le dije: ‘Che, quiero cantar en la escuela’. Era muy chiquitita y se hizo un festival por el Día de la Familia, con mucho arte, baile y canto, me acuerdo”, continúa.

Aprendió a cantar casi sin proponérselo porque no tuvo un proceso académico, nunca asistió a clases ni practicó con maestros. Reconoce el valor de haber nacido en la era digital porque podía escuchar sus artistas favoritos desde las plataformas disponibles en internet; ya no solo la radio y los discos estaban a su disposición —algo que abundaba en su casa—, sino también YouTube, que se convirtió en una de las herramientas más útiles para el oficio al que se dedicaría más adelante.
La inspiración de éxito le llegó a Jazmín de todas partes: “Recuerdo que cuando crecí y decidí que la música iba a ser lo mío, entraba a ver los conciertos de Beyoncé, Cristina Aguilera, Thalía, y todas esas artistas que bailaban y cantaban en distintos idiomas. Me encantaba, creo que fue parte de mi formación de una manera muy importante”.
Jazmín mira a su versión infantil y siente que sus primeros maestros fueron esos artistas a los que admiraba. A medida que crecía, se daba cuenta de que también podía observarse y aprender de sí misma. De grande, supo detectar y enmendar sus errores técnicos al mirar sus propios videos después de cada presentación.
Eventualmente, ingresó al Conservatorio Nacional para seguir aprendiendo, pero ya después de iniciar su recorrido. “En teoría musical, lastimosamente, por el tiempo no llegué a terminar la carrera de cinco años”, explica, y acota que: “El mejor maestro de uno, es uno mismo. Es aceptar los errores, autoanalizarse y exigirse”.

Ante el mundo
Su nombre suele aparecer, muy a menudo, al lado de la palabra “embajadora”. Se la considera representante de su natal Pedro Juan Caballero, sí, pero también de todo Paraguay y hasta de la región. Hay otro título que se le suele atribuir y que ella, a pesar de su juventud, toma con mucha seriedad: el de embajadora del guaraní.
“Me hace sentir feliz y, obviamente, con mucha responsabilidad ser considerada una representante del folclore porque, aparte de ser un género tradicional, como persona joven, me toca llevar eso a mis espaldas”, reflexiona. Desde su rol como intérprete y cantautora, siente un deber asociado con la coyuntura tecnológica y cultural: en 2025, plena era digital, la música ya no tiene fronteras: “Entonces, aparte de hacer resonar nuestro nuevo sonido, tengo que llevar el porqué de nuestra cultura, del guaraní, de nuestro país; creo que eso es lo más importante, por sobre todo”.
“Nunca me canso de cantar”, cuenta riendo, “me encanta la música. Te diría que Yo nací en el Paraguay es una de mis polcas favoritas, después de Che trompo arasa. Me parece que, dentro de nuestra identidad como paraguayos y de mi identidad artística, es una característica muy linda”.

“El guaraní, para mí, representa mis raíces. Crecí escuchando polcas en nuestro idioma en la radio de abuelo y en casa se hablaba muchísimo. Es parte del crecimiento y la infancia de muchos paraguayos, y un valor increíble”, agrega.
El elemento idiomático constituye un punto central de sus presentaciones y no solo dentro del territorio nacional, sino en todos los escenarios que le toca pisar. Con el micrófono en la mano y ante las luces de cualquier auditorio, ella siente el cambio que se produce en el público cuando comienza a interpretar en guaraní, una habilidad que la coloca en el podio artístico de su generación, sin lugar a dudas. “La gente del extranjero admira un montón. Es una lengua que, a veces, nosotros mismos, los paraguayos, no valoramos como deberíamos”. La Secretaría de Políticas Lingüísticas la reconoció como cultora del idioma guaraní.
En ese sentido, se podría decir que su rol como embajadora cultural estaba predestinado: “Mi nombre es Jazmín del Paraguay. Surgió en 2015 y se registró como seudónimo artístico. Nació cuando mi papá y yo teníamos el sueño de, algún día, salir al exterior y que en vez de presentarme como Jazmín Luján, llevara el nombre del país conmigo a donde fuera”.

El lugar que llama hogar
La ciudad donde nació también la marcó profundamente. “Pedro Juan Caballero, para mí, es todo. Nací y crecí ahí, y si bien ya tengo más años residiendo en la capital que ahí, voy las veces que puedo”, asegura. El lugar del que provenimos, aquel donde está nuestro corazón, al que llamamos hogar, ejerce un poder magnético aun a distancia.
Hablando de su ciudad, se abstrae del momento y viaja mentalmente a esas calles, a la familia que la espera pacientemente, a las raíces tan profundas, arraigadas en la frontera: “Pedro Juan Caballero significa mi crecimiento, mis primeros pasos. Es mi hogar”.
La pequeña Jazmín, que veía videos de Beyoncé en YouTube y practicaba su presencia escénica en la privacidad de su dormitorio, con su familia y vecinos de único público involuntario que la escuchaba cantar a través de puertas, paredes y ventanas, soñaba con los espectáculos que daría después, aunque todavía no sabía cuándo ni dónde.
En 2014 participó en la segunda temporada del reality show Pequeños gigantes, emitido por Telefuturo, y aunque no ganó, sí llegó a la final. Ese fue solo el principio de su paso por la televisión, porque al año siguiente pasó cuatro meses yendo y viniendo de Miami (EE. UU.), donde se grababa Sábado gigante, el show de Don Francisco. Allí participó del concurso Futuros talentos, donde quedó en segundo lugar.
Tenía solo 10 años.

Esa participación fue un hito enorme y una plataforma todavía más grande desde la cual se lanzó al mercado internacional. Años después, emprendió una gira de 40 días por ocho ciudades españolas, un desafío que recuerda con entusiasmo todavía.
En 2016, 2018 y 2019 regresó a Sábado gigante como invitada para entrevistas, especiales musicales de Navidad y el episodio final del ciclo que abarcó más de 50 años. “Fue una experiencia muy linda y un escalón importante. Como cualquier otro momento de mi carrera artística, lo disfruté bastante y aprendí muchísimo. Era mi primera vez saliendo del país y era muy chiquitita, fue una experiencia que me sumó un montón”, reflexiona hoy, desde otra pantalla. Jazmín es jurado del reality Yo me llamo, de Telefuturo, y aunque el ciclo ya está llegando a su fin, ella rescata todo lo que aprendió de los participantes.
Pero a pesar de las miles de personas que la vieron actuar en el extranjero, hay algo que, para ella, no cambia: “El mejor público es el norteño. Increíble es. El norteño y el de Misiones son fervientes, con mucha pila. Lo que sea que se ponga de polca o cumbia, bailan un montón. Los paraguayos se caracterizan por disfrutar las fiestas”.

La fama y la infamia
Por un lado, Jazmín creció sobre los escenarios y esa siempre fue su normalidad, no sabía que la vida de otros niños era diferente, no veía nada extraño en faltar a la escuela por viajar para actuar o que multitudes conocieran su nombre.
Por otro lado, sí, creció sobre los escenarios y esa fue su normalidad. A ver, déjenme explicar: ella no entendía lo atípico de su vida. Lo que es extraordinario para nosotros —quien escribe estas líneas y quienes las están leyendo—, ella lo percibía como ordinario. Y esa burbuja de cristal empezó a resquebrajarse una vez que aterrizó en el mundo de las redes sociales. “No conocía otra realidad que no fuera la de faltar mucho al colegio porque estaba de viaje cantando en otras ciudades. A mí me resultaba increíble eso y hasta ahora me parece hermoso. Tuve una infancia muy feliz, pero me parece que de repente empezó a afectarme esa diferencia y vi que no era común cuando la gente me hizo entenderlo de mala manera, de forma negativa”, recuerda.
Y no es en vano. Después de todo, Jazmín es una joven en un rubro que la expuso a las miradas ajenas desde la más tierna edad, y estas no siempre son empáticas y comprensivas. Es fácil despersonalizar o deshumanizar a alguien que no se conoce, aunque sea una niña de ocho años. Esa fue la edad en la que un extraño le dijo fea por primera vez. “Me restaba muchísimo, me tocó desde muy chiquitita”, comenta hoy, desde una posición mucho más sana y optimista que cuando empezó a recibir comentarios desagradables sobre su apariencia y su arte. Las cosas se agravaron durante la pandemia, cuando era apenas una adolescente de 15 años: “Sufrí muchísimo en redes sociales porque, como estaba expuesta, la gente sentía que tenía —¡hasta ahora!— libertad de opinar. Y lo hacen de muy mala forma”.

Esta reflexión llega cinco años después, pero los episodios de comentarios no solicitados se siguen repitiendo. A principios de este 2025, se tomó el tiempo de hacer un video hablando de esta situación, que la vive muy potenciada en su papel de artista y personaje público. “Ayer, después de muchísimo subí un clip otra vez y la mayoría de los comentarios no fueron por el contenido, sino por mi piel. Y vengo a recalcar nomás que el acné es totalmente normal, es parte de ser joven. Yo entiendo que quieran dar consejos porque están en su libertad, pero si nadie les pidió, mejor evitemos. Ustedes no saben si esa persona está haciendo algo al respecto, si le molesta, si le causa inseguridad o si simplemente ni le importa”, dijo en TikTok.
Al respecto, comenta que ahora observa estas situaciones desde otra posición; trata de identificar qué le sirve y descartar lo que no. “Sí fue bastante complicado”, dice, y acota: “Contrarrestando toda esa mala vibra, hay otro público, en su mayoría muy fiel, incondicional, que siempre apoya nuestra música y nuestro arte por encima de todo”.
Vivir frente al reflector también tiene otra desventaja: la dificultad de desprenderse de la imagen de artista infantil. “Es bastante difícil. Hay muchas personas que crecieron conmigo, pero hay otras que notan que ya estoy grande, pero no quieren aceptar. De ahí vienen otra vez los comentarios negativos o de desprecio… La gente se olvida de repente que ya empecé a remarla hace muchísimo tiempo, desde el 2014, y hubo veces que me hicieron sentir que no merezco el lugar donde estoy”, comenta.

¿Cómo dejamos que las cosas lleguen a estas instancias? Hay cuentas en redes sociales que lograron transmitirle a Jazmín que la oportunidad que le dieron no era para ella. “Se siente feo eso, ¿verdad? Pero creo que es parte del proceso”, admite con decisión. “A veces, vos ya aceptaste que creciste. Vos misma te desprendiste de esa imagen, pero a la gente le cuesta un poquito más acompañar ese crecimiento”, agrega. Afortunadamente, nunca estuvo sola ante el mundo porque sus padres no dieron un paso al costado y sus amigos supieron acompañarla, así como los fans que le siguen desde hace mucho ¡y hasta los que se van sumando por el camino!
Jazmín sabe que va a seguir aprendiendo. La introspección y su trabajo son sus armas principales para enfrentarse al lado menos agradable de la exposición pública. “Aprendí de mí misma y de mi experiencia. Creo que eso pasa cuando llegamos a conocernos. Hoy, a mis 20 años, la música juega en mi vida un papel primordial, es un pilar muy, muy importante. Es la base de todo el trabajo que vengo haciendo desde hace 11 años”, explica.
“Lo genial de dedicarse a la música es tener el mejor combustible del mundo como artista: la gente que está del otro lado esperándote para tener un buen día. Aparecer en las redes y que les cuentes qué estás tramando en el estudio, que les actualices sobre tu próximo lanzamiento”, dice. Para Jazmín del Paraguay, la conexión con el público es un gran incentivo: “Dedicarte a la música te regala un montón de esos momentos, como saber que podés sanar a muchas personas con tu arte, y que ellas también te sanan a vos”.
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