Entregada al arte, apasionada por contar historias
Pertenece a una generación de artistas que trabajan con propósito, con la prioridad puesta en contar las historias que, muchas veces, se desarrollan en los márgenes. Ella es Fátima Fernández Mercado, y si todavía no la conocías, esta es la oportunidad perfecta para hacerlo.
Por Patricia Luján Arévalos. Dirección de arte: Gabriela García Doldán. Dirección de producción: Camila Riveros. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Fernando Franceschelli. Tratamiento de imagen: Gabriela García Doldán y Beto Sanabria Britos.
Siempre supo que quería dedicarse al arte, incluso desde muy niña. Su primer amor fue el cine, pero en su infancia no existían lugares de formación ante cámaras.
Al buscar opciones, aterrizó en una escuela de teatro y ahí selló su futuro; y aunque era demasiado joven para dimensionarlo, sabía que estaba en el lugar correcto. Lo que aprendió en su Paraguay natal le sirvió como base para establecerse en España, donde lleva adelante su arte desde el 2022.
Hoy es una de las voces del teatro joven, y aunque desarrolla su carrera en Europa, sigue creando con la mente puesta en Paraguay, donde monta puestas; y su trabajo ya tocó escenarios de Nueva York. Acaba de terminar una temporada en el XIII Festival Experimental de Teatro Clásico con una versión de Romeo y Julieta dirigida por Victoria Di Pace, en Nave 73, y se halla en pleno proceso de escritura de una obra que quiere estrenar en nuestro país.
Los sueños de Fátima Fernández Mercado son grandes, y se ha trazado la hoja de ruta para alcanzarlos.

¿Cómo y a qué edad descubriste la actuación?
Me di cuenta de que me apasionaban las artes escénicas después de grabar un largometraje de tesis de Sofía Paoli, hoy gran directora del cine nacional. Yo tenía 12 años, y para entonces no había escuelas de actuación ante cámaras, por lo que mis papás me sugirieron empezar en el teatro.
Siempre fuiste una persona muy creativa, pero, ¿cuándo dirías que esa energía se transformó en una vocación profesional?
Cuando me toca enseñar a niños, niñas y adolescentes, siempre les digo que les creo si me dicen que ya saben que quieren ser artistas, porque de chica yo tenía clarísimo que me dedicaría a esto de por vida. Cantaba y escribía cuentos desde los nueve años y a los 13 empecé a estudiar en mi primera escuela de teatro, con la maestra Hedy González Frutos.
¿Hubo un momento que recuerdes claramente en que dijeras “esto quiero ser”?
En la obra de fin de taller del primer año que estudié teatro. Al término, recuerdo perfectamente el saludo final, los aplausos, la luz, y sentía el escenario vibrar bajo mis pies. Supe que nada iba a superar esa sensación de libertad.
¿Cuál fue (y a qué edad) tu primer trabajo escénico? ¿Qué significó para vos?
Luego de hacer talleres en el Instituto Municipal de Arte y seguir la carrera de Actuación en la Academia de Arte Lourdes Llanes, audicioné para una ficción nacional llamada La doña, en la que trabajé a mis 16 años. En el teatro, profesionalmente empecé en Les miserables, musical que subió a escena en el Banco Central en 2012. Ese inicio significó todo para mí, entendí que mi camino estaba en el teatro.

La actuación te llevó al teatro, al teatro musical, a la televisión y al cine. ¿En qué medio te sentís más cómoda?
En el teatro.
¿Por qué? ¿Qué lo hace único para vos?
El contacto directo con el público, pues nace y muere ese mismo día de la función, a diferencia del cine, que se perpetúa en el tiempo. Ambos tienen su magia, pero lo que a mí me hace amar al teatro es precisamente su naturaleza efímera: solo existe ese presente, en el que espectador y obra se encuentran. Ninguna función es igual, y eso le añade una cuota de adrenalina que me encanta. Es el arte vivo por excelencia.
¿Cuáles son los proyectos que consolidaron esta pasión que hoy tenés por el arte?Transitar las distintas formas artísticas me dio un panorama muy claro de lo que quiero y lo que ya no quiero en mi vida profesional. Creo que se puede probar todo, pero es importante, eventualmente, poner el foco en lo que te moviliza.
Particularmente, los proyectos que más me marcaron fueron aquellos en los que puse la mano en la adaptación, la dramaturgia o la dirección. Sobre todo, me apasiona contar historias. Dean, el inmoral es una obra que marcó un antes y un después en mi vida, me dio muchísimas lecciones y satisfacciones como artista y persona.
Dean, el inmoral fue tu debut directoral. ¿Cómo influyó este hito en el camino que tomaría tu carrera después?
Siempre tuve un llamado poderoso, más fuerte que mi propia voluntad, a dirigir. Fue en Dean, el inmoral que pude dar rienda suelta al universo que llevaba dentro y sumar la creatividad del resto del equipo. Todos contribuyeron enormemente al resultado final de esa obra, desde el asistente de dirección hasta los actores. Me gusta escuchar lo que el grupo tiene para contribuir, creo que el teatro se construye en comunidad. Desde esa experiencia entendí que esta es una faceta de la que no puedo huir, aunque implique más esfuerzo o inversión. Es en la dirección donde siento que todas mis pasiones (la música, la literatura, el cine) se complementan.

¿Cuál es el papel de tus sueños, el que te gustaría interpretar alguna vez?
Creo que los papeles nos eligen, así que no sueño con uno en particular, espero que vengan y que yo esté preparada para darles lo que necesiten.
En cierto momento incursionaste en la dirección. ¿Cómo se dio esa transición?
Disfruto ver a los actores conectar con el texto tanto como cuando a mí me toca actuar. Tuve la suerte de encontrarme con directoras maravillosas a las que observé muy atentamente y me inspiraron a seguir este camino. Siento algo muy fuerte cuando estoy al frente desde la dirección, es una magia distinta a la interpretación.
Cuando la dramaturgia empieza a cobrar vida y los actores están presentes, un universo nuevo se crea y yo ahí tengo una libertad muy similar a la de los niños cuando juegan: todo es posible.
Entre todo lo que estudiaste, también están el guión y la dramaturgia. ¿Cómo aplicás estos conocimientos a tu carrera?
Creo que la academia te da la estructura correspondiente para que la sigas y/o la rompas. Haber estudiado cómo escribir historias que luego veré representadas me dio un panorama más claro de lo que realmente quiero contar. Me acerqué a la literatura de una forma inédita para mí, por estar más enfocada en la interpretación. Hoy me siento más motivada a escribir sobre todo lo que me inquieta como artista.
¿Qué andás escribiendo?
A la par que finalizo el libreto de Herencia, el unipersonal musical de Lizza Bogado, estoy trabajando en una adaptación de El retrato de Dorian Gray y otra obra de mi autoría que fue mi tesis del máster en Dramaturgia. Este último proyecto quiero subirlo a escena en Madrid, porque habla sobre conclusiones a las que llegué estando en España, y las acciones de la puesta también se dan en territorio español.

Actualmente tenés un rol más ejecutivo en tus proyectos. ¿Qué tipo de historias buscás traer al público, hoy por hoy?
Me estiran las historias sobre mujeres, contadas por mujeres. Últimamente ando viendo mucho cine español hecho por directoras, y me parece fascinante la mirada propia que logran construir. Es lo que quiero también para nuestro teatro, que las chicas defendamos nuestra voz y nos interesemos más en lo que tenemos para decir.
No me olvido de que también sos cantante. ¿Ves al canto como una profesión, un apoyo, una salida creativa o todo lo anterior?
La música es mi oxígeno diario y mi infaltable disparador creativo. Cuando escucho una canción que me conmueve, me resulta orgánico imaginar paisajes o situaciones. Vengo de una familia que ama profundamente este arte, cantamos en casa todo el tiempo. Hace muchos años decidí que ya no me dedicaría profesionalmente a ser cantante, porque grabar álbumes y dar conciertos exige muchísimo tiempo y energía, que yo elijo dar al teatro y al cine. Pero siempre que aparece un musical, tengo la voz como herramienta para el personaje que lo requiera.
¿Cómo describís esta etapa de tu carrera?
Es una etapa de mucho florecimiento. Todo lo que sembré está dando sus frutos, tanto a nivel personal como profesional.
¿Cómo se ve el éxito para Fati Fernández?
Un balance justo entre la vida personal y profesional, estar en paz con las decisiones tomadas; es salir de trabajar en una función de teatro, ir a tomar algo con amigues y terminar la noche viendo una peli con mi novio. Quizás algún día sea formar una familia. Mis conceptos del éxito fueron cambiando conforme pasaron los años. En un comienzo era solo mi carrera, hoy entiendo que es mucho más que eso.

Contanos sobre la película Hamburgo, que se estrenó este año.
Hamburgo fue dirigida por Lino Escalera, nominado a los premios Goya por No sé decir adiós. Llegué mediante recomendaciones de profesionales del audiovisual como las maestras Tana Schémbori, Ana Arza, entre otros. Buscaban a una paraguaya; hice unas cuatro pruebas y finalmente me dieron el rol de una colombiana llamada Isabel. La película se da en el mundo de la trata de mujeres, y sigue la historia de dos personajes que buscan huir de esa realidad. Fue una hermosa experiencia compartir escena con grandes figuras como Jaime Lorente, Roger Casamajor, Ioana Bugarin, Luisa Vides y más.
Siempre fuiste una lectora voraz. ¿Qué andás leyendo? ¿Qué recomendaciones tenés para los lectores de Pausa?
Estoy leyendo una saga de la escritora española Almudena Grandes, Episodios de una guerra interminable. Actualmente voy por el segundo libro, pero recomiendo La madre de Frankenstein, basada en una historia real ambientada en la posguerra civil española. Estoy perdidamente enamorada del estilo de esta escritora, pero sobre todo del contenido.
Tu mamá es la presentadora de televisión y radio Adela Mercado, ¿qué aprendiste de ella y su manejo de los medios, que aplicás hasta hoy?
Mi mamá es una gran profesional, pero sobre todo una gran persona. A donde sea que voy, la gente se deshace en elogios sobre lo hermoso que es trabajar con ella, o cómo les dio la mano en un momento que la necesitaban. De ella aprendí que hay que dar sin esperar nada a cambio, ese es su mayor legado.
Contanos sobre tus próximos proyectos.
Estoy escribiendo una obra unipersonal inspirada en la vida y las canciones de la maestra Lizza Bogado. Es un proceso de escritura largo en el que venimos trabajando desde inicios de 2025, mediante reuniones virtuales y presenciales.
Lizza es una referente del arte y de la resistencia. Ha luchado por la libertad a través de canciones de su propia autoría, durante la dictadura y en momentos críticos de nuestra frágil democracia. Creo que como paraguayos necesitamos más heroínas a las que mirar y admirar, y ella es una de nuestro tiempo. Lizza será la actriz de la obra y cantará con músicos en vivo.

Crear con responsabilidad
“El hecho de que los artistas tengamos visibilidad sobre el escenario o en la pantalla nos pone en una posición que nos exige ser coherentes con la realidad que nos rodea”, reflexiona. Los avances en su carrera y la experiencia que acumuló con los años le permitieron tomar una postura más crítica hacia su trabajo.
Decididamente, sabe que el desinterés y la tibieza no son aceptables: “No podemos ser indiferentes a las injusticias y desigualdades que como sociedad nos atraviesan. El arte para mí es un lenguaje que nos permite conectar y hablar de lo que realmente importa, y si bien también queremos entretenernos de vez en cuando y abstraernos de todo lo que duele, llega el tiempo de hacerle frente y asumir el rol que nos toca como ciudadanos y ciudadanas”.
Tiene una lista de temas que le inquietan y solamente trabaja en proyectos que coincidan con esto. Un ejemplo es el plan en el que se encuentra inmersa ahora mismo, la adaptación de El retrato de Dorian Gray. “Es una novela que trata de la obsesión de un hombre por conservar eternamente la juventud, mientras una pintura suya va reflejando la corrupción de su alma. Actualmente, hay una versión buenísima en Broadway, y yo quiero adecuarla con cuestionamientos nuestros”, comenta.

Aunque Oscar Wilde la escribió originalmente hace más de un siglo, Fati considera que la temática sigue más vigente que nunca en una sociedad que vive a base de filtros y cirugías estéticas. “Ojo que no hago un juicio de valor sobre esto”, agrega rápidamente, “pero me llama la atención la presión que tenemos, sobre todo las mujeres, de no envejecer. Es algo que vimos recientemente en películas como La sustancia y que estaría bueno seguir desarrollando en el teatro”.
Su corazón también se moviliza con las minorías. La temática fue abordada en su obra Prejuicios y orgullo, que escribió para Microteatro por Dinero en Madrid. “Es la historia de un chico trans encerrado por su madre en un centro psiquiátrico, que busca escapar con ayuda del enfermero a su cargo. La gente salía muy conmovida de la sala, fue a vernos casi toda la comunidad paraguaya en Madrid. Mucha gente de tinte más conservador, por así decir, me dijo que la puesta la llevó a la reflexión, y con esto creo que la misión está más que cumplida”.
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